Cinco horas con Mario. Miguel Delibes. Jueves, 31 de marzo de 2011, Teatro Reina Victoria, Madrid.
Cinco horas con Mario es un clásico, una obra que se recrea y comunica en cada representación y que se reinterpreta con cada actriz que retoma el personaje y que no pierde actualidad en su mensaje generación tras generación. Natalia Millán está colosal en esta obra. Mi más sincera enhorabuena.
De visita cultural en Madrid con mis alumnos de 2º de Bachillerato, no perdí ocasión de asistir a la representación en el Teatro Reina Victoria en la Carrera de San Jerónimo. El escenario minimalista, una estantería con los libros vueltos a la izquierda del escenario, una mesa con algunas sillas a la izquierda –sobre la mesa una jarra de agua y un vaso, un termo-; a la derecha del escenario, algunas sillas alineadas. En el centro, un rectángulo representa el ataúd. Un sillón en la parte posterior. No hay decoración, ni cuadros… nada que distraiga la atención del espectador que va a centrarse en el personaje gracias a la iluminación escénica. El color malva predispone sin asfixiar a ese ambiente de duelo.
Delibes es uno de mis autores favoritos, uno de los pocos capaz de explorar nuevas técnicas, nuevos caminos en cada una de sus obras. Pero lo que más me atrae de su producción es su profundo humanismo, o quizás mejor “humanidad” que relata los hechos sin juzgarlos, que deja que el lector, o el espectador, saque sus conclusiones ante las evidencias mostradas, evidencias contundentes por su inmediatez y por ser realidades cotidianas, observables, próximas. Con frecuencia se basa en el contraste, de gentes, de ambientes, de pensamiento, de catadura moral entre los personajes que desarrollan la trama. Cinco horas con Mario, novela escrita en 1966, no es una excepción.
Se trata de un monólogo, que a pesar de serlo, logra triunfar en el teatro sin más soporte que la capacidad interpretativa de una actriz que sostiene la atención del espectador con sus inflexiones, sus gestos, sus silencios… El movimiento escénico, pobre por necesidad, sin apoyos de cambios escénicos, sin descansos en el vaivén de actores secundarios, sin el respiro del pie de entrada en los diálogos… supone un auténtico desafío para cualquier actriz. Y Natalia Millán, que tenía tras de sí el fantasma de la maravillosa Lola Herrera en el papel, ha logrado estar a la altura y dar una nueva vida a Menchu, la viuda.
El argumento es sencillo. Mario ha muerto. En el montaje dirigido por Josefina Molina, se inicia la función con la proyección de una esquela en la pantalla del escenario mientras se escucha una voz en off que reproduce el diálogo del velatorio. Cuando ya se han marchado los asistentes, se abre el telón y Menchu queda sola con el ataúd y el difunto de cuerpo presente, sola en el velatorio. Al hijo lo ha mandado a dormir. A partir de este momento se inicia un monólogo que quiere ser diálogo chocando siempre con el silencio del difunto que no puede responder.
Menchu va desgranando recuerdos y reproches que pasan de la amargura a la risa, pero predomina la frustración de una vida de incomprensión. Ella es una mujer tradicional, reaccionaria, cómplice del esquema social en que se vive, hubiera sido feliz si él, catedrático de Instituto, hubiera sido menos intelectual -¡Para qué sirven los libros!-, más transigente y más dócil con los poderes fácticos. ¿De qué le ha servido ser reivindicativo, defender la justicia? Para nada. Tendría que haberse pluriempleado para que ella pudiera tener dos asistentas, para que ella pudiera tener un 600… su obstinación los ha condenado a la medianería, a quedarse sin el piso que les correspondía por familia numerosa… mientras otros pretendientes que en su día tuvo han prosperado en la vida, se han hecho ricos. En su propia defensa siempre sale su honradez y sus principios, no como otras que se van con cualquiera. Ella podría haberlo hecho, pretendientes nunca le faltaron, y no le faltan, pero tiene principios aunque él nunca lo apreciara. Todo cuando había conseguido fue gracias a ella, una mujer capaz de administrar el escaso sueldo de ese marido y sacar dos de donde solo hay uno.
En este desgranar recuerdos y reproches, hay un momento escénico clave. Menchu se sirve café, se le derrama y mancha el único traje de luto que tiene. Se desnuda en escena y queda con el camisón blanco. Es el momento de transición, ahora también comienza a desnudar su alma. En realidad sí que lo ha traicionado subiéndose a coche con un antiguo novio, yéndose al monte y dejándose seducir. Pero no pasó nada porque él se paró en seco. Ella se aferra a que no pasó nada pero necesita el perdón de Mario para salvar lo único que la sostiene en esa permanente frustración: creerse honesta. Pero sabe que no fue ella quien paró la escena, que ella hubiera seguido, que ella es culpable. Arrodillada junto al ataúd, desecha y sin redención posible ante su conciencia, la encuentra su hijo.
Ahora el desenlace da una salto a lo Buero Vallejo. El hijo es una réplica de Mario, idealista, rebelde, contestatario, intelectual… La frase final del hijo hacia la madre es el mensaje de Delibes a esa España que espera la transición política, que la siente cercana. Estamos acostumbrados a ver la realidad dividida entre buenos y malos, los buenos a un lado, los malos a otro. Pero, en verdad, en todos nosotros hay una parte buena y una parte mala. Un alegato en el más puro humanismo que nos invita a no juzgar a los demás y a ser capaces de perdonarnos a nosotros mismos. El hijo es la esperanza en un futuro que puede chocar, como el padre, con una realidad represiva, o, por el contrario, ser el protagonista de un nuevo futuro. En nosotros, en los espectadores, está la clave de crear esa nueva realidad.
Lo importante es que el mensaje, con el paso del tiempo, no ha perdido vigencia. Hoy quizás más que entonces, necesitemos la fe en que esa nueva visión transforme nuestra realidad que ha olvidado esta máxima tan humana: no juzgar a los demás, perdonarnos a nosotros mismos, defender la justicia y la ética, creer en la formación, en los libros, en el trabajo y en la rectitud.
Siempre es un placer disfrutar de una buena obra de teatro y ver como la disfrutan y la descubren las nuevas generaciones. Me acompañaron cuatro alumnos a verla. Nos permitieron fotografiarnos a pie de escario e, incluso, nos subieron el telón para que pudiéramos fotografiarlo. No me atreví a pedir un autógrafo de Natalia Millán, pero me hubiera encantado conocerla para felicitarla por su actuación. Desde aquí, gracias al personal del Teatro Reina Victoria. Después, desgranamos el mensaje y la puesta en escena mientras cenábamos. Desde luego, hay clases que no se imparten en el aula. Quizás sean esas las que nunca se olvidan.
José Carlos Aranda.
CRÍTICAS ESTRENO EN MADRID DE “CINCO HORAS CON MARIO”
Publicado el 23 febrero, 2011 por 5horasconmario
UNANIMIDAD – TODOS DE ACUERDO
ABC – La imponente presencia de Natalia Millán
La actriz de un recital de contención, sabiduría y sobriedad, y crece y crece según avanza su monólogo insomne, al que añade una inédita dosis de sensualidad muy bien pautada; una interpretación magnífica.
La imponente presencia de Natalia Millán le da otras calidades y aporta un interesante matiz de diferencia de clase respecto a su esposo, cuya procedencia modesta alude.
…y sigue conmoviéndonos. Nos sorprende de nuevo su ironía cáustica, la profundidad de sus perspectivas psicológicas y sociológicas, y la amplitud de su mirada, comprensiva y crítica a la vez.
Juan Ignacio García Garzón
EL PAÍS – Un texto y una actriz
…La oportunidad de descubrir a una inmensa actriz, Natalia Millán, en un registro en el que hasta ahora no se la había visto, la tragicomedia, y además, la oportunidad de paladear cuán diferente es un texto simplemente porque está acompañado de un gesto distinto, de otra mirada, de una revisión, la que le han hecho la misma directora de siempre en este proyecto, Josefina Molina, con el mismo adaptador y productor, José Sámano.
Todos ellos, y la palabra ya eterna de Delibes, convertido en un clásico, han dado una nueva vida a esta obra que ahora, desde el Teatro Reina Victoria, se nos antoja una comedia en la que nos reímos y nos acongojamos de ver cómo eran las cosas no hace tanto tiempo.
Rosana Torres
EL MUNDO – El brillante velatorio de Natalia Millán
Esta Menchu de Natalia Millán es ya una referencia imprescindible plena de fuerza, de matices y de personalidad muy definida en el universo irónico y tolerante de Miguel Delibes.
…hay que seguir insistiendo en el acierto de la adaptación y, ahora, en este remake, en el acierto de la actriz; Natalia Millán, poliédrica, mutante e insuperable.
De un clásico de la narrativa de “Cinco horas con Mario” se ha convertido en un clásico de la escena.
Natalia Millán es una soberana actriz que prolonga y agiganta las glorias de su predecesora.
Javier Villán
LA GACETA – Quitarse el sombrero ante ella
En cuanto al reto interpretativo que, como decía al comienzo, había asumido Natalia Millán, no hay mucho que decir y sí que hacer: quitarse el sombrero ante ella; puede ya estar segura de que es tan Carmen Sotillo como lo fue Lola Herrera.
…disfrutar de un espectáculo netamente teatral, merced a la brillante labor de adaptación que se ha hecho, dirigido con una precisión y una sobriedad perfectamente ajustadas al espíritu creativo del autor vallisoletano.
Raúl Losánez
LA RAZÓN – Natalia Millán: Un ejercicio de magistral arte de encarnación más que de interpretación
En un ejercicio de magistral arte de encarnación más que de interpretación, Natalia Millán ha logrado que la viuda de Mario vuelva a regurgitar sus frustraciones económicas, su dogmatismo, su ignorancia o su incapacidad para empatizar con el otro.
…de pronto aparece ante nuestros ojos como una radiografía implacable y certera de unos defectos que se perpetúan hasta el día de hoy.
…en la insuperable Natalia Millán-Carmen vemos que Delibes gozó de un don que sólo le ha sido dado recibir a algunos autores como Tolstoi, Homero, Shakespeare o Cervantes y es el de que partiendo de un localismo cerrado, incluso asfixiante, creó un verdadero arquetipo.
César Vidal
ABC – Más elogios a Natalia Millán
En su presentación en Madrid, Natalia Millán ha cosechado unas magníficas críticas, y yo me sumo al aplauso general. Cualquier actriz que se atreva a subirse a un escenario a llenarlo sola, sin otro arma que su palabra, durante hora y media, merece respeto y reconocimiento. Pero cuando se hace, además, con la calidad, con la intensidad, con la convicción y verdad con la que lo hace Natalia merece además una ovación.
La actriz transita por las emociones de su personaje, colorea las escenas con el tono preciso y hace de su personaje una mujer de carne y hueso, cercana y reconocible. Por momentos creía que era mi madre la que hablaba…
Natalia Millán es un imán para el espectador; algo que sólo las grandes actrices -y ella lo es, lo he vuelto a confirmar- son capaces de conseguir.
Julio Bravo
EL PAÍS – El público del estreno vitoreó a Natalia Millán
Da gusto escuchar a Natalia Millán monologando durante una hora cuarenta minutos sin necesidad de artificio ni de pirotecnia alguna.
…sigue sorprendiéndonos la ironía creciente con que Delibes abona la dramática situación de partida, hasta transformarla en el involuntario autorretrato jocoso de una madre de familia.
…la directora Josefina Molina y la actriz dan una clase de contención expresiva.
El público del estreno vitoreó a Natalia Millán.
Javier Vallejo
LA RAZÓN – Muchas más de cinco horas de éxito
Natalia Millán merece muchas más de cinco horas de éxito.
Enorme el texto, puro habla popular, de un gigante tristemente fallecido hace poco.
Natalia Millán es Carmen Sotillo con un alarde de frescura y un despliegue de naturalidad que nos hace viajar a aquella España que en los 60 se resistía a mirar al futuro.
…una Carmen poderosa, carnal y neorrealista, adorablemente odiosa, que redondea durante dos horas una actriz luminosa que está aquí para quedarse.
Miguel Ayanz