LA AUTOLIMITACIÓN: «¿Somos elefantes de circo?

niño y elefante

Muchas veces, no logramos nuestros objetivos porque, en algún momento, dejamos de intentarlo, es decir, nos limitamos a nosotros mismos, nos ponemos límites. «Ese rechazo esconde con frecuencia nuestra inseguridad o nuestra conciencia de no ser capaces de alcanzar un objetivo que nos resulta deseable. Cuando la zorra vio las uvas, trató de alcanzarlas. Tras tres intentos, después de comprobar que era incapaz de llegar a ellas, se dio media vuelta muy digna y dijo:»¡Bah! Están verdes, no las quiero». Don Juan Manuel en El Conde Lucanor nos lo dejó muy claro en esta fábula: con demasiada frecuencia, despreciamos lo que deseamos para ocultarnos nuestra incapacidad de alcanzarlo. Lo cual no tiene por qué ser malo; todos necesitamos respetarnos a nosotros mismos y nos resulta más ventajoso para nuestra autoestima convertir en verdes las uvas  que aceptar nuestras limitaciones; es más útil para mí pensar que la chica es una engreída que no me interesa que aceptar que no soy una persona atractiva. El hecho en sí es normal. Lo penoso, lo que debemos evitar, lo que no te puedes ni debes consentir es no volver a saltar, porque entonces te habrás convertido en un elefante de circo.

Cuenta la anécdota que un día llegó un circo a la ciudad y levantó la carpa en la explanada que había frente a la casa. Desde la ventana, veían unos hermanos cómo se realizaban lo trabajos y estaban admirados de la fuerza que desarrollaba el elefante transportando fardos, mástiles y tirando de las cuerdas. Finalizados los trabajos, quedó el elefante en un rincón de la explanada encadenado a una pequeña estaca. A la hermana le llamó la atención cómo un animal tan fuerte pudiera quedar encadenado de un palo tan pequeño. Un solo tirón de su pata y se libraría, eso seguro; pero, ¿por qué no lo hacía?  Cuando sus padres los llevaron al circo, se acercó al elefante y allí estaba su cuidador echándole algo de comida y rellenándole el balde de agua. La niña no pudo contener su curiosidad y preguntó: «¿Cómo es que un animal tan fuerte no arranca la estaca a la que lo encadenáis?». «Verás -respondió el cuidador-, es muy sencillo. Cuando es pequeño lo encadenamos a la estaca. Entonces no tiene fuerza suficiente y lo intenta y lo intenta sin conseguirlo. De esta forma se convence de que no tiene suficiente fuerza para arrancarlo y deja de intentarlo. Y como está convencido ya no lo intenta más. Por eso se queda prisionero con toda su fuerza de una estaca tan pequeña».

Desgraciadamente, conozco a muchos elefantes de circo, personas con un potencial maravilloso, con unas capacidades asombrosas, con una inteligencia aguda, que se han estancado ante una dificultad que en su día no lograron superar, y desde ese momento dejaron de intentarlo. Aunque se lo digas, no te escuchan, porque mantienen vivo en su recuerdo el fracaso, y porque están covencidos de su incapacidad, son incapaces. ¿Eres tú un elefante de circo?»

(El libro de la gramática vital. Córdoba: Almuzara, 2010, págs. 41-43)

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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13 respuestas a LA AUTOLIMITACIÓN: «¿Somos elefantes de circo?

  1. SABIO Y SABIDURIA. Dicen que todos los caminos conducen a Roma. Le he señalado el camino indicado por los Clasicos y usted me responde con otros otros tantos caminos. !!Nos vemos en Roma.!!

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  2. Esto abre una línea nueva sobre la que sería interesante intercambiar opiniones. El Principito solo se dio por satisfecho cuando el aviador le dibujó una caja y le dijo «La cabra que tú quieres está dentro». Fue entonces cuando exclamó que era justamente la que él deseaba. Es la idea neoplatónica de Saint-Exupery que se acerca a lo que hoy sabemos a través de la neurología y la psicología: vivimos en una representación de la realidad elaborada a través de nuestro cerebro. Quizás por eso me guste tanto la sentencia del Templo de Delfos. Pero relativismo sobre relativismo, también el propio conocimiento es cuestionable si atendemos despacito a Whittgenstein y su famosa alegoría de la mosca en la botella. Recomiendo también la lectura de El árbol de la ciencia, de Pío Baroja, donde se plantea una perspectiva positivista sobre la adaptación del cerebro al medio para la supervivencia que llega a justificar incluso la esclavitud o las desigualdades sociales en labios de Iturrioz y que, a tenor de lo que hoy vamos sabiendo, puede aproximarse mucho a la realidad. Disculpe, me puede el interés… Solo quería felicitarle por su página y recomendarla a todos los lectores que se acerquen aquí y sientan inquietud por la felicidad. Mi enhorabuena por su trabajo: teoríadelafelicidad.com

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  3. DE LA PSICOLOGIA … A…. LA UTOPIA, En primer lugar felicitación a ambos contertulios. Uno defendiendo el estado de la ciencia actual, la psicología, y el otro yendo mas allá, llegando incluso a la Utopía como una realidad alcanzable, que hoy por hoy la ciencia no puede admitir.

    Entiendo que hay una opción del elefante que no han considerado. Tal vez la explicación del domador sea errado y que el elefante, si quisiera se soltaría, por ejemplo si fueran a pegarle con un látigo, pero como lleva una vida satisfactoria, no tiene ningún interés en irse. Estaría mejor en la selva pero ni la conoce, ni le es alcanzable para él. Entonces el elefante no está limitado “mentalmente”, sino que es racional como lo sería un psicólogo y le recomendaria cualquiera.

    Ahora, el hombre, como pensador, filosofo, si es consciente de su desgracia, y si anhela la libertad y buscar la satisfaccion. Y yo me pregunto, .¿acaso no sería ello posible, pasando por la filosofía? Ya en la Grecia clásica, Platón habló en el Mito de la Caverna, del hombre desgraciado a quien «el filosofo» puede liberar; Aristóteles reflexionó sobre la felicidad como anhelo que no se satisface por el placer, el dinero, el honor, ni la fama, y finalmente Sócrates, que hizo de su vida toda su filosofía, sugería, “conócete a ti mismo”, siguiendo las indicaciones del Templo de Delfos, del que se decía: «“Te advierto, quien quiera que fueres, Oh! Tu que deseas sondear los arcanos de la Naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo, aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tu ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿Cómo pretendes encontrar otras excelencias?. En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros. Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses .

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  4. Animus Liber dijo:

    Utopías irrealizables… Tan sólo quería escuchar esas palabras de usted. Con ellas ha contestado a todas mis anteriores preguntas…
    Sólo quiero que sepa, que yo seguiré intentando apagar ese fuego hasta el último aliento de mi vida…
    ¿Somo elefantes de circo…? – Usted mismo se ha contestado…

    Mi más sinceros respetos y admiración.
    Saludos y hasta siempre.

    Animus Liber

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  5. Animus Liber dijo:

    Utopías irrealizables… Tan sólo quería escuchar eso se usted. Encantado de haber podido entablar esta conversación con alguien al que tanto admiro y tanto respeto tengo. Pero que sepa que yo seguiré intentando apagar ese fuego, hasta el último aliento de mi vida…

    Saludos y hasta siempre.

    Animus Liber

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  6. Estimado Animus Líber: complicamos reflexión sobre un tema cuando mezclamos planos, mezclar el plano psicológico individual, con el plano social y el plano moral solo nos genera confusión. Si en algún momento he dicho algo que le haga pensar que yo «creo que el mundo no va a cambiar», le pido disculpas. Lo que sí afirmo es que si esperamos que el cambio venga de fuera a partir de un ente abstracto, podemos esperar sentados. Por eso afirmo la necesidad de regeneración y cambio a partir de uno mismo y de lo inmediato, en esto sí podemos influir directamente como personas.
    Cuando usted habla de la «ignorancia» como culpable, no puedo estar más de acuerdo, solo que yo a eso lo denomino «toma de conciencia» desde un enfoque positivo. Uno puede ser muy sabio en Física, Álgebra o Informática, pero no haberse parado a pensar nunca en qué sentido tiene la vida o en cómo influyen sus decisiones en su propia vida y en la de los demás. A esto me refería con la distinción entre «vivir» y «ser vivido», en absoluto pretendía irme por las ramas, no es mi costumbre.
    Efectivamente, como usted afirma, es el momento de «aprender», tanto que me oirá repetir continuamente una idea muy simple, «necesitamos educarnos para educar», porque nadie puede dar lo que no posee; pero sin perder de vista que, a la vez, estamos educando inevitablemente a aquellos que vienen detrás de nosotros y nos toman como referentes querámoslo o no. Y lo hacemos a través de de nuestro ser y de nuestros actos.
    Coincido también con usted en la dificultad de definir conceptos como «libertad» o «felicidad», si los llevamos a sus valores absolutos serían utopías irrealizables por los condicionamientos a que nos vemos sometidos desde la cuna. Sucede que yo pienso en valores relativos derivados de la necesaria adaptación a una sociedad y a un momento que me ha sido dado, puedes encerrar mi cuerpo, pero nunca podrás encerrar mi espíritu. Las cadenas más fuertes son las que llevamos dentro.
    En ningún momento, a través de la historia del zorro o el elefante he pretendido transmitir el mensaje de que «no podemos», sino todo lo contrario. La historia del elefante anima a seguir intentándolo porque en cualquier momento las circunstancias que motivaron nuestro fracaso -la fuerza- puede cambiar o nosotros podemos cambiar ante las circunstancias, lo que en un principio nos resultó imposible, puede estar a nuestro alcance. A veces, como sucede en la historia que usted mismo cuenta, basta con que alguien nos muestre la técnica o camino para que lo imposible se convierta en una posibilidad real por la que merece la pena esforzarse. El mensaje, por tanto, es enfrentar las dificultades externas -vengan de donde vengan- tratando de evitar siempre que se constituyan en barreras mentales. Las unas pueden superarse, las otras pueden anularnos hasta la inutilidad.

    Y, para terminar, simplemente quería señalarle que «suelo» normalmente, pensar lo que escribo y, además, procuro vivir como pienso.

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  7. Animus Liber dijo:

    Don José Carlos, no voy a discutir el significado de esas dos metáforas con usted. Dejemos que cada persona saque sus propias conclusiones. En su respuesta yo creo, personalmente, que se me ha ido un poco por los cerros de Úbeda…
    Pero bueno, vayamos al grano. Puesto que usted también cree que ha llegado el momento del cambio, simplemente voy a exponerle mi manera de ver las cosas, para intentar dar una solución a todos esos gravísimos problemas que tenemos delante.

    Lo primero que quería decirle es que, usted cree que el mundo no va a cambiar, pero sin embargo yo le puedo aseguran rotundamente que el mundo va a cambiar… Y esto no lo digo yo sino todos los científicos, ya que la manera actual de ser felices de los seres humanos es totalmente incompatible con la supervivencia en este planeta. ( Si 7.000 millones de personas sólo sueñan con ser ricas, no tenemos ninguna posibilidad de salvar este planeta…). Ahora bien, que ese cambio, que yo le aseguro, sea para bien o para mal sólo dependerá de nosotros…

    Y para solucionar este problema, efectivamente, tenemos que buscar un responsable. Y si usted no sabe quien es, yo se lo voy a explicar: los culpables de todo lo que está pasando no son ninguno de esos estados, sociedades o entes abstractas que desdibujan las responsabilidades, sino única y exclusivamente nuestra IGNORANCIA…
    El problema que tenemos en este planeta es que los 7000 millones de personas que vivimos en él, absolutamente todos sabemos como ser felices, pero absolutamente ninguno sabemos qué es la felicidad…
    Estoy totalmente de acuerdo con usted en que es urgente educar a las personas para que sean capaces de ser felices, y por supuesto que también quiero que mis hijos sean felices. Pero si no sé lo qué es la felicidad ¿cómo voy a lograrlo…?
    Don José Carlos, quiero que entienda que ahora no es el momento de enseñar, sino de aprender. Para usted sería muy interesante tratar de llegar a una definición exacta de lo que es la felicidad. Pero para mi, si queremos acabar con esa ignorancia, no sólo es interesante sino totalmente necesario.
    Las personas más poderosas del mundo son felices a su manera; los responsables de que en sus países haya hambre son felices a su manera; las personas que continuamente comprar objetos materiales son felices a su manera; las personas que triunfan ante los demás son felices a su manera… Por supuesto que todos ellos son felices a su manera, pues ése es el tipo de felicidad hacia el que fueron educados cuando eran niños. Ninguna de todas esas personas son culpable de lo que está pasando, sino víctimas… Víctimas de esas estacas que un días les clavaron, al igual que ellos se las clavarán a sus hijos. Pues mientras sigamos viviendo en esta ignorancia, iremos trasladando el problemas de unos a otros…

    Y ahora es cuando deberíamos plantearnos el mayor de todos los problemas:
    ¿Realmente lo seres humanos tendríamos capacidad para definir el significado exacto de la felicidad o de la palabra libertad…?

    Usted anteriormente me ha expuesto que definir el concepto “libertad” siempre sería una tendencia deseable, irrealizable y condicionada. O que definir el concepto “felicidad”, estaría convencido de que cada persona introduciría sus propios matices… Y por lo tanto, la sensación que me está transmitiendo es que no lo ve como muy claro o incluso irrealizable…

    La sensación que me está transmitiendo (y espero que me corrija), es que esas uvas están muy verdes para usted…

    Para terminar, y puesto que le gustan las fábulas, le voy a relatar una más:
    Cuentan que un día hubo un gran incendio en la selva, y todos los animales huyeron despavoridos. Pero por más que corrían, esas inmensas llamas les perseguían haya donde fueran. Así transcurridos varios días, hasta que una mañana todos pudieron observar horrorizados, como se aproximaban a un gran desfiladero sin salida…
    Pero entonces, viendo la situación, un pequeño colibrí se detuvo y se dio la vuelta. Y en un lago que había cerca, recogió agua con su pico, e incesantemente se puso a apagar el fuego…
    Todos los demás animales se detuvieron al instante y le miraron asombrado.
    -¿Pero cómo era posible que hiciera tal cosa?- se preguntaron todos…
    Al cabo de un rato, el mayor y más sabio de todos los elefantes, en cuya trompa podrían caber litros y litros de agua, se acercó a él, y le dijo que saliera inmediatamente de ahí, sino quería morir entre aquellas llamas. A lo que éste le contestó:
    – Si no lo intento, moriremos todos…

    Don José Carlos yo, al contrario que usted, sí creo que podemos cambiar el mundo, sí creo que podemos alcanzar esas uvas, y sí creo que podemos alcanzar ese conocimiento antes de que sea demasiado tarde.
    Por favor, piense bien la respuesta, y expliqué qué motivos o “escusas” le hacen pensar a usted que lo que le ha planteado es tan sólo deseable o irrealizable…

    ¿Somos elefantes de circo? – Dígamelo usted…

    Saludos

    Animus Liber

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  8. Empecemos por una petición de principio: el momento ha llegado y en él y en esa renovación desde la toma de conciencia estoy empeñado. Hemos de cambiar de perspectiva radicalmente en el sentido de que lo urgente es «educar personas capaces de ser felices», así es como inicio mi libro Inteligencia natural. Si a mí me preguntarán qué quiero que sean mis hijos, diría que «felices» y, a partir de algo tan elemental como obvio me lanzo a revisar cómo podemos lograrlo. Pero la idea de felicidad la abordé antes aún en el ensayo El libro de la gramática vital. Sería muy interesante tratar de llegar a una definición de lo que es la felicidad y, estoy convencido, cada persona introduciría sus matices. Esto nos llevaría a otro punto. Respecto a la perspectiva de los dos cuentos, comparten una base psicológica idéntica desde la perspectiva subjetiva, cómo reaccionamos ante la frustración. En este sentido es indiferente que la frustración venga dada por una limitaciones no inducidas (uvas) como el que procedan de una voluntad externa que trata de condicionar nuestra conducta (elefante), en ambos casos la realidad se nos aparece como inalcanzable y reaccionamos de forma distinta. Es cierto que en el caso del elefante vamos un paso más allá en cuanto que asociamos emociones a empresa y paraliza a futuro nuestra capacidad de actuar, mientras que no sabemos si el zorro, pasado el tiempo, volvería a intentarlo. La consideración de la voluntad de quien actúa para limitarnos, en el caso del elefante, es una variable en la reflexión que tiene afecta a las relaciones humanas y al sentido de la ética o la moral, esta es otra reflexión. Desde luego que lo que motiva el condicionamiento emocional en la sociedad moderna es ruin porque genera dependencias que nos impelen continuamente hacia objetivos más o menos materiales que nos dejan permanentemente insatisfechos -la manzana de Tántalo es una buena imagen en la mitología-, cuando logramos el paraíso prometido -el coche, la casa, el traje, el televisor, las oposiciones…- Constatamos que tampoco somos «felices» y otro objetivo se dibuja en el horizonte. Pero para salir de ese círculo vicioso y poder aspirar a ser felices hemos de tomar conciencia de cómo opera esa maquinaria en nuestro cerebro, aprender a reírnos de nosotros mismos, y empezar a manejar nuestra vida ordenando nuestras prioridades. En El libro de la gramática vital hablo de la diferencia entre «vivir» y «ser vivido», «eres vivido» cuando estás subido a la rueda como un hamster y no eres consciente de que puedes salir de ella, «vives» cuando eres consciente de que puedes salir y modulas tus decisiones con un objetivo personal desde la asertividad. No podemos controlar las circunstancias que nos afectan, pero sí podemos decidir o moldear lo que sentimos hacia ellas, lo que no quiere decir, ni mucho menos, que sea fácil. No creo que el mundo vaya a cambiar, la sociedad, el estado… son entes abstractos que desdibujan las responsabilidades -¿a quién reclamamos que corrija la desigualdad o el hambre?-, pero sí puedo cambiarme a mí mismo para tratar de ser motor del cambio, decidir ser parte de la solución y no del problema. Y un abrazo.

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  9. Animus Liber dijo:

    Don José Carlos, estoy encantado de volver a contrastar opiniones con usted. Para mi es un placer y un lujo poder hacerlo. Y espero no entretenerle más de la cuenta, (ya sabe que soy un poco cabezón…)
    En su última respuesta ha introducido muchos y muy importantes conceptos. Por eso voy a intentar empezar por el principio.

    En su entrada acerca de la autolimitación intuyo que su subconsciente le ha jugado una mala pasada…
    El inicio de su exposición a sido brillante, como suele ser habitual en usted. Y, efectivamente en todos nosotros existe esa autolimitación voluntaria ante el esfuerzo o el sacrificio, que normalmente enmascaramos con falsos razonamientos para disimular así nuestra propia incapacidad u holgazanería. La fábula de Don Juan Manuel nos detalla a la perfección lo que usted nos ha querido decir. Y por la tanto, todo individuo decidido a alcanzar cualquier complicado objetivo siempre tendrá esas dos opciones: o esforzarse o darse por vencido.
    Y Don José Carlos, el sacrificio es la única interpretación posible ante cualquiera que quiera romper esa cadena de la autolimitación voluntaria. No sé por qué me lo pregunta…
    La vida no es fácil para nadie, y a todos nos exigirá esfuerzo para lograr los objetivos que nosotros mismos nos marquemos en ella. Todos deberemos libramos un porvenir, alimentarnos, obtener un piso, etc… y el sacrificio es obligado si no queremos acabar como esa otra cigarra del cuento… Por lo tanto la discusión no consiste en si sacrificarnos o tumbarnos a la sombra de un baobab. Eso está fuera de toda duda.

    Hasta aquí no habría habido ningún problema, y ni se me hubiera ocurrido debatir su propuesta. Pero la pregunta que usted lanzó al aire no fue si “somos zorros ante las uvas”, sino otra totalmente diferente: “¿Somos elefantes de circo…?”

    Este segundo relato de “el elefante de circo” que usted a utilizado, no sé si se ha dado cuenta de ello, pero no tiene nada que ver con el primero… Aquí entra en juego un nuevo elemento que no existía antes. Y si el el primero tan sólo había un individuo (la zorra), que decidía él mismo ante un objetivo claro (las uvas), ahora sin embargo, aparece un tercer actor en escena: por un lado tenemos al individuo (el elefante) y el objetivo (la libertad), y el tercero “la sociedad” (el cuidador)

    Para mi, la metáfora del “elefante de circo”, es muchísimo más compleja que la primera y su significado es totalmente diferente. Y además refleja a la perfección las sociedades en las que vivimos actualmente, y las complicadas y entramandas influencias que ejercen sobre el individuo.

    Aquí se nos detalla a la perfección como las sociedades ejercen sobre los individuos, (y a temprana edad), un verdadero trabajo de psicología, donde irán moldeando tanto nuestras conductas, como nuestros objetivos. Las creencias y los idealismos irán acotando nuestras conductas, y los poderes sociales y económicos unidos al entramado social irán moldeando nuestros objetivos (nuestras metas)…
    Aquí ya no estamos hablando de una zorra holgazana escojgendo libremente su objetivo. Sino de un elefante manipulado que sacrificará toda su vida, al antojo de su cuidador… En este caso la estaca no será ninguna “autolimitación voluntaria”, sino una “autolimitación inducida”. Y ese elefante no sólo será el individuo que más se sacrificará y más trabajará cargando fardos, para construir ese circo de la sociedad, sino que también formará parte de su escenario, donde también se esforzará y sacrificará para alcanzar el éxito y los aplausos de los espectadores…

    Don José Carlos, vivimos en unas sociedades donde las personas están alcanzando los límites de su sacrificio. Nuestros hijos, en edades infantiles viven totalmente saturados con la educación que se les impone. Estamos sacrificando su infancia por ese ansia desmesurada de aprender (yo personalmete tengo infinidad de problemas con los profesores de mi hija). No les dejamos tiempo para vivir como niños, sin ser felices como sólo ellos saben hacerlo…
    Nuestros jóvenes son los más preparados de la historia. Muchos de ellos con varias carreras, master, idiomas, etc… y sin embargo todo ese inmenso sacrificio casinunca cumple con todas las expectativas de felicidad que ellos hubieran soñado…
    Y de adultos nos sacrificaremos y trabajaremos haciendo horas extras hasta la extenuación. Y lo más lamentable de todo es que por mucho más que nos sacrifiquemos nunca lograremos ni ser libres, ni ser felices… pues esa estaca que nos impusieron nunca nos permitirá hacerlo…

    No sé si se da cuenta, Don José Carlos, pero esa estaca del elefante no tiene nada que ver con la autolimitación o la holgazanería de aquella otra zorra, sino que es exactamente todo lo contrario: esa estaca serán todas nuestras falsas ideas y nuestros falsos objetivos impuestos por la sociedad, por los cuales sacrificaremos toda nuestra vida inúltilmente…

    Don José Carlos creo, sinceramente, que ha llegado el momento de cambiar. Ya no podemos mantener esa misma receta de quien más se sacrifique más feliz será… Lo único que estamos haciendo con ello es subir el listón del sacrificio cada vez aún más. Ya no podemos exigir a las personas que se sacrifiquen más, sino que DESPIERTEN… Ya no consiste en que aquel que se sacrifique más todavía, sea el único que alcance el éxito en ese estúpido circo. Que sepan la verdad de lo que está pasando en sus mentes. Que sepan que la felicidad no necesariamente exige tanto esfuerzo… Y que sepan que todos pueden llegar a ser libres…

    El camino para lograr este cambio es muy complejo y extremadamente difícil. Y, efectivamente, como usted mismo ha expuesto, tanto la libertad, como la felicidad, como nuestros sentimientos primero debemos empezar por definirlos… Y por eso queda mucho trabajo por hacer.
    Si usted cree que también ha llegado ese momento del cambio, en este instante pongo a su entera disposición mi espada y mi pluma para alcanzar esa verdad. Y si no es así, no se preocupe porque no le molestaré más.

    Saludos

    Animus Liber

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  10. No es la primera vez que contrastamos opiniones. Respecto a la primera pregunta, tendríamos que empezar por definir el concepto libertad que la definamos de una u otra forma siempre será una tendencia deseable e irrealizable, condicionada por las limitaciones externas -circunstancias- e internas. De las internas, la peor es la ignorancia, pero hay otras como la que apunta esta entrada referida a autolimitación motivada desde las emociones inconscientes asociadas a la experiencia.Respecto a la segunda cuestión, ¿por qué presupones que el romper la cadena se realiza para seguir esforzándonos y sacrificándonos? Esta presuposición manifiesta un sentido de la vida muy negativo. Una vez rota la cadena puedes, en lugar de seguir levantando carpas el resto de tu vida -ser parte del engranaje impuesto- tumbarte tranquilamente a la sombra de un baobab, ¿Por qué lo has interpretado en ese sentido? Desde luego sé que lo más difícil de conquistar no son unas oposiciones, o un piso, es el propio corazón desde la conciencia. Desde luego que la sociedad impone sus normas, como la sabana africana si viviera en ella, o la montaña si ese fuera mi habitat. Solo que yo entiendo que eso ni es bueno ni malo, siempre podría ser mejor o peor, es sencillamente el medio en el que me ha tocado desenvolverme. Puedo hacerlo sintiéndome víctima, o puedo tratar de ser feliz desde la toma de conciencia de que soy yo quien tiene en la mano las riendas de su vida. Y lo afirmo desde la certeza de que mi vida tiene sentido, creo en la felicidad.

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  11. Animus Liber dijo:

    José Carlos, sinceramente, ¿conoce usted a alguna persona libre…?, ¿conoce usted a alguien que entienda como funcionan todas sus emociones…?. Yo desde luego que no. Y si su respuesta también es no, entonces ¿qué sentido tendría romper esa autolimitación para seguir esforzándonos y sacrificándonos por un tipo de vida impuesta por la sociedad y que seguramente no la hayamos escogido nosotros…?

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  12. En efecto, estoy plenamente de acuerdo contigo, pero la entrada va en otro sentido, una cosa es la «autolimitación» que inconscientemente nos frena en nuestro desarrollo, el caso del elefante de circo, y otra muy diferente es lo que hará el elefante cuando se libere que tiene que ver con el ejercicio de la libertad, la gestión de las emociones, la coherencia, la autoestima…. Sobre la crueldad del «mundo competitivo» que tanto daño hace dedicaré otra entrada, gracias por comentar.

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  13. Animus Liber dijo:

    Si , efectivamente, pero hay otro refrán que dice que más vale maña que fuerza.
    ¿Por qué no dejamos de esforzarnos tanto en la vida y comenzamos a usar nuestra inteligencia, y sobretodo nuestra sabiduría…?

    Imaginemos por un momento, que a ese elefante pudiéramos explicarle que puede escapar fácilmente de su atadura y consiguiera ser libre… Pero imaginemos que vez de ir a la selva a buscar a sus congéneres, donde podría vivir plácidamente junto a ellos, dedicara toda su vida y todo su esfuerzo a triunfar y a quedar por encima de todos ellos…
    Imaginemos por un momento que todos los elefantes de esa manada hicieran lo mismo… Y que con el tiempo, uno tras otro fueran dándose por vencidos y fracasando en la vida hasta que sólo quedara uno de ellos…
    Y por último, imaginemos que durante todo ese trayecto, otros elefantes más sabios continuamente les animaran para que no cesaran en su empeño…

    Es complicado de imaginar ¿verdad?, pues los seres humanos hacemos exactamente lo mismo…

    Dejemos de utilizar tanto esfuerzo y comencemos a usar la sabiduría. Creo que ya va siendo hora de cambiar. Ese éxito y ese triunfo al que normalmente incitamos a las personas, normalmente no tiene nada que ver con la felicidad. Desgraciadamente conozco ya demasiados elefantes de circo que rompieron sus cadenas y que sacrificaron su vida entera y triunfaron cuando ya no les quedaba tiempo suficiente para disfrutar de la vida, por no decir los muchísimos más que fracasaron en el intento.

    Jose Carlos, siento una gran admiración por usted, pero siento tristeza cuando una y otra vez leo mensajes de este tipo. A veces la vida no necesariamente nos exige tanto esfuerzo, sino simplemente ser felices. No malgastemos nuestra sabiduría arrastrando a las personas sin saber donde tienen que ir. Aprendamos primero a ser felices, y luego dediquemos todo nuestro esfuerzo a conseguirlo, y no al revés como estamos haciendo…
    ¿No cree que ya es hora de cambiar…?

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