CÓMO EDUCAR EN LA PREVENCIÓN DEL CONSUMO DE DROGAS
Colegio, El Encinar, marzo de 2002.
Cuando acepté la invitación para dar esta charla, no sabía dónde me metía. Lo cierto es que en el lugar en que yo me encuentro, podríais estar cualquiera de vosotros. Y aún no entiendo muy bien cómo estoy aquí delante en lugar de estar sentado entre vosotros escuchando a alguien realmente entendido en la materia. Pero cuando Taro me propuso la intervención y me habló del tema elegido… creí que era algo importante, muy importante, sobre lo que merecía la pena reflexionar juntos.
Nuestros hijos ante el alcohol y las drogas…
Tengo dos hijos, Lola, con dieciséis años y José Carlos con trece. Os puedo garantizar que este tema ha sido una constante pesadilla en mi vida. Y lo ha sido porque estoy marcado por esta pesadilla.
Llevo veintidós años de mi vida dando clase. Mi acercamiento a la docencia fue vocacional, y he de confesaros que debo mucho a Fomento de Centros de Enseñanza. Le debo mucho porque me educaron como alumno, y como alumno me inculcaron una escala de valores en la que aún creo y que ha constituido y sigue constituyendo el baluarte de mi existencia. Y también le debo como docente porque me estrené como profesor en sus aulas, con los cursos de preparación de nuesvos profesores en Madrid. Fue esta institución la que me marcó las directrices de lo era ser un buen profesor y de lo que es ser un buen tutor.
No estoy echando flores. Os prometo que estoy hablando desde el corazón.
Yo tenía veintidós años cuando empecé a dar clases en Ahlzahir. Fue allí, durante el primer año como profesor cuando un tutelado mío, una persona sensible y maravillosa, se vio envuelto en la droga. Asistí impotente a su proceso de degradación y sufrimiento. Intentó cortarse las venas, se le salvó. Fui a verlo al hospital y no quiso mirarme a los ojos. Al día siguiente, saltó desde una sexta planta.
Durante años, he revisado mi relación con este hombre que sólo tenía dieciséis años. La edad que hoy tiene mi hija. Durante años me culpé porque no vi la inminencia del riesgo ni supe cómo actuar. Aún hoy siento miedo y lo he sentido desde que decidí tener hijos. Quizás por eso aceptara la invitación de Taro cuando me mencionó el tema. Si lo que hoy pueda deciros os puede ayudar, y a través de vosotros a vuestros hijos, la muerte de aquel muchacho no habrá sido del todo inútil.
No voy a hablaros de drogas ni de alcohol ni de tabaco. No como si se tratara de proporcionar información pura y dura. Sobre los efectos que producen las distintas drogas y sus consecuencias, nadie mejor que un médico, y los hay entre nosotros. Si se tratara de que viéramos en vivo y en directo un porro, una china, una pastilla de éxtasis, una de ácido o cómo se guarda y se consule el crach o la cocaína, nadie mejor que un policía. No, no voy a hablaros de esto. Si queréis o necesitáis información divulgativa, al final se os dará una relación bibliográfica de consulta. Lo que a mí me preocupa y de lo que voy a hablaros es de por qué se drogran, de cómo podemos evitarlo, de cómo debemos actuar.
Dijo Séneca, que lo único que hace falta para morirse es que uno esté vivo. Pues en la misma línea, lo único que alguien necesita para drograrse es, en un momento de debilidad, decir… ¡Sí! Ya no podemos pensar en el “sí” del inocente, del que llega a drogarse sin saber lo que está haciendo, tanto en las familias como en los centros educativos, como en los medios de comunicación, se está proporcionando una cantidad ingente de información sobre la droga. Nuestros hijos están cansados de oír siempre lo mismo y con la misma insistencia. Cuando alguien dice “sí” es porque acepta consumir droga y asume el riesgo, aunque no tenga ni idea de lo que eso pueda significar en su vida.
Ese “sí” puede venir motivado por razones internas: soledad, inseguridad, rebeldía, ansiedad… e incluso por predisposiciones genéticas. O puede venir dado por razones externas: la influencia social y ambiental, en especial los amigos, tan idealizados en el periodo de la adolescencia… Y lo que es seguro es que no podemos aislar la causa porque se trata de un cúmulo de razones que, en mayor o menor medida, se agitan en el interior de todos nosotros como si fuéramos una batidora.
Pero cualquiera que sea la causa, está claro que si llegan a la droga es porque la droga está ahí a su alcance y es un producto de consumo sobre el que los intereses económicos están actuando. Se habla mucho de campañas contra el tabaquismo y se organizan campañas contra el consumo de alcohol en los centros educativos. Aparece como contenido transversal con desarrollo por todos los departamentos en Tercero y Cuarto de ESO y como contenido específico en ambos cursos en Tutoría. Oímos a nuestros políticos elevar la voz desde la tribuna, con aspavientos más o menos pronunciados según la cercanía a unas elecciones o el auditorio, pero no se dice el dinero recaudado por la Hacienda Pública por los impuestos indirectos derivados del consumo del alcohol y del tabaco, y todos sabemos la importancia que tiene el comercio del alcohol en una zona vitivinícola como la nuestra y a mí me parece una ironía que raya en el absurdo que se estén denunciando a las tabaqueras por los problemas de cáncer y no a los gobiernos que autorizan el comercio del tabaco en sus estados y se lucran con los impuestos derivados de este comercio. En cualquier caso, las drogas «legales» o «ilegales» están ahí, como el bien y el mal, y seguirán estando al alcance de nuestros hijos y de nosotros mismos. Lo que debemos tener tan claro como una declaración de principios elemental es que siempre resultará más fácil educar a un individuo que transformar el mundo entero que ya era así cuando nosotros llegamos aquí. Podemos lamentarnos de que el mundo no nos ayuda o concentrarnos en ayudarnos nosotros mismos.
Todas las drogas presentan al principio una cara atractiva, ofrecen una imagen positiva que atrae. Vemos la televisión y en un ambiente de movida de discoteca donde el ruido de la música impide cualquier intento de diálodo, un chico gesticula preguntando a la chica qué quiere que le pida –obsérvese que la chica es el centro de atención de un muchachote de buen ver que quiere invitarla a algo-. En ese momento, la adolescente está observando la escena y quisiera estar en su piel, saberse el centro de atención, sentirse agasajada por un muchachote de anuncio como ese. La chica trata de decirle algo, pero la música lo impide. Ella decide entonces gesticular y hace una perfecta representación del placer sensual-sexual que le supone ingerir alcohol. Desliza la punta de sus uñas por la garganta en sentido descendente buscando y centrando nuestra atención en el escote del vestido; dobla hacia atrás su cabeza, deja los ojos en blanco y se contonea suavemente frente al chico. El chico entiende, ese efecto embriagador sólo puede proporcionarlo una bebida. Se gira, no menea la cola porque no tiene, pide la bebida en la barra. ¿Qué chica de quince o dieciséis años no desearía poder vencer su timidez hasta el punto de poder contonearse así delante de un guapo mozo? ¿Qué chico se resiste a semejante exhibición y renuncia a la supuesta llave que le va a proporcionar ese espectáculo? La puntilla viene ahora, el eslogan del anuncio, el mensaje que graba en la mente del receptor es… “¿Quién te lo prohibe?” El publicista ha sido un genio. Está jugando con el sentido transgresor de las normas propio de la adolescencia y está instrumentlizando todos y cada uno de los carteles que aparecen en bares y discotecas: “Prohibido el consumo de alcohol a menores de edad”. ¿Quién te lo prohibe? De esta forma, el inicio en el consumo es presentado ante el adolescente como un rasgo de madurez, de decisión, de autoafirmación. Un paso adelante para identificarse con la imagen de felicidad que se la presentado como modelo. Una forma de relación social, una forma de vencer la timidez, un puente para ligar. Instrumentaliza los complejos propios de la adolescencia: si no te sientes segura de ti misma, si no eres una persona aceptada con un buen círculo de amigos, si no ligas… es porque aún no consumes este producto que te ofrezco. Está a tu alcance… ¿Quién te lo prohibe?
Si desde el principio, la carta de presentación social de las drogas fuera la real, la negativa, la que centra la atención en las consecuencias… no tendríamos tanta dificultad para evitar que nuestros jóvenes y no tan jóvenes se iniciaran en la droga. Pero lo que se presenta ante ellos, a través de los medios de comunicación –financiados por la publicidad- es la imagen atractiva, tanto más deseable cuanto lo propio de la adolescencia es la inseguridad. La búsqueda de una identidad diferenciada de la familiar.
Desde el momento en que se inicia en el consumo de las drogas, y según qué drogas, aparecen cinco etapas en el proceso de adicción –sigo aquí al doctor Arnold M. Washton, en su libro Querer no es poder-.
La primera sería la etapa del enamoramiento. Las primeras experiencias con las drogas suelen dejar una marca. Si este primer contacto resulta agradable, se produce el enamoramiento. Entonces se produce un cambio en el estado de ánimo, es algo visceral causado por una alteración química en el cerebro. Se genera un encandilamiento igual que cuando uno se enamora.
La segunda fase sería la “luna de miel”. Una vez aprendido el camino y asociado el consumo a un determinado ambiente, el principiante se aleja de cualquier sentimiento de culpabilidad, de cualquier sentimiento negativo relacionado con el consumo. De ahí, el paso a la adicción es muy sencillo. La baja tolerancia a la frustración en nuestra sociedad, la incapacidad para hacer frente a esas adversidades constantes y necesarias en la vida, los lleva a la búsqueda de soluciones mágicas. Entonces se busca el recurso químico que facilite el cambio. Durante la luna de miel, el individuo experimenta todas las gratificaciones de la droga sin experimentar ninguna consecuencia negativa. Siente que ejerce el control, es la época del “Tranqui, tronco, yo controlo”. Siente que la actividad es inofensiva, que él se la merece, y aún no se ha dado cuenta de que el engaño puede funcionar a largo plazo. No olvidemos nunca que los adolescentes viven en el hoy.
La tercera fase es la traición. Aparece cuando la adicción empieza a afectar a las distintas esferas de la vida. Es probable que el adicto empiece haciendo cosas que normalmente no haría para mantener su adicción (robar, participar en actividades ilícitas…), comienza el declive pero aún no lo reconoce y se disfraza de eufemismos psíquicos: lo hago porque me divierte, lo hago por el grupo, si lo hacen todos… Quiere aferrarse al “Yo controlo” de la etapa anterior.
La cuarta fase, es la ruina. Cada vez se necesita un mayor consumo. Las dosis han de ser mayores para conseguir los mismos efectos que al principio. Los estados de ánimo negativos profundizan en la conciencia. Está desarrollando la tolerancia y tiene que aumentar las dosis. Pero ya no obtiene el mismo placer. Ahora se trata, sencillamente, de evitar la angustia asociada al síndrome de abstinencia. La dependencia física ha afectado al sistema nervioso y el individuo está apresado. Los problemas vitales siguen agravándose.
La quinta y última fase es la “de prisión”. Es aquella en la que la deseperación llega a tales niveles que el individuo deja todo lo demás. Es un descenso a la deseperación incontrolada y a la destrucción personal. El servilismo ante las drogas no permite tregua y la espiral tiende a perpetuarse a no se que algo la detenga.
No, no, no os asustéis, no me voy a poner melodramático… Ya he acabado con este descenso al infierno.
El uso de la droga no es algo que deba asustarnos. De hecho, imagino que la mayoría de nosotros consumimos drogas de forma habitual o esporádica. Yo he sido fumador durante veinticinco años y bebo alcohol. Me gusta, los fines de semana, acompañar la carne de un buen tinto o tomar una cerveza bien fría. Y si eso somos nosotros… ¿Qué nos preocupa en nuestros hijos?
Hasta ahora, hemos hablado genéricamente de drogas. A mí me gustaría separar lo que son drogas sociales, fundamentalmente el alcohol y el tabaco; de aquellas que podríamos llamar drogas “prohibidas socialmente”, que serían las demás, desde el hachís o la marihuana, hasta la cocaína, pasando por el éxtasis. Y me gustaría separarlas porque creo que forman un grupo aparte y se ha hecho un flaco favor a la sociedad identificando a unas con otras.
¿Quiere esto decir que las segundas son más peligrosas? No.
En un editorial de prensa especializada en medicina preventiva, aparecía el siguiente titular: “ El consumo de alcohol provoca en España más de 13.000 muertes anuales”. Y continuaba con los siguientes datos: “El 46 % de los homicidios y el 25 % de los suicidios y las autolesiones que se registran en España están causados por el alcohol, una de las sustancias que más potencian la agresividad humana. Asimismo, el alcohol es el responsable del 40 % de los accidentes de tráfico con más de 2000 muertos al año. A esto, debemos añadir muertes ocasionadas por tumores, cirrosis y otras enfermedades derivadas del consumo de alcohol etílico”. En resumen, más de 13000 muertos, lo que representa el 6 % de la mortalidad total.
Evidentemente no son menos dañinas.
Lo que las hace diferenciables es que, al tratarse de sustancias prohibidas, su consumo se asocia a ambientes marginales en los que no vamos a tener acceso. Los padres estaremos excluidos, por lo que no podremos observar la progresión ni advertir el riesgo. Porque no solo se consiente en el consumo, sino que se hace en la aceptación de un grupo de “amigos” a los que une la transgresión. Esta realidad se ocultará a los padres con el consiguiente aislamiento que deja al joven en manos del grupo. Mi hija no tendría el más mínimo problema en decirme que ha bebido una cerveza, pero sí lo tendría y ella lo sabe en decirme que ha fumado marihuana o que ha esnifado coca. Lo segundo exige muchas más explicaciones que quizás ella estuviera dispuesta a dar si se tratara solo de sí misma, el problema es que nunca traicionaría a sus amigos.
Por otra parte el tabaco, siendo como es pésimo para la salud e inequívocamente adictivo, no produce alteraciones de la personalidad; y el alcohol siendo, como es tan peligroso como cualquier otra droga dura, forma parte de nuestra cultura. Tanto que oficiamos la Santa Misa con vino porque Jesús lo usó en la última cena y nos ordenó hacer lo mismo en conmemoración suya. Y lo que estoy diciendo no es ninguna ironía, es la verdad. La mayoría de nosotros guardamos recuerdos de nuestros padres y abuelos asociando el consumo de alcohol con alguna celebración, con motivo de un festejo, la feria, la boda, el bautizo, o la reunión familiar que motivaba el santo del abuelo. Y muy probablemente estemos transmitiendo esta misma imagen a nuestros hijos. Esta convivencia social e histórica de miles de años con esta droga, hace que sepamos cómo reaccionar en caso de intoxicación o «borrachera» de alcohol. Las drogas prohibidas son otra historia.
¿TENEMOS QUE DEJARLOS BEBER LO QUE QUIERAN? Yo no he dicho eso, ni me lo oiréis decir; perdón, o sí, sí me lo vais a oír decir y ahora, debemos dejarlos beber lo que quieran, cuando tengamos la certeza de que son dueños de su voluntad, cuando ese QUERER no sea sino una manifestación de una voluntad libre y no de una necesidad cualquiera que ésta sea.
Hace cuatro años, organicé una campaña contra la droga en el Instituto Nuevas Poblaciones, en La Carlota. Invité a participar en una conferencia al Director del centro de rehabilitación de alcohólicos “Acali”. Lleva veinte años tratando con alcohólicos y, sin embargo, no emprendió una cruzada contra el alcohol. Lo que a él le daba miedo era el cambio de hábitos de consumo en la sociedad y, especialmente, entre los jóvenes. Decía que estábamos cambiando el modelo mediterráneo de consumo por el modelo sajón. Según él, el modelo mediterráneo, aún vigente entre nosotros, los de nuestra generación, era beber porque estábamos alegres –celebraciones de cualquier tipo- o para acompañar la conversación. Es decir, lo fundamental era la conversación, el amigo, el estar… O simplemente lo hacíamos para acompañar una comida. En cualquiera de los casos, lo accesorio era la copa. En cambio, en el modelo sajón, se bebe “para estar alegre”. Se graba en la conciencia que para estar alegre hay que beber, por lo que se empieza bebiendo si quieres pasarlo bien. Se crea así un círculo vicioso con una dependencia inconsciente del consumo en grandes dosis.
Como soy muy curioso, quise comprobar esta teoría y organicé una encuesta entre alumnos de tercero y cuarto de la ESO (alumnos entre 14 y 16 años). Lo que demostró claramente era que consumían, que habían sustituido las bebidas naturales y tradicionales (cerveza, vino, sidra o cava) por bebidas blancas destiladas, solas o combinadas (vozca, ron, ginebra o whisky) e ingerían al comienzo de la salida en dosis elevadas (según ellos, «3 o 4 pelotazos al llegar para coger el punto»). No expresaban una razón precisa para este comportamiento. Manifestaban que así no les da vergüenza, que rompen el hielo, que todos lo hacen, que es… guay. Algunos alumnos de 4º decían que no había nada de malo en eso, que en su familia era normal e identificaban el ser adultos con aguantar la bebida. El alumno tenía quince años y sus tíos, sus primos mayores, cada vez que coincidían en la salida, lo invitaban a una copa, lo instaban a seguir su ritmo de consumo. El mensaje que se le estaba inculcando era “todavía no soy lo suficiente hombre porque me mareo antes que ellos”. Se le identificaba, entre risas y chirigotas, que la hombría, la virilidad, la madurez, en definitiva todo aquello que anhela un adolescente, con el aguante. Lamentablemente, ese “aguante” lejos de enorgullecer a nadie debería ser motivo de vergüenza porque es la manifestación explícita del desarrollo a la tolerancia que manifiesta el sujeto. Lo que acabo de contar me resulta una aberración que sólo puede proceder del embrutecimiento de la ignorancia. La libertad actual en las salidas y entradas de las casas, el nivel económico familiar y los hábitos sociales imponen un modelo muy peligroso para nuestros hijos.
Cuando yo empecé a consumir alcohol, tenía unos dieciséis años y recuerdo que empecé con la cerveza porque era más barata que la Fanta o la Coca Cola. Además me hacía parecer mayor eso de pedir una cerveza y que no miraran con cara rara. Mis padres nunca me prohibieron beber alcohol, pero jamás disculparon el hecho de que alguien se emborrachara. Para ellos, eso era uno de los peores vicios que podía tener una persona. Significaba no respetarse ni respetar a los demás, no tener control sobre sí mismo, y, por lo tanto, no poder responder de sus actos. Era vergonzoso para uno mismo y para sus padres. Aunque mi padre nunca me pegó, crecí en el convencimiento de que si me hubiera visto borracho, donde hubiera sido, me habría abofeteado. Su filosofía era sencilla: «Haz lo que quieras, pero conoce tus límites y nunca los pases».
Curiosamente, la mentalidad de nuestros jóvenes, lo que ellos manifestaban públicamente es que no hacen nada malo, que se colocan los fines de semana y que todo el mundo lo hace. Cuando los oía, pensaba: “¿Y que ocurre en sus casas cuando llegan es ese estado?”
Mis datos fueron confirmados por el Diario Córdoba que en una encuesta publicada el martes 5 de febrero apuntaba: “El 57 % de los escolares de 14 a 18 años sale por la noche cada fin de semana”. “Un informe del Plan Nacional sobre drogas reveló ayer que el 18 % de los menores de 14 años regresa a casa los fines de semana después de las doce de la noche, y un 8% de ellos, pasadas las dos de la madrugada. Según su responsable Gonzalo Robles, este dato pone de relieve la gran “tolerancia” social de lo padres, a pesar de que hay una clara relación entre las salidas nocturnas y la hora de regreso con el consumo abusivo de alcohol”.
Y continua: “Un 57 % de los escolares de 14 a 18 años sale por la noche todos los fines de semana y más de la mitad regresa a patir de las 2 de la madrugada. Entre los 18 años, este porcentaje llega al 85 %. La encuesta también apunta que el 43 % bebe alcohol cada fin de semana y, además, uno de cada tres fuma porros. Sólo la mitad de los padres prohiben a sus hijos que beban, el resto mantiene actitudes más o menos permisivas. El consumo de los padres y la mayor disponibilidad económica de estos condicionan que los hijos beban, según los estudios.”
Y para terminar, esta perla: “El Delegado llamó la atención sobre la creciente feminización del consumo de alcohol por imitación del rol masculino. Las jóvenes entre 14 y 18 años beben un 1 % más que los muchachos de su misma edad. Mientras el consumo de alcohol entre chicos de estas edades se ha incrementado un 2 % en los últimos 5 años, el de las chicas aumentó en un 13 %. Robles se mostró partidario de establecer en los 18 años la edad mínima legal para el consumo de alcohol en todo el Estado.”
No existe una respuesta única ni fácil a esta situación, tampoco existe una receta universal, ojalá y existiera. Pero esto no quiere decir que no hay respuestas y verdades. Y desde ahora os voy a decir que las dos verdades más evidentes es que “no podemos esperar que las soluciones nos vengan dadas por Decretos. Los políticos y la policía no van a traernos respuestas. Y la segunda verdad es que la única respuesta está en vosotros, en nosotros, en la familia, en aceptar el reto de educar a nuestros hijos.
Y también tendremos que afirmar que no nos lo están poniendo nada fácil, pero que nada fácil. Jardiel Poncela, en una novela en la que aparece el diablo tratando de tentar a un mortal, que no se sentía atraído por la oferta. Desesperado, el pobre diablo desalentado le confesó: ·Es cierto que yo inventé los pecados, pero vosotros luego inventasteis la publicidad y luego vino la televisión. ¿Cómo puedo competir con eso? No, no lo tenemos fácil.
No hay que ser un genio para volver la mirada a la familia. También los políticos y la policía están dirigiendo la vista hacia las familias. En el mismo Diario Córdoba, el 2 de febrero, en la página 29, podíamos leer cómo Isaías Pérez Saldaña, Consejero de Asuntos Sociales de la Junta de Andalucía, responsabilizaba del botellón a las familias: “La familia es la base fundamental para evitar que los menores estén consumiendo alcohol, dijo, porque muchas veces no saben dónde están sus hijos menores de edad a altas horas de la noche”. Y continúa: “En una sociedad democrática no se puede hacer descansar la educación de los hijos en los demás. Es de sentido común que un chaval con esa edad no puede estar en la calle a las cuatro de la madrugada bebiendo alcohol.”
Pero tampoc ellos, los grandes responsables, tienen las ideas muy claras. Si yo hubiera dicho lo mismo que el señor Isaías Pérez Saldaña hace 25 años, me hubieran tildado de facha porque lo “democrático” era que cada quien hiciera lo que quisiera. Y yo no sé si lo habréis notado, pero hubo una época en la que cuando alguien te llamaba facha invalidaban tus argumentos anulándote como persona. Ese era el argumento máximo, la varíta de Harry Potter. Esta filosofía de dejar hacer tuvo muchas consecuencias negativas y las sigue teniendo en educación, tantas que ya parecen estar las aguas volviendo a su cauce y estas declaraciones son una manifestación explícita del sentido común.
Yo diría más, estamos llegado a unos extremos en los que las reacciones pueden llegar a ser exageradas: en Canarias, se ha aprobado en no sé que pueblo, una especie de toque de queda para los jóvenes menores de edad a partir de las 10 de la noche. En un Ayuntamiento de Francia han aprobado el ponerles multas a los jóvenes que tendrán que pagar los padres. La justicia ha fallado en Sevilla que el fenómeno del botellón es un delito contra el orden público que debe ser perseguido por la Policía Municipal. Todo esto no son sino síntomas de adonde estamos llegando… Y sólo estamos empezando a tomar medidas, porque hay casas aseguradoras que no hacen contrato para ciclomotores y advierten explícitamente que no queda cubierto el vehículo si el conductor tiene menos de veinticinco años… La cuestión puede llegar aún más lejos.
Todo el fenómeno tiene que ver con algo muy sencillo, y es que no se puede dar libertad si no existe responsabilidad. El ejercicio de la libertad exige la conciencia de la responsabilidad. Eso supone la conciencia de que se es libre al elegir, y en esto consiste la libertad, pero se es responsable, necesariamente responsable, ante las consecuencias del camino elegido, que exige de nosotros un compromiso.
Ahora os pregunto: ¿Estamos educando en la responsabilidad? O una pregunta mucho más sencilla: ¿Estamos educando de forma consciente?
Personalmente creo que no educamos de forma consciente, sobrevivimos. Para educar, padre y madre tendríamos que sentarnos para hablar de nuestros hijos, uno por uno, reflexionar sobre ellos, saber dónde se encuentran, en qué momento preciso de su evolución; pero con frecuencia no tenemos tiempo. Analizar sus actitudes y programar para ellos una línea de medidas, comportamientos y actuaciones tendentes a conseguir el mejor desarrollo de la personalidad de nuestro hijo: pero mi horario no coincide con el de mi mujer y tendremos que mirar nuestras agendas. Educar de forma consciente significa que el matrimonio capture toda la información posible sobre su hijo para poder ayudarle a sacar de sí mismo los mejores valores, pero para eso pagamos el mejor Colegio. Para ello, padre y madre tendrían que coordinarse con el Centro Educativo, ver a su hijo desde ojos externos y ambientes diferentes a los de la propia familia para comprender y analizar su comportamiento y su evolución pero ya se sabe que nos llamarán si hay algún problema. En definitiva ASUMIR LA RESPONSABILIDAD de educar sabiendo que no puede existir educación sin dedicación. El problema ahora es saber a QUÉ NOS DEDICAMOS.
No, no me contestéis, ya sé que lo que hacemos la mayoría de las veces es simplemente sobrevivir. Ahora que la familia «tradicional» como la nombraba Ingrid la semana pasada se deshace, que los dos cónyuges trabajan, llegamos tarde a una casa en la que aún hay que preparar la cena porque la «muchacha» no se mete en cosas de cocina, llevamos la presión del trabajo en el tuétano de los huesos, a duras penas esbozamos una sonrisa y sólo nos apetece que nos permitan la tranquilidad de una mesa camilla y el dulce olvido anestésico producido por la perorata de la televisión. Lo último que deseamos son más problemas, y buscamos el refugio en el aislamiento del telediario. … y a todo esto ¿dónde están los niños?, en algunos casos no han llegado porque no hay tiempo, ni dinero para ese estorbo, por eso tenemos el índice de natalidad más bajo de Europa. En otros casos, ya han sido bañados y acostados con lo cual nos ven en sueños y desde ahí difícilmente podemos educar. En otros casos, son esos extraños que se sientan con nosotros a cenar mirando en la televisión su serie favorita y mandándonos callar porque no se enteran y nosotros, que tampoco queremos enterarnos, agradecemos el descanso brindado por su interés por la serie y su desinterés por nosotros. El 60% de mis alumnos no come ni cena con sus padres, el 95% come viendo la televisión y hablamos de alumnos de ámbito rural. ¿Llegamos a esta situación porque creemos que es lo DESEABLE o simplemente porque es así? Llegamos a esta situación sencillamente porque es así, no porque conscientemente hayamos estimado esto como un modelo de comportamiento conveniente para el desarrollo de la familia como tal y de nuestro hijo como individuo. A esto me refería cuando decía que SOBREVIVIMOS.
Permitidme volver ahora atrás. ¿Por qué se drogan nuestros hijos? Porque en un momento determinado dijeron SÍ, cedieron al placer a corto plazo, a la presión del ambiente. La respuesta es que en ese momento concreto, no tenían la suficiente confianza en sí mismos, no estaban lo bastante seguros de sí mismos, no se respetaban a sí mismos lo suficiente.
Sabemos que uno de estos días, si no ha ocurrido ya, algún amigo de nuestros hijos se acercará y le ofrecera alcohol, y otro día le ofrecerán éxtasis, y otro día le ofreceran… Sabemos que está ocurriendo y que invetablemente ocurrirá. ¿Qué harán? O mejor dicho, ¿qué están haciendo nuestros hijos ante esta realidad? Eso dependera de cada uno de ellos. Lo que ellos hagan no está ya en nuestras manos, lo que sí está en nuestras manos es lo que nosotros podemos hacer.
¿QUÉ PODEMOS HACER COMO PADRES?
Todo aquello que refuerce su personalidad y afiance su autoestima.
¿CÓMO SE CONSIGUE ESO?
No existen recetas mágicas pero podemos apuntar algunas ideas claras, permitidme que las enuncie:
1) NO HAY MAYOR FUERZA QUE EL EJEMPLO. PRIMERO EL EJEMPLO Y LUEGO LA PALABRA.
2) LOS PADRES SOMOS EL PUNTO APOYO Y REFERENCIA DE LOS HIJOS.
-SENTIR EL AMOR DE LOS PADRES COMO PAREJA (AFIANZA LA ESTABILIDAD)
-SENTIRSE AMADO POR SÍ MISMO E INCONDICIONALMENTE.
-SENTIRSE MIEMBRO DE LA FAMILIA, OCUPANDO SU LUGAR.
-SENTIRSE ÚTIL EN LA FAMILIA.
3) SABER ESCUCHAR.
4) NO RESOLVER NUNCA LO QUE EL PUEDA RESOLVER POR SÍ MISMO.
5) EXIGIR SIEMPRE EN FUNCIÓN DE SUS CAPACIDADES.
6 ) NO JUGAR A SER PERFECTOS. EN NUESTRA LUCHA ESTARÁ SU FUERZA
7) EL ADIESTRAMIENTO DE LA MOTIVACIÓN POSITIVA EN LA CONDUCTA.
1.- NO HAY MAYOR FUERZA QUE EL EJEMPLO: PRIMERO EL EJEMPLO, LUEGO LA PALABRA.
Estamos en un Colegio excepcional: ¿recordáis aquellas fichas de Nacho y Cuca que nos traían nuestros hijos desde Preescolar a casa? En ellas evaluábamos una virtud: el orden, la sinceridad, la limpieza, la alegría… Y os acordáis de cómo, cuando teníamos que firmarlas, hablábamos con nuestros hijos sobre cómo había ido todo… Para ellos, entonces, era importantísimo que le pusieras “Muy bien” para poder llevar la hoja a su “profe”. A través de aquella actividad, el Colegio nos llamaba la atención para que observáramos a nuestros hijos y así poder ayudarles en el desarrollo de las virtudes humanas que les iban a ser necesarias en su vida adulta. Creo que nunca se inventó mejor sistema para coordinar la labor educativa de los dos grandes focos educacionales de la infancia: la familia y el Colegio.
Pues bien, nada de esto sirve si nosotros como padres no somos ejemplos vivos de lo que tratamos de conseguir en nuestros hijos. De nada servirá el mejor Colegio, ni la mejor programación y seguimiento en la educación de las virtudes humanas. Es más, puede conseguir el efecto contrario en nuestros hijos si nuestra actitud no es coherente con nuestras palabras. Estaremos mintiendo y “…si me has mentido en esto no puedo fiarme de ti. Tú no me sirves.”
¿Cómo pretendemos consegujir que nuestros hijos sean piadosos si nosotros no vamos a Misa? ¿Cómo podemos decirles que no fumen con un cigarro en la mano? ¿Cómo podemos prohibirles que beban mientras tomamos una copa? ¿Cómo exigirles que nos escuchen si no los escuchamos? ¿Cómo podemos pretender que nos respeten como padres si, con o sin razón, cuando llegan a casa quejándose de un profesor hacemos causa común con el niño, arremetemos contra el profesor y nos olvidamos de la importancia del principio de autoridad y el respeto? ¿Cómo pretender que sean niños alegres si sólo conocen nuestra sonrisa en la fotografía del salón? Pues bien, no podemos. Sencillamente, no podemos. La frase de “Haz lo que yo diga pero no lo que yo haga”, no sirve en educación. Conseguiremos situar a nuestros hijos ante el vacío. Lo que tú me dices no te lo crees ni tú, ¿Cómo pretendes que yo me lo crea? Nuestra incoherencia vital, los ha dejado solos.
Me hace gracia cuando escucho que todos deseamos lo mejor para nuestros hijos y nos olvidamos de que lo mejor que puede sucederle a un hijo, para el hijo, es parecerse a sus padres. Pensad que vuestros hijos se están mirando en vosotros, están siendo vuestro propio espejo. Si queréis modificar un rasgo de ellos, examinad primero si vosotros mismos sois el exponente de ese rasgo, aseguraos de que sois ejemplo vivo de él. Luego podréis exigirlo a vuestros hijos.
Este Colegio, el mejor Colegio que podamos imaginar, no puede sino ser una prolongación de la familia. Es importante ir de la mano en esto de la educación y ofrecer al niño y al adolescente una visión coherente de la realidad para que, a partir de esa coherencia, enfrente el mundo, haga uso de su libertad y se realice en un proyecto de vida propio. Probablemente nada tendrá que ver con nosotros, pero su alma se estará hundiendo en nosotros como las raíces del árbol se hunden en la tierra para alimentar las ramas y sus frutos.
2.- LOS PADRES SOMOS EL PUNTO DE APOYO Y DE REFERENCIA PARA LOS HIJOS.-
Sentir el amor de los padres afianza la seguridad de los hijos. Cuando Federico García Lorca, en su Romance sonámbulo, decía aquello de “el barco sobre la mar y el caballo en la montaña” lo único que quería transmitir es la plenitud de saber que las cosas están en su sitio. Parecería ahora políticamente incorrecto con el crecimiento de las llamadas “familias monoparentales” o las llamadas “familias alternativas”, que venga a destacar el papel de la estructura tradicional de la familia; pero no he venido aquí a ser políticamente correcto ni a buscar eufemismos que satisfagan sensibilidades sociales… He venido a hablaros con el corazón. Es un factor de equilibrio emocional básico para el niño disponer de un padre y de una madre que se aman. El amor entre los padres es la solidez sobre la que el niño podrá construir su personalidad. Esto creo que lo dijo Freud también y me alegra coincidir con él. Y no nos referimos sólo a la definición del rol sexual, sino a toda la estructura de su personalidad. Me alegro también, en este sentido, de coincidir con Valentina-Viterbo, en su libro El niño mal amado, publicado este mismo año en enero, en la editorial Acento, y cuya lectura os recomiendo.
La personalidad del niño necesita el cariño protector de una madre, y la referencia externa del padre. No podremos nunca volar una cometa si nuestros pies no están en el suelo. La firmeza y la imaginación, la realidad y la fantasía, la ensoáción y el carácter, el hombre y la mujer como un uno de realidad, vocación y espíritu. El amor desde el que el niño fue engendrado y que es la causa de su existencia. Si ese amor dejara de existir, desnaturalizaríamos la causa de su existencia.
¿Quiere esto decir que los hijos de divorciados no van a ser adultos equilibrados? No, no quiere decir eso. Quiere únicamente decir que lo van a tener mucho más difícil.
Tuve un alumno brillantísimo al que le tocó vivir con dieciocho años la separación de sus padres. Hoy es un profesional liberal de éxito, bien situado en la vida, tiene treinta y cinco años y… no se ha casado. Es heterosexual, pero cada vez que ha mantenido una relación que amenazaba con ser seria, rompía. ¿Creéis que es un hombre feliz? Yo creo que no. Le falla la fe en el matrimonio porque no vivió el matrimonio como una realidad feliz, sino como fuente de amargura. No soy psiquiatra, pero estoy convencido de que sigue recreando en cada mujer, en cada relación que inicia, el fracaso de sus padres. Es como si no tuviera derecho a disfrutar de aquello en lo que sus padres fracasaron.
2.1. SENTIRSE AMADO POR SÍ MISMO E INCONDICIONALMENTE.-
Fallamos en esto con demasiada frecuencia. El niño, y yo añadiría que el adolescente y el adulto, necesitamos sentirnos queridos por nosotros mismos, incondicionalmente. Pero ahora estamos hablando de nosotros como padres y nosotros somos la roca sobre la que el niño construye su personalidad porque somos lo permanente. Sólo en la familia se puede alcanzar ese amor incondicional. Puede hundirse el cielo y la tierra, mis padres están ahí, puedo hundirme yo, pero mis padres están ahí. Aunque en realidad todos los padres sentimos eso mismo y todos, preguntados, diríamos aquello de «quiero a mi hijo más que la niña de mis ojos», la realidad es que se usa frecuentemente el amor como moneda de cambio. Os suena de algo esa frase tan cruel de «Ya no te quiero». Como has hecho algo que me disgusta te castigo retirándote mi amor.
El chantaje afectivo funciona muy bien, pero es enormemente peligroso porque les estamos haciendo daño y porque se volverá contra nosotros. Les estamos haciendo daño porque se sentirán siempre inseguros, porque nuestro amor siempre estará en juego. Hoy te quiero, pero mañana a ver como te portas… Es la frase que Daniel, el Mochuelo, en el libro de El Camino de Miguel Delibes nos dirige: “Lo malo es que para Roque, el Moñigo, eso de la valentía era una cosa que uno podía tener un día y perderla al día siguiente….” con lo cual siempre tenían que estar sometiéndose a pruebas. Esto le hará crecer en falso, podremos así modelar su personalidad porque no hay nada más importante para un niño que el amor de sus padres; pero será nuestra voluntad y no su libertad la que diseñe y modele su personalidad. Siendo así, ¿qué ocurrirá cuando sea su propia libertad la que tenga que actuar en una situación concreta, contracorriente, para decir: ¡ NO, gracias!”. La adolescencia es una etapa de autoafirmación que no puede realizarse sin que exista una ruptura con los padres. El niño empieza a experimentar cambios de todo tipo, no sólo físicos, también mentales. Reflexiona y empieza a cuestionar. Llega un día que descubre que sus padres no son perfectos, que son personas, que son cuestionables, que no comparten su realidad inmediata, que pertenecen a otra generación. Y es un ciclo que se repite y es necesario. Durante la infancia han sido con mejor o peor éxito una prolongación de nosotros mismos. Con suerte, han sido obedientes, nos han hecho caso, hemos podido supervisar su vida, sus estudios, sus amigos, hemos asistido a todo el proceso de crecimiento. Y ellos han crecido, y llega el momento en que deben romper el cordón umbilical y enfrentarse al mundo. El arco de sus sentimientos e intereses, irá creciendo y llegará un momento en que habrá afectos que le interesen más que tu amor de padre. Llegará ese primer amor, ese cantante de moda, esa idealización de la pandilla, imprescindible como medio de socialización. Y todo esto está bien porque entra dentro de la evolución del ser humano y es imprescindible para que pueda convertirse un ser maduro, capaz de tomar sus propias decisiones, coincidentes o no coincidentes con las tuyas.
Si cuando llegue ese momento, lo hemos ejercitado en ese chantaje afectivo, lo que le habremos enseñado será que si quiere ser acreedor de ese nuevo amor tendrá que actuar al dictado de su voluntad. Le hemos enseñado que el amor es moneda de cambio, que se entrega a cambio de la sumisión y la docilidad. Si ese nuevo amor se droga, y quiere ser acreedor de ese amor, le habremos enseñado a que tiene que drogarse. Si ese nuevo amor, una pandilla, exige de él vestir ropas negras y atravesarse la nariz con un clavo, lo hará, porque le hemos enseñado que el amor se consigue a través de la sumisión.
Lo peor es que si transige en agujerearse la nariz o en drogarse, sabiendo que somos contrarios a esa conducta y convencido de que actuar contra nuestro criterio de padres equivale a haber perdido nuestro amor, lo obligamos a elegir. O tus nuevos amigos, o tu familia; o tu novia o tu familia. Él acaba de descubrir que no somos perfectos, ha descubierto nuestros fallos. Puede que nuestro amor en la pareja se tambalee porque no siempre la convivencia es fácil; puede que se sientan solos y nos critiquen por abandonarlos para dedicarnos a trabajar. Puede que descubran que les exigimos ser perfectos estudiantes cuando nosotros no hemos pasado de ser mediocres profesionalmente, puede… pueden verlo todo. Y una vez descubierto el primer fallo, todo lo demás se verá cuestionado, nos hemos caído del pedestal y nos hemos caído con todo el equipo. Nosotros somos el pasado, lo que tiene frente a sí, es su futuro. Si los obligamos a elegir ¿Qué creéis que eligirá
Usar con ellos el chantaje afectivo es también peligroso porque les estamos enseñando un juego que él mismo aprenderá a jugar contra nosotros. Les estaremos enseñando que el amor es moneda de cambio y que si queremos SU amor tendremos que actuar siguiendo SUS pautas. Y ese niño de ahora será el adulto de mañana y os aseguro que cuando el desafío empieza no puede haber ganadores ni perdedores en el enfrentamiento y sí un enorme dolor detrás.
NO. Los niños deben sentirse amados por sí mismos. Deben sentir que hagan lo que hagan les seguiremos queriendo, que nuestro amor es incuestionable y va más alla de cualquier dificultad, circunstancia, acontecimiento, fracaso, relación, éxito, incluso de sus notas de evaluación. Sólo así, cuando tengan dificultades de verdad, cuando se emborrachen, cuando se sientan inseguros en ese nuevo ambiente, cuando empiece a salir con el chico de turno, sabrá que nos cuente lo que nos cuente, nuestro amor estará por encima de eso.
¿Quiero eso decir que tenemos que consentírselo todo? NO, en absoluto y todo lo contrario.
Desde pequeños, tendríamos que aprender a castigar con un beso: “Yo te quiero, pero lo que has hecho está mal y debes hacer esto otro para compensarlo”, o dicho de otro modo: se castiga el hecho en sí, nunca a la persona. Y ser inflexibles en la aplicación y exigencia del castigo. Esta norma es tan antigua como el dicho de «mano de hierro con guante de seda». Si nos ha herido, expresaremos nuestro dolor pero jamás usaremos el amor como moneda de cambio: “Me duele porque te quiero”, “porque te quiero me interesa. Si no te quisiera me resultaría indiferente”.
Es también muy importante que el niño se sienta querido por sí mismo y reconocido como corresponde en la familia. En qué familia no hay un hijo que por sus características no destaque más que los demás, porque sea más inteligente, porque sea más cariñoso, porque alguna carencia o incluso deficiencia en él haga que nos necesite más que los demás. Y encima, cada vez nos resulta más difícil prestar una atención pormenorizada a nuestros hijos por la falta de tiempo y nuestro propio hedonismo -también nosotros como padres tenemos derecho los fines de semana a vivir, tener amigos y distracciones, no va a ser todo trabajar ¿verdad?-; pero por mucho que trabajemos, por muchas horas que estemos fuera de casa, siempre hay algo que debemos hacer: buscar la ocasión para esa conversación en solitario con el hijo, de tú a tú. No delante del cónyuge ni de sus hermanos, sino a solas. Puede ser en el trayecto del coche hasta el Colegio, o hasta el club o con la excusa de coger espárragos, eso es lo de menos. Lo de más es que nuestro hijo se sienta centro de todo nuestro interés, aunque sea el cuarto, aunque sea el séptimo. Empezamos con una sencilla pregunta ¿Cömo estás, hijo?¿Cómo va eso? Cuando un hijo se siente centro de nuestro interés se siente estimulado a mejorar, porque sabe que su vida no nos es indiferente, porque querrá construir una vida que mostrarnos cuando le preguntemos el próximo domingo ¿cómo va tu vida? Con demasiada frecuencia las prisas y el exceso de ocupaciones hacen que nos olvidemos de este contacto individual y los niños acaban sintiéndose anónimos en su propia casa, anulados por hermanos más brillantes, por circunstancias más urgentes, por …. nosotros, a quienes invariablemente nos importa más nuestra propia vida que la suya. Y se sienten solos. Y ese es un mal caldo de cultivo.
Recuerdo a un pedagogo que nos decía que los roles del padre y la madre están en este sentido diferenciados. El madre es la infantería; el padre la artillería. No es que el niño no respete a la madre, la quiere más porque lo es todo para él. Es la que, normalmente, más se preocupa por él, la que mantiene una presencia constante, ha nacido de ella, es su mundo, un mundo que lo domina y que él domina. El padre, en cambio, es esa persona extraña, ese intruso en su círculo. Cuando se trata de buscar las confidencias del día a día, el control de la tropa, la madre está siempre ahí. La madre sabe cuándo todo va bien, o cuándo algo va mal sólo con mirar a su hijo a la cara. El padre no. Mi mujer siempre se queja de que cuando nuestros hijos eran pequeños, siempre era ella la que se despertaba a cuidarlos por la noche cuando se despertaban. Yo puedo asegurar a quien quiera creerme que ella intuía el llanto del bebé antes de que se produjera. Era como si aún mantuviera con ellos el cordón umbilical. Cuando el llanto se producía, ya estaba junto a ellos cuidándolos. El resultado es que yo no me enteraba. La conclusión es que ella tiene razón.
Ese padre ajeno a su universo, de mayor tamaño, voz más grave, con quien el bebé tiene que competir por la atención y el cariño de la madre, tiene su rol. Es el que interviene cuando el asunto a tratar no admite negociación. Los padres nos convertimos así en castigadores oficiales. ¿Cuántas veces habremos oído eso de “verás cuando se entere tu padre”? Con el padre no hay negociación que valga porque somos los extraños desconocidos. Por eso, y porque la madre apoya, el padre impone autoridad cuando no hay más remedio.
La familia de hoy día está en evolución, la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral está trayendo consigo un cambio más o menos pronunciado en los papeles tradicionales en la educación de los hijos. Mi mujer y yo, desde el inicio de nuestro matrimonio, hemos trabajado fuera de casa. Hemos hecho encajes de bolillo para poder dedicar tiempo y esfuerzo a la educación de los hijos. En nuestro caso, esta distribución ha funcionado, y en cualquier caso, en función del carácter y las ocupaciones de la pareja, tendrá que seguir funcionando. Siempre habrá una infantería y una artillería. Siempre tendrá que haber uno a quien le toque la china de ser el castigador.
3.- SABER ESCUCHAR Y ESPERAR.-
Ya hemos dicho que no podemos pretender de nuestros hijos lo que nosotros mismos no hayamos conseguido. Pues bien, os presento una de las cualidades más extrañas en nuestra sociedad actual. Saber escuchar; y, sin embargo, es fundamental para poder averiguar cual es la situación de nuestros hijos.
Ahora llegamos a casa y le preguntamos a nuestro hijo: “¿Cómo estás?” -horror, la televisión está encendida y no me ha hecho ni caso- Apagamos la televisión y volvemos a preguntar: “¿Como estás?”. Silencio. El niño nos mira fijamente a los ojos enfadado porque le hemos apagado la televisión mientras trata de comprender a qué viene ahora eso. Entonces nos enfadamos y salimos gritando: «Tú ves, la culpa es tuya, contigo no hay quien hable.»
En efecto, para llegar a escuchar hay un requisito previo y ese requisito es que alguien te hable. Volvamos ahora al principio. Hemos dicho que no exijas aquello no tú mismo no das. Ante esta situación empieza hablándole a tu hijo de ti mismo. Estoy cansado, estoy contento porque…. por supuesto sin descargar en él tus problemas de adulto, se supone que eres tú quien controlas la situación. Cuando hayas hablado tú, vuelve a preguntarle a él, muy posiblemente esté mejor predispuesto ahora a contarte cómo le ha ido a él. Si repetimos la pregunta con frecuencia muy posiblemente el niño acepte del diálogo como algo normal y gratificante y tener ese puente abierto es fundamental (¡Ah, se me olvidaba! antes de empezar a hablar pídele perdón por haber apagado la televisión sin previo aviso, constituye una agresión. El perdón es necesrio como un tratado de tregua previa al diálogo).
Cuando esté hablando escucha conscientemente. Te asaltarán diciocho mil setecientas sugerencias, gritos, puntualizaciones que hacer mientras el habla, y eso en tan solo el primer párrafo, cuando te ha dicho que ha suspendido “mates” porque la profe es un rollo, no lo juzgues, calla y sigue escuchando, pregunta, indaga, no le digas que el problema es que él es un perro, sigue escuchando. No juzgues, plantea preguntas… ¿Por qué ha sucedido?, ¿cuál crees tú que ha sido la causa?, ¿cuál crees tú que puede ser la solución? y sigue escuchando, no cedas a la tentación de darle tu solucionario porque recuerda que tu solucionario es tuyo y él no asumirá como suya sino una idea o solución que a él se le haya ocurrido. Sigue escuchando hasta que plantee la idea que es coincidente con la tuya y celébrala como algo positivo. El saldrá reforzado porque ha conseguido tu aprobación y no tu reprobación y acometerá sus soluciones con doble energía porque nadie le obliga sino su propia voluntad. Pero hay que saber escuchar y hay que saber esperar.
Si desarrollamos esta virtud en el tiempo, tendremos un arma poderosísima en nuestras manos: la capacidad de exigirles que nos escuchen hasta el final cuando realmente tengamos algo importante que decirles.
El doctor A. Polaino-Lorente, catedrático de psicopatología de la Universidad Complutense, en un artículo titulado “¿Cómo evitar que mi hijo se drogue?”, nos apunta: «Es importante ser tolerante en todas aquellas cuestiones que realmente no tengan verdadera importancia, ya que de otro modo podemos caer en el error de estar haciendo a nuestros hijos continuos reproches, lo cual termina por arrebatarnos su confianza.
Hablar con los padres no puede terminar conviertiéndose en algo no gratificante y que, por tanto, se tiende a evitar».
4.- NO RESOLVER NUNCA ALGO QUE PUEDA RESOLVER POR SI MISMO.-
Si queremos formar el carácter de la persona tendremos que dejarla equivocarse. Todos aprendemos cometiendo errores, no conozco a nadie que haya nacido perfecto, entre otras cosas porque no hay dos personas que entiendan lo mismo por «ser perfecto». Todos actuamos por aproximación hasta conseguir un comportamiento que resulta gratificante para nosotros -normalmente la aprobación de nuestros padres y nuestro entorno-.
Cuando seamos conscientes de que nuestros hijos pueden hacer algo por sí mismos debemos dejarles actuar y no ceder a la tentación de hacerlo por ellos. Es cierto que yo hago la cama mejor que mi hijo, pero también es cierto que él puede hacerla, y poner la mesa y recogerla y coger un autobús y sacarse un carnet de identidad. Si queremos desarrollar una personalidad autónoma debemos permitirles enfrentarse a las dificultades normales y salir victoriosos de ellas.
En la revista ACEPRENSA, el 3 de diciembre de 1.997, apareció un interesante artículo titulado «Los riesgos de tener padres hiperprotectores», En el artículo se recogía el diagnóstico de Jackie Lang, Presidenta de la Asociación de Escuelas Femeninas de Enseñanza Privada Británica. Ella describía una situación que nos resulta sumamente conocida: «La mayoría de los niños británicos de hoy no van a la escuela a pie o en transportes públicos, sino en coche con sus padres. Tampoco pueden estar a su aire durante unas horas en el campo o en la ciudad. Y la mayor parte del tiempo están en actividades organizadas.» «…es una vida organizada por adultos donde el principal objetivo no es que los niños lo pasen bien, sino la obtención de diplomas y la tranquilidad de los padres.»
La profesora Lang afirmó que los padres estamos criando una generación de niños blandos con una vida demasiado organizada y protegida.
Si asumimos nosotros sus responsabilidades les impediremos desarrollar su capacidad de enfrentarse a la realidad, los haremos dependientes de nosotros. Haremos niños que no sepan reaccionar ante situaciones inesperadas o no programadas. Tenemos que dejarles tomar decisiones y equivocarse, y rogar que el porrazo no duela mucho para que le sirva de escarmiento sin necesidad de que la sangre llegue al río.
5: EXIGIR EN FUNCIÓN DE SUS CAPACIDADES.-
Si queremos que nuestros hijos tengan autoestima, se respeten a sí mismos y confíen en sus capacidades debemos cuidar mucho este punto.
En cierta ocasión escuché a una madre avergonzada del comportamiento de su hijo en El Corte Inglés. El niño tenía cuatro años y la señora había quedado con una amiga para ir de compras a estos grandes almacenes. El niño no paraba de tocarlo todo y cuando la madre se lo impedía lloraba, y la mujer se quejaba del bochorno que el niño le había hecho pasar. Al llegar a casa, la buena señora se ufanaba de haberle dado una buena tunda para que no volviera a repetirlo.
¿Cómo podemos someter a un niño a una situación absolutamente nueva para él, esperar que se comporte como un adulto cuando aún ni sabe hablar correctamente, y que salga triunfante de la prueba? El único favor que le ha hecho al pobre niño es que probablemente odie de por vida El Corte Inglés, pero a quién podría extrañar que de adulto se sintiera inseguro en unos grandes almacenes sin saber por qué.
No olvidemos nunca que si no queremos convencer a nuestros hijos de que son unos inútiles, más nos vale estar seguros de que las expectativas y pruebas a que los sometemos son proporcionales a su capacidad. Y esto no sólo en cuanto a sus estudios, sino también en cuanto a sus cualidades.
Olvidémonos de:»Fíjate en tu hermana, qué bien lo hace». Nunca debemos comparar porque cada individuo es diferente y la hermana tiene tres años más y es injusto que esperemos en el niño la madurez y cualidades desarrolladas en tres años de ventaja en unas edades en que tres años son el veinte por ciento de una vida. No sé si conseguiremos que haga lo que pretendemos que haga, pero le estaremos haciendo sentir inferior, y de rebote, odiará a su hermana.
6.- JUGAR A SER PERFECTOS
Tuve un compañero que afirmaba que nunca daba su brazo a torcer, que cuando se equivocaba en clase jamás reconocía su error porque eso le haría perder autoridad frente a los alumnos.
No somos perfectos. Los niños crecen y un día ellos también lo descubren.
7.- EL ADIESTRAMIENTO EN EL REFUERZO POSITIVO EN LA CONDUCTA.-
Hablo de adiestramiento porque nuestra sociedad está adiestrada en la corrección de errores y no en el refuerzo positivo de la conducta. El refuerzo positivo de conducta es fundamental para crear, acentuar y desarrollar la autoestima.
Hay profesores que como estrategia ponen un primer examen de curso durísimo, según ellos para que aprendan y sepan que con ellos hay que estudiar. Lógicamente, el índice de suspensos es altísimo.
Yo prefiero ponerles un primer examen facilísimo en el que sin hacer prácticamente nada puedan sacar sobresaliente. Y luego, al entregarles las notas, les alabo el buen nivel de lengua y su dedicación y les animo a seguir así.
Parto de la base de que nadie es conservador hasta que no tiene algo que conservar. Si yo le doy un sobresaliente, dispone de nueve meses para defenderlo de los futuros exámenes y os aseguro que lo defienden como gato panza-arriba. Además consigo que la clase tenga una predisposición positiva hacia la asignatura y hacia mí como profesor con lo cual desarrollo las clases con mejor aprovechamiento.
Con los niños sucede lo mismo, si quieres conseguir algo concreto en lugar de recriminarle continuamente lo que hace mal, ten un poco de paciencia, cuando veas que hace lo que tú quieres alábale positivamente la conducta. Para una vez que ves a tu hijo lavarse los dientes no le digas “¡Ya era hora!”, mejor dedícale una sonrisa y dile lo feliz que te sientes cuando lo ves cuidar de su higiene. De esa forma habrás conseguido que asocie el hecho de lavarse los dientes con una idea positiva de sí mismo. Si en lugar de una alabanza recibe continuas recriminaciones de conducta mermaremos su autoestima y no verá sus virtudes sino sólo sus defectos.
Esta técnica me la enseñó Victor García Hoz, el pedagogo guía de las líneas maestras de Fomento y uno de los inspiradores de la Reforma Educativa, y os aseguro que funciona. En este sentido, el doctor Polaino Lorente nos advierte (Tus hijos y las drogas, A. Polaino-Lorente y J. de las Heras, Col. Hacer Familia, Madrid, 4ª ed.): «…conviene destacar que se ha comprobado, desde el punto de vista de la educación, cómo el insistir en calificar negativamente a los hijos es particularmente contraproducente, ya que pueden asumir estos calificativos como algo propio de su personalidad e identificarse con ellos. Por eso resulta más conveniente orientarles hacia lo que deseamos que sean tratándoles como si realmente fuesen así, tal y como deseamos, ya que entonces pueden asumir estos valores como algo que realmente pertenece a su personalidad sirviéndoles a la vez de guía y estímulo.
En este sentido, es necesario tratar a los hijos más que como son realmente como deseamos que sean -aunque sin exageraciones-, ya que de este modo resulta más fácil que lo logremos y además mejoremos nuestra comunicación con ellos. Se ha comprobado también cómo en la educación resultan más eficaces los premios que los castigos a la hora de intentar reforzar un comportamiento determinado. Cuando nos referimos a premios o castigos no lo hacemos refiriéndonos a cuestiones puramente materiales, sino a lo que suele ser más importante para ellos, los castigos afectivos y efectivos.
Decirle a un hijo que está bien algo que ha hecho o que lo queremos especialmente por alguna cuestión particular suele ser muy eficaz a la hora de que éste desarrolle su futuro comportamiento en esa dirección. Sin embargo, adoptar ante el esfuerzo del hijo una postura rígida y de escasa valoración con frases tan comunes como «Eso es lo normal» o «no has hecho sino cumplir con tu obligación», etc. puede desalentar al hijo en su esfuerzo personal llevándole a un cambio de actitud o incluso a un erróneo desarrollo de su personalidad.
No creo necesario añadir nada más.
Esta muy claro que si queremos que nuestros hijos tengan una oportunidad frente a la droga, debemos educarlos correctamente. Pero ya decíamos que no nos lo han puesto nada, nada, nada fácil. Los padres, como padres andamos también muy despistados a la hora de exigir a nuestros hijos y a la hora de transmitir una escala de valores con claridad y seguridad en nosotros mismos. ¿POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL? Lo es porque el ambiente no nos ayuda, porque nadamos contracorriente. Antes de dar paso al debate que espero que ahora se produzca, quiero apuntar algunas causas de nuestra inseguridad como padres, no están todas y espero que vosotros apuntéis más causas, pero he querido mencionar las que creo más peligrosas:
1: QUE ALGUIEN NOS EXPLIQUE QUÉ ES LA TOLERANCIA, es una palabra de moda, significa no prejuzgar al prójimo en aras de una convivencia pacifica, no tratar de imponer por la fuerza una ideología o una religión o una raza, etc. etc. etc. Lamentablemente se utiliza hoy como pancarta política cuando es un mandamiento bíblico: amar al prójimo como a uno mismo. Ser tolerante es moderno y democrático y está muy bien.
El riesgo está en que se ha convertido socialmente en una excusa para imponer una dictadura de las minorías.
Hay que reivindicar que la tolerancia funciona en sentido recíproco. Se habla de que han cambiado mucho los modelos de familia, hablar ya de la familia construida a partir de un hombre y una mujer que se casan, tienen hijos, se cuidan y los crían, es retrógrado y parece poco respetuoso con “otras realidades”. Yo tengo del derecho de manifestar mi opinión en el sentido de que se han multiplicado las realidades, pero se mantiene el mismo modelo. Porque el modelo es aquello que consideramos como ideal a conseguir. Manifestar públicamente que creo en el matrimonio, en la familia tradicional porque creo que es “el modelo” dentro del cual se logra defender y educar mejor a los hijos, puede ser calificado de retrógrado, de poco sensible hacia otras realidades sociales. Pero no olvidéis que de la misma forma que cualquiera tiene el derecho a expresar su opinión, y yo el gusto y la obligación de respetarla, de la misma forma, quien me escucha debería tener la misma obligación de respetar unos planteamientos y una lectura de la realidad diferentes. Lo contrario, si no podemos expresar libremente nuestra opinión, bajo amenaza de descalificación y aislamiento personal, sería una dictadura.
El problema está en que si no manifestamos abiertamente nuestra opinión, corremos el riesgo de que nuestros hijos crezcan en la creencia de que eres un retrógrado burgués, lo cual debe ser muy malo -aunque ellos no sepan lo que significa ni retrógado ni burgués- y lo demás, lo políticamente correcto, muchas veces incorrecto éticamente, es lo guay y lo normal. Se nos pide que nos inhibamos de toda opinión que no sea coincidente con la “mayoritariamente aceptada”. Pero sucede que luego, lo que se supone mayoritariamente aceptado, no lo es. Simplemente es lo que más se repite en los medios de comunicación sin que encuentre oposición alguna, porque es más cómodo no pensar, porque es más cómodo no señalarse. Eso no es tolerancia, es una dictadura donde la opinión abierta se condena con la represión social y la descalificación personal. Y tenemos la obligación moral de transmitir a nuestros hijos aquellos principios que para nosotros son válidos, aquellos que nos han ayudado a crecer como personas, y a darles los argumentos lógicos en los que creemos. Al fin y al cabo son nuestras convicciones y ellos tienen el derecho a comprender lo que pensamos y cómo actuamos. Somos sus padres. Debemos enseñarles a ser tolerantes desde la firmeza de nuestras propias convicciones.
2) El RELATIVISMO.-
Si todo es relativo, todo es opinable, ¿cómo sabes tú que lo que tu opinas, dices, afirmas, es lo correcto? Esto me lo preguntaba mi hija a raíz de un trabajo de filosofía sobre la relación entre fe y razón.
Que todo el mundo tenga derecho a opinar no significa que todo sea opinable. Esto es algo que debemos tener nosotros muy claro y deben tenerlo muy claro nuestros hijos. Hay ciertos principios que lo son: la droga es mala, por ejemplo. Todos los días hay que levantarse para trabajar, por ejemplo. Tu derecho a ser respetado es idéntico al mío, luego tu ámbito de libertad finaliza donde empieza el mío. Y en última instancia, cuando seas padre comerás huevos.
Hay padres que no bautizan a sus hijos porque no quieren condicionar su religión futura. No, los hijos tienen derecho a tener un punto de referencia y nosotros la obligación de dárselo y si alguna vez me pregunta mi hijo por qué lo eduqué en la fe cristiana o por qué lo eduqué en el Encinar tendremos que responderle: porque creo en Dios y porque creo haberte dado lo mejor para tu educación. No tenemos la obligación de transmitir LA VERDAD sino simple y honestamente NUESTRA VERDAD que es aquella con la que vivimos y la que nos permite sobrevivir. ¿Os imagináis a un tigre diciéndole a la señora tigresa: no enseñes a cazar al niño, por si de adulto prefiere ser vegetariano? Este absurdo está ocurriendo.
Pero no debemos confundir transmitir tus verdades con imponer tus verdades. No juzgaré a mi hijo por apartarse de lo que yo pienso y creo, si lo estoy educando como un ser libre es para que viva en libertad. Su tiempo no es mi tiempo y necesitará apartarse de mí para sobrevivir en el tiempo que le ha tocado.
3.- LA DICTADURA DE LAS MAYORIAS ESTADISTICAS.-
Que lo piense la mayoría no quiere decir que sea lo correcto, y, en cualquier caso no lo será si no lo es para nosotros. Nunca es un argumento «todo el mundo lo hace» porque eso no es equivalente a decir «es bueno».
Las estadísticas están sustituyendo a los adivinos y a los legisladores -se aprueba lo que reporta votos-, en lugar de bolas usamos estadísticas y las estadísticas tampoco nos van a ayudar mucho en la rectitud de criterio. Si yo te pregunto si no crees que la paz es el don más preciado de la humanidad me contestarás que sí, y si a continuación te pregunto si no crees que es tan preciado que debemos salvaguardarlo a toda costa, me dirás que sí con lo cual habré conseguido que estadísticamente estés afirmando que el fin justifica los medios y que eres partidario de la guerra. Puede que al principio tú no pensaras eso y que sigas sin pensarlo a pesar de que te hayan manipulado para que des una respuesta inducida.
Cuando tengamos que decidir qué es bueno o malo para nuestros hijos, no pensemos en lo que todo el mundo hace, sino en lo que yo creo que es o no es bueno para ellos. Actúa en conciencia porque no siempre lo que se dice que «hace todo el mundo» es todo el mundo quien lo hace. «Papá todos mis amigos lo hacen»: puede que sea cierto, pero mi obligación es educarte y responder por ti no por tus amigos. Y, esto, es lo que yo pienso y creo que merezco cuando menos el mismo respeto que tus amigos y más que los padres de tus amigos, no porque sea mejor sino porque soy el tuyo. Si admitimos el «todos lo hacen» como criterio de aprobación de conducta estamos inculcando un principio muy peligroso en la mente de nuestros hijos. Les estamos diciendo «Si ves que todos lo hacen, tú puedes hacerlo porque es aceptable.»
4.- ESA NIÑERA LLAMADA TELEVISION.-
Es sorprendente lo que cuidamos el colegio, los profesores, las amistades de nuestros hijos y, sin embargo…. como luego dejamos que doña televisión programe las mentes de nuestros hijos.
Sólo deciros el daño que puede hacer la publicidad en los niños programando inconscientemente la ansiedad sólo satisfecha por el consumo. ¿Habéis visto programas como “Al salir de clase”? ¿Sabéis qué ven vuestros hijos? ¿Sabéis qué se les está vendiendo como norma de conducta? Si vemos la televisión en familia y tenemos opción de comentar con ellos lo que vemos, puede ser constructivo; pero si tienen libertad horaria y de canales significa que lo estamos haciendo mal. Estamos hablando de otra adicción que por si misma merecería una charla completa por la tremenda importancia que tiene en nuestros hogares. El promedio de visualización de televisión en primero de ESO con clase matutina hasta las dos y media es de cuatro horas diarias. Es una barbaridad.
5.- LOS MODELOS JUVENILES Y LA MOVIDA.-
Nosotros como padres somos víctimas, como nuestros hijos, del hedonismo imperante. Disfruta y diviértete. ¿Y el trabajo? Nadie habla del trabajo ni de la familia ni de las obligaciones. La idea imperante desde la publicidad y los medios de comunicación, desde los programas juveniles a las series es que «está de moda ser joven». «Hay que ser joven». Estamos muy lejos de la afirmación británica de que «la juventud es una enfermedad que se cura con los años». Ahora estamos en la idealización de la juventud y de la movida y del consumo y somos nosotros mismos los adultos los que corremos a las clínicas de cirugía estética, nos vestimos con cuero, y anteponemos el placer personal a la obligación-muermo. Os habéis fijado cómo han proliferado los divorcios, cómo se consideran los hijos una carga, cómo todo lo que suena a obligación es rechazado sistemáticamente.
Si entramos en esa dinámica ¿cómo imponer sentido común en nuestros hijos que se han convertido en nuestro modelo?
Como veis son muchas las cuestiones relacionadas con ese SÍ que abre las puertas de la droga a nuestros hijos. Y puede que algunos de vosotros hayáis venido hoy a hablar de la movida para saber si estáis o no actuando correctamente. Pero yo no he venido a daros una respuesta a esa pregunta. Para responder a esa pregunta sentaos el matrimonio y preguntaos si estáis haciendo lo correcto o no, porque sois vosotros los que debéis tomar las decisiones en vuestros hogares.
A mí personalmente no me preocupa que mi hija salga o no salga, me preocupa evaluar la capacidad de respuesta que pueda tener mi hija ante situaciones nuevas e inesperadas, su capacidad para controlar la situación porque sé que en QUO y en ZAHIRA y este verano en la playa habrá junto a ella quien fume, beba o tome éxtasis y quien le ofrezca gratis el consumo. Yo confío en ella pero sé que no debo exigirle por encima de su capacidad de respuesta. Cada mes que pasa, cada salida que regresa a casa dueña de sí misma, cada año que pasa son refuerzos de control de conducta que le permitirán afrontar con éxito esa difícil tarea que es convertirse en adulta.
Mi mujer y yo no les hemos prohibido a nuestros hijos que consuman alcohol, sólo les he pedido que cuando decidan consumirlo porque la presión social los induzca a hacerlo, me lo digan. Que me permitan ser yo quien les explique qué es y como debe consumirse. Hasta ahora no me lo han pedido, supongo que porque «todavía pueden aguantar un poco más», pero yo mantengo la puerta abierta.
Tampoco les hemos prohibido que salgan hasta altas horas de la noche por miedo a la movida sino porque nosotros, sus padres, tenemos que dormir, porque el lunes hay que madrugar para trabajar y estudiar y no podemos trasnochar sin pérdida de reflejos y capacidad de concentración, porque si te mantienes despierta y sobria podrás observar que a partir de cierta hora lo único que puedes encontrar en la calle son problemas.
Pero esto no quiere decir que nosotros seamos quienes mejor lo estamos haciendo, no hay remedios mágicos y cualquier decisión que toméis, que tomemos, será nuestra opción y será la válida para nuestros hijos. Como dice Valentina Supino-Viterbo (Op.Cit. pág.6) no hay una guía de ser buenos padres. Podemos ser a lo largo de la vida que compartimos con nuestros hijos, buenos padres en determinados momentos y malos en otros. Basta con esperar ser, en conjunto, un padre suficientemente bueno.» Y, como decía mi padre, que Dios reparta suerte.
Gracias por insertar el comentario. Confío en que de verdad sea de utilidad. Aunque sé que su hija tiene suerte. Recuerdo una anécdota que nos sucedió con un pediatra amigo a quien mi esposa preguntó cuál era la mejor solución para evitar que los niños se quemaran con el sol en la playa. Su respuesta fue: «Una buena madre». Su pre-ocupación ya es un buen inicio, el resto es comunicación, conciencia y una pizca de suerte. Mucho ánimo.
José Carlos Aranda
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TAN INTERESANTE Y TAN REAL TODO LO QUE ESCRIBE, A MI COMO MADRE ME PARECE MUY IMPORTANTE TODO ESTO Y ME SERVIRÁ MUCHISIMO EN LA EXPOSICIÓN DE MI HIJA ACERCA DE LAS DROGAS
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