Hoy ha hecho un sol radiante, Sevilla ha estado radiante y engalanada, de hecho nos recibió con procesión, tambores… ¿Os imagináis? Es fantástico encontrarse con amigos, antiguos alumnos, lectores desconocidos, cambiar impresiones y la sorpresa de poder reunirme, además, con José María Arévalo y David González. Y es que no tengo muchas oportunidades de conversar con ellos tranquilamente al amor de una buena cerveza en la Plaza Nueva. Tengo mucho que agradecerles, tanto a uno como a otro, un autor sin editor lo tiene muy difícil y ellos son quienes me han allanado el camino, es mucho lo que de ellos aprendo cada vez que tenemos ocasiones como esta. Sería injusto no mencionar también a Manuel Pimentel y, sobre todo, a Antonio Cuesta, pero a ellos los tengo en Córdoba.
Para colmo, de fin de fiesta nos fuimos a comer con otro autor de Almuzara o, mejor dicho, a que nos diera de comer otro autor de Almuzara, Enrique Becerra, una quinta generación de hosteleros sevillanos. Un restaurante con todo el sabor antiguo, de muros anchos, puertas cuarteadas y vigas en el techo, esquina con azulejos blancos pintados a mano.
La comida fue excelente, la compañía más aún. Me regala su novela, El pintor de mujeres sin rostro (Algaida, 2012), nos abrazamos, hablamos de lo humano y lo divino, del rincón de Pérez Reverte cuya cita cierra la carta del menú del local. Me señala su mesa y el azulejo que le dedicaron.
Enrique es una de estas personas con las que uno pasaría horas hablando. Su hijo lo sigue como una estela, lleva ya cinco años con él, una nueva generación se va abriendo paso. No os perdáis el «Atún de almadraba».
Siempre me cuesta dejar Sevilla, otro día quedamos, un placer pasear sus calles, su bullicio, su soltura. «Sevilla y primavera… con no pecar es suficiente», si lo dijo Santa Teresa quién soy yo para contradecirla.
Un abrazo y hasta pronto.
#JoseCarlosAranda #Comohablarenpublico