EN DEFENSA DEL ESPAÑOL: UNA LECCIÓN DE ESTILO (artículo de Jairo Valderrama, Profesor de Comunicación, Universidad de La Sabana)

extranjerismos
Elegancia y sencillez van de la mano, también la propiedad léxica, el uso de las palabras con su significado propio. Desgraciadamente, la  precipitación, las traducciones rápidas y la falta de revisión están introduciendo alteraciones morfológicas y giros cada vez más extendidos que no hacen más que enrarecer y entorpecer el idioma. El primer autor con conciencia de estilo propio, el infante don Juan Manuel, centraba su atención en tres aspectos esenciales: sencillez, precisión y brevedad. La moda actual atenta contra estos tres principios que siguen estando vigentes seis siglos más tarde. Por su parte, mi maestro José Andrés de Molina solía repetir que «quien se expresa sin claridad es porque él mismo no lo comprende». Con frecuencia, se camufla la ignorancia o la estulticia con las perífrasis y los neologismos -o extranjerismos- para parecer, que es lo que importa en un mundo de apariencias. Por lo demás, la técnica y el procedimiento utilizados vienen de muy antiguo (véase la obra Fray Gerundio de Campazas, Alias Zotes (el cual no sabía leer ni escribir y ya sabía predicar), 1758).fray gerundio de campazas

Agradezco al profesor Jairo Valderrama este artículo por su rigurosidad y su sentido del humor. Espero que lo disfrutéis.

¡Qué palabras tan estiradas! / En defensa del idioma

Ideas atropelladas o un excesivo retoque pueden llevar a formar conceptos absurdos cuando se habla.

Por:  JAIRO VALDERRAMA |

9:10 a.m. | 3 de junio de 2016

Palabras como agradabilidad, anulabilidad o alterabilidad ya se encuentran en el Diccionario de la Real Academia Española.

Foto: Mauricio Moreno/ ELTIEMPO

Palabras como agradabilidad, anulabilidad o alterabilidad ya se encuentran en el Diccionario de la Real Academia Española.

Muchas ideas expresadas atropelladamente o, al contrario, con excesivo retoque llevan a formar conceptos absurdos. Y aquí la palabra «absurdo» se aplica en su acepción real; es decir, cuando significa que está fuera de lógica, que es irracional o contrario a la razón, distinto a como sucede, por ejemplo, cuando alguien dice: “Pedro se compró un automóvil absurdo”. Entonces, uno imagina una llanta instalada en la silla del conductor, otras sillas adheridas al tanque de la gasolina, las demás llantas en el techo o el cigüeñal atravesado en la ventana panorámica, que se encuentra en el piso, por donde asoman las cabezas de los usuarios. Todo eso, por supuesto, ¡absurdo!

Para citar solo otros casos de ese hablar atropellado, contaba un muchacho cómo él se privó de pasear en el vehículo de la novia, porque “ella tenía pico y placa”; quizás, la dama lucía el perfil de gallina o de guacamaya, dependiendo de la proporción de ese pico, que pudo ser curvo o puntiagudo. De todas formas, él ha debido observarla con más detenimiento antes de formalizar una relación, para no quejarse después. Y en cuanto a la “placa”, confiemos en que ella haya llevado solo una tarjeta o un emblema fijado en el pecho.

Otro adolescente quiso “hablar con su exnovia de dos años”. ¿A esa edad se pensará en noviazgos? Definitivamente, el ducto entre pensamiento y lenguaje se tapona con frecuencia, y tal situación causa el desequilibrio del mensaje.

En el punto extremo están quienes suponen que un vocablo es más exquisito por su longitud que por su precisión. Esta clase de hablantes, la mayoría del tiempo, pretenden más impresionar que comunicar; han olvidado que “la sencillez llevada al extremo se convierte en elegancia”. Ellos prefieren “direccionamiento” a “dirección (más claro y más conciso); les encanta “traumatización”, “problemática” y “planificación”, en lugar de “trauma”, “problema” y “plan”. Posiblemente, toman como modelo a algún locutor cuando desea conmover con “recepcionar” (y algunas secretarias se copian), y “recibir”, créanme, no es una grosería.

Siempre será más práctico “condición” que “condicionante”, “fundamento” que “fundamentación”, “tema” que “temática”, porque, aparte de ser precisos, son vocablos más entendibles, que facilitan la comprensión, dinamizan la idea de cada momento y permiten advertir que el usuario de esas palabras es una persona más diáfana.

Ahora, con el auge de intercambios comerciales de artefactos electrónicos, aumentan los desafueros lingüísticos. Dizque es más chic “reposicionamiento” o “tributación”, y no “reposición” o “tributo”, o más elegante “cancelar” (absolutamente impreciso si quiere decirse “pagar”), aunque olvidan que “cancelar” es “derogar”, dejar sin vigencia, anular.

La prolongación de las sílabas, y más si terminan en “dad”, sirve para persuadir a ciertos ingenuos que con ello se alarga también su sapiencia, y solo logran acrecentar la pedantería. Entonces, surgen con un contagio inmediato esos monstruos semánticos como “aplicabilidad”, “durabilidad”, “tramitabilidad”, “transitividad”, “controlabilidad”, “dilatabilidad”, “habitabilidad”, “corruptibilidad”… Y son tan sencillos los términos “aplicación”, “duración”, “trámite”, “tránsito”, “control”, “dilación”, “habitación” y “corrupción”.

Creen también que “direccionar” resulta más distinguido que “dirigir”, o “influenciar” que “influir”. Por eso, de seguir a este ritmo, nada de extraño será encontrar, sobre todo entre mis colegas (llamados a detener estos despropósitos), un cúmulo de expresiones como “vamos a organizacionar la empresa el próximo año”, “aprovecharemos los vacacionamientos de diciembre”, “el desconexionamiento de la energía causó fallas en la planta eléctrica”, “hemos ubicacionado los productos en otra estantería”.

Ya se encuentran, sin embargo, en el Diccionario de la Real Academia Española términos como agradabilidad, anulabilidad o alterabilidad, que no subrayo ni encierro entre comillas precisamente por la aceptación oficial que los cobija. Y hay otro más, impreso en un secador de manos: “Sin tocar, posicione las manos abajo del aparato”. Por eso, hay que posicionar cuidado.

Por tanto, damas y caballeros, adelantándome a la tragedia morfológica que se avecina, permítanme “despedicionarme” de ustedes, con un “agradecionamiento” profundo, por la “interesación” que han mostrado por este “reflexionamiento” acerca de cómo nuestra “idiomatización” sigue quizás su “finalizacionamiento”.

Con vuestra “permisivización”.

JAIRO VALDERRAMA
Profesor Facultad de Comunicación
Universidad de La Sabana

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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