JUAN RAMÓN JIMÉNEZ: PASEO POR SU PERSONALIDAD Y SU OBRA.

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE JUAN RAMÓN Y SU OBRA POÉTICA:

Juan Ramón Jiménez es uno de nuestros más grandes poetas, pocos autores representan como él la dedicación en cuerpo y alma a la poesía. Vivía una intensa vida interior que lo limitaba en sus relaciones con los demás. Su empatía debía ser muy pobre y eso se deja notar en los comentarios que sobre él nos dejan sus contemporáneos –ver Pablo Neruda al final-. Tras una infancia feliz, su adolescencia fue tormentosa. El despertar a la conciencia de la realidad queda muy bien reflejado en su poema “el niñodiós”. Observa:

» CUANDO YO ERA EL NIÑO DIOS»

Cuando yo era el niñodiós,   era Moguer, ese pueblo,
una blanca maravilla; la luz con el tiempo dentro.(2)
Cada casa era palacio y catedral cada templo; (1)
Estaba todo en su sitio,  lo de la tierra y el cielo;
y por esas viñas verdes saltaba yo con mi perro,
alegres como las nubes, como los vientos, lijeros,
creyendo que el horizonte era la raya del termino.

Recuerdo luego que un dia en que volví yo a mi pueblo
después del primer faltar, me pareció un cementerio.
Las casas no eran palacios ni catedrales los templos
y en todas partes reinaban la soledad y el silencio.
Yo me sentía muy chico, hormiguito de desierto,
con Concha la Mandadera, toda de negro con negro,
que, bajo el tórrido sol y por la calle de enmedio
iba tirando doblada del niñodiós y su perro:
El niño todo metido en hondo ensimismamiento,
el perro considerándolo con aprobación y esmero.
¡Qué tiempo el tiempo! ¿Se fue con el niñodiós huyendo?
¡Y quién pudiera ser siempre lo que fue con lo primero!
¡Quién pudiera no caer, no, no, no caer de viejo:(3)
ser de nuevo el alba pura, vivir con el tiempo entero,(4)
morir siendo el niñodiós en mi Moguer, este pueblo!

1) Esta estructura es un quiasmo, explica por qué.

2) Trata de explicar qué te sugiere esta imagen: “la luz con el tiempo dentro”.

3) Cualquier repetición aporta intensidad al significado, observa cómo reitera el adverbio “no” en ese verso.

4) ¿Por qué crees que los niños viven “con el tiempo entero”?

5) Observa la métrica: ¿qué estrofa está usando?

6) Su cambio de actitud frente al entorno de cuando era niñodiós a cuando toma conciencia de la realidad queda reflejada en dos versos: ¿sabrías decirme cuáles?

 

 De su difícil adolescencia, tormentosa, tiránica, destructiva, nos deja constancia en el siguiente episodio autobiográfico:

«Exijente, feroz, terminante”. (La inquieta adolescencia)

“De muchacho, entre los trece y los dieciséis años, yo era violento, terrible, ¿malo? Las escopetas me fascinaban. Tuve varias, muchas, desde las de salón, de balines, hasta las de dos cañones, de bala, pasando por una variedad considerable de modelos. Cazador de todo lo que cazable, mi escopeta hizo un daño largo en mis alrededores. Mataba por matar gorriones, mirlos, jilgueros, chamarices, palomos, cuervos, gallinas, gatos. Hasta la pobre tortuga griega, tan apacible y apartada, le di un tiro en la concha, que por fortuna no le saltó más que una capa de carey. Por imprevisión, estuve a punto de matar personas y de matarme a mí mismo. Recuerdo que mi primo Ignacio Ríos, menor que yo, tenía un águila y la llevaba consigo a todas partes. Vino a vernos a Montemayor con ella y yo decidí matársela. Él corría, loco, con ella cojida por los picos de las plumas de las alas, y yo, detrás, le di un tiro contra tierra. Al fin, mi pobre primo, no sabiendo qué hacer, la echó al agua de la alberca grande. Y allí se la maté. Mi prima María Teresa, niña, tenía un tic nervioso en la mano. De pronto, daba una vuelta en forma de tirabuzón, que a mí me descomponía. Comía con nosotros, y yo no podía comer con aquel tic, que en mi inconsciencia consideraba caprichoso. Le gritaba, le reñía, le amenazaba y, claro, cada vez el tic era mayor, y yo me ponía más furioso. Tuvo que dejar de venir a comer en casa.

Todo tenía que estar, para mí, en punto y exacto. Si no me exaltaba, rabiaba, amenazaba. Tenía que hacerse lo que yo decía. Mi madre sufrió mucho, aquellos años, por mi culpa. En Andalucía, las pobres madres tenían que hacerlo todo. Los hijos creen, en jeneral, que no deben cuidarse más que de su propia vida, estudio o diversión y que es obligación de la madre, no ya del padre, ser el hazlotodo de una casa y una familia. Mi madre se levantaba antes que nadie y se acostaba la última. Cuidaba, sola, o ayudada por la Macaria, de mi padre enfermo; nos tomaba las lecciones, dirijía a las costureras, nos preparaba para el colejio, etc. Jamás se me ocurrió ayudarla entonces. Se llegó a decir que yo le había cojido manía a mi madre. Sin embargo, no debía ser así, porque yo veía que mis amigos eran con sus madres lo mismo que yo. Con mis tíos, de cincuenta, setenta años, discutía yo de todo, y tenían que quedarse debajo de mí. Las discusiones sobre arte, literatura, viajes, eran interminables y estúpidas por mi parte. Todos los asuntos acababan llorando mi madre, lo cual me exasperaba más todavía Y aunque después me conmovía y me iba a mi cuarto llorando, no me determinaba a reaccionar, me daba vergüenza de «desagradarme».

Cuando, enfermo de la muerte de mi padre, me llevaron a Francia, de lejos sentí un dolor inmenso por todas estas injusticias y crueldades mías y un delirante cariño por mi madre lejana. Sentía que yo había sido el centro de un inmenso hábito de maldad propia y dolor ajeno, y resolvía mi dolor solitario en triste poesía, que yo consideraba amorosa para nosotros y que en realidad era suplicante y egoísta.

Luego, ya a mis veinte años, no podía yo comprender todo esto. Me parecía imposible que hubiera sido así. Mal jenio, mejor, arranques de mal jenio, siempre los tuve, pero fui aprendiendo lentamente, por mí mismo, en mi soledad, a reaccionar, y poco a poco fui dejando de ser capaz de dejar a nadie injustamente, en lugar desfavorable, a menos que fuese un Bergamín y yo tuviese razón.»

(«Vida y época», 1910-1954, 21, pp. 1220-2).

 Fue un poeta desde siempre. Vivía en su mundo interior, por eso le llegó la poesía con la naturalidad del pensamiento. No es de extrañar, pues, que el sentimentalismo intimista del romanticismo tardío le dejara honda huella.  De este aislamiento, de cómo pasaba siendo joven sus días en Sevilla, de cómo vivía en Bécquer, nos habla el siguiente episodio:

LOS QUE INFLUYERON EN MÍ:

“[…] Yo empecé a escribir a los 15 años, en 1896. Mi primer poema fue en prosa y se titulaba “Andén”, el segundo, improvisado una noche febril en que estaba leyendo las “Rimas” de Bécquer, era una copia auditiva de alguna de ellas, alguna de las típicas rimas con agudos […] Aunque yo estaba en Sevilla para pintar y estudiar Filosofía y Letras, me pasaba el día y la noche escribiendo y leyendo en un pupitre del Ateneo sevillano, viendo desde él a Rodríguez Marín, Montoto y Rautentbrauch, Velilla, etc., que estaban siempre discutiendo, y con la ilusión de ser, algún día, como ellos. Mis lecturas eran Bécquer, Rosalía de Castro y Curro Enríquez, en gallego los dos, cuyos poemas traducía y publicaba yo frecuentemente […] También leía a un poeta granadino, Manuel Paso, hoy injustamente olvidado, y de donde yo saqué mis “lunas amarillas”:

…la luna amarilla

Se refleja en los campos desiertos.

De los españoles antiguos, lo que más leía era Romancero (ver el poema “el niño dios”) que encontré en la biblioteca de mi casa, en diversas ediciones. De los de fuera leía a Víctor Hugo, Lamartine, Musset, Heine, Goethe, Schiller, traducidos o sin traducir, ya que yo entonces estudiaba, además de francés, inglés y alemán […]”.

 

Entonces fue cuando una postal firmada por Villaespesa y el propio Rubén Darío lo llevan a Madrid. Esto, el aprecio que se le hace cuando tan solo cuenta con 17 años de edad, el deslumbrante poeta nicaragüense, el ambiente de la capital, lo llevarán a la órbita del Modernismo. Él lo cuenta así:

“[…] Fue entonces cuando recibí la postal de Villaespesa, firmada también por Rubén Darío, que estaba ya en Madrid, llamándome; y naturalmente, entré en la órbita de Rubén Darío […] y me puse a escribir a la manera de Rubén Darío poemas como “El alma de la luna”, etc.  Me fui a Madrid porque ellos me llamaban, y en Madrid escribí febrilmente los versos que luego habían de aparecer en Ninfeas y algunos de los que habían de ir, con los anteriores más sencillos, pero también contaminados, en Almas de violeta, libros que imprimí en tinta verde y otro en morada […]”.

 

Cuando llega a Madrid, casa de «Pidoux», a reunirse con Villaespesa, Valle-Inclán y Rubén Darío, esto es lo que contempla, el retrato es magnífico:

“[…] Un cuarto estrecho, largo, hondo, con una larga y estrecha mesa de despintado pino, sobre la que vierte melancólica luz una mosqueada bombilla sin pantalla. La mesa no deja sitio casi para las sillas de clase y tamaño distinto, ni, es claro, para las personas que se acomodan como pueden, ocho, diez, quince (¿quién los recuerda, muertos, lejanos hoy?), alrededor. Todo feo, sucio, incómodo. Lo único bueno, al parecer, es el alcohol en sus múltiples destilaciones y etiquetas. Rubén Darío pide una vez y otra “whisky con soda”, coñac Martel Trois Etoiles. Personajes todos, sin duda; pero yo sólo me fijo en Rubén Darío, que oye estático, y en Valle-Inclán, que recita metido. Rubén Darío, recién pelado, bigotito claro, saqué negro y negro sombrero de media copa, totalidad estropeada, soñolienta, perdida; Valle, melena larga untuosa, barba alambreca larga, quevedos gordos, pantalón blanco y negro a cuadros, levita café y sombrero humo de tubo, rozado, deslucido todo. Rubén Darío estalla sus galas diplomáticas brillosas; a Valle la gala opaca funeral sin destino le sobra y le cuelga por todas partes: Rubén Darío, botarga, pasta, plasta, no dice más que “admirable” y sonríe un poco linealmente, más con los ojllos mongoles que con la boca fruncida. Valle, liso, hueco, vertical, lee, sonríe, abierto, habla, sonríe, grita, sonríe, aspaventea, sonríe, se levanta, sonríe, va y viene, tropieza, se enreda sin solución, sonríe, entra y sale. Salen. Los demás repiten “admirable, admirable”, con vario tono, relijioso, corriente, murmurado. “Admirable” es la palabra alta de la época, “imbécil” la baja. Con “admirable” e “imbécil” se hizo la crítica modernista. Rubén Darío, por ejemplo, “admirable”; Echegaray, “imbécil”, por ejemplo. Realmente el poema parnasiano de Rubén Darío que había leído Valle con z en vez de s, era, es y seguirá siendo permanentemente admirable a su manera, digan lo que quieran los imbéciles sucesivos, y nos lo aprendimos entero, como homenaje a Rubén Darío y a aquellos días de rica vida de ilusión conjunta de hipanoamericanos y españoles […]”.

Pero el Modernismo fue una etapa efímera en su obra. Pronto se cansa de tanta ornamentación, de tanto adjetivo, de tanto color y tanta sensación para volver de nuevo los ojos sobre sí mismo. Pero ahora lo que lo atrapará no será tanto el mundo del sentimiento sino el de la inteligencia, el de la palabra, el del concepto, el misterio arcaico de cómo a través de la palabra nos acercamos a la esencia del mundo que nos rodea que es el que nos define a nosotros mismos. Las cualidades serán accidentes ajenos a la esencia, como los sentimientos son accidentes a la esencia del espíritu. Es la poesía “esencial”. El resto de su vida será una búsqueda incesante de esta poesía suya, única, difícil.

Era un trabajador incansable, aunque según él mismo nos cuenta, algo bipolar. Alternaba periodos de inactividad en los que parecía que le habían abandonado la inspiración y las ganas de vivir, con periodos de actividad frenética en los que apenas dormía por las noches.

Estando enfermo, pasó un año en casa de un médico amigo en Madrid, el doctor Simarro, el propio poeta nos cuenta que:

“[…] cuando se iba a la cama, me decía, con voz de pereza, a mí, que trabajaba: “Déjelo usted: mañana dirá lo mismo…” “No –le contestaba yo-, mañana no dirá lo mismo. Lo que esto dice esta noche no lo dirá ya nunca más.”

 

Su matrimonio con Zenobia Camprubí fue determinante en dos direcciones. La primera, le proporcionó una estabilidad emocional que le acompañaría el resto de sus días (no deja de ser curioso que su esposa muriera sólo tres días después de que le concedieran el premio Nobel de literatura en 1956 y él la sobreviviera apenas un año). La segunda, la posible influencia del pensamiento oriental en su obra. Quizás, su mejor definición de poesía es la búsqueda de la armonía interior que se obtiene a través de la libertad y el amor al trabajo propio y ajeno. Observad este fragmento:

“[…] El gusto por el trabajo propio trae el respeto, gustoso también, por el gustoso trabajo ajeno. Si la armonía íntima, familiar, vecinal, existiera, no se llegaría nunca a la “antipatía”, el puro veneno del hombre, bebida de la guerra. No estoy hablando por hablar; el orijen de la guerra está siempre en la antipatía, las diferencias de una familia, unos vecinos que no pueden trabajar, vivir a gusto, que no pueden pensar a gusto en el trabajo, la poesía, la paz de sus familiares o vecinos.

La vida sin amor no se comprende, dice una ronda de niños que he oído mucho cantar. La vida social sin amor, sin comprensión mutua, no debía de comprenderse tampoco, porque es la guerra y la pe de todas las guerras pequeñas y constantes. Pero ¡son tan raras la personas que saben vivir, trabajar socialmente con amor y dejar trabajar, que piensan en ello o que escuchan siquiera; que quieran escuchar cuando se habla de todo esto! El trabajador intelectual y material, es decir, el hombre verdadero, es una víctima inocente de la libertad de “aporreo” que decía la delicada diplomática. Casi nadie piensa, cosa tan sencilla, que la libertad absoluta sería ponernos todos en condiciones de hacer lo que quisiéramos sin molestar a otro en lo que él quisiera hacer […]”

 

Fue un corrector incansable de su propia obra, un perfeccionista en extremo que revisaba una y otra vez sus propios versos (“Ningún día sin romper un papel”). Era poeta consciente de su legado (“Mi vida interior, la belleza eterna, mi obra”) tremendamente celoso de su “fama”, de lo que los demás pensaban y decían de él (“Muy importante es lo que la juventud piense de uno, porque la juventud es para nosotros el principio de la posteridad”).

Podríamos decir que Juan Ramón atraviesa tres etapas –él mismo así lo afirma en el poema que viene a continuación-: la sentimental –becqueriana-, la sensorial –modernista- y la nocional pura –la propia-. En vuestro libro (pág. 183) aúna las dos primeras bajo el epígrafe de etapa “sensitiva” –hasta 1914: Rimas, Arias tristes, Jardines lejanos, La soledad sonora y Platero y yo-, luego la “intelectual” –hasta 1940: Diario de un poeta recién casado– y, por último, la “autosuficiente” –desde 1945: La estación total-.

Vino primero, pura,
vestida de inocencia.
Y la amé como un niño,

Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes.
Y la fui odiando, sin saberlo.

Llegó a ser una reina,
fastuosa de tesoros…
¡Qué iracundia de yel y sin sentido!

Mas se fue desnudando.
Y yo le sonreía.
se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.

Y se quitó la túnica,
y apareció desnuda toda…
¡Oh, pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!

Pero debemos comprender que se trata de una misma persona, con una misma sensibilidad y que los rasgos del poeta siempre estuvieron en él presentes con independencia de que en su proceso de maduración personal potenciara más unos que otros en distintas épocas. Creo que lo podemos apreciar en este poema que os presento de enorme sensualidad (atención a los sentidos):

 

Primavera y sentimientoJuan Ramón Jiménez
Estos crepúsculos tibios
son tan azules, que el alma
quiere perderse en las brisas
y embriagarse con la vaga
tinta inefable que el cielo
por los espacios derrama
,

fundiéndola en las esencias
que todas las flores alzan
para perfumar las frentes
de las estrellas tempranas
.
Los pétalos melancólicos
de la rosa de mi alma,
tiemblan, y su dulce aroma
(recuerdos, amor, nostalgia),
se eleva al azul tranquilo,
a desleírse en su mágica
suavidad, cual se deslíe
en un sonreír la lágrima
del que sufriendo acaricia
una remota esperanza. Está desierto el jardín;
las avenidas se alargan
entre la incierta penumbra
de la arboleda lejana.
Ha consumado el crepúsculo
su holocausto de escarlata,
y de las fuentes del cielo
(fuentes de fresca fragancia),
las brisas de los países
del sueño
, a la tierra bajan

un olor de flores nuevas
y un frescor de tenues ráfagas…
Los árboles no se mueven,
y es tan medrosa su calma,
que así parecen más vivos
que cuando agitan las ramas;
y en la onda transparente
del cielo verdoso, vagan
misticismos de suspiros
y
perfumes de plegarias.
¡Qué triste es amarlo todo
sin saber lo que se ama!
Parece que las estrellas
compadecidas me hablan;
pero como están tan lejos,
no comprendo sus palabras.
¡Qué triste es tener sin flores
el santo jardín del alma,
soñar con almas floridas,
soñar con sonrisas plácidas,
con ojos dulces, con tardes
de primaveras fantásticas!…
¡Qué triste es llorar, sin ojos
que contesten nuestras lágrimas!
Ha entrado la noche; el aire
trae un perfume de acacias
y de rosas; el jardín
duerme sus flores… Mañana,
cuando la luna se esconda
y la serena alborada
dé al mundo el beso tranquilo
de sus lirios y sus auras
,

se inundarán de alegría
estas sendas solitarias;
vendrán los novios por rosas
para sus enamoradas;
y los niños y los pájaros
jugarán dichosos… ¡Almas
de oro
que no ven la vida

tras las nubes de las lágrimas!

¡Quién pudiera desleírse
en esa tinta tan vaga
que inunda el espacio de ondas
puras, fragantes y pálidas!
¡Ah, si el mundo fuera siempre
una tarde perfumada,
yo lo elevaría al cielo
en el cáliz de mi alma!

Rimas (1902)

SINESTESIAS: aplicación de un adjetivo que expresa una noción sensorial que no correponde con el sustantivo al que se aplica sino a algo relacionado y próximo. Obliga a reintepretar el significado. Algunas, de tanto usarlas, se han generalizado, es lo que ocurre con “fresca fragancia”, tan usado en los anuncios publicitarios de perfumes y colonias –cuando Juan Ramón lo escribió no existía la televisión-, pero ¿puede un olor ser fresco, o el frescor es una cualidad que corresponde a un sentido distinto al olfato? ¿Qué te parece?

SENSUALIDAD: No es sólo la atención al color, es la atención a los sentidos: vista, tacto, olfato, gusto, oído. Te he destacado en rojo los elementos que en el poema aportan datos sensoriales (movimiento –vista-, olores, colores, brisa, suavidad –tacto- etc.). La etapa modernista acentuará esta faceta de Juan Ramón. Observa también como la proliferación de estos rasgos en la primera parte nos marca la separación entre la parte más descriptiva del poema (la primera) y la parte en que el autor vuelve los ojos hacia sí mismo lamentando su melancolía (la segunda). La aparición de las exclamaciones en el poema son un buen indicativo de esta inflexión temática.

METÁFORAS: La metáfora más usada por Juan Ramón en el poema es la metáfora adnominal, parecida a la sinestesia, pero desprovista del valor sensorial, más conceptual o nocional. A través del Complemento del Nombre (el cáliz de mi alma) o de una Proposición Subordinada Adjetiva (…tinta inefable…que el cielo derrama…) introduce un concepto que no se corresponde con el sustantivo al que delimita, esto fuerza la interpretación de la relación de significados. Destaca de esta forma lo que hay en común entre el elemento real (mi alma consciente) y el elemento imaginario (cáliz: copa que contiene el cuerpo y la sangre de Cristo durante la Consagración en la Santa Misa). Como un sacerdote, consagraría el instante como si fuera el mismo Dios, la esencia misma de la vida, la eternidad, por ejemplo. Las he subrayado en el texto para que las identifiques rápidamente.

MÉTRICA Y RIMA: Una última observación, utiliza una forma estrófica determinada, de arte menor con una rima sencilla, ¿a quién te recuerda?

SOBRE EL RITMO: El ritmo se ha acentuado a través de algunas figuras de repetición, ¿podrías señalarlas?


 El siguiente poema lo he elegido por tres motivos: en primer lugar porque recrea de cerca un tema ya tratado por Gustavo Adolfo Bécquer, centrándolo, concretándolo; en segundo lugar, porque aparece una imagen que después veremos repetida en Antonio Machado; y, en tercer lugar, por  la sencillez estrófica, rítmica y de rima de su primera etapa. Veámoslo:

 

Yo me moriré, y la noche (2)
triste, serena y callada,
dormirá el mundo a los rayos
de su luna solitaria.

Mi cuerpo estará amarillo,
y (1) por la abierta ventana
entrará una brisa fresca
preguntando por mi alma.

No sé si habrá quien solloce
cerca de mi negra caja,
o quien me dé un largo beso
entre caricias y lágrimas.

Pero habrá estrellas y flores
y suspiros y fragancias,
y amor en las avenidas
a la sombra de las ramas.

Y sonará ese piano
como en esta noche plácida,
y no tendrá quien lo escuche
sollozando en la ventana.

 
1: El balcón abierto y la muerte, el tema aparece en un poema de Antonio Machado de su obra Campos de Castilla, ¿serías capaz de localizarlo?

2: LECCIÓN ROMÁNTICA: Hasta el Romanticismo, la naturaleza era el marco en el transcurría la acción. Pero los románticos hacen partícipe a la naturaleza de su estado de ánimo, de sus sentimientos. Observa el texto y dime: ¿puede una noche ser o estar triste?

Esta participación se logra también haciendo de la naturaleza un agente de la acción, es como si tuviera voluntad propia. Esto se consigue con la “personificación” como figura retórica. ¿Observas alguna en el texto?

3: El tema es tan becqueriano que el propio Bécquer lo trató en un poema: ¿serías capaz de localizarlo?

4: Observa las formas verbales, persona, tiempo y modo, ¿que comentario podrías hacerme a partir de esta observación?

 Muchas veces os digo que no defináis la poesía como la expresión de la belleza. La lírica es la expresión del sentimiento del autor y, con frecuencia, ese sentimiento no es la contemplación de la belleza sino la angustia, el miedo, la desesperación o el amor. He elegido el siguiente poema porque, en él, Juan Ramón no usa lo externo para adentrarse en su intimidad, sino que se queda en la anécdota en sí. No habla de sí mismo. Lo que trata ahora es de hacernos testigos de la crueldad infantil, no una crueldad intencionada sino inexorable, poco hay de bello y mucho de reflexión en este poema en el que –como hace frecuentemente en Platero y yo– deja entrar las voces de los niños en el poema. El estilo directo refuerza nuestra sensación de testigos presenciales –eso ya lo sabía el anónimo autor del Cantar de mío Cid-.

La cojita:

La niña sonríe: ¡Espera,
voy a cojer la muleta!

Sol y rosas.
La arboleda movida y fresca,
dardea limpias luces verdes.
Gresca de pájaros, brisas nuevas.
La niña sonríe: ¡Espera,
voy a coger la muleta!

Un cielo de ensueño y seda,
hasta el corazón se entra.
Los niños, de blanco, juegan,
chillan, sudan, llegan (1):
¡Nenaaa!
La niña sonríe: ¡Espeeera,
voy a coger la muleta!

Saltan sus ojos. Le cuelga
girando, falsa, la pierna (2).
Le duele el hombro.
Jadea contra los chopos. Se sienta.
Ríe y llora y ríe (5): ¡Espera,
voy a coger la muleta!

¡Mas los pájaros no esperan;
los niños no esperan!
Yerra la primavera.
Es la fiesta del que corre
y del que vuela…(3)
La niña sonríe: Espera,
voy a coger la muleta!

1: Me gusta esta enumeración de verbos, acción sobre acción que, al no usar la conjunción copulativa entre los dos últimos, queda abierta; acelera de esta forma la sensación de actividad inagotable de los niños -asíndeton-.

2: Juan Ramón contrapone elementos antitéticos: “saltan los ojos”, en los ojos se refleja el ansia de la niña por participar en los juegos de los demás niños; “Le cuelga girando, falsa, la pierna”, el estatismo. Su cuerpo la traiciona. Su voluntad la lleva a levantarse, pero el cuerpo no responde, como si fuera algo ajeno a ella: “la pierna le cuelga, el hombro le duele”. Después el agotamiento y la derrota: “jadea cotra los chopos. Se sienta”.

3: Interesante cómo organiza los elementos en forma quiásmica en estos cinco versos. Observa:

1: los pájaros

2: los niños

3: primavera.

2: corren

1: vuelan

4: ¿Cómo comentarías el grito repetido de la niña coja a lo largo del poema: “¡Espera,
voy a coger la muleta!”

5: Muchas veces aparece asociado el color blanco a los niños en distintos poemas (“…los niños, de blanco juegan…”): ¿por qué crees que se asocia?, ¿qué puede significar?

6: ¿Cómo comentarías esta secuencia de tres verbos polisindéticos. Tres verbos sin complemento alguno, consecutivos, abriendo y cerrando con el mismo “reír”, en medio, el llanto?

El siguiente poema es de amor y de música y de tiempo suspendido en un atardecer. Espero que te guste:

Crepúsculo en la estancia

Se han unido la hora, el piano y tu cuerpo (1),
para hacerme morir de nostalgias fragantes…
¡Qué me importa la vida! ¡Por cogerte una estrella,
rodaría a un abismo de dolor y verdades (2)!

Y has mustiado mi frente con la música triste
de la nieve y del luto del piano (3) y tu carne…
¡Con tus armas de seda, de perfume y de llanto (6),
te daría cien almas que pudieras quitarme!

(4) …La sonata se extingue… Por la abierta ventana
entra un rosa encendido de caída de tarde,
y tus manos se abaten cual palomas heridas
y el piano parece que se tiñe de sangre… (5)

1)       Una de las reglas básicas de coherencia textual es que cuando enlazamos elementos en relación coordinada o subordinada, los significados enlazados deben resultar compatibles (No puedes beber Coca-cola con madera, por ejemplo). Observa este verso y cómo Juan Ramón ha coordinado tres sustantivos absolutamente heterogéneos y no sólo los ha enlazado entre sí sino que los hace actuar como sujeto agente de la acción “hacerme morir”.

2)       Vuelve a hacerlo, ¿qué te sugiere esa coordinación -…abismo de dolor y verdades…-?

3)       ¿Dónde están la nieve y el luto en el piano?

4)       ¿Qué valor tienen los puntos suspensivos? ¿Qué te sugieren?

5)       Explica la figura usada en “el piano parece que se tiñe de sangre…”.

6)       ¿Qué armas son esas? ¿Qué te sugiere la imagen?

7)       ¿Qué otras imágenes han llamado tu atención en el poema?

Las circunstancias externas marcan al poeta. Es curioso observar cómo el giro que da su poesía coindice con su relación amorosa con Zenobia con quien se casaría en 1916. Tenía un carácter reservado, ¿tímido?, celoso de su propia imagen y prestigio, perfeccionista, en pugna permanente con el mundo exterior que lo fascina y lo agrede. Puede que eso explique su bipolaridad y su tendencia a la depresión y al desequilibrio. Así lo ve Pablo Neruda (Confieso que he vivido, Argos Vergara, Barcelona, 1979, pág. 137):

 

“A don Antonio Machado lo vi varias veces sentado en su café con su traje negro de notario, muy callado y discreto, dulce y severo como árbol viejo de España. Por cierto que el maldiciente Juan Ramón Jiménez, viejo niño diabólico de la poesía, decía de él, de don Antonio, que éste iba siempre lleno de cenizas y que en los bolsillos sólo guardaba las colillas.

Juan Ramón Jiménez, poeta de gran esplendor, fue el encargado de hacerme conocer la legendaria envidia española. Este poeta que no necesitaba envidiar a nadie puesto que su obra es un gran resplandor que comienza con la oscuridad del siglo, vivía como un falso ermitaño, zahiriendo desde su escondite a cuanto creía que le daba sombra.

Los jóvenes –García Lorca, Alberti, así como Jorge Guillén y Pedro Salinas- eran persequidos tenazmente por Juan Ramón, un demonio barbudo que cada día lanzaba su saeta contra éste o aquél. Contra mí escribía todas las semanas en unos acaracolados comentarios que publicaba domingo a domingo en el diario El Sol. Pero yo opté por vivir y dejarlo vivir. Nunca contesté nada. No respondí –ni respondo- las agresiones literarias.”

 

De cualquier forma, su gran lección son sus sentimientos, cómo nos ofrece la realidad en su obra a través de su sensibilidad que reinventa todo cuanto le rodea. Me gustaría que observarais en este fragmento de Platero y yo, quizá la mejor obra en prosa modernista escrita en español, cómo de la contemplación de la anécdota exterior a la que transforma –está viendo un simple pozo en cuyo brocal crece un higuera- se proyecta él mismo multiplicando sugerencias y ensueños hasta el ansia de ser: el pozo se acaba convirtiendo en un tunel por el que su espíritu puede alcanzar la eternidad –las estrellas-:

El pozo

¡El pozo!… Platero, ¡qué palabra tan honda, tan verdinegra, tan fresca, tan sonora! Parece que es la palabra la que taladra, girando, la tierra oscura, hasta llegar al agua fría.

Mira; la higuera adorna y desbarata el brocal. Dentro, al alcance de la mano, ha abierto, entre los ladrillos con verdín, una flor azul de olor penetrante. Una golondrina tiene, más abajo, el nido. Luego, tras un pórtico de sombra yerta, hay un palacio de esmeralda, y un lago, que, al arrojarle una piedra a su quietud, se enfada y gruñe. Y el cielo, al fin.

(La noche entra, y la luna se inflama allá en el fondo, adornada de volubles estrellas. ¡Silencio! Por los caminos se ha ido la vida a lo lejos. Por el pozo se escapa el alma a lo hondo. Se ve por él como el otro lado del crepúsculo. Y parece que va a salir de su boca el gigante de la noche, dueño de todos los secretos del mundo. ¡Oh laberinto quieto y mágico, parque umbrío y fragante, magnético salón encantado!)

—Platero, si algún día me echo a este pozo, no será por matarme, créelo, sino por coger más pronto las estrellas.

Platero rebuzna, sediento y anhelante. Del pozo sale, asustada, revuelta y silenciosa, una golondrina.»

Aunque, por la selección de textos que he realizado, ya habrás deducido que la época que más me gusta de Juan Ramón es la primera, no me quisiera dejar atrás este poema que condensa, como en una oración, su afán perfeccionista y su búsqueda incesante de lo esencial a través de la palabra:

Intelijencia, dame…

¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
… Que mi palabra sea
la cosa misma
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!

(de Eternidades)

(¿Dónde se fueron los adjetivos y la sensualidad?)

Espero que te haya gustado y que, a partir de aquí, te apetezca conocer más y mejor a este grandísimo poeta, a Juan Ramón Jiménez.

José Carlos Aranda.

 

 

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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12 respuestas a JUAN RAMÓN JIMÉNEZ: PASEO POR SU PERSONALIDAD Y SU OBRA.

  1. Hola, Kike: no puedo decirte lo que para Juan Ramón significaron esas imágenes, simplemente puedo decirte cómo las siento yo como lector, y me alegraré si eso te sirve. Para mí la sensualidad no es nadie en concreto, es la emoción que nos atrapa y nos lleva a «atender a nuestros sentidos». Cuando esto sucede, nuestro cerebro límbico domina anulando al cerebro racional. Por eso Juan Ramón la maldice, porque él vive en la mente racional, quisiera estar por encima de la realidad sensible, pero la realidad sensible lo atrapa en los lugares, en los momentos más insospechados. Los «lirios» son la primavera, la afirmación de la vida, del color, el perfume, el agua y el arroyo… Ponerse delante de… significa anular la razón, la «sirena» mitológica era la que atraía con la bellaza de su canto a los navegantes hasta sus brazos para hacerlos naufragar y matarlos, ahí esta la seducción de brazos blancos y locas piernas… la sensualidad acaba apagando la inspiración poética -la lira- en la que él vive, por la que él vive, por eso la maldice desde el principio, porque no puede escapar a ella. Todo un canto que afirma la fuerza de los sentidos frente a la intención de la razón, de la concentración, del control racional. Un abrazo, Kike.

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  2. Kike dijo:

    Me ha encantado leer su entrada sobre Juan Ramón Jiménez. Algunos de sus poemas me resultan complejos de entender por ejemplo este de su obra «Elegías»:

    Sensualidad, veneno azul, cómo embelleces
    los sueños con estrellas! ¡Cómo tu torpe mano
    nos lleva a los naufragios de lirios! ¡Cuántas veces
    surges, como el amor, de un libro, de un piano,
    de una rosa!… ¡Maldita tú, florida verdura,
    que te pones delante de las cosas eternas;
    tú, sirena, que ahogas la lira triste y pura
    entre dos brazos blancos o entre dos locas piernas!

    No entiendo muy bien a quien se dirige ¿quién es sensualidad? y con los símbolos de «naufragio de lirios», «sirena» o «lira triste». El tema creo que es la angustia del poeta por el dolor del amor.

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  3. El libro lo puedes conseguir por Internet o pidiéndolo en cualquier librería. En el comentario de Selectividad hemos de centrarnos en el contenido; esto quiere decir que no podemos hacer del comentario formal, recursos, métrica, perido histórico o literario el eje de nuestro comentario. Podemos, eso sí, utilizar esos datos como introducción, pero hacer de ello el cuerpo central. Suerte.

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  4. Gonzalo dijo:

    Gracias por su ayuda con «primavera amarilla» me referia al de madurez creo que asi le llaman ustedes al que exigen en las PAU. Saludos

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  5. Gonzalo dijo:

    Me refiero al de la PAU, ¿puedo explicar en profundidad el poema, así como las metáforas, personificaciones…?

    ¿dónde se consigue ese libro? Gracias

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  6. Es totalmente diferente el comentario crítico -de madurez o de opinión- que el comentario literario independientemente del texto al que lo apliquemos. Te recomiendo Cómo se hace un comentario de texto (Berenice, 2009), ahí verás claramente las diferencias. Además, como ejemplo práctico de comentario literario sobre un texto poético, elegí un poema de Juan Ramón Jiménez. Ánimo.

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  7. Gonzalo dijo:

    Si muchas gracias usted que aconseja en un comentario crítico de un texto lirico además de comentar y explicar en profundidad el poema, así como las metáforas, personificaciones… ¿qué además se puede decir? Muchas gracias y feliz 2014.

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  8. Empiezo por copiar el poema para que sepamos de qué estamos hablando:

    Abril venía, lleno
    todo de flores amarillas:
    amarillo el arroyo,
    amarillo el vallado, la colina,
    el cementerio de los niños,
    el huerto aquel donde el amor vivía.

    El sol unjía de amarillo el mundo,
    con sus luces caídas;
    ¡ay, por los lirios áureos,
    el agua de oro, tibia;
    las amarillas mariposas
    sobre las rosas amarillas!

    Guirnaldas amarillas escalaban
    los árboles; el día
    era una gracia perfumada de oro,
    en un dorado despertar de vida.
    Entre los huesos de los muertos,
    abría Dios sus manos amarillas.

    Es un poema de su primera época, la sensitiva, marcada por la sensualidad modernista y la sencillez becqueriana. La estructura se mueve en tres movimientos: la afirmación de la llegada de la primavera (2 primeros versos), la descripción del cromatismo en el mundo natural (cuerpo central del poema) y la extrapolación de primavera-afirmación de la vida sobre la muerte (2 últimos versos). El tema podría enunciarse desde esta perspectiva: La vida se abre paso frente a la muerte, esplendor de la vida triunfante, etc. En cuanto al comentario, dependerá de qué tipo de comentario quieras realizar, si es literario, lingüístico o de madurez. De todas formas, lo interesante del poema es el uso de la técnica denominada «kazolou», técnica griega por la que se logra otorgar una sensación de conjunto a través de la enumeración de las partes seleccionadas. Observa cómo el poeta va enumerando en la parte central del texto una serie de elementos de la naturaleza que transmiten vida bañados por el sol. La reiteración o repetición del mensaje otorga intensidad casi obsesiva a la presencia de la vida que triunfa sobre la muerte como la primavera triunfa sobre el invierno. La clave en el comentario literario estaría en el análisis del empleo del estilo nominal -uso de estructuras atributivas-, descritivo, suspensión en el tiempo y el cromatismo adjetival. En cuanto a la métrica, es excepcional, como casi toda la obra de Juan Ramón, a pesar de usar el heterosilabismo métrico en los versos, utiliza siempre impares para mantener un ritmo estrófico desde el acento versal y la poesía fluye con la naturalidad del pensamiento gracias al uso de la asonancia -arromanzado- en los versos pares que varían con cada estrofa.

    Espero que te sea útil. Hasta pronto.

    José Carlos Aranda

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  9. Gonzalo dijo:

    Gracias Juan Ramón es de los poetas más díficiles ¿podía aconsejarme cómo hacer el poema «primavera amarilla»? en lo que es tema, estructura y comentario. Saludos

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  10. Hi! Thank you so much because of this write-up. This is precisely the style of infos that I needed and I found on account of you. You just got yourself a brand new regular reader. Keep up with the good work!

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  11. Vital todo lo que comentas.

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  12. Laura dijo:

    Genial.

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