Siempre resulta emotivo presentar una nueva obra. Es una mezcla de pudor y alegría. Y, llegado el momento, como cuando se abre el toril, uno no sabe si podrá más la razón o el corazón a la hora de hilvanar mensaje. Siempre ayuda llevar junta a ti a dos buenas personas arropándote a cada lado. Javier Ortega, Editor del Grupo Almuzara, inició el acto para esbozar las líneas de esta nueva criatura y poner blanco sobre negro la relevancia de quien iba a darme el relevo. El encargado de presentarme a mí como autor me conocía bien, tan bien que creo que, a veces, me conoce mejor que yo mismo. El doctor Enrique Aranda no es solo uno de los mejores científicos y oncólogos de este país, es también un hombre comprometido con la educación y la familia durante más de treinta años, por eso le pedí que interviniera en este libro. Y le costó aceptar, no fue fácil. Pero no podía decirme que no porque por algo es, además, mi hermano mayor y, para colmo, es un personaje del propio libro entrelazado entre mis recuerdos durante toda una vida. Al fin y al cabo, no podía faltar en un libro escrito desde las vivencias y las experiencias personales, que acercan el conocimiento a la sencillez de las prácticas diarias.
Me costó trabajo hilvanar la explicación de la obra desde la emoción de sus palabras. Esas que ponen frente al auditorio a la persona más allá del autor y, aunque sabía que lo haría -también yo lo conozco a veces mejor que él a sí mismo- no pude evitarlo. Y en ese ambiente de palabras bañadas en corazón y recuerdos transcurrió un acto en el que me sentí muy feliz.
Confío que el mensaje vaya calando, en que a través de los lectores, los colegios, los oyentes, empecemos a ponderar que la felicidad existe, es posible y es necesaria. Que el compromiso con la educación es un reto ilusionante y es una batalla que se puede ganar uno a uno, familia a familia, centro a centro. Que los nuevos descubrimientos nos ayudan a hacerlo un poquito mejor, pero que hay también que rescatar las buenas prácticas que siempre nos han dado resultado. Que no basta el conocimiento por sí mismo y hay que crecer en las emociones, la sociabilidad y la moral personal.
Existen técnicas sencillas. Vamos a usarlas. Es la idea de educar en y para la felicidad expuesta en forma de método desde la simple convivencia familiar y escolar.
Gracias a cuantos me acompañasteis, gracias a Antonio Cuesta por haber confiado una vez más en mí para esta publicación, gracias a Javier Ortega por sus amables palabras y su compañía en el acto y muchísimas gracias a Enrique, mi hermano, por caminar delante de mí trece meses durante toda mi vida, incluso en este acto.
José Carlos Aranda