«FACTOR E» HACIA UNA NUEVA EDUCACIÓN: El fundamento de la educación emocional.

Aquí os dejo este artículo de José Antonio Marina donde se anuncia una nueva fundación para la investigación y desarrollo educativo en el intento denodado de incorporar los nuevos descubrimientos de la neurología a las técnicas educativas, tanto en el aula como en los hogares. La firma y el aval de nuestro filósofo y escritor es más que suficiente garantía de éxito y de continuidad. Pero también nos pide ayuda. Creo que si hay una inversión rentable a corto, medio y largo plazo, esa es la educación. Si podéis ayudar, no dudéis en colaborar con el proyecto. Muchísimo ánimo y, José Antonio, muchísima suerte en el proyecto. Realmente merece la pena. Aquí os dejo con el artículo original.

TRIBUNA EDUCACIÓN

El fundamento de la educación emocional

SEAN MACKAOUI

JOSÉ ANTONIO MARINA

Actualizado: 05/06/2014 22:03 horas

Me siento en medio de un huracán. Muchas cosas se están moviendo muy rápidamente en educación y no podemos quedarnos al margen. Hoy quiero hablarles de una de ellas. En muy poco tiempo ha aparecido una gran cantidad de investigaciones, programas, libros y noticias acerca de un misterioso Factor E, al parecer decisivo para el futuro de nuestros niños y adolescentes. Como muestra, citaré algunos testimonios. La revista Newsweek titula en portada: «La competencia escolar que importa más que el cociente intelectual». El psicólogo Adam Cox, autor de No Mind Left Behind, escribe: «El conocimiento del Factor E supone una revolución en el modo de educar a niños y adolescentes». James Heckman, premio Nobel de Economía, tras estudiar los programas educativos que han tenido éxito, detecta la importancia decisiva del Factor E. Adele Diamond, de la British Columbia University, ha mostrado la correlación entre el Factor E y los resultados escolares. Walter Mischel, de la Columbia University, sostiene que el Factor E predice mejor la evolución del alumno a medio y largo plazo que los test de inteligencia. Lo mismo dice Terri Moffit, a partir de los datos del Dunedim Multidisciplinary Health and Development Study, que ha seguido a los participantes durante 40 años. El Factor E es peor en los niños que viven en entornos económicamente deprimidos y en EEUU explica la mitad de la brecha entre niños blancos y afroamericanos. Paul Tough señala que, según el 46% de los maestros de infantil, al menos la mitad de los niños muestran un déficit en el Factor E. Un buen nivel en el Factor E predice buena integración social, ausencia de problemas de adicciones y éxito laboral. Según el Center on the Developing Child de la Universidad de Harvard, su buen desarrollo en la infancia es el puente que une el éxito escolar con el desarrollo social, emocional y moral. También correlaciona con la comprensión lectora y con la creatividad (Swanson). El último libro de Daniel Goleman -Focus- reconoce que el Factor E es el fundamento de toda posible educación emocional.

No es de extrañar, pues, el interés por el tema. Muchas escuelas estadounidenses están incluyendo en sus programas el desarrollo del Factor E. Fundaciones como la Bill y Belinda Gates, Raikes, Lumina, McArthur y Spencer están financiando investigaciones y hay administraciones, como la de la provincia canadiense de Ontario, que están introduciendo estos programas en su sistema educativo. También la Consejería de Educación de Canarias ha demostrado un interés pionero.

Podría seguir acumulando referencias, pero ha llegado el momento de explicar qué es el Factor E. E procede de executive control. En los últimos años, la Neurociencia ha estudiado con gran interés lo que se llaman «funciones ejecutivas» del cerebro. Son las que organizan todas las demás funciones -intelectuales, emocionales, motoras- para dirigirlas a una meta. Es nuestro director de orquesta cerebral. El Factor E recibe muchos nombres. El estudio de la Universidad de Michigan Teaching Adolescents To Become Learners lo denomina non cognitive skills, e incluye la constancia, la resiliencia, la determinación, la autorregulación, la autoeficacia, el autocontrol, la autodisciplina, los hábitos de trabajo, la resistencia al esfuerzo y la capacidad de soportar la frustración. Como explica Ray Baumeister: las funciones ejecutivas son las que nos hacen humanos. Están localizadas, fundamentalmente, en los lóbulos frontales, que tenemos extraordinariamente desarrollados, por comparación con el resto de los animales. Para mí es una satisfacción enorme que uno de los grandes especialistas en este tema sea el español Joaquín Fuster, que acaba de publicar un magnífico libro, precisamente, sobre el Factor E, titulado Cerebro y Libertad. Hay, además, un importante grupo de neurólogos españoles especializados en funciones ejecutivas, encabezado por el profesor Tirapu-Ustárroz.

Las funciones ejecutivas que hemos identificado pueden englobarse en cuatro grupos. Gestión de la atención. Gestión de la memoria. Gestión de las emociones. Gestión del comportamiento. Nuestros primos animales también atienden, recuerdan, se emocionan y actúan. La gran diferencia es que nosotros podemos controlar esas actividades, que los animales realizan dirigidos por estímulos exteriores o impulsos interiores. Tenemos una atención involuntaria como ellos, pero también podemos dirigir voluntariamente la atención. Tenemos sistemas de memoria parecidos, pero, además, podemos decidir lo que queremos aprender. Tenemos emociones diseñadas genéticamente, pero podemos educarlas, modularlas, bloquearlas o estimularlas. Y, por último, tenemos sistemas de comportamiento preprogramados, pero también podemos elegir metas y dirigir nuestra conducta hacia ellas. Podríamos llamar al Factor E «factor voluntad», si esta palabra no estuviera tan desprestigiada. O «factor libertad», si no fuera una expresión confusa. Hay que tener en cuenta que las funciones ejecutivas permiten que el cerebro humano se construya a sí mismo. Somos los diseñadores de nuestra propia inteligencia.

Muchos de los problemas que encontramos en las aulas tienen su origen en un mal desarrollo del Factor E, de las funciones ejecutivas: trastornos por déficit de atención, impulsividad, poca tolerancia al esfuerzo, dificultad para mantener metas, problemas de aprendizaje, fracasos en la integración social, problemas de adicciones, agresividad, falta de responsabilidad, incapacidad para tomar decisiones, etc. También una gran parte de las enfermedades mentales derivan de un mal funcionamiento de las funciones ejecutivas.

Desde hace varios años trabajo con un equipo de investigadores jóvenes para introducir estas nuevas ideas en el mundo educativo. No se trata de cambiar leyes, ni de crear nuevas asignaturas, ni de multiplicar cursillos, sino de incluir el desarrollo de las funciones ejecutivas -el Factor E- dentro del currículo actual. Basta con enseñar de otra manera. Muchos docentes lo están haciendo ya. Cuando en un aula se enseña al niño a trabajar por proyectos, se cuida el aprendizaje de la atención voluntaria, se le enseña a saber aplazar la recompensa y a mantener el esfuerzo, se le ayuda a organizar su memoria y a saber usarla, y se le entrena en lo que llamamos habilidades metacognitivas, se está educando el Factor E, tal vez sin saberlo. Es una gran satisfacción pensar que estamos en la vanguardia en este terreno. La Universidad Nebrija ha creado una cátedra para estudiar las relaciones entre inteligencia ejecutiva y educación, financiada por el Banco de Santander, y cuya dirección me ha encomendado. Además, una parte de esos métodos ya están incorporados a los programas de la Universidad de Padres (www.universidaddepadres.es). Quien quiera aprovecharse de estos conocimientos puede matricularse en ella. Así, de paso, nos ayudará a continuar las investigaciones. Sería estupendo que, por una vez, un modelo educativo español estuviera en primera línea abriendo nuevas fronteras. En la Fundación UP queremos ampliar las investigaciones para llevar los descubrimientos de la Neurociencia al aula o al cuarto de estar. Necesitamos financiación, aunque sea pequeña. No me importa ser pedigüeño por una buena causa. Confieso que tengo prisa, porque para la educación de nuestros niños y adolescentes, un año perdido es una eternidad. Ya saben mi dirección: jamarina@movilizacioneducativa.net

José Antonio Marina es filósofo.

 

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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11 respuestas a «FACTOR E» HACIA UNA NUEVA EDUCACIÓN: El fundamento de la educación emocional.

  1. En efecto, cuando no hemos encontrado un sentido a nuestra vida, tarde o temprano llegamos al hastío, y lo hacemos con frecuencia en esta sociedad desde el hartazgo. Unamuno creía que era inevitable en la sociedad, que no existía la felicidad sin los problemas derivados de la supervivencia, que si se nos resolvieran nos complicaríamos nosotros mismos la vida hasta hacerla insoportable (San Manuel Bueno Mártir, cap. VIII, conversación con Lázaro). Es un buen ejemplo de pensamiento circular negativo -duda agónica existencial- y terapia de choque -bloquear los pensamientos negativos a través de la acción tomando como motor de acción el amor al prójimo o el ayudar a los demás-.
    Insisto en esto porque podemos caer en una interpretación mecanicista o conductista de las emociones. Ante un estímulo, una respuesta emocional. Está claro que cada uno de nosotros reacciona emocionalmente de forma diferente ante un mismo estímulo aunque todos compartamos las misma gama de emociones. Los colores son los mismos para todos pero con ellos podemos pintar infinidad de cuadros y combinaciones, podemos escribir infinidad de vidas. Pero lo esencialmente humano es la conciencia, algo que la neurología aún ha podido situar. La conciencia es el saber que eres algo distinto y único, es el poder juzgar tus acciones y tomar decisiones. Como decía Sartre, es lo que nos hace diferentes porque no poseemos una esencia predeterminada, en cualquier momento podemos reinventarnos. Insisto en esto porque una vez instalado es sistema operativo en nuestra mente -sistema lingüístico simbólico- podemos actuar sobre nuestras emociones para reconducirlas, es más, podemos generar las emociones virtualmente a través del pensamiento. Una vez que lo comprendemos, dejamos de ser totalmente víctimas de la zona límbica y comenzamos a controlar los estados de ánimo. No se trata de meterse a monje, sino de esto. Lamentablemente, vivimos en una sociedad instalada en el consumismo, la publicidad genera continuamente ansiedades y desvía la atención del crecimiento del «yo», del ser. Corremos continuamente en busca de un mejor coche, una mejor casa, un mejor trabajo… y se nos olvida vivir para nosotros, para disfrutar la vida. Es el caballo encerrado en la cerca o el ratón en la noria. Llega un día en que te miras al espejo y no te reconoces. Vivimos rodeados de milagros, solo tenemos que ralentizar un poco nuestro ritmo y mirar a nuestro alrededor. Podemos programar nuestro cerebro para este disfrute mental de la realidad que vivimos. Quizás se trata solo de eso.
    Le recomiendo vivamente El libro de la gramática vital (Almuzara, 2010), allí desarrollé la relación entre el sistema lingüístico y la felicidad. Es un ensayo que, por lo que llevamos hablado, creo que le interesará.
    Hasta pronto.

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  2. Animus Liber dijo:

    Bueno, querido José Carlos, veo que poco a poco seguimos coincidiendo en nuestros mismos planteamientos. Y veo que también, ambos tenemos claro el concepto de “calma mental”: como ese primer paso hacia la felicidad, en el que deberemos ser capaces de dominar toda esa clase de procesos emocionales en los que quedan atrapadas las penas de nuestro pasado y los miedos por lo que nos pueda depara el futuro…

    Pero ahora debemos encaminarnos hacia el segundo concepto. Ése que seguramente haya escuchado en boca de algunas personas, (normalmente que rondan la cuarentena), cuando afirman que “lo tienen todo en la vida pero se sienten vacíos por dentro…”
    Porque en la vida aunque alcancemos todos nuestros propósitos o tengamos cubiertas todas nuestras necesidades o eliminemos todos nuestros miedos o incluso asumamos todas nuestras penas, no sólo deberemos ser capaces de calmar nuestra mente, sino también de “llenarla”. De lo contrario, si únicamente la calmamos y la alimentamos con placeres superficiales, llegará un momento en el que nos diga basta, y surgirá esa sensación de insatisfacción profunda… Por lo tanto, creo que todos, en algún momento de nuestras vidas, deberíamos plantearnos nuevas soluciones para esos nuevos problemas que a largo plazo nos afectarán. Y una de ellas sería, efectivamente, a través de esos otros sentimientos profundos, como el amor. Ese nuevo elemento que usted a incorporado.

    El amor no creo que esté agotado porque lo utilicemos es exceso, sino más bien porque no lo entendemos lo suficiente, y por lo tanto no sabemos diferenciarlo de otras emociones parecidas. Y esa ambigüedad hace que la “palabra amor” la utilicemos en exceso, pero que el “sentimiento amor” sin embargo brille por su ausencia en las sociedades. Actualmente, en los medios televisivos podemos ver infinidad de noticias relacionadas con casamientos cuyo único interés es el económico. Incluso tenemos realitys en los que infinidad de concursantes se disputan el hipotético “amor” de una persona adinerada… Vivimos en un mundo que se mueve tan rápido que hemos olvidado el sentimiento de amar. Amar a las personas que nos rodean, a nuestras parejas, a nuestros hijos, al planeta que habitamos… Y para mi, el amor entraría a formar parte de ese otro tipo de felicidad que se regiría por otros patrones emocionales muy diferentes a los superficiales.

    Conozco la historia de Matthieu Ricard. En una de sus últimas entrevistas reconoció que cuando se hicieron esos estudios, (creo recordar que fueron una treintena de monjes budista los que obtuvieron valores muy parecidos), se le escogió a él, quizá por ser occidental, o quizá por la manera tan drástica en la que cambió su vida… Pero, en todo caso, lo que quedó demostrado es que en la mente de todas esas personas pasaba algo diferente a las de los demás…
    ¿Sabía que existen hasta cuarenta métodos diferentes de meditación budista…? Y el dato más importante es que todos ellos están basados en dos componentes:
    • Uno llamado Samatha, orientado hacia encontrar esa calma mental…
    • Y otro Vipassana, dirigido a alcanzar esa otra visión clara, iluminación, o despertar de nuestros sentidos…
    Pero, además, si algo que tienen aún más claro todos esos budistas, es que saben diferenciar perfectamente entre esa felicidad superficial (o placeres sensitivos) que eliminan totalmente de sus vidas, y esa otra felicidad profunda hacia la que ellos dirigen sus vidas por unos caminos muy concretos.

    No sé si a tenido la oportunidad de leer algunas de mis frases colgadas por internet. Pero en una de ellas comparo la vida de las personas, a la de un caballo que corre desbocado en el interior de una cerca… Y donde, independientemente del nivel de vida que llevemos cada uno, todos huimos a lo largo de la semana, deseando que corra el tiempo para que llegue el fin de semana. Entonces tendremos un pequeño respiro en el que nos alimentaremos ansiosamente con esa felicidad superficial. Para después, inmediatamente, volver a seguir dando vueltas a esa misma cerca… Esa es la vida que nos espera a la mayoría de las personas, y ese es el problema por el que existan tantísimos problemas psicológicos… Por eso, si queremos cambiar nuestras vidas lo primero que deberemos hacer es calmar a ese caballo para que pazca apaciblemente en su interior. Y después vendrá lo más complicado: encontrar la manera de abrir la puerta de esa cerca para galopar en libertad…

    EL DESPERTAR DE LOS SENTIMIENTOS DORMIDOS:
    Hoy ya sabemos, gracias a la neurobiología, que nuestro cerebro contiene una serie de neuronas receptivas que detectan toda clase de estímulos (tanto de lo que sucede dentro de nuestro cuerpo, como fuera de él), que van asociadas a otro tipo de neuronas (llamémoslas activadoras) que, a su vez, generan toda clase de reacciones, tanto mentales (emociones), como físicas (alteraciones orgánicas)…

    Pero, como usted afirmó anteriormente, lo más asombroso es que de todos estos complejos mecanismos cerebrales ante un mismo estímulo pueden desencadenar reacciones totalmente diferentes en cada uno de nosotros. Y por lo tanto podemos ver como cada uno de nosotros nos enamoraremos de personas diferentes, o como un mismo alimento puede desencadenar repulsa en un persona y placer en otra. Y lo mismo podríamos ver en nuestros gustos sexuales, musicales, visuales, aficiones, etc, etc…)
    La magia y la belleza del ser humano estriba precisamente en eso. En que nuestra mente sea tan diferente a la hora de gestionar nuestros estímulos, pero a la vez nuestros sentimientos sean idénticos, como gotas de agua, una vez generados en nuestro interior… Por lo tanto todos podemos sentir el placer o el amor de la misma manera, pero cada uno deberemos ser capaces de localizar nuestros estímulos particulares en lugares diferentes.
    La respuesta que nos está ofreciendo la ciencia a través de esos budistas es confusa. Ya que esos científicos han aislado a un grupo de personas felices, pero no han aislado el tipo de sentimientos que han activado en su interior… Y da la sensación de que la única solución que nos están proponiendo para ser felices es largarnos todos al Tibet a meditar. Y con eso lo único que conseguiriamos es que, transcurrido un tiempo, la mayoría de nosotros huiríamos despavoridos, (como le sucedió al último niño lama español… ). Por eso no creo que se trate de buscar un camino concreto para la felicidad, sino de identificar esos patrones emocionales y después localizar la manera de despertar esos sentimientos dormidos en cada uno de nosotros.

    CONCLUSIÓN
    Haciendo un breve resumen de todo lo expuesto anteriormente, podríamos afirmar que nuestro cerebro es una maquinaria en permanente guardia, que se mantiene a la espera de recibir estímulos para poner en funcionamiento sus correspondientes procesos emocionales, (que son los que nos generarán todos esos tipos de felicidades diferentes). Y si a esto le añadimos que nuestros neurobiólogos tan sólo han detectado actividad en un 10% de nuestro cerebro, podríamos deducir entonces que las posibilidades que alberga nuestra mente son de unas proporciones inimaginable…

    Espero su análisis de todo le expuesto anteriormente, para contrastar opiniones. Ya que el conocimiento de todas nuestras emociones, entenderlas y saber como funcionan en nuestro interior será la clave para resolver todos los problemas tan graves que tenemos actualmente. Desconozco si se están llevando estudios encaminados en este sentido. Pero creo que en los tiempos en que vivimos son de urgente necesidad. Y no me gustaría pensar que usted es tan solo esa oveja que está incomodando dentro del sector académico…

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  3. Estimado Animus Liber: Son interesantes las preguntas que plantea, ¿existe solo un tipo de felicidad? Cuando pienso en la felicidad creo que sí, que es una. Esto no quiere decir que la gama de emociones positivas que podemos experimentar no sea muchísimo más amplia, desde la euforia al enamoramiento pasando por el orgullo bien entendido como reconocimiento consciente a una conquista personal. Todas estas sensaciones son circunstanciales y, en buena parte, fruto de la intervención de determinadas hormonas en nuestro cerebro, como también lo son las emociones negativas (dopamina, endorfinas y adrenalina). El motivo de la felicidad de un niño es sencillo, su mente está desprogramada, como muy bien dice, será a través de su relación con los demás en la experiencia como se vaya programando con emociones y recuerdos. Hasta los cuatro años no adquirimos la capacidad de concepción temporal, es decir, los niños viven en un presente continuo, lo que imposibilita determinadas emociones secundarias como la angustia anticipativa que tanto nos perturba, tampoco hasta ese momento tienen conciencia de culpa, mienten, o sienten vergüenza. Es la fase previa de configuración de los símbolos asociada a la programación lingüística. Cuando empezamos a ser conscientes de la trascendencia de nuestros actos en las respuestas que recibimos de los demás, comienzan a elaborarse esas emociones secundarias. La cuestión, a partir de ese momento, es ¿qué hacemos con nuestras emociones? Podemos entregarnos a ellas u orientarlas, gestionarlas. Esto podemos hacerlo de forma consciente siempre que comprendamos que es posible y seamos capaces de reconocerlas. Pero permítame introducir una matización, para mí la felicidad no es solo un estado de equilibrio -o calma mental si lo prefiere-, también se requiere estar instalado en el «amor». «Amor» es una palabra demasiado ambigua, gastada de tanto usarla, permítame definirla como un estado de conciencia capaz de traspasar lo accidental de las apariencias, comprender lo que hay de bello y bueno en aquello que contemplo, y mover mis intenciones hacia el procurar que eso aflore. Evidentemente no me refiero a la emoción que relaciona hombre-mujer, es una emoción que se proyecta en todo aquello que contemplamos en nuestra vida: una planta, un alumno, nuestro trabajo, nuestra pareja… Instalarnos en lo positivo tiene la virtud de anular lo negativo, de ahí la importancia, por ejemplo, del adiestramiento en el «agradecimiento» como terapia contra la envidia o el miedo. Está demostrado que nuestro pensamiento es una forma de energía que remodela «literalmente» nuestro cerebro. Una vez instalado el sistema operativo en nuestra mente -sistema lingüístico- la representación simbólica opera sobre el cerebro exactamente igual que los estímulos externos, si controlamos nuestro pensamiento, podemos guiar nuestras emociones.
    Respecto a si existen estudios científicos al respecto, podemos profundizar en el tema, pero de momento le recomiendo leer esta entrevista cuyo punto de partida es un estudio neurológico buscando al hombre más feliz del mundo: http://www.elpais.com.uy/vida-actual/hombre-mas-feliz-mundo-devela-secreto.html

    José Carlos Aranda

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  4. Animus Liber dijo:

    Hola José Carlos, no se preocupe por la mala interpretación de un simple nombre o una simple palabra. Aquí mi nombre es lo de menos. Pienso que esa ambigüedad, de ningún modo imposibilita la comunicación, tan sólo la limita temporalmente. La capacidad mental del ser humano está fuera de toda duda, a la hora de resolver problemas …

    No desearía entrar en un debate sin salida, entre dos opiniones distintas: Usted piensa que la felicidad es un estado de animo tranquilo y seguro. Y yo pienso en es un estado de animo que puede alcanzar niveles muchísimo más elevados. Y ambos coincidimos en que ese estado es interior, pues para mantenerle por periodos prolongados no sería necesaria la presencia de ningún estímulo exterior.

    Le doy la razón en que un estado de calma mental es completamente necesario a la hora de lograr la felicidad. Y que alguien con infinidad de problemas en su cabeza, si logra deshacerse de ellos, sentirá felicidad exactamente igual que si a un enfermo se le calma un intenso dolor. Pero, (sin quitarle la importancia que tiene), no creo que ese debería ser nuestro objetivo final…

    Nuestro cerebro es como una computadora, que cuando nacemos está libre de todo tipo de interferencias o problemas. Todos nacemos con nuestra mente calmada, (esa es la ventaja de los niños para ser felices…) Nadie nace sin autoconfianza o sin autoestima, ni tampoco con complejos o inferioridades. Todo viene influenciado por nuestro entorno, pues nadie nace guapo o feo; alto o bajo; gordo o delgado; listo o tonto; hábil o torpe; afortunado o desgraciado hasta que no se compara con el resto.

    A lo largo de nuestra vida se irán acumulando infinidad de problemas, inseguridades y miedos. Y llegaremos a un punto, en el que viviremos continuamente en ese estado de intranquilidad, sin saber por qué. Si lográramos aislar cada uno de esos problemas, cada uno de ellos sería un proceso emocional abierto en nuestra mente, que deberíamos se capaces de concluir. Y para ello, efectivamente, deberíamos asumirlo o resolverlo, pero en cualquiera de los casos siempre cerrarlo.

    Un miedo, no necesariamente necesita que esté presente su estímulo exterior para sentirlo. Pues lo miedos también nos advierten de los peligros que nos acechan… Todas nuestras infelicidades son procesos emocionales abiertos que deberemos acallar para poder alcanzar ese estado de “felicidad en equilibrio” como la llama usted, (aunque yo lo llamaría calma mental).

    Gestionar nuestras emociones negativas es importatísimo para alcanzar esa calma. Pero, repito, ahí no deberían acabar nuestras aspiraciones emocionales. Nuestro cerebro es capaz de alcanzar emociones muchísimo más elevadas que un simple placer sensitivo, y que igualmente se mantiene en ausencia de sus estímulos…
    Por eso, y para no entretenerle más, (y puesto que tampoco quiero entrar en debates infructuosos), mis preguntas serían las siguientes:

    ¿Para usted sólo existe un tipo de felicidad…?

    ¿A nivel científico hay algún estudio que demuestre que existen ese tipo de sentimientos más elevados?

    Tenga en cuenta, que si queremos cambiar el modelo de felicidad actual, (basado únicamente en esos placeres superficiales), la clave no sólo consistiría en eliminar los problemas de las personas para que alcanzaran ese estado de ánimo tranquilo y seguro, como asegura usted . Sino también en demostrar que existe otro tipo de felicidad diferente, puesto que el principal problema que tenemos es, precisamente, esa felicidad superficial que siempre perseguiremos, por muy calmados que estemos, y que nunca nos llenará…

    Animus Liber

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  5. A veces, cuando elegimos un nombre, enunciamos una vocación. No pretendía iniciar otro debate con la interrogación, simplemente subrayar que me había llamado la atención la vocación de libertad encerrada tras el pseudónimo. Witgenstein usaba la alegoría de la mosca encerrada en la botella para significar la imposibilidad de la comunicación por la ambigüedad del significado de las palabras. Nunca podemos estar seguros de que quien nos escucha o nos lee interpreta los términos en el estricto sentido en que nosotros los pensamos. Me da la impresión de que algo así nos puede estar pasando.
    Pienso la felicidad como un estado de ánimo tranquilo y seguro. Esto no quiere decir que no esté expuesto a las emociones, eso es inconsciente y necesario, está impreso en nuestro cerebro como la sensibilidad lo está en cada una de las terminaciones nerviosas que nos transmiten información del mundo exterior. Pero esa felicidad lejos de situarla en un punto o en un objetivo concreto, la sitúo en el interior como estado de conciencia. No hace mucho leía un libro de un neurólogo (La nariz de Darwin) donde se trataba una extraña enfermedad consistente en la ausencia de dolor. Quienes la padecían no sentían dolor alguno. El resultado era que no sobrevivían porque eran capaces de comerse su propia lengua o vaciarse un ojo. Las emociones son las sensaciones del alma y las sensaciones negativas son igualmente necesarias en tanto que nos previenen de aquello que puede hacernos más daño. La infelicidad, para mí, procede de la no aceptación del hecho. Que no quieras que te duela no va a impedir que te siga doliento -el dedo pinchado o el alma dolorida-, esa no aceptación lleva a una rebeldía inútil y sesgada. Cuando uno reconoce el hecho, el por qué duele, y acepta el dolor como parte del proceso, la mente vuelve a aquietarse en la espera de la recuperación en el tiempo. Es decir, se puede volver al estado de felicidad en equilibrio. No se trata de negar las emociones, sino de saber gestionarlas -positivas o negativas- para que construyan nuestra realidad.
    En cuanto a lo de los maestros… ¡Qué más quisiera yo! Como usted, no soy más que otro peregrino en el camino que intenta andar cada día. Sí que creo que es bueno transmitir aquello que hemos aprendido, no para que nadie copie nada, sino para que cada uno tome aquello que le sea útil y construya desde su experiencia.
    Lo del adiestramiento en el placer inmediato, tendría mucho más que comentar. Es una actitud que nos instala en el egoísmo y, pienso, es muy difícil progresar en esa conquista de la felicidad propia sin empatía, sin trascender el yo.

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  6. Animus Liber dijo:

    Estimado José Carlos. ¿Alma o espíritu…?. Esa pregunta prodría suponer otro debate muy distinto… Pero si lo que desea saber es si creo en algún Dios, le diré que no. Si creyera en él debería acatar sus normas, me gustaran o no, y eso supondría dejar de ser libre… Simplemente le diré que creo en todos nuestros profetas como seres humanos que un día intentaron develar una sabiduría, no muy distinta de la que usted y yo estamos persiguiendo…
    También le diré que cualquiera de las reflexiones que le pueda exponer, simplemente han sido llevadas a cabo dejando volar la mente en total libertad, y luego ampliando la información obtenida, con estudios ya contrastados o demostrados. Si lo hubiera hecho al revés, como normalmente se hace, posiblemente mis pensamientos hubieran estado influenciado por esa infinidad de teorías de grandes pensadores que, sin ninguna duda, también hubieran limitado esa libertad de pensamiento…

    Bueno, aclarado esto, lo primero que he de decirle es que coincidimos es más cosas de las que en un principio esperaba. Y también, que el punto en el que no lo estamos ha sido básicamente por simplificar mis argumentos, ya que no quería extenderme demasiado, sin saber antes si tendrían algún tipo de interés para usted. Y como habrá deducido, ese punto en el que no coincidimos es el eterno dilema de si la felicidad se encuentra en la meta o en el camino. Yo en un principio la he colocado al final de todo proceso emocional, y usted me ha corregido perfectamente, situándola en el camino. Pues esa es precisamente la última teoría planteada y validada por la ciencia…
    Pero, si se da cuenta, siempre hemos intentado buscar la felicidad colocándola en un sitio concreto y determinado. Y ésa ha sido la eterna búsqueda del ser humano, y creo que también el eterno error. Ya que nunca nos hemos parado a pensar que la felicidad pudiera surgir en diferentes sitios. Y que no se trataría de demostrar si es en la meta o en el camino donde se encuentra, sino de demostrar que ambas respuestas son correctas…
    Por eso, lo que yo quiero plantearle a continuación, es una teoría basada en que nuestro cerebro no sólo sería capaz de colocar esa felicidad en diferentes lugares de nuestros procesos emocionales, sino que también sería capaz de utilizara de diferentes formas y maneras…

    Para intentar explicar esta teoría y poder contrastarla con usted, voy a hacerlo comparando el funcionamiento de la felicidad con el de la infelicidad. Ya que si tenemos en cuenta que todas nuestras emociones (tanto positivas como negativas) son utilizadas por nuestra mente para controlar nuestras conductas y poder así, sobrevivir con las mayores garantía posibles, entonces podríamos suponer también que esa felicidad e infelicidad que nos generan son el mismo concepto pero con diferente polaridad, (aunque esto último aún no me lo ha confirmado…)

    Si damos por valido este último argumento, entonces el funcionamiento de ambas debería ser muy similar dentro de cualquier proceso emocional, pero invertido. Y si esta norma se cumpliera, entonces podría demostrar mi teoría comparando dos emociones opuestas.
    Y para llevar a cabo esta comparación, voy a utilizar “el dolor” como emoción opuesta a la felicidad. Y después, si lo desea, podremos discutir los resultados…

    EL DOLOR:
    Todos sabemos lo que pasa cuando fortuitamente nos pinchamos un dedo con un alfiler… En ese preciso instante, nuestro cerebro detecta ese estímulo a través de las terminaciones nerviosas e inmediatamente generará su correspondiente infelicidad (dolor agudo), que nos hará retirar el dedo automáticamente. Y después, hasta que no desaparezca ese dolor, no finalizará ese proceso emocional, que, efectivamente, habrá controlado nuestras conductas para permitirnos sobrevivir…
    Como vemos, ante un estímulo dañino nuestro cerebro generará infelicidad, exactamente igual que ante un estímulo placentero y beneficioso nos generará felicidad, (comer, beber, oír música, practicar sexo, etc…)

    Ahora vayamos un poco más lejos, y supongamos que en un accidente nos dislocamos un brazo… Ahora el dolor será continuo e intenso, y no nos libraremos de él hasta que recoloquemos ese hueso en su lugar. Ya que nuestro cerebro no suprimirá ese dolor hasta que restauremos esa situación que está comprometiendo seriamente nuestra capacidad de supervivencia. Y exactamente igual que podemos ver cuando realizamos alguna actividad placentera que mejore nuestra capacidad física o mental, (y que, por lo tanto, mejore nuestra capacidad de supervivencia), y cuya felicidad podremos prolongar mucho más tiempo que un simple placer superficial…

    Y por último, imaginemos que en ese accidente también falleció un ser querido… Ahora el dolor será tan sumamente grande y prolongado que prácticamente eclipsará a los anteriores. Y este nuevo dolor se quedará dentro de nosotros y nos acompañará, en mayor o menor medida, prácticamente durante toda nuestra vida. Y exactamente el mismo efecto, pero invertido, que podemos ver cuando dos personas se enamoran y se aman hasta el final de sus días…

    CONCLUSIÓN:
    Lo que quiero explicarle, es que cuando nos referimos a la felicidad o la infelicidad no nos estamos refiriendo a un solo término. Nadie tendría la menor duda en saber diferenciar cualquiera de esos tres tipos de dolores. Pero sin embargo, a la hora de diferenciar los diferentes tipos de felicidad, nadie hace la más mínima distinción… Y todos, al igual que ha hecho usted, simplemente negaremos unos, y daremos por bueno otros.

    Afirmar que el adiestramiento en el placer inmediato no conduce a la felicidad, es como afirmar que pincharnos un dedo no nos generará dolor. No creo que ése sea el camino correcto, pues muy pocos serían capaces de entenderlo. Sin embargo, creo que afirmar que el placer nos generará felicidad, sí sería el camino correcto. Siempre y cuando sepamos explicar a qué tipo de felicidad nos estamos refiriendo, y qué consecuencias tendremos a largo plazo …

    Usted, supongo, que conocerá los tres tipos de infelicidad que le he descrito antes, y no tendrá la menor duda en saber diferenciarlos. Y lo que está intentando explicarme es que un simple pinchazo en un dedo no me conducirá a la infelicidad, y por supuesto que tiene razón. Pero yo lo que estoy intentando explicarle a usted es que el placer, por supuesto, también nos generará felicidad. Pero que hasta que no sepamos diferenciarlo de los otros tipos de felicidad que existen, nunca llegaremos a ser realmente felices…

    La clave para controlar nuestra gestión emocional consistirá en conocer o “reconocer” toda nuestra lista de patrones emocionales, (tanto positivos como negativos). Y saber que no sólo muchos de esos procesos emocionales negativos se mantienen abiertos en nuestra mente, (como el estrés, ansiedad, depresión, preocupaciones, etc…), sino que también existirán otros positivos que podremos mantenerlos activos en nuestra mente con mayor o menor intensidad. Y que la suma de todos ellos, tanto positivos como negativos, es lo que nos hará sentir plenamente felices o no. Y donde hay que entender el concepto de FELICIDAD como algo más amplio y complejo, en el que interactúan infinidad de procesos emocionales de todo tipo. Y no aplicando la norma a uno solo de ellos, y negando el resto, como hemos hecho hasta ahora…

    EDUCACIÓN PREVENTIVA:
    Y en el tema de la educación emocional creo, sinceramente, que ahora no es el momento de ensañar a nadie, sino el de aprender. Aprender a ser felices. Porque como muy bien dijo: “Si queremos educar en la felicidad debemos asumir el reto de lograr, nosotros mismos, ser felices.”.
    Y después, esa educación quedará en manos de ustedes, los profesionales.

    Atentamente:

    Animus Liber

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  7. Estimado Animus Liber (¿alma o espíritu libre?), desde luego que es un tema sobre el que merece la pena reflexionar, y mucho. Yo diría que es la gran asignatura pendiente en nuestra sociedad, en nuestras escuelas y en nuestras familias. Estoy muy de acuerdo con usted en que somos, ante todo, emociones. Está demostrado, además, que podemos sentir emociones encontradas ante una misma circunstancia, sentir deseo y repulsa, odio y amor, ansiedad y alegría… También es cierto que vivimos en una sociedad en la que se identifica felicidad y estatus, imagen, posesión… cuando nada tiene que ver y acierta también en que está demostrado que el adiestramiento en el placer inmediato no conduce a la felicidad sino todo lo contrario. Sin embargo hay algo en lo que diferimos: usted considera la felicidad como el resultado de un proceso, yo en cambio creo que hay que buscarla «durante» el proceso, de lo contrario caemos en la famosa afirmación de Lenon de que la vida es eso que se nos pasa mientras planificamos el futuro. Las emociones son las sensaciones del alma y, en efecto, están ahí para servirnos como guía en nuestos actos. De hecho, tienen más peso específico en la toma de decisiones que la razón (un 60% frente a un 40%). Como muy bien dice, la activación de las emociones es inconsciente en la mayoría de las ocasiones, pero a diferencia de las sensaciones podemos activarlas desde el propio pensamiento, la representación simbólica genera en nuestro cerebro las mismas reacciones químicas y orgánicas que la estimulación física. Nuestro mapa emocional va construyéndose junto al desarrollo cerebral hasta constituir un complejo entramado que tiene como función básica garantizar nuestra supervivencia optimizando los recursos del cerebro, de ahí la importancia de la automatización de respuestas que libera energía para poder ocuparnos de otras cuestiones, lo que nos instala en la famosa «zona de confort». La dificultad estriba en el reconocimiento de las emociones y en el aprendizaje de su gestión para que actúen de forma adecuada en la construcción de nuestro proyecto de vida. Puede haber sacrificio gratificante, o placer mortificante según los actos sean o no proclives a ese proyecto que deseamos como ideal en nuestras vidas. De ahí la importancia del aprendizaje desde la infancia de soñarse y soñar un modelo de individuo y aprehender a aplazar la recompensa como medio para lograrlo. En todo este proceso, creo que la piedra angular es la autoestima sin la cual la negatividad gana siempre en la conciencia frenando cualquier proceso de crecimiento.

    Por supuesto, el tema no está agotado y hay muchísimo más que precisar, en especial el cómo lograrlo, y ahí es donde aparece la idea de «educación preventiva», anticiparse a los problemas aplicando dinámicas que funcionan, pero esto ya es otra cuestión.

    Un abrazo,

    José Carlos Aranda

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  8. Animus Liber dijo:

    Puesto que no he recibido ninguna contestación del señor José Antonio, (supongo que ocupadísimo en cosas más importantes y transcendentales que la propia felicidad del ser humano…), lo menos que podía hacer es, primeramente, agradecerle a usted la respuesta y el interés generado por mi comentario anterior.
    Y También, Señor José Carlos, no se si estaría interesado, o dispone de tiempo suficiente, para poder intercambiar opiniones sobre ese concepto tan importante, y desconocido a la vez, como es la propia felicidad. Esa palabra que la mayoría de personas saben perfectamente como alcanzarla pero que a mi, personalmente, me genera infinidad de dudas e inquietudes.

    Y, bueno, si no dispone de ese tiempo o interés, lo único que quería aportarle es mi propia opinión sobre las teorías que ha planteado aquí, y también exponerle la mía propia, por si pudieran tener alguna utilidad en la labor tan importantísima que está realizando. Y, de alguna manera, corresponderle y agradecer así esa labor.

    LA FELICIDAD:
    Para mi la vida no es sólo una sucesión de problemas, sino más bien sería una sucesión de procesos emocionales. En donde, efectivamente, en muchos de ellos deberemos solucionar una serie de problemas para llevarlos a cabo. Y en donde la felicidad o infelicidad (el mismo concepto pero con diferente polaridad), tan sólo sería el elemento final y resultante de esos procesos finalizados satisfactoria o insatisfactoriamente.

    Por lo tanto la felicidad o infelicidad, como hemos dicho antes, tan sólo sería un elemento que formaría parte de esos procesos emocionales más complejos. Algunos de esos procesos nos generarían miedo, dolor, intranquilidad o desconfianza, (y, como bien afirma, deberíamos concluirlos satisfactoriamente para poder eliminar esa infelicidad y comenzar a construir la otra felicidad positiva). Otros procesos serían irracionales e involuntarios, (como el enamoramiento). Y en otros deberíamos utilizar continuamente nuestra razonamiento para concluirlos, (atar unos cordones para hacer deporte y disfrutar, resolver una división en el trabajo para obtener un sueldo con el que cubrir nuestras necesidades; aprender a convivir con las personas para aumentar nuestras posibilidades de ser felices, etc, etc…).

    Pero ahora, lo complicado vendría en el resultado final de todos esos procesos emocionales abiertos en nuestra mente, ya que no sólo dependería de uno de ellos, sino de todos los que se estarían realizando simultáneamente en nuestra mente. Y donde la suma de todos ellos (tanto positivos como negativos) nos darían un valor más exacto y global de lo que para mi definiría el concepto de FELICIDAD. Y que sería lo que realmente son haría sentirnos felices o no.

    Y aquí también entraría en juego todos esos placeres transitorios (o “euforia”, como la denomina usted), que tan sólo serían un tipo de procesos emocionales superficiales que formarían parte de toda esa otra operación matemática mucho más compleja.
    Estos tipos de placeres, (y en los que normalmente están enfocadas la sociedades consumistas), efectivamente, nos generarían felicidad. Y lo que es más importante, también nos evadirían o distrairían momentáneamente de todo el resto de esos procesos infelices abiertos en nuestra mente. Pero que una vez saturados, nos devolverían a nuestro estado de FELICIDAD anteriormente descrito.
    Y, para no extenderme más, este sería el problema básico en sociedades actuales, ya que no sabemos diferenciar estos dos términos totalmente distintos de una misma palabra, como es la felicidad. Y donde únicamente creemos en esa idea simplista de quien más placer obtenga en la vida, más feliz será. Y por eso, la mayoría de estudios demuestran que sucede exactamente todo lo contrario…

    Espero haber aportado algo de información valiosa para usted. Y si no es así, simplemente decirle que si lo desea, aquí me tiene a su entera disposición.

    Gracias, de nuevo, por su dedicación al bienestar de los demás.

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  9. Dado que el artículo de fondo es de José Antonio Marina, he considerado correcto insertar el comentario para que pueda llegarle a través del blog, también se lo remitiré por correo electrónico para que tenga la oportunidad de responder por sí mismo. Por mi parte, insiste usted en el planteamiento clave de mi libro Inteligencia natural. El prólogo de este libro se inicia con la pregunta de un amigo, «¿Es verdad que podemos lograr que nuestros hijos sean genios?», mi respuesta a esta pregunta es que sí, pero que si yo pudiera formular un deseo lo que pediría para el futuro de mis hijos es «que fueran felices». Efectivamente, creo que esa es la clave. Otra cosa es que no equivoquemos el concepto de «felicidad» que, personalmente no entiendo como un estado de exaltación optimista permanente, a eso lo califico como «euforia» y es producto de la química cerebral ante determinadas circunstancias. Creo en la felicidad como un estado mental tranquilo y confiado que se fundamenta en tres ejes: el primero, la aceptación de uno mismo, la confianza o, si lo prefiere, la autoestima, la clave emocional desde la que construimos. El segundo, la certeza de que la vida no es más que una sucesión de problemas, entendiendo «problema» como una situación para la que mi cerebro aún no tiene respuestas diseñadas, lo que me obligará a elaborarlas con el esfuerzo consiguiente -atar los cordones de los zapatos, resolver una división de dos cifras, aprender a convivir con ese nuevo compañero, por ejemplo-. Y la tercera, la confianza en mis propios recursos y en mi capacidad para resolver estas situaciones, es decir, el principio de autonomía. Como no somos seres aislados, sino que nacemos y vivimos en permanente relación con los demás, el adiestramiento de las capacidades sociales -empatía, por ejemplo- se convierte en piedra angular, empezando por cómo gestionamos la relación familiar dándole al niño el lugar que le corresponde dentro de la familia. Por último, una de las cuatro inteligencias que planteo en Inteligencia natural, tiene muchísimo que ver con lo que Ud. expone, se trata de la inteligencia moral, el enseñar a ser conscientes de los motivos que nos mueven para actuar en la vida. Pero no deja de ser importante el que comprendamos que las facultades en las distintas inteligencias van integrándose a distinto ritmo en nuestro cerebro a partir de la experiencia. A veces, fallamos cuando creamos expectativas sobre nuestros hijos para las que aún no están preparados. Criticar a un niño de 12 años por prestar más atención al grupo que a sus propios padres no dejaría de ser un error porque esta etapa de la pubertad es necesaria en el camino de la evolución moral para alcanzar la autonomía, de ahí la importancia que concedo en el libro a comprender cómo evolucionan nuestras emociones, que etapas han de recorrer y cómo gestionarlas según cada edad. También estoy plenamente de acuerdo y así lo defiendo en que «el conocimiento» solo tiene sentido cuando se pone al servicio de una vida más plena para uno mismo y para los demás. Por último, entiendo que nadie puede dar lo que no posee. Si queremos educar en la felicidad debemos asumir el reto de lograr, nosotros mismos, ser felices. Solo así les estaremos mostrando un espejo en el que merezca la pena mirarse. Muchísimas gracias por su aportación. Un abrazo.
    José Carlos Aranda

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  10. Animus Liber dijo:

    Estimado José Antonio:
    Creo sinceramente que los grandes cambios que necesita la humanidad vendrán, precisamente, de la mano del estudio y entendimiento de nuestras propias emociones. Y espero que así sea, porque es precisamente ahí donde hemos avanzado menos de todas las ramas de la Ciencia.
    Disponemos de medios, conocimientos y tecnología suficiente para que pudiéramos llevar todos una vida plenamente feliz. Pero paradójicamente todos las estadísticas y los estudios referentes a esos niveles de felicidad dicen exactamente todo lo contrario. Parece que por algún determinado motivo no sabemos o no interesa que se sepa cómo funcionan nuestras emociones…
    Gestionar nuestra atención y gestionar nuestra memoria son puntos muy importantes a la hora de obtener logros académicos o profesionales, efectivamente, pero el problema principal no es ése. Actualmente contamos con el mayor número de personal con carreras universitarias y los mejores profesionales que jamás han existido antes, eso nadie lo duda. Pero: ¿contamos con el mayor número de personas felices? – No, y eso tampoco nadie lo duda…
    El problema principal es que no sabemos ser felices. No sabemos gestionar los resultados obtenidos con todos esos otros factores tan importantísimos de nuestro cerebro. Y por eso, el problema principal yo o centraría fundamentalmente el tercer grupo: la gestión de nuestras emociones. Ya que el cuarto grupo, (la gestión del comportamiento) depende directamente de esa previa gestión emocional.
    Y es ahí exactamente, dentro de esa gestión emocional, donde creo que se está comentiendo el error (o desconocimiento) de todo lo que está aconteciendo a nuestro alrededor, (o incluso dentro de nosotros mismos), y que no somos capaces de darle una respuesta.
    Todos los esfuerzos actuales se están centrando en alcanzar el éxito en la vida: en alcanzar un buen nivel de estudios, en tener un buen puesto de trabajo, una buena casa, un buen coche y en integrados en un determinado grupo social sin ocasionar problemas. Y parece ser que cuando los consigamos, ya damos por sentado que la felicidad surgirá por si sola. Pero la realidad nos está diciendo todo lo contrario, ya que es precisamente en esas clases sociales acomodadas y bien adaptadas donde podemos ver mayores problemas relacionados con esa gestión emocional, (extrés , ansiedad, etc…).
    Y lo que para mi es muchísimo más alarmante, es que esos grupos sociales acomodados y bien adaptados son precisamente los que viven más aislados de lo que realmente está sucediendo a nuestro alrededor, ya que son precisamente esas personas, (las que mejor integradas están en la sociedad y las que disponen de mayores recursos), los que viven con mayor indiferencia hacia problemas tan gravísimos como la destrucción del planeta, de sus recursos naturales y la muerte por hambre o enfermedades, (fácilmente evitables) de millones de personas en todo el mundo…
    En el interior de esos grupos sociales acomodados parece que estamos bien adaptados, pero a nivel invididual, y sobre todo global, esa gestión emocional es un verdadero fracaso. Por eso, lo primero que habría que plantearse es si realmente es saludable estar bien adaptado a ese tipo de sociedad profundamente enferma… Y por eso le pregunto: ¿sabe realmente hacia donde van encaminados todos esos estudiosos…? ¿o no pudiera ser qué toda esa adaptación que ustedes están fomentando, no nos estaría mandando directamente al matadero emocional…?
    Yo no deseo para mis hijos una vida acomodada y bien adaptada, si con ella no logran ser felices y hacer felices a las personas que les rodean… La gestión emocional no sólo debería estar centrada en sacar el mejor provecho de nuestras mentes, sino sobretodo en sacar la mayor felicidad posible. Y sé que eso es difícil, porque financiar algo que genere felicidad no es rentable económicamente, ya que la gente de provecho genera muchos más beneficios que la gente feliz…
    En toda su exposición nos ha hablado de factores determinantes como la constancia, la resiliencia, la determinación, la autorregulación, la autoeficacia, el autocontrol, la autodisciplina, los hábitos de trabajo, la resistencia al esfuerzo y la capacidad de soportar la frustración que, por supuesto son importantísimos. Pero aun así, creo que los estudios debería centrarse en esa otra gestión emocional: la de nuestra FELICIDAD, (La palabra más importante de todas, y que usted no ha utilizado en ningún momento…)

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