TEXTO II (PERIODÍSTICO): SOBRE EL CONSUMISMO EN NAVIDAD

Las ideas que quedan aquí expresadas son de carácter orientativo. Cada comentario puede elaborarse desde distintas perspectivas igualmente válidas y certeras. Lo importante es “razonar” y, a partir de las perspectivas seleccionadas, alcanzar una conclusión personal.  Planteamos claves que pueden desarrollarse atendiendo al manual cubierta_como se hace un comentario de texto_Af.indd

TEXTO

«Empieza la carrera contrarreloj. Las calles de Madrid lo anuncian: lucecitas, campanitas y demás adornitos componen el alumbrado navideño. El cava más promocionado de España ya emite por todas las cadenas el anuncio estrella de diciembre con Pilar López de Ayala y una marca de turrón nos recuerda que volvamos a casa por Navidad… ¡El dos de diciembre! Con tanta anticipación llegaremos a la Nochebuena ahítos y desfallecidos solo porque algunos entienden estas fiestas como un maratón de consumismo, alegría y una fraternidad con fecha de caducidad.

Como la mayoría, me revienta que me programen con tanta antelación los sentimientos, que me llame gente que, habitualmente, se diluye en el calendario el resto del año para felicitarte porque simplemente, eres un número más en su agenda. No hay experiencia más desoladora que la de que, en estos días, alguien te suelte el latiguillo de «bueno, a ver cuándo nos vemos», sabiendo que será improbable porque no tenemos nada que contarnos.

Lo menos perjudicial para la salud y la cuenta corriente es hibernar en este mes, refugiarse en la guarida de los afectos imperecederos y esperar a que arrecie el temporal de emociones adulteradas, tanto como la tradición en la que se ampara. Además, siempre me atraganto con las uvas y empiezo el año esparciendo su jugo sobre la alfombra». (Cecilia García, La Razón)

RESUMEN:

La campaña publicitaria navideña empieza ya el dos de diciembre, y con ella empieza la agotadora carrera hacia el consumo y el desgaste de sentimientos. Es desagradable que se te programen los sentimientos en periodos concretos, y que se exhiba una aparente cordinalidad ausente el resto del año porque no existe. La solución pasa por aislarse y dejar pasar tanta tradición adulterada.

ESQUEMA:

1: [EXPOSICIÓN ARGUMENTATIVA]: Las fiestas navideñas resultan agotadoras.

(PORQUE) 1.1.: Económicamente: se dispara el afán consumista (L. 11)
1.2.: Anímicamente: sentimientos programados en el tiempo (L.12-22).
1.3.: Cronológicamente: cada vez duran más tiempo (L. 1-10).

2: (POR LO TANTO)[CONCLUSIÓN]: Conviene aislarse y dejar que pasen (L. 23-30)

El texto tiene un planteamiento inductivo porque parte de los hechos concretos (1º y 2º párrafo) para plantear una solución (necesidad o conveniencia de aislarse). La estructura externa es estructural dado que no se han usado procedimientos extralingüísticos ni ordenadores del discurso para indicar la relación lógico-semántica entre los párrafos.

TÍTULO:

El aislamiento imprescindible frente al consumismo agresivo navideño.

COMENTARIO CRÍTICO:

ESQUEMA PREVIO (BORRADOR PARA NUESTRO USO)

1 PÁRRAFO EXPOSITIVO
SELECCIÓN DE 4 PERSPECTIVAS:

1: Necesidad de activar el consumo.
2: Oportunidad de recordar y activar sentimientos.
3: Hipocresía y consumismo.
4: Jugar con los sentimientos.

CONCLUSIÓN: La virtud en el término medio.

DESARROLLO:

Las campañas de Navidad empiezan cada vez antes. Ya desde el 2 de diciembre se nos bombardea con todo tipo de publicidad, canciones, villancicos, escaparates y bombillas de colores. Se pretende despertar en nosotros los buenos sentimientos y, con ellos, que afloren, circulen y fluyan entre nosotros inculcándonos la necesidad de agradar a los demás, o acercarnos a quienes queremos o deberíamos querer a través del típico regalo. Al alargar cada vez más el tiempo, la experiencia resulta tan agotadora para el bolsillo y el corazón que quizás lo mejor sea aislarse y dejar que pasen las fiestas.

Pero vivimos en una sociedad de consumo que cimienta su funcionamiento en la venta de un número determinado de productos al año que permita mantener la producción y las fábricas abiertas que faciliten la reposición de los productos consumidos. Este es nuestro equilibrio. Sabemos que el 40 % de las ventas del todo el año se producen precisamente en las fechas navideñas. También sabemos que hay industrias, como la de la juguetería o las vinculadas a la elaboración de dulces navideños, que colocan más del 90 % de su producción precisamente en Navidad. Si todos apostáramos por el aislamiento y la rescisión en el consumo, estaríamos contribuyendo a la desaparición de estas industrias. La situación es ya suficientemente grave como para alentar esta opción (4.400.000 parados).

A nadie nos agrada que nos programen los sentimientos y nos digan qué día debemos recordar a nuestros difuntos, ni qué día debemos amar con especial ternura a nuestra pareja, ni cuándo hemos de ser buenos hijos, ni en qué fechas tenemos que mortificarnos o ser ángeles; no deja de ser cierto que un recordatorio en el calendario tampoco nos perjudica. Bien usado, ese recordatorio puede ayudarnos a armarnos de esos mismos motivos e intenciones a lo largo del resto del año. Ese es el sentido de la Navidad más puramente cristiano, el recordar que con el nacimiento de El Salvador, renace también la esperanza de regenerar nuestras vidas. Recordarnos que nunca es tarde. Si los propósitos se quedan en meras intenciones que se agotan a lo largo del año, la culpa es sólo nuestra.

La lacra que arrastramos es el excesivo consumismo impulsado por todos los mecanismos publicitarios que nos obligan a sentirnos culpables si no cumplimos con los ritos tradicionales. Nunca se come tanto, ni tan caro, ni tan fuera de casa. De la tradicional cena navideña, hemos saltado a la comida de empresa, de amigos de siempre, de gimnasio, de antiguos compañeros… y todas pareces obligadas e irrenunciables. Del tradicional regalo de reyes a los hijos para contribuir a una atmósfera mágica, hemos pasado al 2 x 1 en oferta: ahora hay Papá Nöel y Reyes Magos, además de regalos a hijos, hermanos, sobrinos, primos, amigos… No hay estómago, arterias ni cartera que resista tanto exceso.

Y tanta blandura sentimental puede corromper la pureza de la intención, buena en un principio, tal y como maniesta el autor en el texto. Cuando no sientes aprecio sino desprecio o indiferencia por la persona que te regala, que te invita, que te obliga… el agradecimiento puede convertirse en hastío, repulsa, si ves más allá del simple hecho e intuyes una segunda o tercera intención molesta en quien te regala. Los sentimientos son viscerales, nos nos pertenecen. El amor, el odio, el aprecio o el desprecio, la amistad y el cariño no se racionalizan. Se sienten o no. En ese mundo no cabe la programación a fecha cierta ni la improvisación.

Aislarse no parece ser la solución, sino más bien la necesidad de recuperar el espíritu auténtico de la Navidad, como una invitación a renacer en la pureza de nuestros sentimientos inspirándonos en nuestras tradiciones. Querer, sí; pero sin programaciones forzadas; comer, sí; pero sin excesos ni compromisos innecesarios; regalar, por supuesto; sólo a quienes, por su edad o situación, lo requieran para mentener viva esta magia que, a mí, tan feliz me hizo de niño.

José Carlos Aranda Aguilar

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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