
José Carlos, Lucila y José María en la Tapagonia
Seguro que al leer el título habréis pensado que se trataba de un error, que debería haber anotado «La Patagonia», nombre de la extensa región en América entre Argentina y Chile, pero no hay ningún error sino un simple juego de palabras que sugiere el origen argentino del restaurante desde la famosa «tapa» cordobesa como corresponde a esta argentina, Lucila, su dueña, ya tan cordobesa como nuestra costumbre de comer picando un poco de todo un poco.
La Tapagonia está en la calle María la Judía, en la zona de El Tablero, Carrefour Sierra. El lugar es un restaurante pequeño, íntimo, con pocas mesas bien organizadas, montadas con cariño y buen gusto. Su decoración entre romántica y cálida, madera y cuadros, escogidos, de esos que adornan sin saturar, te hace sentir cómodo. Una mesas bien distribuidas permiten ese diálogo agradable en el tono adecuado, ese que anima a tomar una mano y mirar a los ojos -o será que soy yo ese empedernido romántico trasnochado-.

EL REINO DE WHILSON
Cuando entras, lo primero que ves es el «Reino de Whilson», un habitáculo de cristal que grita la vocación del local con su «parrilla» de carbón chispeante, chisporroteante… Whilson, la cuida, la atiza, mima la posición de la carne, la voltea hasta darle el punto exacto que solo la caricia artesada puede dar a la comida.
Al fondo, a la izquierda una pequeña barra, y allí la sonrisa amable y cercana de Lucila, abierta, con ese acento argentino que arrastra la «y» rehilada y pronuncia nuestro idioma como en un tío vivo soñado por un niño en feria.
Pero nada de esto serviría si la comida no respondiera a las expectativas creadas por el ambiente. Y ahí está la clave. La clave está en su gran idea de ofrecernos un menú de 6 x 15, o lo que es lo mismo, 6 tapas por 15 euros. Una idea que te permite tapear y probar una cocina diferente, bien elaborada, capaz de sorprenderte. Quien crea que el problema es la abundancia, se equivoca: dos personas cenamos, más que bien sumándole un postre compartido. La cantidad es más que suficiente, la calidad extraordinaria y los platos muy bien presentados y elaborados. Y si te apetece irte a la carne tradicional argentina, ahí tienes a Whilson, con toda garantía y en su punto.
Íbamos por la cuarta tapa, pasados al vino tinto, cuando llegó José María, un profesor que fuera mi compañero en el Instituto el pasado año, nos saludamos contentos del reencuentro, ahora anda por la Facultad de Ciencias de la Educación, me puso al día de sus proyectos y yo de los míos, de esa forma en que lo hacen los amigos. Resultó ser el marido de Lucila. En su día me la presentó en el centro, no la reconocí, no sé si ella me reconoció desubicados y alejado aquel momento en el tiempo, lo que sí pude observar fue cómo prodigó esa sonrisa y esa dulzura atenta y cortés con cada uno de los clientes que atendió.
Con esto os sugiero algo muy sencillo: Dejaos aconsejar y disfrutad de un buen rato en buena compañía con una magnífica comida.
Llamad, es posible que ya no quede sitio para el día de San Valentín. Yo, desde luego, pienso repetir.
Gracias Lucila por hacer de la restauración un arte del que podamos disfrutar tanto. El cariño que pones se nota en cada detalle de tu casa. Te he dado cinco estrellas, pero no he sido el único, ¿has entrado últimamente en Google?
José Carlos Aranda