«Ahora que nos encontramos a las puertas de un futuro más sostenible y nos afanamos por lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio, dar forma a una nueva agenda para el desarrollo y luchar contra el cambio climático, movilicemos a las familias del mundo.» Este es el mensaje que lanza Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas.
Ya sabéis, lo he repetido muchas veces, que no me gustan los «Días de…». Lo que es bueno, hay que celebrarlo cada día y cuando hay que designar un día «para» quizás signifique que algo esté fallando.
Para mí la familia es esencial en la sociedad, en cualquier sociedad, por eso es algo digno de ser celebrado, con una sonrisa, con un abrazo, con un te quiero, con un «gracias», con un «qué te pasa», con un «en qué te ayudo», con un «perdón», o con un «quítate de ahí que no veo» o «ahora me toca a mí». Es ese lugar en el que puedes quitarte la coraza porque te sientes seguro, entre quienes te quieren a pesar de que te conocen, te quieren por quién eres, no por lo que tienes ni por intereses, ni por conveniencias ni por falsedades. Solo porque sí. Y no hay amor más puro y desinteresado que el de un padre y una madre capaces de darlo todo y más por sus hijos. El ser humano nace tan inmaduro que requiere de un habitat que lo proteja y le permita desarrollarse durante más tiempo que cualquier otra especie hasta alcanzar la madurez. Y ese amor es la pieza clave de su crecimiento y aprendizaje, a partir de él elabora el concepto de sí mismo, de una persona que es digna de ser querida porque la experiencia le dicta que hay quien ya le quiere así.
Pero quizás haya que llamar la atención porque la familia no se entiende desde el hedonismo egoísta, porque construir familia requiere desprendimiento, generosidad y espíritu de sacrificio; tampoco se entiende desde el afán consumista cuando has de anteponer lo que ellos necesitan a lo que tú mismo necesitas porque te importa más ver dibujada la sonrisa en su cara; tampoco se entiende la familia sin convivencia, sin esa reunión diaria en torno a una mesa donde mirarse a los ojos para saber cómo ha ido el día y compartir experiencias y planes; no se puede crear familia sin saber perdonar y dejando que el rencor se instale en nuestras vidas; no se puede crear familia desde el aislamiento, desde las voces, desde detrás de una pantalla -de televisión, de móvil, de ordenador…-. No se crea familia desde la exigencia sino desde el desprendimiento, desde el espíritu de cariño, desde… el amor; y, por último, no se crea familia desde la provisionalidad porque tiene una vocación de permanencia.
Lamentablemente se está atacando la familia, convenciendo a la sociedad de que es algo trasnochado, que la educación es cosa del sistema, que los padres en eso qué van a decir si no saben nada, que nada es permanente y los niños son de goma, lo aguantan todo. Lo veo en las aulas, en las calles, en la televisión… y a veces me dan ganas de llorar.
Al señor Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas, yo le diría: «¿A qué familias apelarás cuando no exista ya quien te escuche?». Es la gran verdad, la familia es el motor que sostiene la sociedad, es el motor de la transformación soñada. Pero para eso necesitamos recuperar la ilusión por «ser familia» a pesar de todo y de todos.
Puede, señor Ban Ki-moon, que yo no pueda transformar la sociedad del nuevo milenio, lo que sí puedo hacer cada día, con todo mi corazón, es procurar que «mi familia» sea ese lugar feliz en el que puedan crecer mis hijos como seres libres y responsables disfrutando unos de otros, disfrutando del camino, del esfuerzo y de los resultados. Y ese esfuerzo individual comienza por algo tan sencillo como una sonrisa, un gracias y un «te quiero». ¿Os sumáis a este pequeño homenaje a la familia, a vuestra familia?
José Carlos Aranda
Mensaje del Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon
Día Internacional de la Familia 201