CUANDO LOS LIBROS LLORAN

Habíamos ido a unos grandes almacenes, de esos que tienen de todo y donde entre tanta gente no ves más que caras serias y ojos pegados a las pantallas, escaparates y neón, televisores enormes y música de fondo, escaleras eléctricas, deshumanización.

Cuando ya íbamos hacia la escalera mecánica pasó lo inesperado. Un joven sentado detrás de tres mesas repletas de libros. Estábamos en la Feria del Libro, finales de abril, pero no esperaba ver libros en una gran superficie. El joven, apenas treinta años, barba rala, delgado… estaba ensimismado en su tableta. Nos acercamos, se puso de pie, nos explicó que estaban allí para contribuir a una organización no gubernamental «Madre Coraje». La conocemos, se dedica a ayudar a mujeres embarazadas que quieren tener a sus hijos, las acompañan, las acogen, y tratan de integrarlas para que sean autosuficientes más allá del parto. Llevan décadas haciéndolo con humildad, sin altavoces ni grandilocuencia.

El muchacho nos explica que venden los libros «al peso», a tres euros el kilo. Se lo hago repetir porque apenas puedo creerlo. «Sí, a tres euros el kilo», me repite señalándome una báscula que había en la mesa central. Miro con incredulidad a mi mujer que, como me conoce, me anima a echar un vistazo por ahí. Hay de todo, pero me reconforta encontrarme con viejos amigos entre los títulos. Ruyard Kipling debería estar en la parte de literatura juvenil. «No he tenido tiempo de ordenarlos», medio se disculpa. Revuelvo uno a uno los cajones, lomo a lomo, portada a portada. Es algo parecido a la búsqueda del tesoro y, al final, el tesoro aparece.

Allí escondido encuentro a Vicente Aleixandre, Diálogos del conocimiento, en una cuidada edición de la Biblioteca de Autores Andaluces, pasta dura, en el interior, a lápiz, un nombre escrito y repetido en letra cursiva «José Luis, José Luis, José Luis». También en edición antigua, con forro de plástico, veo la novela Colomba, de Próspero Merimé, pero, en realidad, es una recopilación de novelas, en letra menuda, a doble columna, con obras de Oliverio Golsmith, Bernardino de Saint Pierre y Nicolás Gogot. Aunque estos últimos no me son conocidos, el nombre de Merimé me atrapa. Se publicó en Barcelona, Ediciones Reguera, pero no consta el año.

Aparece ante mí un autor amigo viejo, también andaluz, Manuel Fernández y González. Ya pocos conocen a quien fue reconocido en el siglo XIX como el Alejandro Dumas español, publicó más de mil novelas una de las cuales estudié pormenorizadamente en mi primera tesis doctoral. La novela, histórica, me es conocida aunque no la leí en su momento: El pastelero del madrigal. Es un buen momento para añadirla a su lista en mi biblioteca personal junto a Historia de los siete murciélagos. Tapa dura, en rojo, 15 cms, publicado en Madrid por editorial Castro. El depósito legal es de 1971 y me pregunto cómo se le pudo ocurrir a un editor publicar a este autor ya desconocido en la segunda mitad del siglo XX. La pregunta se queda en el aire y mi mente en blanco mientras sigo huroneando entre los cajones.

Como me conviene perder peso, me quedo con uno de Allen Carr, Es fácil perder peso. Ya sé que de poco me va a servir con los años que tengo y los hábitos que arrastro, también sé que lo de «fácil» es un truco para vender ejemplares, pero, aún así, por si queda algo que aprender, lo echo a la báscula con los demás. Este está publicado por Espasa y la 16ª edición es de 2006. El hecho de que haya llegado a tantas ediciones siempre es un marchamo de calidad. «Ya veremos» me dice ese runrun interior que siempre me habla en los momentos más inoportunos.

Como ya tenemos un precioso nieto, veo tres libros que pueden acompañarle en la vida -eso de que vaya teniendo su propia biblioteca es uno de nuestros objetivos-. En distintos formatos son libros de cuentos. El primero que nos llamó la atención fue una versión de El Quijote contado para niños con ilustraciones. Aún es pequeño para esto, pero algún día puede que su curiosidad lo acerque al personaje, el personaje al autor, y el autor a la literatura. El segundo es más adecuado para su edad, en formato pequeño con forma de flor y colores vivos, abundantes ilustraciones y poco texto, La gran carrera del pequeño osito. Resultará ideal para ir leyéndolo con él en brazos mientras pasamos las páginas. Y el tercero es una recopilación de cuentos clásicos con ilustraciones muy vivas. Pasta dura, 20 cms, letra grande para cuando empiece a leer por sí mismo. Por su extensión y tamaño, ideales para leer a la hora de dormir. Ahí se encontrará con Cenicienta, la Sirenita, Aladino y otros tantos cuentos clásicos que, de alguna manera, están presentes en el imaginario colectivo antes de las versiones de dibujos animados. Se han simplificado los argumentos, está bien, pero se ha respetado el fondo de la historia.

El muchacho comprueba el peso de la selección realizada. Pesa un kilo, son tres euros. Me da vergüenza pagar solo tres euros pero me sonríe. Me habéis alegrado el día, sois los primeros que os paráis a ver los libros y este es el primer dinero que ingresamos en dos días. Se me desgarró el alma y sentí cómo los libros lloraban el abandono como esqueletos muertos de seres que algún día vivieron y esperan, como todos, el milagro de la resurrección cuando unos ojos nuevos, una mente nueva, vuelva a recorrer sus lineas para transformar en vivencias y emociones sus páginas. Le di cinco euros, quiso darme la vuelta. Me negué, sentí que era yo quien lo estaba engañando. Le di las gracias por estar allí y por la labor que estaba haciendo. Y, lentamente, nos dirigimos hacia las escaleras mecánicas para sumergirnos en los sótanos de las cocheras. Había encontrado algún tesoro, caminaba tranquilo, nadie reparó en la ligera sonrisa que se dibujaba en mi cara. Al menos estos libros que nos acompañaban, de alguna forma, también cambiaron sus lágrimas por sonrisas de esperanza.

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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