En Inteligencia natural (Toromítico, 2013, 2016) defendía el principio de la búsqueda de la autonomía para alcanzar la felicidad. El excesivo proteccionismo genera personas dependientes incapaces de actuar por sí mismas. Todas las familias aman a sus hijos, no siempre expresamos el amor de manera adecuada. Las prisas, las dificultades de conciliación, el sentido de culpabilidad, la falta de convivencia generan un afán de evitar dificultades, allanar el camino evitando que se enfrenten la frustración que les permita superar las contradicciones naturales en el crecimiento y en la vida.
La reflexión de Edgar Morin en este artículo va más allá. No confundo la libertad con la disponibilidad, tampoco creo que la libertad sea aplicable a la adquisición de bienes materiales, es más bien una actitud mental y en ese enfoque diferimos. Entiendo la libertad como la conquista del desapego y el enfoque a los bienes que la vida nos ofrece por sí misma. Aquella célebre frase que Diógenes dirigió a Alejandro Magno cuando se compadeció de él viéndolo vivir en un tonel. «Pídeme lo que quieras» dicen que le ofreció el más grande conquistador de todos los tiempos; «Que no me quites el sol», dicen que le respondió. Hay en la reflexión una concesión al materialismo consumista que no comparto y contra la que prevengo por la agresión permanente en la que inconscientemente nos sume, pero la reflexión se remonta a partir de este punto.
Baste recordar una de las premisas de Inteligencia natural antes de dejaros disfrutar de este artículo publicado por El Confidencial: «No hagas por él lo que pueda hacer por sí mismo», y esto en cada una de las etapas de crecimiento. Eso le proporcionará autonomía, resiliencia y autoestima.
«Edgar Morin es uno de los pensadores franceses más importantes del último siglo. Gracias a él hemos conocido algo mejor nuestra época y las que le antecedieron (‘Breve historia de la barbarie en Occidente’) y hemos descubierto qué retos nos esperan (‘¿Hacia dónde va el mundo?’). En el fragmento que reproducimos a continuación de ‘Enseñar a vivir. Manifiesto para cambiar la educación’, el pensador reflexiona sobre de qué manera podemos hacer entender la importancia de la libertad a nuestros descendientes:

«La educación para la vida debe fomentar y estimular una de las misiones básicas de toda educación: la autonomía y la libertad mental. Como ya hemos indicado, no hay autonomía mental que no dependa de aquello que la nutre –es decir, la cultura– y que no tenga conciencia de los peligros que sobre ella se ciernen –es decir, los peligros de la ilusión y del error, de las incomprensiones mutuas y múltiples, de las decisiones arbitrarias a causa de la incapacidad de concebir los riesgos y las incertidumbres–. En resumen, laeducación para la autonomía se inserta plenamente en la educaicón para la vida.
La educación para la libertad mental no sólo consiste en la lectura de escritores, pensadores y filósofos, sino también en la enseñanza de lo que es la libertad: la libertad de pensares la libertad de elegir entre las diversas opiniones, teorías y filosofías. La libertad personal reside en el grado de posibilidad de elecciones entre las opciones que nos ofrece la vida. Así, el grado de libertad a la hora de elegir una lata de sardinas en un supermercado, es menor que la que se disfruta al elegir un traje, que a su vez es menor que la libertad de elegir una residencia, menor a su vez que la libertad de elegir a un cónyuge.
Enunciar una idea no conforme con la convicción colectiva (la de las inteligencias engañadas o ignorantes) es un peligro. La libertad puede ser peligrosa desde el momento en que contradice las verdades establecidas. Es preciso comprender a los prudentes, cuyo espíritu es libre pero secreto. Es preciso celebrar a los héroes de la libertad. Eso también forma parte de la enseñanza sobre la libertad, pero el fondo de dicha enseñanza es aprender a ser consciente de lo que uno elige, es decir, consciente de los peligros, de las incertidumbres, de los cambios de sentido de la acción y, por lo tanto, de la ecología de la acción; ser consciente de la apuesta que entraña toda elección y de que se ha de aplicar una estrategia permanete para evitar que el resultado de la elección degenere.»
Cuanto más alto es el nivel de elección, mayor es la libertad. Por eso los ricos tienen mayores niveles de libertad y mucho más variados, y por eso los indigentes se ven reducidos a una carencia de libertades prácticamente total, y por eso los pobres tienen libertades muy restringidas y los extranjeros no tiene la libertad de voto del ciudadano. Con todo, la verdadera libertad mental no depende de la riqueza. La mente del esclavo Epitecto era más libre que la de su amo. El amo, como demostró Hegel, depende del esclavo. Aquellos que han aspirado a la libertad y se han rebelado contra la opresión han sido más libres que sus opresores. En política, la libertad es un riesgo. Kravtchenko escogió la libertad cuando en 1946 desertó de la embajada de la URSS, pero eso le valió ser asesinado.
Hay que aprender a ser consciente de lo que uno elige, consciente de los peligros, de las incertidumbres y de los cambios de sentido de la acción