Si algo he de agradecer a Inteligencia natural es el haberme puesto en contacto con vosotros. Padres y educadores en ebullición, buscando soluciones y puntos de encuentro para hacerlo cada día un poquito mejor. Me encantó llegar con tiempo para pasear el colegio, un edificio nuevo cargado de proyectos y de ilusión, de colores, de dibujos en el patio, de zonas integradas, campos de deporte y muchas sonrisas.
Me recibió Rafael Atienza, el Director, deambulamos, hablamos, me fue presentando al equipo, a profesores, a niños, a clases… Se respira un aire de armonía, me encantó esa clase a la que se accedía por la boca de un tiburón… ¿se imaginan? Yo hubiera sido feliz entrando a clase por una puerta como esa. Me emocionó la atención de una educadora con un niño sentada: se había enfadado, estaba ofuscado, había que
acompañarlo mostrándole la necesidad de controlar sus emociones… ¡qué gran lección para el futuro! Paciencia y acompañamiento… Me encantó ese huerto ecológico por el que pasan todos los alumnos una vez por semana. Estoy convencido de que se sentirán atraídos por su magia y aprenderán a amar la naturaleza y a comprender el mimo y el esfuerzo que se esconde detrás de una humilde patata o una lechuga, dejarán de ser meros recortes de verdura en el plato para cobrar vida creciendo de la tierra y sabrán a sol y esfuerzo, agua y sol, y cariño… Son cosas que jamás podrán aprender en una tableta ni en una pantalla electrónica, algo tan importante como aprender
que todo requiere su tiempo, sus tiempos, sus plazos, para llegar a ser, también sus cuidados y la atención mimosa de la mano que cuida. Lo demás: campos de deporte, luz, aire fresco, amplios ventanales y colores: colores en las columnas del recibidor, en los zócalos de los pasillos, en las paredes de las aulas, en el mantel de papel que cubría la enorme mesa de la sala de música, de plástica, de danza… de vida.
Comimos juntos y hablamos de proyectos, de bilingüismo, de la educación de futuro, de la necesidad de transformación, de los problemas, de las aventuras y las ventajas y desventajas, de la vida en un colegio. Esa conversación entre soldados de infantería curtidos por la batalla diaria que sabe del esfuerzo y el sacrificio. Pero cuando hay ilusión, no puede haber fracaso, ¿verdad, Rafael? Hemos de atrevernos a innovar, a experimentar, a investigar y aprender que detrás de cada rostro que nos contempla hay una vida que espera ser vivida en plenitud, que no hay vocación más hermosa que la de ser maestro y mostrar el camino hacia la felicidad desde la confianza y la emoción.
Me encantó ese premio a la labor callada que contribuye a que el proyecto sea. Acudimos a los actos, a la Biblioteca, a ese huerto escolar, al taller de cocina o a la banda de música… Pero detrás de cada actividad hay muchas horas de trabajo altruista. Hay personas que ofrecen lo que más vale, lo que no tiene precio, su tiempo y su cariño para transmitir lo que saben y lo que sienten a esos niños. Ojalá y en todos los Centros Educativos hubiera un premio de reconocimiento a esta labor callada y humilde porque es la sangre real que transmite la vida del Centro. Padres, profesores, instituciones… El arte, Rafael, está en coordinar y animar, en servir de acelerador ilusionante para que concurran las voluntades en algo tan maravilloso como es el centro educativo.
Respecto a la conferencia, ¿qué voy a deciros? Me divertí, me emocioné… Nunca se dice todo cuanto se puede pero quizás tampoco sea eso lo más importante. El contenido está en los libros, en cualquier momento lo podéis leer y releer desde la oportunidad y el instante, pero esa comunión de emociones solo se vive cuando nos miramos a los ojos y comprendemos la verdad que estamos viviendo en ese instante irrepetible. Y, como siempre, lo más interesante, vuestras intervenciones. Son preguntas, inquietudes que traspasan el umbral del tiempo porque nos asaltan a todos. Pero esas preguntas solo tienen respuesta desde el corazón. Ojalá haya sido capaz de haceros llegar este mensaje.
Me llevo un pedacito de Alzira, muchos amigos y una maqueta de tren encerrada en una sala y una maravillosa persona, Miguel Ángel, capaz de recibir al sol cada día con una sonrisa y demostrar que el corazón de niño no tiene edad. Gracias por darme la oportunidad de compartir con todos vosotros y hasta siempre. Un abrazo.