CUANDO PADRES Y MAESTROS CAMINAN DE LA MANO: EDUCAR EN CIUDAD DEL MAR (Torrevieja, Alicante)
Cuando llegué hace apenas un mes era un extraño entre vosotros. Sé que hoy he dejado tras de mí muchos amigos, con ganas, con inquietudes, con ilusión. Es maravilloso. Pero eso no es mérito mío, sino vuestro.
Para que la semilla fructifique, la tierra ha de estar preparada y el momento ser el justo. Ese ambiente, esa inquietud, esa ilusión, esas ganas de comprender y aprender, esas ganas de descubrir, eso es lo que me encontré entre vosotros.
Sois un sueño, os deseo de corazón que lo sigáis siendo. Vivimos rodeados de milagros, pero nos acostumbramos a ellos y llegamos a creer que son algo normal. Es un milagro ser capaz de mantener la ilusión en el día a día, comprender que las dificultades forman parte del camino, son las que nos hacen crecer, a nosotros y a ellos. Creo que un colegio se descubre en los espacios comunes de convivencia, donde cada cuadro, cada motivo, cada adorno, nos retrata. Son la huella del compromiso de quienes intervienen continuamente en el proceso, eso que llamamos «comunidad educativa» que no es más que un grupo de personas remando en una dirección, animadas por lograr que los niños crezcan alegres y felices.
Cada flor, cada color, cada sonrisa tiene detrás una mano que la sostiene, una intención de agradar, una vocación de querer contribuir a crear una casa feliz, porque sí. Y un colegio es la prolongación de nuestra casa, donde más horas pasan, donde crecen, donde aprenden a ser personas más allá de la familia, donde aprenden que todos somos familia porque formamos parte de la humanidad a la que contribuir desde cada ser.
Y eso no está solo en la nieve del recibidor que los saluda cada día al llegar, ni en el pasillo del bosque donde las hojas se entrelazan en la magia del ensueño camino de clase. Esa magia la encontré en algo tan importante como la Biblioteca. Amplia, luminosa, de colores alegres y grandes libros, con sofás, sillones, mesitas…
Habéis creado una enorme sala de estar en convivencia donde la curiosidad lleve a abrir las páginas y ver dibujos y colores, un espacio donde compartir experiencias, vivencias en torno a los libros, sin más motivación que la curiosidad del niño hacia lo que es atractivo por sí mismo.
Si esto ya de por sí es maravilloso, no es lo más. Lo más para mí es el que esté permanentemente abierta y que sean los propios padres quienes se organicen para estar allí, cuidar, participar, alimentar, mantener esa Biblioteca mirando cómo los niños se acercan a los libros y comparten ilusiones. Cuando hablo de «familiarizar la escuela, escolarizar la familia» me refiero a cosas tan sencillas, pero tan infrecuentes en nuestros colegios, como esta colaboración preciosa que nace del amor y la cooperación.
Os dejo con una sonrisa, la misma que vi reflejada en tantos rostros. Una sonrisa de complicidad y entusiasmo. Gracias por permitirme compartir parte de vuestro proyecto, de vuestras vidas. Un fuerte abrazo.
José Carlos Aranda