Dicen que cada hijo es diferente, y es cierto, también lo es cada libro. Parece que nacieran con una vocación determinada. Nada más nacer dejan de pertenecerte para empecinarse en recorrer no sabemos qué caminos. Y este ha nacido con magia, rodeado de cariño y emoción, esa que me hicisteis sentir anoche en el Salón de Actos de la Diputación de Córdoba.
Sirva esta entrada de agradecimiento a quienes me acompañaron en la mesa. A don Martín Torralbo Luque, diputado responsable del área de Juventud y Deporte, por hacer los honores de abrir y cerrar el acto, por presentar a los ponentes, por su cercanía. Gracias a don David Dorado Ráez, que no acudió como diputado sino como amigo (me cuesta llamar don David a un exalumno, no por falta de respeto, sino por exceso de cariño). Hay algo que no acaba de romperse en esa relación que une al maestro y sus alumnos, como si romperlo fuera romper con los recuerdos, con la infancia, con esos tiempos compartidos que van fraguando instantes a los que no queremos renunciar. Hubo un frase dicha un día en una clase cualquiera durante una charla «de esas charlas que da José Carlos» que caló en su corazón y su vida, la recordaba, la agradecía, formaba ya parte de él. Cuando hablamos en el aula nunca sabemos el alcance que pueden tener nuestras palabras en el alma de un joven que empieza a vivir. Emociona el ver en la misma sala rostros que desgranan más de treinta años dedicados a la docencia. Conmueve que veas esos rostros vestidos de una sonrisa. Gracias, David.
Don José Antonio Espejo, Director de Desarrollo de la Universidad Loyola Andalucía, gran persona y mejor amigo, bordó su primera presentación, su puesta de largo. Enhorabuena, José Antonio. Hoy, al llegar al Instituto, un compañero me decía que le hubiera gustado que su hijo te escuchara, que lo que dijiste es importantísimo, esas tres pinceladas de lo que buscan las empresas… y cómo veías entusiasmo, ideas, proyectos en Inteligencia natural cuando nos conocimos. Recuerdo que cuando ya te vi por quinta vez en una de mis conferencias te pregunté «¿pero aún te has cansado de escucharme?», «¿cómo voy a cansarme si cada vez que te oigo aprendo algo?», frase nacida del cariño. Por eso abusé de tu amistad y te puse en el compromiso, ¡qué bien! Gracias por aceptar intervenir.
En cuanto a los elogios… ya quisiera yo parecerme al perfil de buena persona que dibujaron mis presentadores. Sí reconozco algo, cada día trato de hacerlo lo mejor posible, pero eso también lo sabéis. Y ese arte comienza por algo tan sencillo como una sonrisa.
Agradezco la compañía de algunos de los más significativos centros escolares de Córdoba, con los he ido teniendo relación a lo largo de los años, charlas, conferencias, cursos o seminarios… ¿qué os puedo decir? Salesianos, Ahlzahir, La Salle, Trinidad, Británico, El Encinar, o la Fundación Santos Mártires, Bética Mudarra, Alauda… No me gustaría dejar alguno atrás, disculpadme por favor en ese caso. Entrañables Enrique Aranda y Concha Valera, que además de hermanos son los directores de TeenStar España, cuyo curso realizamos en la fase preparatoria de este libro, profundizando en la educación sexual tan necesaria en la etapa. BWit, Laura Aguirre, apasionada impenitente de la educación y la naturaleza desde sus talleres de robótica, educando a través del juego… Se mezclaron antiguos compañeros de hace treinta años -Manolo, Octavio, Antonio…- con mis compañeros actuales, mi directora, mis jefes de estudios… Gracias por hacer del acto lo que pretendía, «una fiesta por la educación».
Pero si algo tuvo de especial este acto fueron mis alumnos. Me hicisteis sentir orgulloso. ¡Qué guapos! Sentí un extraordinario cariño, me sentí querido y eso, creedme, es algo mágico. Conseguisteis emocionarme. Ampliaré esa foto de grupo y la compartiremos. Gracias por vuestro compromiso, por vuestra implicación, por vuestra participación y vuestra alegría. Y es que cuando salimos del aula y nos quitamos las caretas de profesor-alumno, ¡cómo cambia la perspectiva! Sois magníficos.
Hay un mensaje importante en Inteligencia natural y en Inteligencia natural. Adolescencia. si no educamos para le felicidad, qué sentido tiene la educación. La instrucción por sí misma no tiene sentido si no la dirigimos al crecimiento personal, a una felicidad propia que se irradie hacia los demás. La puerta al conocimiento son las emociones y aprender a comprender cómo operan desde una perspectiva humana es el camino más corto para lograr el máximo desarrollo posible, no solo intelectual, que también, sino humano, lo que es más importante.
Llevar la educación a las familias, recuperar la ilusión y la vocación de educar, formar equipos y avanzar, en los Colegios, en las AMPAS, en las familias… Hacer presente la educación como motor activo de la sociedad, comprometer a las instituciones públicas con proyectos que aporten ideas y soluciones, sumar esfuerzos… Pasión por la educación… Ilusión porque es mucho lo que podemos aportar… Esperanza en nuestros jóvenes que ya hoy son el futuro… Ese es el sello de este libro.
Gracias a todos. Un fuerte abrazo y hasta siempre.