Mucho se habla y se hablará sobre la adolescencia. Pero me duele que normalmente se hable de esta etapa en clave de crisis negativa porque ser adolescente hoy, créanme, no es nada fácil.
Y esta idea es la que encuentro reflejada en este libro bien documentado, bien estructurado y sencillo de leer.
Que la etapa de la adolescencia es una etapa crítica está claro. Es esa etapa en la que el niño se transforma en adulto, es decir, en una persona capaz de asumir las riendas de su vida y tomar sus propias decisiones que no siempre -a Dios gracias- han de ser coincidentes con las de la familia. Y digo lo de «a Dios gracias» porque la realidad a la que ellos se enfrentan es muy diferente a aquella que nos tocó vivir a nosotros. No digo con esto que sea mejor ni peor, es sencillamente distinta y ello conlleva la necesidad de adaptación, de saber manejar las velas para aprovechar los vientos, de tomar posturas, de elaborar un proyecto de vida propio.
Este libro trata de esto, de las dificultades que nuestros jóvenes encuentran para hacer frente a su futuro y de los problemas que los padres tenemos de comprender sus dificultades. La forma de relacionarnos con ellos no siempre es la adecuada. Ellos están aprendiendo, nosotros venimos aprendidos pero en unas claves que ya no son coincidentes. De ahí la necesidad de reflexión.
Hay mucho tema de reflexión en este libro que nos ayudará. Entre otras cuestiones, aquí encontraremos la desmitificación del «joven feliz y nihilista» que encierra tras su fachada despreocupada una derrota vital frente a una sociedad que no le ofrece futuro; la dificultad de aceptarse a sí mismos frente a unos iconos publicitarios que bombardean un modelo idílico de belleza prácticamente inexistente; la dificultad de crecer entre adultos que no quieren crecer, o que han renunciado o fracasado en su propio proyecto vital generando situaciones caóticas y confusas que pretendemos que ellos asuman y acepten como normalizadas; huidas que se transforman en negación de autoridad paterna o hiperprotección que impiden el desarrollo en equilibrio; la dificultad de una autonomía que pasa por un trabajo estable que no existe, etc.
Solo apuntar que, en medio de tanto libro sobre adolescentes, el equilibrio de relación hemos de fraguarlo antes con nuestros hijos. Poco o nada se habla de esa etapa de la segunda infancia, la etapa del seguimiento y la laboriosidad, donde se inculcan lo hábitos y valores que van a acompañarlos en la transición, de ahí que en Inteligencia natural (Toromítico, 2013), abordamos cómo podemos abonar el terreno durante este periodo; tampoco se habla de la pubertad, de ese inicio en las transformaciones tanto del cuerpo como de la mente, de ahí que en Inteligencia natural 2 (en preparación) abordemos el tema de la educación en la adolescencia desde este estadio previo donde se fraguan las nuevas relaciones con la familia. Cuando esperamos hasta la adolescencia para solucionar problemas en educación, solemos llegar con retraso y dando traspiés.
Si me permiten la figura, yo diría que la adolescencia es ese momento en que el gusano ha tejido su capullo de seda y, en la oscura intimidad aislada de su interior, se está transformando. Es ese momento en que la comunicación ha quedado interrumpida momentáneamente y ha de alimentar el espíritu con lo que ha ido digiriendo durante su infancia y pubertad. La anticipación, en este sentido, se hace imprescindible aunque nunca es tarde para comenzar. Cuando nosotros cambiamos, la realidad cambia con nosotros y esto también vale para nuestra forma de relacionarnos con nuestros hijos.
Toda reflexión es poca y en este libro encontramos material en abundancia para esta difícil tarea de transitar por la adolescencia.
Mi enhorabuena a los autores.
José Carlos Aranda
Apreciado José Carlos Aranda:
Nos ha hecho mucha ilusión tus cometarios sobre nuestro libro. Lo que valoras es, precisamente, lo que tratábamos de conseguir. Trasmitir por escrito unas ideas y promover la reflexión, como tu sabes, no es fácil. ¡Muchisimas gracias!
Rubén D. Gualtero y Asunción Soriano.
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