No podemos hablar de educación sin hablar de familia, no hay posibilidad de construir familia sin convivencia.
En el trabajo de investigación que llevo a cabo preguntaba a las familias, ¿por qué ya no se le cuentan historias a los niños, esos cuentos que suponían la excusa perfecta para vivir y compartir emociones y fantasías? Me respondieron que cuando los dos trabajaban era prácticamente imposible. Lo sé, lo he vivido, lo he sufrido y soy consciente de la dificultad.
Construir una sociedad que condene a la separación de las familias por hacer incompatible el trabajo con la crianza es una sinrazón. Venimos programados para el apego desde el cariño, importa luchar por una sana política de conciliación que nos permita ser padres y madres ejercientes. Porque esa edad es irrepetible, el tiempo perdido en la infancia es irrecuperable.