Cuando Carmen Gutiérrez se puso en contacto conmigo para pedirme esta conferencia, me encantó la idea. Se trataba del acto de entrega de premios «IMAGENIUM» organizado por los padres en el Colegio Británico de Córdoba. Me explicó que se trataba de un concurso diseñado para premiar la creatividad de un proyecto de innovación tecnológica con aplicación social. Y me encantó porque la «creatividad» es una de las grandes olvidadas en nuestro sistema educativo en el que poco se deja a la imaginación y a los retos cuando será una de las cualidades más importantes en el desarrollo vital del individuo. Cualquiera puede caminar por un sendero, pero hay que saber usar una brújula para orientarse en el monte cerrado. Y la vida no siempre nos llevará por senderos.
El acto se celebró en Rabanales 21, un nuevo parque tecnológico en Córdoba cuyas instalaciones me eran totalmente desconocidas. También el recinto en sí constituyó un descubrimiento por su modernidad, su diseño y su proyección de futuro. Mientras paseábamos con Carmen Gómez no podía dejar de pensar en las posibilidades que ofrece la distribución de espacios, esos jardines conectados con la sala de conferencias son deliciosos para prolongar en una buena charla las impresiones de cualquier evento. Es cierto que nunca acabas de descubrir cosas nuevas, de conocer a personas nuevas, de abrir horizontes. Hoy pienso que la ciudad de Córdoba tiene suerte de contar con ese semillero empresarial que, seguro, ayudará y mucho a medio plazo a potenciar el empleo en nuestra ciudad.
Enfrentarse a desafíos, imaginar soluciones y tener la capacidad de información, resolución y constancia necesarias para llevar a cabo un proyecto es lo que realmente debería ser la educación. Lo difícil es ser capaz de cuantificar la importancia de esta capacidad en la vida del ser humano. Y la clave me la dio la doctora Zorana Ivcevic el mismo día de la conferencia.
Zorana Ivcevic fue la directora de un informe elaborado para la Fundación Botín, trabaja en la Universidad de Yale y con fecha 22 de septiembre ABC Familia publicó un resumen de sus conclusiones acerca de cómo afecta la creatividad en la vida laboral de la población. Sus conclusiones fueron que el fomento de la creatividad aumenta en un 17,6 % las probabilidades de que el niño curse estudios universitarios, disminuye en un 10 % el riesgo de desempleo y multiplica por 5 las probabilidades de la no dependencia -familiar o subsidiada por el estado- a partir de los 26 años. Con estos datos en la mano, ¿no creen que merecería un espacio y un tiempo en el curriculum escolar?
Y fue con estos datos con los que comencé esta conferencia con un público que aglutinaba a familias y profesores. «¿A quién dirijo la conferencia?» -pregunté a Carmen- y ella me dijo que a las familias. No es fácil dirigirse a un público tan heterogéneo en edades y en funciones, me preocupaba medir bien las palabras y no aburrir más de lo políticamente correcto a ningún sector implicado. Pero había cosas importantísimas que transmitir aprovechando precisamente estas circunstancias. Al final quedas con los elogios de cortesía sin saber muy bien si se deben a la amabilidad obligada por el cariño y la confianza, o a la sinceridad. Es el resquemor de la responsabilidad pero agradezco muchísimo el gesto a cuantos se acercaron después del acto para saludar y comentar conmigo.
Entre ellos había un niño de unos ocho años: «Me ha gustado mucho su conferencia -dijo en un tono formal desmentido por su aspecto-. Pero, ¡cuánto trabajo le habrá costado aprederse de memoria todo lo que ha dicho!». Me hubiera gustado tener tiempo para sentarme en ese momento con él, pedirle que me contara cómo era su casa y preguntarle después si le había costado mucho trabajo memorizarla. Me hubiera gustado mostrarle que la memoria no es sino las paredes de la casa, nuestra casa, en el conocimiento, y que se va construyendo poco a poco, que no se preocupara, que algún día seguro que lo haría sin esfuerzo, como ahora era capaz de recordar su propia casa. No fue el único niño, y es una alegría ver cómo hay padres que animan a sus hijos a expresarse sin cortapisas aprovechando, precisamente, las circunstancia que vivimos. No era fácil dirigirse a un extraño, a un señor mayor desconocido. Vencer la timidez para ser capaz de expresar tu pensamiento es una escuela de sociabilidad extraordinaria. Decididamente, hay familias que lo están haciendo fenomenal.
Pero hubo un dato que me conmovió. Al día siguiente, viernes, recibí un correo del director del Colegio Británico, Mr. Thomas, donde me escribía: «Antonio, que tiene 9 años, me ha dicho esta mañana que le gustó la idea de que todos somos diferentes y ha hablado de la responsabilidad que tienen los niños y los padres». Es maravilloso tener constancia de haber llegado en el acto a la mente de un niño de nueve años. Solo por él ya habría valido la pena. Por estos detalles es por lo que realmente merece la pena seguir.
Quisiera desde aquí dar mi enhorabuena a esos padres por la iniciativa y a ese colegio por contar con profesores implicados en el proyecto y propiciar que algo tan importante como la creatividad, entre en sus aulas. Felicidades a todos por el éxito del evento y vuestro poder de convocatoria y hasta pronto.
Gracias a todos.
José Carlos Aranda