PRESENTACIÓN DE «EL LIBRO DE LA GRAMÁTICA VITAL». SALÓN DE ACTOS DE SAN HIPÓLITO, CÓRDOBA 13 DE ENERO DE 2011.

EL LIBRO DE LA GRAMÁTICA VITAL: ACTO DE PRESENTACIÓN A CARGO DE D. MANUEL PIMENTEL (SAN HIPÓLITO, 13 ENERO 2011). TEXTO DEL DISCURSO DE PRESENTACIÓN DE JOSÉ CARLOS ARANDA.

Quiero empezar dando las gracias a la editorial Almuzara por la confianza que ha demostrado en mi trabajo. Y muy especialmente a Manuel Pimentel, auténtico promotor del proyecto que hoy nos trae aquí. Fue él quien tuvo la idea de extrapolar su experiencia como novelista a su propia vida. En El libro de la escritura vital, publicado a principios de 2010 nos confiesa cómo la idea de separarse de sí mismo y contemplar su vida como un relato, una novela de la tú mismo eres el protagonista,  le ayudó a relativizar, concretar y precisar los avatares que a todos, en algún momento, nos sobrevienen de forma que pudiéramos controlarlos como el escritor controla a su personaje en la elaboración de la trama de un relato. Surge así el escritor vital.  Esta idea le fue útil personalmente y pensó que podía y debía transmitirla para que otros pudieran contemporizar sus circunstancias y gestionarlas de manera más eficaz. De ahí surgió su libro.

Acababa yo, por aquel entonces, de publicar en Berenice el Manual de ortografía  y redacción. Me sorprendió que lo hubiera leído, lo sé muy ocupado. Comenzamos a cambiar impresiones y del manual de redacción derivamos hacia un proyecto que él, en aquel momento,  estaba ultimando sobre la escritura vital. Entonces surgió la chispa: si había una gramática de la lengua que nos ayuda a redactar mejor, a escribir mejor, el escritor vital también debe disponer de una gramática que le ayude a organizar mejor su vida, a redactar su propia novela, a ser más feliz. Fue un cambio de impresiones rápido e intenso. En apenas quince minutos me lanzó el reto de escribir esa gramática para el escritor vital y me pasó el borrador de su Libro de la escritura vital. Lo leí, lo entendí y acepté su propuesta entusiasmado por la idea y preocupado por la complejidad de la obra.

El resultado es el libro que hoy presentamos, El libro de la gramática vital.

Muy bien, ya tenemos el proyecto: redactar una gramática para tratar de aislar y comprender las reglas que rigen nuestra vida y cómo podemos y debemos usarlas para lograr el objetivo que deseas en tu vida.

¿Qué queremos conseguir en la vida?

Un coche, un buen trabajo, una casa maravillosa, unos hijos guapos, una buena cuenta corriente… no, no, no… Tendré que formular la pregunta de otra manera, vamos a ver… ¿Qué os gustaría que lograran vuestros hijos en la vida? Da igual ahora la edad que tengas o tus experiencias… imagínate que estás ante tu hijo recién nacido y tienes la oportunidad de otorgarle un don, tu mayor deseo. ¿Qué deseas para él?

Yo tengo clara la respuesta, me gustaría que fueran felices. Mi respuesta no sería que fueran médicos o profesores, enfermeros o abogados o economistas, tampoco sería que tuvieran más o menos dinero, o una casa más o menos grande. Sería, sencillamente que fueran felices. Todo lo demás no son más que medios que creemos más o menos oportunos para lograr este fin. Pero lo que yo de verdad desearía para ellos es que fueran felices.

Muy bien, si esto es lo mejor que puedo desear para ellos, también es lo mejor que puedo desear para mí. Pero ¿qué nos impide ser felices? ¿Qué es la felicidad? ¿Eso de verdad existe? -me preguntaba un periodista-. Yo os diría que es una actitud ante la vida y un estado mental, la tranquilidad que inunda tu espíritu cuando tus actos y tus intenciones caminan de la mano.

¿Y qué tiene que ver la lengua con ese camino hacia la felicidad? Todo. Si la felicidad es una actitud mental ante la vida y la mente funciona, razona, analiza y se expresa a través de la lengua, nuestra mente se programa también a través de la lengua y comparte con ella sus rasgos más genuinos, más auténticos.

Lo veremos mejor a partir de ejemplos concretos. La vida se rige por unas reglas inamovibles que no podemos más que aceptar con naturalidad. También la lengua, el relato, la novela. El principio de finitud nos enseña que todo lo que empieza, acaba y que el final ordena la tensión de la acción en el relato. La vida, el interés por la acción en la vida, se comprende desde el principio por el hecho mismo de la muerte. Tenemos un tiempo limitado e incierto para escribir nuestro relato, si fuéramos eternos cualquier acción sería superflua porque sin necesidad de hacer nada, en la infinitud que nos aguarda todo sucedería. Borges nos lo dejó muy claro en el relato de «El inmortal» allá en El Aleph.

Si no aceptamos esta ley, si nos rebelamos contra la muerte, estaremos condenados a la infelicidad.  Por ejemplo.

La lengua nos enseña el principio de la linealidad. Los sonidos se suceden unos a otros en una cadena armónica que compone, finalmente, una frase con sentido completo. ¿Os imagináis que tratáramos de pronunciar todos los sonidos de golpe? El resultado sería un galimatías, un grito incomprensible y sin sentido. También la vida ha de desarrollarse inevitablemente en una secuencia lineal de actos y ciclos vitales. Hay que haber sido bebé para ser un niño, niño antes que adolescente, adolescente antes que adulto y adulto antes que anciano. Pero ninguna de las etapas, como sucede en la lengua, es inútil ni superflua, y cada una de ellas prepara y nos da las claves para la siguiente. Hasta que no pronunciamos la última palabra, la frase no está completa. Hasta que no exhalamos el último suspiro no alcanzamos a comprender el sentido global de nuestra existencia.

¿Qué ocurre si siendo niño vives como un adulto, o siendo adulto tratas de vivir como un adolescente? Si no dejamos al niño jugar le estaremos sustrayendo la imaginación, si no dejamos al joven experimentar con su vida, le estaremos sustrayendo su independencia, su seguridad en sí mismo, si no atendemos al anciano, le estaremos sustrayendo su dignidad. Y si es el propio niño, el adolescente o el anciano quienes se rebelan contra este principio, el resultado será el mismo: la infelicidad. De la misma forma que nos esforzamos en pronunciar cada sonido en cada palabra hasta completar la frase, es igualmente importante vivir cada momento de nuestra existencia con toda la intensidad y plenitud que seamos capaces.

Tanto los sonidos que pronunciamos al elaborar una frase, como los actos cotidianos que realizamos se rigen por otra regla coincidente que los lingüistas llamamos “doble articulación”. Algo mágico. El ser humano es el animal que menos sonidos pronuncia, entre 16 y 27, entre vocales y consonantes –un gorila emite más de 60 sonidos diferentes, por ejemplo- La magia consiste en que somos la única especie capaz de comprender la posibilidad de combinar estos sonidos entre sí hasta componer cadenas complejas con significados tan amplios como podamos imaginar.  Igual que sucede con los sonidos, quizás seamos los animales más torpes de la naturaleza: no tenemos branquias, ni aletas, ni alas que nos permitan sumergirnos en el agua o volar y, sin embargo, en algún momento aprendimos que podíamos combinar nuestros actos formando cadenas dirigidas a una intención concreta. Flexionar un dedo es un acto aislado que, por sí mismo, puede no lograr nada; pero si lo combino con la flexión de los demás dedos y uso las dos manos sobre un cordel, puedo atarme los cordones de los zapatos o atar un haz de leña para transportar. Esta capacidad de combinar nuestros actos tampoco es aleatoria, tiene unas reglas. Si las acciones no se coordinan adecuadamente dirigidas a una intención, nunca obtendremos resultados.

Ahora estamos diez remeros en una barca. Se supone que queremos que la barca avance en una dirección determinada, pero nadie obedece la voz de mando, no trabajamos de forma coordinada. El resultado es que las acciones de unos contrarrestan las de otros y la barca gira sobre sí misma, no avanza en ninguna dirección. Después de media hora chapoteando con el remo, te inunda la sensación de inutilidad y dejas de batir el remo. ¿De qué te sirve tomar sacarina en el café y verduras en la comida si por la noche asaltas la nevera y te das un atracón de chocolate? ¿De qué te sirve emplear 6 horas de tu tiempo en el Instituto o en la Universidad si después no dedicas el tiempo necesario en casa para afianzar tus estudios? No conseguirás adelgazar ni aprobar el curso… la barca no avanza.

Pero, entre estas reglas, quizás la que más impresiona es la capacidad reflexiva. La lengua, entre todos los sistemas de comunicación es el único capaz de reflexionar sobre sí mismo. Puedo decir que “amo” es la primera persona de singular del presente de indicativo. Existe un lenguaje pictórico, como existe un lenguaje matemático, pero no puedo explicar ni reflexionar sobre la pintura usando un lienzo, colores y un pincel, tampoco puede explicar las matemáticas exclusivamente a partir de números. Tampoco vemos a los gorilas o los delfines explicando el significado del nuevo grito que “Lomo plateado” se ha inventado. De igual modo, el ser humano es el único capaz de reflexionar sobre sí mismo, sobre el sentido de su vida, de sus actos, de sus intenciones, de sus emociones.

Esta función reflexiva también entraña sus riesgos para la felicidad, de ahí la importancia de la escritura vital. Nosotros nos medimos desde nuestra perspectiva subjetiva: visualizamos las reflexiones, los sentimientos encontrados que preceden a cualquier decisión, somos conscientes de las dificultades en el desarrollo de nuestras acciones… y nos miramos desde la indecisión, la reflexión, el temor…

Esta es el arma más poderosa que poseemos: para bien porque en cualquier momento podemos publicar unan nueva ortografía y cambiar las reglas: decidir dar un giro radical a nuestra vida y ser algo diferente –nos recuerda Sartre-. Pero también para mal, porque una errónea percepción de nuestro personaje puede conducirnos hasta el laberinto de la depresión.

O acudimos a referentes externos, a los hechos que no admiten duda, o estaremos condenados a la infelicidad. Los referentes externos son los demás, los hechos indubitables que nos diría Descartes.

Hasta ahora, si os dais cuenta sólo he hablado de lo que puede enseñarnos la lengua como sistema. Pero la lengua es mucho más que eso: es el sistema operativo que instalamos y se nos instala en nuestra mente en blanco cuando somos niños, desde que nacemos, es nuestra lengua materna. Es el sistema a través del que vamos a comprender e interpretar la realidad, a interactuar con ella.

¿Cómo puede un mal aprendizaje de la lengua hacernos infelices? ¿Qué tendrá que ver?

Aprendemos a nombrar la realidad, la conocemos distinguiéndola de las demás realidades cuando ya hemos aprendido a nombrarla, mi conocimiento de esa realidad incorpora al significado un protocolo de actuación. ¿Por qué no salgo al campo a coger setas? Porque no sé nombrarlas, llamarlas por su nombre, por tanto, no sé distinguirlas entre sí, no sé cuál puede ser venenosa. Conclusión: no cojo setas.

Es importante insistir en esa asociación al significado de un protocolo de actuación frente a la realidad, nuestra reacción instintiva o inconsciente. ¿Por qué huyo de las serpientes? El significado de la palabra incorpora un mensaje de alarma en rojo y parpadeante: “Peligro de muerte”, mi protocolo de actuación me impulsa a huir inmediatamente.

Y, ¿qué ocurriría si integro un significado erróneo en una palabra? Sencillamente que mis sensaciones, mis emociones, mis impulsos, mi forma de reaccionar serían inadecuadas y esto, precisamente, es lo que puede, en algunos casos conducirnos a la infelicidad.

Pienso ahora en un perro salchicha. Por alguna experiencia o circunstancia durante el aprendizaje de mi lengua materna, he incorporado al concepto “perro” el significado de “depredador carnívoro salvaje”. Voy y veo un perro salchicha en la acera y mi reacción inconsciente será huir a todo correr como si hubiera visto un león suelto. Este aprendizaje conceptual lo integramos a través de la experiencia y el contacto con la realidad, pero hay que recordar que la lengua materna la aprendemos en el seno familiar, que los primeros significados que asociamos los establecemos en la infancia. Es una etapa en la que el universo es mi familia, mi padre es el referente de todos los padres y mi madre el paradigma de todas las madres. Estos son significados que arraigan profundamente y nos acompañan el resto de nuestras vidas. Una distorsión de la realidad en estos estadios puede comportar la incapacidad inconciente de ser feliz en la vida.

Si un niño crece en una familia en la que siempre se habla de “trabajo” en sentido negativo como algo que comporta esfuerzo, sacrificio, explotación, injusticia, fuente de amargura, compañeros abusones, jefes dictadores… ¿Cuál creéis que será su estado de ánimo, su predisposición cuando llegue el momento de trabajar? Estará preparado para la jungla, para defenderse de los compañeros y del jefe, para sufrir pero lo imprescindible, aceptará el trabajo como una maldición inevitable, bíblica. Cuando llegue el momento, es muy posible que ni él mismo sepa por qué siente esa aversión, esa repulsa hacia un trabajo. Esto podría ser un ejemplo de error de aprendizaje en el significado de una palabra. Lo curioso es que su propia actitud hacia el empleo, sus compañeros y su jefe derivaría en un ambiente hostil que acabaría por confirmar sus peores temores. El sujeto puede no ser jamás consciente de que el responsable único ha sido su propio miedo, su actitud.

Convendría tener muy en cuenta este aprendizaje conceptual y su importancia en la infancia si aspiramos a que nuestros hijos sean felices. La clave puede que no esté en sustraerles de las frustraciones o el aburrimiento –eso viene en el paquete de la vida y no queda otra que aceptarlo-, la clave puede estar en ser conscientes de la importancia de transmitir valores positivos asociados a nuestros actos porque ese será el significado asociado dominante el resto de su vida. Nada puede incitar más a la lectura que la imagen de un padre o una madre relajada en el sofá de casa, disfrutando plácidamente de un libro entre sus manos.

Hay errores muy extendidos, algunos telúricos y ancestrales, como sucede con el “honor” calderoniano. Como mi mujer se ha fugado con otro, sólo puedo lavar la afrenta contra mi honor matándolos –Bodas de sangre de Lorca-. Pero ¿cómo va a depender tu honra o tu honor de lo que una tercera persona haga en el ejercicio de su libertad, aunque sea tu hijo o tu mujer? Tu honor y tu honra sólo dependen de tus actos –nos susurra Cervantes desde El Quijote-.  O ese otro error que consiste en asociar la “posesión” al significado de la palabra “amor”. Surge la terrible aberración de “la maté porque era mía”. ¿Habrá algo más contradictorio con el amor? Quien ama vive por y para la felicidad del ser amado, y el amor verdadero insta al sacrificio en aras de esa felicidad. Yo por mi hijo mato –decía una conocida en los medios-; yo por mi hijo muero –respondía otro día, en otra cadena, alguien con los significados mejor aprendidos.

Otros errores son más de carácter social y, a veces, sospechosamente inducidos. Una palabra muy aireada y mal usada en nuestras vidas en “libertad”. «Estoy casado». «¡Bah, qué tonto, atarte de esa manera, sacrificar tu libertad, con la cantidad de mujeres que hay por ahí sueltas!». ¿De verdad sacrifico mi libertad por estar casado? ¿Qué es la libertad? Es la capacidad de decidir y esa capacidad solo cobra sentido en la vida cuando se ejercita. Yo soy libre por estar casado, estoy viviendo el resultado del ejercicio de mi libertad, vivo las circunstancias vitales a que me han conducido mis decisiones tomadas, precisamente, en el ejercicio de mi libertad. Por eso soy libre, lo que no estoy es “disponible” en el mercado del ligue. Tú estás disponible, pero no eres libre. No puede existir la libertad si no se corresponde con la responsabilidad de nuestros actos. Si pensara como tú, todavía estaría en la Universidad, nunca hubiera acabado una carrera porque si me decido por una, pierdo la posibilidad de estudiar todas la demás.  Muy bien, sigues disponible, pero no avanzas, no profundizas, te estás condenando a navegar en círculos. Esta confusión de significados ¿creéis que no genera infelicidad cuando el ciclo ha pasado?

¿Es que no podemos cambiar? Yo no he dicho eso. Por supuesto que puedes cambiar, y hay veces que debes cambiar. La acción es lo importante en el relato, como hablar es importante para poder comunicar. Y si te equivocas al pronunciar una palabra, no te preocupes que ya habrá quien te corrija. Actuar es importante, tanto como aceptar el riesgo a equivocarnos y aceptar la posibilidad y el derecho a corregir nuestros errores hacia los demás y hacia nosotros mismos. Y esto como punto de partida y como bandera. Esto lo saben muy bien los niños que no dejan de levantarse por muchas veces que se caigan. No se equivoca el que es tonto, sino el que se atreve a actuar. El torpe es el que sigue equivocándose, pero en su torpeza demuestra valentía y decisión, algún día llegará a lograrlo. El tonto es el que no hace nada y se limita a reír para tapar su miedo a intentarlo. Ese no lo logrará nunca, se condena a sí mismo a la envidia y el fracaso.

En El libro de la gramática vital analizo cómo interactúan en nuestra mente las distintas unidades y clases de palabras, y qué trampas encierra cada una de ellas. Son trampas que nos acechan en los pronombres -¿en qué universo vives?-; o en los traicioneros adjetivos explicativos que nos hacen olvidar los muertos de frío en invierno sólo por decir “blanca Navidad, nieve”; o las arenas movedizas ocultas tras el ordenado ejército de los verbos con sus viajes en el tiempo –hay quien se ha quedado atrapado en la burbuja del presente y no logra encontrar el sentido de su vida-…

Pero todo esto nos sirve exclusivamente para comprender y aprender cómo podemos evitar los errores que nos conducen a la infelicidad y potenciar aquello que nos permitirá vivir con más sentido, con más intensidad nuestras vidas.

La gramática se quedaría coja si no diéramos el salto a la gramática textual. Esto es, las claves para diseñar y manejar tu personaje en el relato. Escribimos con palabras, pero estamos escribiendo una novela, ¿recuerdas? En esta segunda parte de la gramática vamos a tratar de comprender a tu personaje y cuáles son las claves que pueden conducirlo a través de su aventura. Eres tú quien está escribiendo la novela de tu vida. Y la escribes a través de tus actos. La estás escribiendo ahora, mientras estás aquí, y hay quien la está leyendo y la interpreta: tus hijos, tu marido, tu esposa, tus empleados, tus jefes, tus alumnos… quienes conviven contigo en el día a día, aquellos a quienes tu personaje está dejando su impronta, gracias a ti o a pesar de ti.

Para aprender a escribir un relato, tenemos que seguir las normas de la retórica clásica: primero “inventio”, luego “dispositio” y, por último”expositio”. Primero “inventio” ¿qué quieres decir con tu vida? ¿Qué mensaje quieres que los demás reciban de ti? ¿Lo tienes claro? Luego “dispositio”, organiza el orden de tus ideas, de tus actos para que comuniques con claridad y, por último, “expositio”, realízalo, llévalo a la práctica, atrévete a actuar.

Si queremos ser felices debemos saber qué queremos y eso no es fácil porque gracias a Dios, todos somos diferentes. No os voy a dar todas las claves, pero sí os voy a contar un cuento de una hormiga que iba por un camino buscando el paraíso, era –le habían dicho- un sembrado repleto de semillas nuevas que transportar a su seco y seguro hormiguero. Ocurrió que se encontró con una rana que le preguntó por el paraíso. La hormiga quedó consternada cuando la rana le explicó que el paraíso era una enorme charca que desconocía la sequía, repleta de larvas y mosquitos que revoloteaban sin cesar a ras de la superficie. Comenzaron a discutir sobre cuál de ellas tenía razón cuando llegó un pájaro y formuló la misma pregunta. ¿El paraíso? Le preguntaron ambas a dos sorprendidas por la coincidencia, y el pájaro les dibujó un paraíso de altos árboles siempre verdes llenos de frutos carnosos por donde discurría un arroyo de agua corriente al pie de un sembrado repleto de semillas. La hormiga y la rana se enfadaron muchísimo, lo llamaron loco y se fueron cada una por su camino dejando al pobre pájaro extrañado por aquella reacción.

Está claro que entre nosotros hay hormigas y ranas y pájaros. Para cada uno la idea de felicidad, aquello con lo que sueña, que le hace sentir bien, es diferente aunque tengamos muchísimas coincidencias. Hay que fabricar tu personaje, el que refleje tus deseos y tus sueños de ser.

Por eso, en el libro te propongo un test de prueba. Si lo haces con honestidad y vences la tentación de seguir leyendo, a pesar de las advertencias del autor, tendrás el perfil de tu personaje, tu traje a la medida, ese perfil en el que tú y nadie más que tú se sentiría feliz. Ese es el personaje que sueñas para tu novela.

Una vez establecido quién deseas ser, qué quieres conseguir, vamos a contrastar ese personaje con el que realmente eres en la actualidad. Otro test te ayudará a determinar el grado de coherencia entre lo que quieres ser y lo que realmente eres. Eso te ayudará a determinar la evolución de tu personaje. Y, a partir de ahí, vamos a lanzarnos a construir una nueva historia que puede llevarte a una vida más plena y más feliz en la medida en que tu personaje, tu guía vital y tus emociones converjan en un sentido único de existencia.

No es fácil. Con cincuenta y tres años en mis espaldas y más de treinta como profesor de Lengua, todavía consulto el diccionario cada vez que me asalta una duda en una palabra. También en la vida, debemos consultar el diccionario cada día y para alcanzar la felicidad se requiere conciencia, constancia y mucho oficio. Tenemos que perder el miedo a arrugar y tirar las hojas mal escritas y comprender que los errores forman parte del aprendizaje.

No, aún no voy a dejarte, ¿Qué mueve a tu personaje? ¿Qué te impulsa a levantarte cada día? Necesitas dotar de motivaciones a tu personaje, darle armas con las que combatir todos los aspectos negativos que nos atacan en la realidad cotidiana. La última parte del libro va dedicada a ofrecer a tu personaje estas armas que le pueden resultar de suma utilidad para combatir la desidia, la desesperanza, el abatimiento, la ira, el miedo…

La vida, como la lengua, tiene sus reglas, reglas que debemos aceptar y asumir para construir a partir de ellas. Alguien me dirá que eso es relativo. El relativismo está muy de moda. Perdonad pero hay reglas, leyes, normas que nada tienen de relativas sino que son contundentes. Desoírlas o tratar de vivir de espaldas a ellas nos condenan a la infelicidad o ¿tiene algo de relativo la muerte?, ¿tiene algo de relativo el paso del tiempo por cada uno de nosotros?, ¿tiene algo de relativo que tus posibilidades futuras están determinadas por tus actos presentes? No. El relativismo mejor dejarlo para cuestiones relativas.

El escritor vital debe ser consciente del mundo real, el mundo en el que vive y conocer sus reglas. Debe ser consciente de sí mismo, aceptar a su personaje para construir a partir de sus posibilidades y sus limitaciones y, por último, debe proyectarse en una línea de acción con una motivación clara y sincera.

Después vamos a aprovechar la teoría de la novela para ver cómo se desarrolla tu personaje en relación a sus circunstancias y los demás personajes del relato: todos los que te rodean desempeñan una función en tu vida, unos más relevantes que otros, pero todos igualmente importantes para el desarrollo de las acciones. Vamos a separar al oponente del enemigo, al enviante del coadyuvante, al amigo del comparsa.

Y, por último, vamos a llenar la mochila con las ideas positivas que vas a necesitar en el viaje.  Para ello voy a revisar contigo algunas claves que conducen nuestro estado de ánimo hacia el bienestar y tenemos que llevar siempre con nosotros. No son fáciles, requieren adiestramiento y constancia, pero se alcanzan. Voy a finalizar esta presentación con un botón de muestra. Aprovechando que estamos en la casa de los jesuitas, os contaré que siempre hubo una frase de Jesús en el Evangelio que llamó mi atención, aquella en que dice “Dejad que los niños se acerquen a mí”. ¿Por qué los niños? ¿Qué tienen de especial los niños? Quizá fuera esta curiosidad la que motivó mi reflexión a través de los años, una reflexión que incorporo en esta última parte de la obra y que he titulado “Escucha al niño que hay en ti”. Dice así:

“No dejes de ser niño, sólo los niños disfrutan de la magia de todo cuanto nos rodea porque todo se estrena para sus ojos nuevos. Después nos acostumbramos a vivir entre milagros y somos tan tontos que creemos que son cosas normales. Vuelve a dejar que la realidad te sorprenda en todo su esplendor, recupera el placer de la caricia suave de una mano amiga, de una sonrisa. Vuelve a dejarte atrapar en la transparencia arácnida de un ala de libélula y a disfrutar del vuelo de los pájaros sin preguntarte por qué. Vuelve a sumergir tu mano en la corriente fría de cualquier arroyo sin pensar nada más que en esa sensación, suspendiendo el tiempo en tus emociones porque has nacido para sentir. Acepta que el mundo es maravilloso porque sí. Vuelve a reaccionar ante la belleza grandiosa que te rodea, disfruta este paraíso.

Vuelve a ser niño para vivir el presente, para vivir la vida –la vida es aquello que sucede mientras planeamos el futuro, decía John Lenon-, disfrutarla sin ser víctima de tu pasado ni verdugo de tu futuro, por el sencillo placer de disfrutar. Está bien, muy bien, que la prudencia te lleve a anticipar los problemas que pueden ir surgiendo en el camino, está muy bien que reflexiones sobre tu pasado y puedas rehacer, modificar, reconducir, mejorar tus actuaciones. Pero es necesario aparcar la preocupación y dejar que la vida te llene por sí misma, después regresarás a tus ocupaciones y tus anticipaciones, pero procura con frecuencia dejarte atrapar por lo maravilloso que puede ser vivir sin más. ¿Has visto alguna vez qué feliz puede ser un niño, simplemente, botando una pelota? ¿No has dejado tu mente en el vacío contemplando el vuelo de una mariposa? ¿Nunca has lanzado una flecha al aire, simplemente, para ver cómo se deslizaba por el cielo para caer en cualquier parte, sin otro objetivo que disfrutar de su vuelo? ¿Nunca has oído un cuento sufriendo por la bruja sin racionalizar el hecho de que las brujas de los cuentos no existen? Luego vendrá la razón, volverá la seriedad. Pero recuerda siempre lo feliz que fuiste vestido de pirata, y piensa que eso es una actitud mental. Deja respirar al niño que fuiste y que sigue viviendo en ti. Mantén la ilusión de descubrir la aventura que hay en cada nuevo día”.

Muchísimas gracias a todos por vuestra presencia y compañía durante este acto de presentación. Quedo a vuestra disposición por si alguien tiene alguna pregunta.

José Carlos Aranda Aguilar

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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