Ser padre es, sin duda, lo que más me ha enriquecido en la vida. No aprendemos mejor que cuando tenemos que explicar a alguien, no nos educamos mejor que cuando tenemos que educar a alguien y ese alguien es una persona indefensa que depende en cuerpo y alma de nosotros, un alguien a quien amamos. Pero lo más difícil de ser padre es comprender que educamos para la libertad de un ser que no nos pertenece, sino que se pertenece a sí mismo; es ese momento en que dejamos de ser protagonistas de sus vidas para pasar a ser meros testigos del ejercicio de su libertad, de sus compromisos, de su proyecto de ser propio. Ese desprendimiento en aras de su libertad es, seguro, el paso más difícil y la mayor prueba de amor que se puede pedir a una persona: el desprendimiento.
Me ha parecido impresionante la lucidez del texto de José Saramago. Aquí les dejo con este curso intensivo, breve, en el que cada palabra está medida sin desperdicio: