ESTUVE CON ÁLVARO POMBO: EL PLACER DE LA INTELIGENCIA LÚCIDA VESTIDA DE SONRISA.

ÁLVARO POMBO 2014 LA SALLE CÓRDOBA

Álvaro Pombo, antes poeta que novelista encasillado en nuestros temas de Selectividad («La novela española de 1970 a nuestros días») estuvo con nosotros. Don Antonio Arias, profesor y amigo del Colegio La Salle de Córdoba me invitó a la charla que nuestro Académico de la Real Academia de la Lengua iba a celebrar en su centro.

¿Os imagináis tener la oportunidad de conocer a una persona de su calidad, de su inventiva, de su prosa? Allí estaba a las diez de la mañana para ver llegar tarde y apurado a un Álvaro Pombo en el que la viveza inquisitiva de sus ojos traicionaba la aparente seriedad de los años cargados sobre su espalda -calva superior, bigote y barba semiapuntada a lo Juan Ramón, pelo blanco. Las gafas metálicas encuadraban los ojos diminutos, vivos, ágiles. Chaqueta de punto verde, corbata azul con unas discretas rayas diagonales-. Se sentaron en la mesa del escenario del Salón de Actos, pero los focos comenzaron a molestarlo. Lo entiendo, te deslumbran e impiden que veas el rostro de quienes te escuchan. Cuando lo que quieres es comunicar, necesitas conectar con quienes están delante de ti, mirarles a la cara, sentir sus sonrisas con los ojos y presentir su aburrimiento en el murmullo. Se ajustaron los focos para iluminar sus ojos.

19052014662Tras las presentaciones formales, biográficas, títulos, agradecimientos necesarios en estas ocasiones, tomó la palabra para convertir la charla en una ocasión única, irrepetible, exultante de vitalidad en clave de experiencia. Ya nada fue igual. Nos habló de todo y de nada, de sí mismo y de la vida, de nosotros y de nuestra relación con el acto de creación literaria desde la mismas claves del ser humano, ¿qué más se puede pedir?

Es posible que la libertad sea una mera ilusión, don Álvaro; que nacemos indefensos y dependientes, dominados por el mundo que nos rodea. A unos -decía Cela- les toca el camino de rosas y a otros el de cardos y espinos. Es cierto que es difícil crecer y que para educar hace falta toda una tribu. Cómo se interesaron cuando comentó que el despegue hacia la libertad comienza en la adolescencia. Pero después ensombreció sus rostros cuando les hizo comprender que en ese madurar hacia la libertad había cosas que debían quedar atrás y otras que vendrían a cambiar nuestra concepción de la realidad, nuestra mente, incluso nuestros recuerdos. Y es ese equilibrio entre el apego y el desapego el que va forjando nuestra historia a través de los recuerdos, esa es la tensión que nos enriquece. Así, la educación se convierte en un proceso de crecimiento, a veces a través del sometimiento, pero que es, a la postre, una liberación. Somos, al fin y al cabo, criaturas sin hacer. Hace muchos años comencé un poema con esta frase «Soy un ser permanentemente inacabado»… Por eso, al escucharlo, no pude reprimir una sonrisa.

La fuerza de los recuerdos ejemplarizantes se imponía. Ese Álvaro con 12 años en 19052014660Santander creyendo que el mundo era aquello, su ciudad y su puerto, la casa de sus padres en el muelle, la de sus abuelos… Su sorpresa cuando viaja a Londres y descubre que más allá del horizonte de su mar también existen personas, y que viven y sienten como en la ciudad de su infancia. Lo oía y escuchaba a Juan Ramón con su «niño-dios» cuando creía que «el horizonte era la raya del término», lo oía y se me representaba lo que yo creía una rica catedral dorada en aquella capilla del Colegio de La Milagrosa en la que hice mi Primera Comunión, esa que con el paso del tiempo resultó ser una mera habitación con un retablo apagado de magia, luz y solemnidad. ¡Qué fuerza pueden tener las palabras! Pero eso lo sabe muy bien nuestro escritor, y lo utiliza en su discurso cara a cara. Es cierto que nuestros recuerdos van cambiando con la experiencia y la vida, también que en ellos se encierran las claves de nuestro ser en permanente cambio. Y todo para llegar a la gran paradoja en labios de un filósofo alemán: «Y al final, llegas a ser el que eras desde siempre».

Le preocupa «la memoria» su concepto y su dinámica a nuestro escritor. Tenemos que «hacer memoria» nos repite, insistiendo en que no hablamos de algo estático que está ahí, sino que la recreamos en el esfuerzo de atraerla a nuestra conciencia operativa, hacemos así presente nuestro pasado, pero también nuestro futuro.

Los papeles ya comienzan a estorbarle, mira el reloj y se le está yendo el tiempo sin querer queriendo, importa más interactuar con esos muchachos hablándoles a la cara que seguir las lineas, el guion prefijado. Oírle es disfrutar, desde la cercanía.

19052014659Y vuelve a sorprenderme dando un salto ágil. La literatura ya está en el simple acto de hacer una redacción, porque en la frase más sencilla (Franz Kafka: «Un hombre se asoma a la ventana») se encuentra ya la semilla del acto de creación. De ahí ese ánimo a los muchachos, «Escribid, sois escritores». Agradezco ese descender a las minúsculas, evitar la grandilocuencia de la aparente grandeza de las grandes obras, para bajar a lo que realmente es grande, el acto cotidiano que posibilita, a través del esfuerzo y la constancia, la creación en mayúsculas. Me acordé entonces de su sillón en la Academia en letra minúscula, pensé qué pocas veces la grandeza se escribe desde la humildad y la cercanía que nos mostraba Álvaro en esta charla.

La lengua no solo sirve para comunicarnos con los demás, sirve para comunicarnos con nosotros mismos. De ahí su importancia, como la importancia del «hablar por hablar», ¿habrá algo más maravilloso? Ese hablar por hablar responde a la necesidad de la persona de transmitir sus emociones, sus sensaciones, sus vivencias por pequeñas que sean. «Yo fui un gran charlatán en el Colegio, todos los días me echaban de clase: «¡Pombo, al pasillo!» -grita con voz teatral para que resuenen las caracajadas de un auditorio reconocido, identificado, seducido-. Pero él necesitaba comunicar y hoy, cree ver en esa necesidad de comunicación la semilla de lo que sería su vocación, su profesión, su vida.

Pero además, el acto de creación literaria es un acto de liberación. Trabajó en Londres, en la banca, su oficio más alto en la City fue el de telefonista -nos comenta entre cínico y perplejo-, cada día tenía que coger el Bus para acudir a su trabajo. «Entonces me sentía como un penco. Escribir aquel cuento supuso para mí una auténtica liberación, el alivio del yo engarrotado».

19052014663Mira de nuevo el reloj, no hay tiempo para más, no ha concluido, sintetiza, resume, apura para darse por vencido en la interminable lucha entre el querer decir y el tiempo. Los aplausos ponen el marco al acto que nos separa la metáfora de la palabra de la realidad devolviéndonos el valor prosaico y eficaz de los minutos. No hay preguntas. Nos levantamos poco a poco como quien despierta de un sueño, saboreando las últimas imágenes que se nos representaron en la ensoñación.

Antonio, acabado el acto, antes de la entrevista para la prensa local, tuvo la deferencia de presentármelo. Nos reímos. Me hubiera gustado abrazarlo como a un viejo amigo. Él me acababa de conocer, yo lo llevo dialogando conmigo desde hace más de treinta años. Pero, ¿cómo lo va a saber? Ahora, después de conocer a este venerable inquisitivo y risueño, magnífico en su cercanía y humanidad, tengo que releer su obra. Como él mismo decía, los recuerdos se reelaboran. Ahora pondré voz y gestos a sus palabras escritas y no podré leerlo sin esbozar la sonrisa de su recuerdo.

Gracias, Álvaro, por ese rato inolvidable. Gracias, Antonio y La Salle, por brindarme la oportunidad y tener la generosidad de acordaros de mí. A todos, un abrazo.

José Carlos Aranda

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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