El comerse las uñas (onicofagia) es un problema mucho más frecuente de lo que nos creemos y, aunque normalmente no se le da mucha importancia, afecta a la salud física y psicológica del sujeto.
En el aspecto físico, las manos están en contacto permanente con el medio, las uñas son refugio de bacterias, hongos y gérmenes que pueden producir enfermedades por infección. Si se convierte en un trastorno compulsivo puede provocar problemas en los dientes, deformación de la cutícula, de los bordes laterales de los dedos e, incluso, la pérdida de la uña.
En cuanto al aspecto psicológico, manifiesta nerviosismo e inseguridad, pero también se asocia a personalidades perfeccionistas. Este tipo de trastornos se inician por imitación y se acentúan por gratificación. El llevarnos las manos a la boca es un movimiento instintivo que realizamos ya en el útero materno, se asocia a la alimentación, satisfacción de una necesidad básica, de ahí que nos resulte agradable. En situaciones de peligro, tensión, estrés y ansiedad, el alimentarnos nos tranquiliza. El comerse las uñas es un sustitutivo de esta sensación. A través de la repetición se asienta en la conducta hasta el punto de no ser conscientes de que se realiza y, por lo tanto, no poder controlarlo. Pero hemos de tener en cuenta que ceder ante una conducta compulsiva inconsciente puede enseñar a nuestro cerebro un camino peligroso para el crecimiento y el desarrollo que se manifieste más tarde en conductas mucho más agresivas y peligrosas para la salud –la bulimia, tabaquismo o drogadicción, por ejemplo-.
La onicofagia suele iniciarse en la infancia, a partir de la adolescencia va disminuyendo y la incidencia es menor en la edad adulta. A los problemas inherentes a cualquier conducta compulsiva hemos de añadir, en la etapa adolescente y adulta, el menoscabo de la autoestima al exhibir unas manos con un aspecto deteriorado, incluso repulsivo que ofrece una pésima imagen de nosotros mismos en actos tan cotidianos como dar la mano al presentarnos en cualquier reunión.
Dependiendo de la personalidad, el problema se agrava cuando estamos sometidos a presión en situaciones que generan ansiedad: preparación de exámenes, reuniones con desconocidos u otras comunes en la infancia como los problemas conyugales, divorcios, traslados de domicilio, cambios en el entorno, nacimiento de un nuevo hermano, etc. Situaciones que generan estrés difíciles de gestionar incluso para los adultos. Pero también pueden generarse en sentido contrario, es decir, en personalidades perfeccionistas. Un estudio publicado recientemente demuestra cómo el aburrimiento y la frustración afecta en este sentido. Son personas a las que gusta tenerlo todo organizado, la planificación minuciosa del tiempo, trabajan más de los necesario y sienten frustración si no están desarrollando un alto grado de actividad.
CÓMO CORREGIRLO

ENFERMEDADES INFECCIOSAS POR VIRUS, BACTERIAS U HONGOS
El primer consejo para corregir este hábito es hacer consciente al sujeto de que el problema existe y convertirlo en colaborador en el empeño de la búsqueda de una solución. Este es el paso previo e imprescindible. Y esto solo podemos conseguirlo a través del diálogo ofreciéndole las explicaciones oportunas. Basta con acceder a Internet y teclear en el buscador la palabra “onicofagia”, pulsar imágenes y enfrentar al sujeto a lo que puede llegar si no ponemos solución a tiempo. Una vez consciente podemos ofrecer algunas soluciones para ayudarlo a superarlo actuaremos como colaboradores de “su proyecto” de mejora. Erradicar estos hábitos no es fácil ni para un adulto, hemos de tener constancia y mucha paciencia para no transformar cada recaída en una pelea. Si reñimos constantemente, solo lograremos aumentar la ansiedad y con ello entrar en un círculo vicioso. Hemos de conseguir mantener la tranquilidad y recordar que es él quien va a lograrlo con su voluntad. Nosotros somos su apoyo, su ayuda recordándole cómo puede evitarlo sin enfrentamientos. Siempre es conveniente observar en qué momentos se manifiesta el problema con más intensidad. Si concurren circunstancias que podamos evitar deberemos evitarlas, por ejemplo las discusiones conyugales delante de los hijos. Pero también puede ocurrir que esas circunstancias sean inevitables. el tener que estudiar o hacer un examen, por ejemplo, en cuyo caso solo podemos enseñarle a gestionar sus emociones hasta lograr controlar el impulso de llevarse las manos a la boca.
Para ello podemos recomendar algunas alternativas:
- Puede ayudar “mascar chicle”, por ejemplo, mantener la boca ocupada (alternativa).
- En casa, con su consentimiento, podemos usar guantes para hacerlo consciente del movimiento en cuanto se produce y evitar la repetición (alternativa). En buena lógica, los guantes se los quita cuando necesita utilizar los dedos en actividades cotidianas como escribir haciendo las tareas o manejar los mandos de una videoconsola.
- Siempre con su consentimiento, usar algunos productos farmacéuticos que aplicados a las uñas trasladan un sabor amargo. El objetivo vuelve a ser el hacerlo consciente.
En casos muy prolongados, debemos acudir a un profesional, un psicólogo que analice el caso y nos proporciones ayuda personalizada.

IMPORTA SER CONSCIENTE DEL HÁBITO
Insisto en la necesidad de que el niño sea consciente y colaborador en la tarea y no entienda las medidas como un castigo sino como una conquista personal. No debemos reñirle cuando lo observemos, simplemente hacérselo ver para que rectifique. En la etapa infantil, es importante la retroalimentación positiva, un cuadrante con premios a corto plazo por cada día que lo consiga sería un buen recurso, por ejemplo.
Pero si el problema persiste, hemos de acudir a la ayuda de un psicólogo porque puede ser indicador de trastornos más serios sobre los que debemos actuar ocupándonos lo antes posible. Sin ánimo de alarmar, conviene saber que asociadas a este hábito podemos encontrar los siguientes trastornos:
- TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad) (74%).
- Trastorno de oposición desafiante, actitud de rebeldía ante las normas, instrucciones u órdenes que recibe (36%).
- Trastorno de ansiedad por separación (20%).
- Enuresis (micción involuntaria)(15%).
- Tics repetitivos (12%).
- Trastorno obsesivo-compulsivo (11%).
- Retraso mental (9%).
- Trastorno depresivo mayor (6%).
Es, por lo tanto, importante estudiar cada caso, ocuparse –no preocuparse-, actuar sobre las circunstancias que podemos cambiar y buscar ayuda si el problema persiste.
Fuentes interesantes para consultar:
Cortés, E. y Oropeza, R. (2011). Intervención conductual en un caso de onicofagia. Enseñanza e investigación en psicología, Vol. 16, n. 1, pp. 103-113. Recuperado de http://www.redalyc.org/html/292/29215963009/
Galimberti, U. (2006). Diccionario de Psicología. México: SigloXXI.
García, J.L. (2006). Orientaciones para la onicofagia. Consejeria de Educación, Cultura y Deporte, Las Palmas de Gran Canaria (España). Recuperado de http://www.gobiernodecanarias.org/ modificaciondeconducta.htm
Kanfer, F.H. (1970). Self-regulation: research, sigues and speculations. En C. Neuringer y J. L. Michael (Eds.): Behavior modification in clinical psychology , pp. 178-220. New York: Appleton-Century-Crofts. DOI: 10.4236/jhrss.2016.44031
Woods, D., Wayne, R., Siah, A., Murray, L., Welch, M., Blackman, E. y Seif, T. (2001). Understanding habits: A preliminary investigation of nail biting functions in children. Education and Treatment of Children, 24, 200-215. Recuperado de http://www.freepatentsonline.com/article/Education-Treatment-Children/79210381.html