EL PALACIO DE LOS VIENTOS. Rosa María Echevarría. Madrid, Ciudadela Libros, 2009
Este libro me llegó a través de los Reyes Magos, Enrique y Concha lo eligieron. Nunca había leído antes a Rosa María Echevarría. Es bilbaina, profesora de Literatura y Redacción en la Universidad de Navarra, peridista, reportera que busca la fusión del periodismo y la literatura.
El palacio de los vientos es una novela difícil, imbricada -en el sentido de personajes, vivencias y sentimientos superpuestos unos a otros-. Toma el título del nombre con el que era conocida la casa cortijo en la comarca, un título que se va cargando de sentido a medida que leemos la historia. Es un relato diferente, muy diferente a los habituales. Nos cuenta la historia de una saga, de tres generaciones de habitantes de la casa. Utiliza un punto de vista subjetivo, a través del monólogo interior, alternando con el diálogo breve y las anotaciones precisas de un narrador que se diluye en la prosa. Y ese monólogo interior nos disecciona el alma del personaje con una humanidad en carne viva. Son pensamientos y sentimientos de miedos y tragedias que nos paralizan y nos condicionan, que se derraman en las generaciones siguientes que viven arrastradas por sus vivencias condenadas a repetir los procesos. El lenguaje es poético, intimista, tremendamente sensorial.
Juan Manuel de Prada, en la reseña de contraportada, nos habla de “un puñado de mujeres indómitas”, yo veo a dos mujeres y quiero destacar la enorme figura humana del abuelo y su peregrinaje emocional a través del fallecimiento de su hermano, de su esposa y de su propia hija. Creo, además, que es el personaje que le otorga ese hilo conductor necesario al relato. Quiero destacar también cómo la voz se va acomodando a los protagonistas de la historia, y como se vuelve ruda, rotunda o vacía al compás de Violetadeanís, del Yoni o de la Sinfo; como se vuelve musical y lírica con Isabel de Zubiría o Violetaojosdecristal. Es una búsqueda permanente del significado de los sentimientos enfrentados al pasado que lastra indefectiblemente el porvenir siempre con un atisbo de esperanza y siempre desesperanzados. La soledad autoimpuesta como purga de vidas que no lograron encarar un rumbo. Y la vida que se impone en una amenaza circular.
Sé que estoy hablando en clave, pero quiero que estas reseñas otorguen claves para que leáis el libro, no para resolveros la trama e impediros disfrutar del proceso de la lectura. La autora demuestra un conocimiento del alma humana difícil de encontrar y un virtuosismo lírico en la expresión totalmente renovador. Merece la pena. Ánimo.
José Carlos Aranda Aguilar.