Traigo este artículo de Toni García Arias porque merece la pena reflexionar sobre el tema. La perspectiva nos arroja lucidez y quienes hemos vivido otras épocas, otros sistemas, otros modos, podemos comparar. Hubo un tiempo en que los colegios no tenían vallas, en que podíamos salir al campo, en que se podía alterar la programación cuando el profesor entendía que una determinada actividad era lo que convenía a la motivación de sus alumnos en un momento dado. Recuerdo haber ido a cazar sapos y salamandras a la lagunilla de La Arruzafa, por ejemplo, o aquellas excursiones en que buscábamos minerales o fósiles. Os aseguro que los contenidos aprendidos en aquellas clases de Biología o Ciencias Naturales ya se me olvidaron hace mucho tiempo, pero la sensación de libertad, de curiosidad, el afán de exploración y descubrimiento… eso permanece. Y quizás fue la mejor lección junto al compañerismo y el poder ver al profesor en un ambiente que lo humanizaba compartiendo con nosotros su ilusión, su pasión por aquello que enseñaba.
Entonces se confiaba en el criterio del profesor y la escuela secundaba estas iniciativas. Los padres confiaban en su juicio y si ellos habían decidido que era lo que tocaba hacer, pues se hacía y se agradecía porque no formaba parte de sus obligaciones. Entonces las familias exigían responsabilidad a sus hijos. Los hijos, por nuestra parte, sabíamos que debíamos comportarnos, que no debíamos ausentarnos de clase o de la escuela, que no debíamos hacer gamberradas o que debíamos un respeto incuestionable al profesor, que le debíamos obediencia, igual que a nuestros padres.
Hoy, el sistema garantista que hemos creado nos ha envuelto en una nebulosa de burocracia que nos hace estar más pendientes de los papeles que de la mirada de nuestros alumnos. Planificar una excursión debe hacerse de acuerdo con una rígida programación que debe ser aprobada con independencia de que el momento sea o no el idóneo para un grupo determinado. Ante esta asfixia, la solución es la inhibición. ¿Qué necesidad hay de asumir responsabilidades sin necesidad. La naturalidad basada en la confianza deja paso a la pasividad. Hemos perdido mucho, sin darnos cuenta. Entre otras cosas esa complicidad alumno-maestro que tanto enriquecía en nuestra infancia. Os recomiendo vivamente la lectura de este artículo. Un saludo.