ESPAÑA EN AMÉRICA, PRECURSORA DE LOS DERECHOS HUMANOS

Es mucho el daño que nos ha hecho la leyenda negra de España, en especial en lo que se refiere a la conquista y posterior implantación en América. Siempre he afirmado, y lo reafirmo nuevamente, que no podemos juzgar los hechos sin contextualizarlos, es decir, sin considerarlo en el marco de la época en que se produjeron. Y no hay mejor forma de hacerlo que a través de los ojos de quien vivió y lo vio en primera persona. Especialmente cuando es extranjero, crítico y persona formada para poder emitir juicios de valor. Me estoy refiriendo a Alexander von Humboldt.

Conocía el apellido de haber estudiado las teorías lingüísticas de su hermano, Wilhelm von Humbolt, que llegó a ser ministro. Pero no tenía noticias de Alexander, persona que obtuvo grandes reconocimientos en su época. Nació en Berlín (1769) y murió en la misma capital en 1859. La Academia de Ciencias de Berlín lo consideró el principal científico de su época, la Academia Francesa lo llamaba «el nuevo Aristóteles». Sobre su importancia y rigor es fácil informarse consultando en Internet. El hecho es que, entre sus expediciones, recorrió la América española y dejó constancia de sus observaciones. El viaje se realizó en 1826 y nuestro estadista y geógrafo tuvo que rendirse a las evidencias. Y con esto no quiero decir que fuera amable, de hecho hay autores que critican el que el rey de España le diera permiso para urgar en los asuntos de los territorios americanos con toda libertad. Entre ellos está Juan Eslava Galán, quien llega a afirmar que era «[…] un notorio enemigo de todo lo español, al que las autoridades papanatas del Consejo de Indias dejaron enredar en los territorios de la Corona para que luego las pusiera de verde perejil. Y fuimos tan memos que, por ejemplo, llamamos corriente de Humboldt a la que circula de norte a sur por la costa de Chile, aunque mucho antes la había descubierto el piloto español (1). Su activismo en contra de la esclavitud le granjeó no pocos enemigos, como es de suponer.

No cabe duda, pues, de que no fueron comentarios afines a los intereses de España sino todo lo contrario. Sin embargo, y a pesar de todo, no pudo dejar de constatar la realidad. Viajó por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Cuba, México y Estados Unidos, entre 1799 y 1804, de donde extrajo -según la historiadora Laura Dassow Walls- la conclusión de que con un conocimiento más profundo de la riqueza que suponía la diversidad cultural, se hubieran puesto en marcha soluciones mucho más racionales que la guerra, los abusos de poder o la esclavitud. En su Ensayo político sobre la isla de Cuba (1826) Humboldt señala que sus conceptos están basado solo en comparaciones y estadísticas, los recogidos a lo largo de cinco años. Pero sus conclusiones sobre la diferencia de trato de los indígenas y esclavos en los distintos territorios fueron tan concluyentes que John S. Thrasher suprimió el capítulo en su traducción de 1856, así es como se alienta la leyenda negra, destacando los errores y suprimiendo los aciertos. No es de extrañar dado que la esclavitud era en la época uno de los pilares económicos en Europa

Entre sus comentarios, el ilustre prusiano afirma, por ejemplo, que no es cierto que España exterminara a los indígenas y a los esclavos, es más, su número era muy superior en territorio español; y el trato dispensado mucho más humano que en los territorios ocupados por otras potencias europeas. «Por virtud de un prejuicio muy generalizado en Europa, hay la creencia de que se han conservado en América muy pocos indígenas de tinte cobrizo. En la Nueva España, el número de indígenas se eleva a dos millones, contando únicamente los que no tienen mezcla de sangre europea. Y lo que es más consolador aún, lejos de extinguirse, la población india ha aumentado considerablemente durante los últimos cincuenta años, como lo prueban los registros de la capitación y los tributos». Diríamos a juzgar por la situación actual, doscientos años más tarde que esta tendencia no ha hecho sino acentuarse a diferencia de las tribus indígenas que habitaban la América del norte. ¿Dónde quedan?, ¿cuántos son hoy en día?

Para Charles Minguet, director del Centro de Investigaciones Hispanoamericanas de la Universidad de París X, en su artículo «La América de Humboldt» (2), nuestro autor desmonta literalmente la leyenda negra a partir de las estadísticas. «El 80 % de la población total de Hisponoamérica está compuesta de indios, mestizos y mulatos. […] En las posesiones españolas de América [había] 7,5 millones de Indios y 5,5 de mestizos. Es decir, un total de 13 millones de indios y mestizos o mulatos, que representan el 80% de la población total de Hispanoamérica. Estas cifras significan que, a finales del siglo XVIII, la población amerindia había alcanzado o sobrepasado la cifra supuesta en vísperas de la Conquista».

Los datos aportados sobre los negros y la esclavitud en el nuevo continente son igualmente concluyentes: de los 6.443.000 negros (esclavos y libres) la América española tenía solo 776.000, lo que representaba el 4 % de la población; en las Antillas francesas e inglesas la proporción era del 80 %, en Estados Unidos, del 16 %. El tráfico de esclavos en los territorios españoles supuso solo el 15 % del realizado por las demás potencias europeas.

El número de esclavos manumisos era muy superior en los territorios españoles, debido a la costumbre de darles la libertad por testamento. Esto hizo que mientras en Cuba, el porcentaje de esclavos manumisos era del 18 %, en las Antillas inglesas era solo del 10 % y en Estados Unidos de un 3 %. De ahí que en Cuba, en 1820, la población de hombres libres, entre negros, blancos y mulatos, representara el 64 % de la población. El profesor Minguet concluye que el trato dispensado a los esclavos era mucho más humano en los territorios españoles gracias al Código Carolino, si lo comparamos con las disposiciones y códigos -suplicios, tormentos, mutilaciones- aplicados por Francia e Inglaterra. Quizás fuera debido, este mejor trato en los textos legislativos, a la influencia de la religión y las costumbres sociales, según Humboldt; «Estos elementos contradicen los prejuicios europeos que atribuían a los españoles abusos y crímenes cometidos por otros».

La realidad es que la conquista de América se hizo más con maestros y sacerdotes que con ejércitos. Para Juan Sánchez Galera, las Leyes de Indias que regularon aquellas tierras deberían ser consideradas como el origen de lo que hoy denominamos Derechos Humanos (3). El simple hecho de ser reconocidos como súbditos españoles marca la enorme diferencia. Los indios no fueron desterrados ni desposeídos en los territorios de la Nueva España, sino propietarios de las tierras que trabajaban, pagaban tributo, como todos los españoles, y su encomendero quedaba obligado a protegerlos y evangelizarlos. Desde luego, no todo fue un paraíso, hubo abusos y situaciones muy difíciles de sobrellevar, pero nada comparable a lo que se vivió en otros territorios ocupados por países europeos que luego blanquearon su historia a golpes de cine.

Gracias a los datos aportados por Humboldt, podemos hoy comprender mejor la realidad de una época que con sus luces y sombras tiene mucho más de lo que enorgullecernos que de lo que avergonzarnos. Ya va siendo hora de acabar con la leyenda negra que tanto daño ha hecho. Por eso, más que instar a los españoles a pedir perdón, más valdría dar las gracias. Porque el hecho de llegar a América era cuestión de tiempo, el cómo llevar a cabo ese choque de civilizaciones es lo que marcó la diferencia entre un genocidio y una mestizaje que fue el promovido por la corona española desde el primer momento.

Hubo abusos, claro que sí, también los había en la península, pero lo que es encomiable es que propugnaran la búsqueda de la igualdad de derechos y la mezcolanza de razas como fin último para lograr la equidad y la dignidad de la personas. Y todo esto poco después del descubrimiento. Aquí os dejo un fragmento de de la Real Cédula de Fernando el Católico publicada en 1514, ratificando la cédula que en su día publicara la reina Isabel:

«Es nuestra voluntad que los indios y las indias tengan, como deben, entera libertad para casarse con quien quisieren, así con indios como con naturales de estos nuestros reynos, o españoles nacidos en las Indias, y que en esto no se les ponga impedimento. Y mandamos que ninguna orden nuestra que se hubiere dado o por Nos fuera dada pueda impedir ni impida el matrimonio entre los indios e indias con españoles o españolas, y que todos tengan entera libertad de casarse con quien quisieren y nuestras audiencias procuren que así se guarde y cumpla» (ley II, título I, libro VI, tomado de J. Eslava, La conquista de América contada para excépticos. Planeta, 2019, p. 143). Esta política y esta clara apuesta es la que explica los datos que pudo observar Humboldt durante sus viajes.

(1) Juan Fernández. La conquista de América contada para escépticos. Edit. Planeta, 2019, pág. 333, nota 345

(2) Charles MINGUET: «La América de Humboldt», BOLETÍN AEPE Nº 10. Recuperado de https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/aepe/pdf/boletin_10_06_74/boletin_10_06_74_07.pdf

(3) Juan Sánchez Galera, Vamos a contar mentiras. Edaf, 2012

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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