Adjunto en esta entrada un interesante artículo publicado por UNED21, para pensar. Quien me conoce sabe que no gusto de echar balones fuera y sí abogo por el entusiasmo del día a día como profesional y como persona. Sin embargo, a lo que se dice a continuación añadiría la paradoja «competencial» ahora que estamos, en Andalucía, pasando por una serie de inspecciones de programaciones, de aulas, de profesores… que yo, como docente, no he vivido en treinta y dos años de profesión y cuyo sentido primero y último motivaría otro largo artículo:
RESUÉLVASE LA SIGUIENTE PARADOJA:
«Si en mi programación de aula debo descomponer cada ejercicio de cada tema -pongamos que sean solo cuatro ejercicios- en las competencias desarrolladas y evaluables -pongamos que son seis- y se me pide que anote en mi cuaderno del profesor la calificación correspondiente a cada una de las competencias… El resultado sería 4 (número de ejercicios) x 6 (número de competencias) x 34 (número de alumnos), es decir, tendría que poner en mi cuaderno 864 anotaciones por tema. Suponiendo que avancemos a un promedio de tres temas por trimestre, el resultado sería 2.592 anotaciones por curso y por trimestre.
Para completar el horario de 20 horas lectivas que ahora damos en ESO, necesitamos un mínimo de 5 grupos (3/4 horas por grupo), lo que significa que lo anterior deberíamos multiplicarlo por el número de grupos, es decir, 2.592 x 5, lo que nos daría un total de 12.960 anotaciones por trimestre.
Si estos cálculos son correctos, respóndase a las siguientes cuestiones: ¿Cómo puedo hacer eso y además dar clase y mirar a la cara a mis alumnos para conocerlos siquiera? ¿Dónde hay un cuaderno que soporte semejante volumen de anotaciones? ¿A quién se la ha ocurrido semejante disparate? Y sin embargo, es justamente esto lo que nos están pidiendo ajustándonos al desarrollo de la última ley de Educación… Sí, sí, esa misma que está a punto de cambiar. Aunque también puede ser que yo no lo haya entendido bien porque mis competencias en comunicación no estén lo suficientemente desarrolladas.
Como diría mi buen amigo Asterix… «No hay quien entienda a estos romanos». Solo se me ocurre que nos están aplicando la misma estrategia que se aplicaba antiguamente en los colegios cuando la clase se portaba mal: «Ahora a copiar 100 veces en clase no se habla». Mientras escribían amenazados por el castigo correspondiente, al menos, estaban calladitos. Mientras a nosotros nos tengan escribiendo, anotando y sintiéndonos amenazados porque seguimos sin saber qué quieren que hagamos, al menos nos tendrán callados.
Pongamos un poco de humor a tanto dislate: COMPETENCIAS
En fin, aquí os dejo con el artículo publicado en UNED21:
Quisiera desarrollar una observación social y política que, continuamente, interfiere en la concepción y práctica docente. Me atreveré a ponerle nombre: saturación docente. Lo que expondré es una serie de razones que han producido un desencanto y desmotivación que, si no les ponemos remedio, amenaza con extenderse indefinidamente. No hay sistema educativo que pueda mejorar desde la saturación docente actual. Ser consciente de la misma, es el primer paso para salir de ella. Las administraciones e instituciones que tienen poder de decisión directa deberían comprenderlas. No hacerlo, condena de antemano cualquier intento de mejora. El voluntarismo puede ser un vacío lleno de nueva legislación.
Saturación docente significa que en la proliferación legislativa que ha asolado este país, no se haya tenido en cuenta la opinión y experiencia de los propios docentes que cada día dan clase en los diferentes niveles. He dicho docentes, no supuestos expertos que nunca o hace mucho tiempo no han dado clase. He dicho docentes, no supuestos innovadores que sin ningún realismo proponen nuevos planes de formación totalmente descontextualizados. He dicho docentes, no supuestos partidos políticos que eligen su endogamia partidista para justificar sus políticas educativas. Empecemos a escuchar. Empecemos a comprender lo obvio: un maestro o profesor no es una marioneta de las administraciones. O tratamos profesionalmente a los agentes de nuestro sistema, o no hay medida o reforma que sea viable. Hay estrategias y estructuras que se pueden habilitar para todo lo anterior.
Saturación docente significa que haya una diferencia entre el discurso y la acción, entre lo importante que se dice que es la educación y lo que se hace en realidad. No hay confianza en casi ningún discurso oficial. Pero hay más: no puede ser que la responsabilidad concreta de cada uno sea trasladada a los demás. Las diferentes administraciones, los padres, los alumnos y nosotros, los docentes, no podemos seguir en la acusación continua del otro. O soy profesional en mi área de responsabilidad, o todo lo que digo no tiene ninguna credibilidad. Ejemplos de lo anterior: si una administración hace una mala gestión de inicio de curso, sin planificación y llena de oportunismo económico, si en las reuniones y oportunidades de coordinación nos ausentamos como padres por inercia o por pereza, si un alumno piensa y es justificado por su entorno de que el esfuerzo no es necesario o si siempre es un factor externo a él el que explica sus malos resultados, si un maestro o docente se escuda en la actual o próxima ley para hacer lo mismo, y seguir un trabajo de aula anacrónico pero muy cómodo. Si esto ocurre muchas veces, demasiadas, comprenderemos que es muy difícil cualquier inicio de mejora.
Saturación docente significa volver a prestigiar uno de los oficios más complejos y apasionantes que existen. Hay, en medio de esta crisis de fundamentos, pequeñas esperanzas. Se vuelve a valorar a los docentes, nos dicen algunas encuestas recientes. Hay un trabajo a corto, medio y largo plazo por hacer. Sigue estando en la mentalidad social una concepción cortoplacista de la profesión docente. En ella, las vacaciones y las horas de trabajo son los argumentos más socorridos. Frente a ello, hay que reivindicar la complejidad real de cada aula, la trascendencia del hacer de un buen profesor. Lo repetiré: es un creador de futuro. Frente a ello, hay que volver a transmitir la pasión transformadora de lo que nos jugamos en cada aula y cada alumno. Esa pasión se llama ayudar a formar personas. Frente a ello, hay que volver a comunicar nuestro trabajo a todos aquellos que quieran escuchar. Este oficio es el mediador de todos los demás, somos un puente para que cada sujeto pueda ser aquello que quiere ser. Una sociedad que no admira a sus docentes, es una sociedad que no sabe qué quiere ser.
Todo lo anterior, hay más, se puede llamar saturación docente. Es peligrosa porque puede terminar en la inacción, el pasotismo o la falta de autoestima que, tantas veces, ocultan malas prácticas. Es peligrosa porque puede producir una parálisis que cronifique los problemas actuales de la educación. Es peligrosa porque la clase política no sea consciente de verdad del problema que tiene: un problema muy grave. Pero no quiero acabar en el pesimismo, no. A todos los cientos de quejas, dudas y problemas que nos llegan a INED21 de compañeros y padres que, desconcertados, nos piden opinión. A todos esos invisibles que hacen que siga funcionando este sistema educativo, empiecen a escucharlos. Son invisibles, pero son lo más importante. O será demasiado tarde para sus cambios.
Escritor: | Editor: |
José Luis Coronado | Víctor González |