Cuando publiqué mi Manual de ortografía y redacción (Berenice, 2010), en la introducción, uno de los argumentos que aporté sobre el interés y la necesidad de cuidar nuestra lengua y transmitirla correctamente, fue el económico. Llamó entonces la atención que un lingüista utilizara este argumento, pero poco a poco nos van llegando datos que avalan la importancia de esta afirmación.
Seamos conscientes de que la comunidad a la que pertenecemos, hispanohablante, es una potencia emergente. Preservar la lengua común para facilitar la comunicación entre nosotros debería ser un objetivo prioritario porque facilita el intercambio entre los pueblos que no solo comparten el idioma, sino una cultura. Toda lengua es un patrimonio cultural de un valor incalculable en sí misma, pero es que, además, si a esto le sumamos la posibilidad de comunicarte con más de quinientos millones de personas de más de veinte países, hablamos de un valor económico cuantificable como demuestran estas cifras.
Aquí os las dejo para la reflexión: «Ayudemos a cuidar nuestra lengua en el día a día y a transmitirla con corrección para que las generaciones venideras puedan disfrutar de estas ventajas», no es una cuestión cultural, más bien de inteligencia y de moral.
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