CUANDO LAS REDES SOCIALES PUEDEN CAMBIAR EL MUNDO

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No hace mucho que ha saltado a las redes sociales el llamado «reto de la cerveza» y en poco tiempo se ha convertido en lo que se denomina «cadena viral» por la rápida expansión y el éxito obtenido. El reto consistía en grabar ante una cámara cómo el protagonista «nominaba» a tres amigos para que emularan su hazaña. La hazaña consistía en beber cierta cantidad de licor. Los nominados debían imitar el gesto bebiendo la misma cantidad  o superior. La broma y la empatía, también la costumbre y el halago de sentirse nominado por un amigo, hizo el resto.

La espiral ascendente fue fenomenal, y lo sigue siendo. Pero hubo un joven madrileño que se detuvo un momento a preguntarse qué es lo que realmente se le estaba pidiendo, y encontró que era un sinsentido. Después pensó que la idea de la cadena estaba bien, pero no aportaba nada. Más de lo mismo, más beber por beber. Y se preguntó qué ocurriría si esa cadena se orientaba en un sentido más humanitario, si el «reto» consistiera en algo que sí tuviera sentido. Ni corto ni perezoso, se grabó a sí mismo y dando un giro de 180º al conocido reto de la cerveza, propuso sustituir la ingesta de alcohol por hacer una acto de caridad hacia alguien necesitado. Tras nominar a tres amigos, procedió a dar una bolsa de churros y chocolate caliente a un indigente que estaba durmiento en la calle.

No hace mucho llegó este reto hasta mi hijo y lo recibió con la alegría típica de quien se siente recordado por sus amigos. Más cuando se encuentra solo en Londres, trabajando, alejado de todo lo que le es querido. Sin embargo, recapacitó y decidió devolver el favor sumándose a esa obra de caridad inesperada, anónima y altruista. Hubiera querido ayudar al frío londinense a la española, con unos buenos churros y un chocolate caliente, en su defecto, optó por una hamburguesa y un refresco.

Sé que le dará vergüenza leer estas líneas, él es así, pero cuando vi la grabación me sentí profundamente orgulloso como padre. Quienes actúan como él demuestran disponer para la vida de una buena dosis de inteligencia moral, viven su tiempo, pero no son vividos por su tiempo. Han desarrollado la capacidad de ir un paso por delante para preguntarse por qué actúan y encontrar razones que los muevan procurando no solo el bien propio, sino el bien común. Tratan de que sus actos tengan un sentido que los trascienda. Esto es inteligencia moral y es una de las claves de la felicidad para cualquier ser humano. Quien construye su vida sobre el egoísmo hedonista está alzando un castillo de naipes.

No creo en lo colectivo, cuando algo es cosa de todos acaba por no ser cosa de nadie. Entiendo que a lo común se llega por la suma de voluntades individuales. Por eso sí creo en el ser humano y lo que la suma del uno más uno puede reportar a la sociedad. Creo en el amor y en la caridad como motores de la transformación social y encuentro ejemplar que algunos jóvenes sean capaces de tener la suficiente personalidad como para apostar por un cambio con sentido. Todos nuestros actos, por insignificantes que parezcan, tienen repercusiones, consecuencias. Ojalá que esta cadena inspirada en la empatía nos devuelva la capacidad de ver lo inmediato, de ver a quien sufre junto a nosotros. En la era de la comunicación global no conocemos a nuestros vecinos, el hablar siempre en mayúsculas, nos impide descender a lo inmediato, a lo que sí podemos hacer aquí y ahora. Es la gran paradoja de nuestro tiempo. Este simple gesto, el ofrecer hoy una comida caliente a alguien que no conoces pero que sabes que lo necesita, puede cambiar una vida devolviendo a un alma la fe en el ser humano. Pero lo más importante es que el gesto en sí te transforma a ti mismo, recibes más de lo que das.

En una época en la que criticamos las redes sociales como algo banal y sin sentido, hay quien ha querido y ha iniciado algo bueno, bello y positivo que nos devuelve la esperanza en la juventud. Ellos no lo tienen fácil, pocas veces lo tuvieron más difícil, y sin embargo, este tipo de iniciativas nos devuelven el optimismo en un futuro con corazón que puede transformar el mundo.

Gracias, hijo mío.

EL RETO DE LA CARIDAD

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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