La piedra angular desde la que construimos la personalidad es la «autoestima». Es la cualidad de sentirnos dignos, apreciados, queridos, de pensar que aquello que hacemos merece la pena porque es apreciado. Pero no siempre sabemos cómo lograr que nuestros hijos y nuestros alumnos se sientan así. A menudo, nuestras prácticas familiares y docentes consiguen justamente lo contrario. Sucede que estamos adiestrados en detectar y corregir errores, fallos, desviaciones… No pensamos en la repercusión que para ellos puedan tener nuestras palabras, nuestra actitud ante sus hechos.
¿Cuántas veces, al cabo del día, les decimos «Esto está mal», o lo que es peor «Déjalo, tú no sabes», o lo que es aún peor «Tú no lo conseguirás».
Hoy quiero compartir con vosotros una historia real: Estaba en casa de mis abuelos, era un niño de unos ocho años de edad, emitían por televisión, en blanco y negro, un programa de manualidades. Enseñaban a hacer unos simpáticos ratones a partir de nueces. Abrías la nuez en dos, con cuidado de no partir la cáscara; a continuación, vaciabas las partes y, con un trozo de lana, se le pegaban el rabo y los bigotes. Un par de granos de pimienta hacían las veces de ojos.
Como lo tenía todo a mi alcance, me puse manos a la obra. No sé cuál fue el resultado, pero sí recuerdo que mi abuela, cuando lo vio, dijo: «Pero qué bonito». Aquella mañana la pasé haciendo ratones con bigotes y rabo negros, rojos, azules… Acabé con todas las nueces de la casa, con la barriga llena y la casa llena de diminutos muñecos. También recuerdo lo gratificante que me resultó saber que podía crear, hacer, construir con mis manos. ¿Tengo que decir que, a partir de ese día, saqué sobresaliente en manualidades?
Hoy, al ver este vídeo, lo he recordado y he querido compartirlo con todos vosotros. La llave de la autoestima está en el reconocimiento de nuestras habilidades por quienes nos rodean, por aquellos a quienes queremos, de aquellos cuyo afecto y estima queremos conquistar. Cuando eres reconocido deseas más, abres la puerta a la esperanza y procuras perseverar para activar de nuevo los circuitos de recompensa que motivan nuestra conducta. A través de la práctica logramos la excelencia.
Antes de destacar los errores, los fallos o las desviaciones, concentrémonos en destacar sus aciertos, sus habilidades, sus logros, por pequños que puedan parecernos. Le estarés regalando un «porqué» para alentar su esfuerzo, y cada logro retroalimentará sus sueños para seguir avanzando.
Espero que os guste.