ESCUELA DE PADRES. Óscar González nos ofrece esta magnífica trilogía.
Hace ya algunos meses un buen amigo me llamó para pedirme un favor, quería que le prologara libro. Me envió el manuscrito. Quien me lo pedía no solo era un amigo, es un maestro a la vieja usanza, una persona comprometida con la educación, con sus alumnos, con el día a día. Y nos une una misma visión sobre la importancia de la familia en la educación. El libro que prologué hoy se titula Escuela de padres de niños de 6 a 12 años. Educar con talento forma parte de una trilogía. Quienes me seguís me habréis oído repetir que «hay que familiarizar la escuela y escolarizar la familia». Esta trilogía es un acompañamiento a la familia realizada desde la práctica y el conocimiento, es el fruto de horas de estudio, pero también de interacción con las familias en las sesiones formativas de la Escuela de Padres con Talento de la que Óscar es creador y director.
Os dejo el prólogo que escribí para su obra, ahí encontrarás mi opinión. Si estáis leyendo esta entrada y queréis avanzar, perfeccionar o programar una buena Escuela de Padres, estas obras pueden ayudar y mucho en esa tarea de educar. Si eres padre, encontrarás ideas claras sobre los puntos más concretos sobre los que enfocar la atención.
Si os interesa, os he dejado el enlace en las portadas, solo tenéis que cliquear sobre ellas.
PRÓLOGO:
La educación es una tarea apasionante, también es personal e intransferible. Educamos desde la familia y para la familia. La familia es el primer círculo social en el que el niño desarrollará su autoestima o sus complejos, sus capacidades cognitivas y motoras, su socialización o su aislamiento, su curiosidad o su apatía, sus laboriosidad o su pereza. Todo va a depender del entorno, de cómo le sean ofrecidos los estímulos, de cómo reaccionemos ante sus errores y sus aciertos, de cómo convivamos con él.
Hace tiempo leía un artículo periodístico en el que se nos advertía de que poco o nada se escribía acerca de esta época, de la segunda infancia, esa etapa que va de los seis a los doce años. Es una etapa que pasa desapercibida: el niño se levanta, se viste, se asea, desayuna y va a la escuela. Suele ser receptivo a las indicaciones que se le hacen y plantea pocos problemas de conducta. Son todo nuestros: viajan con nosotros, vienen a las reuniones familiares, no plantean conflictos con las entradas y salidas y se amoldan a las instrucciones con más o menos facilidad. Admiran a papá y mamá y se integran en el núcleo familiar. Sin embargo, esta etapa aparentemente dócil y dormida es la que construirá poco a poco la personalidad del niño. Cuando se detecten los problemas en la preadolescencia, ya será tarde. De ahí, la enorme importancia de prestar atención a qué hacen, qué hacemos durante este periodo de preparación y crecimiento.
Es cierto que mucho se ha escrito sobre la educación en la primera infancia, en ella se plantan los cimientos del niño en todos los órdenes que afectan a su evolución. Pero no es menos cierto que la mejor crianza, si no se cuida, acaba por degenerar impidiendo que alcance el desarrollo que todos esperamos. Y vivimos rodeados de ideas socialmente aceptadas que pueden distorsionar nuestra labor como padres desde el seno de la familia. ¿A qué edad puedo o debo comprarle un teléfono móvil a mi hijo? ¿Es cierto que las nuevas tecnologías favorecen el aprendizaje? ¿Cómo actuar cuando mi hijo me trae suspensos en las calificaciones? ¿Qué hago si no quiere leer? ¿Cómo puedo prevenir el acoso escolar? ¿Cuántas horas de televisión? ¿Se puede maleducar con el deporte? ¿Sí o no a las tareas escolares? ¿Qué hacer si no me gusta el profesor de mi hijo? ¿Cómo afectan las amistades? ¿Qué debo hacer ante las rabietas? ¿Son buenos los castigos, cuáles? ¿Y las actividades extraescolares?
Distintas corrientes y voces se alzan en uno y otro sentido. Hay quien afirma que las nuevas tecnologías son la panacea contra el fracaso escolar, hay ya plataformas contrarias a los deberes escolares porque bastantes horas pasan en el Colegio como para sobrecargarlos cuando llegan a casa, hay quien se ha hecho famoso protestando por la cantidad de deberes que “mandan” a unos padres demasiado ocupados para sentarse con el niño, incluso voces muy autorizadas de la pedagogía que los consideran un atentado contra la igualdad de oportunidades porque no todos los padres disponen de tiempo para apoyar a sus hijos en casa. Hay quien ve en la televisión un momento de expansión lúdica inocente y hay quien no ve sentido al esfuerzo en el aula porque el nivel de exigencia es demasiado elevado y tampoco conduce a ninguna parte. Y ante esta situación, las familias se mueven en la incertidumbre de qué es lo mejor para sus hijos. En el polo opuesto, también hay quien sobrecarga a los hijos con interminables actividades extraescolares agobiados por lograr la mejor preparación de futuro: deporte, idiomas, música, arte… Llegamos así a agendas tan apretadas que serían impensables incluso para un adulto bien preparado. Sin embargo, todas estas familias tienen un punto en común: quieren a sus hijos.
Conocí a Óscar González cuando presentó en Madrid su Escuela de Padres con Talento. Acaba yo de publicar entonces un libro sobre educación desde la soledad del escritor. Trataba de poner blanco sobre negro aquellos aspectos que me parecían esenciales en la crianza infantil ya desde el embarazo. “¿A qué edad debe una a empezar a educar a su hijo?”, dicen que le preguntaron a Sigmund Freíd, “¿Qué edad tiene su hijo?”, preguntó el famoso psiquiatra, “Cinco años”, respondió la señora, “Entonces, lleva usted cinco años de retraso”, repuso tranquilamente. Lo interesante es que aquella publicación me puso en contacto con otros autores, con corrientes educativas, con profesionales que, como yo, creíamos que otra educación era necesaria y urgente desde una nueva perspectiva integral. Si algo me aportó este ensayo fue la amistad de muy buenos profesionales que me hicieron sentir parte de un movimiento emergente, fuerte, ágil e imprescindible. Y este es el caso del autor con quien desde entonces me une una firme amistad forjada en objetivos compartidos. Frente a una educación centrada en el utilitarismo academicista, en la memorización y en los resultados de unos boletines de notas, abogamos por la necesidad de “educar a las personas desde la felicidad para que logren ser seres felices en el futuro”. “Si a mí me dieran a elegir qué clase de hijo quiero en el futuro, respondería que fuera feliz, ¿y ustedes?”. Otra cosa es cómo podemos conseguirlo y qué es la felicidad.
El interés de la obra que tienen entre sus manos es la perspectiva aportada por el propio autor. Óscar es un soldado de infantería. Un “maestro” en todo el sentido de la palabra, de esos que aman su profesión y tratan de reinventarse continuamente para ofrecer lo mejor de sí mismos a cada uno de esos alumnos cuya educación asume como una responsabilidad propia. Pero cuando esto sucede, lo sé por experiencia, los años van dándonos un baño de humildad. Nos hacemos conscientes de que este partido lo jugamos en equipo y que poco o nada logramos sin el apoyo, la connivencia y la complicidad de las familias. Solo jugando en equipo, con ideas claras, logramos avanzar ofreciéndoles una realidad coherente, un futuro que merezca la pena para generar ilusiones, fomentar su curiosidad y favorecer su aprendizaje como seres humanos. Y todo ello desde la esperanza.
De ahí la necesidad de esa Escuela de Padres con Talento, de ahí la necesidad de revisar las reglas de juego y ofrecer a las familias pautas que favorezcan un crecimiento armónico y feliz. Y ahí estamos comprometidos desde hace ya algunos años. No se trata de decirle a unos padres cómo deben educar a sus hijos, sino de hacerlos conscientes de qué prácticas y métodos favorecen y cuáles son contraproducentes en la educación. Cuando hablo de “Educación Preventiva” me refiero justamente a esto: “generar hábitos que favorezcan el desarrollo atendiendo a cada etapa de evolución del niño, de cada niño único e irrepetible”. No se trata tanto de solucionar problemas, que también, como de evitar a través de las buenas prácticas que estos problemas aparezcan. Óscar, como yo mismo, procuramos a través de la reflexión y el análisis, familias proactivas en la educación de sus hijos, comprometidas y ocupadas mejor que preocupadas y agobiadas por las circunstancias del día a día.
Lejos de las teorías abstractas, Óscar se mueve en el ámbito de la práctica docente inmediata alimentada por horas de clase, horas de observación, horas de lecturas reflexivas llevadas al aula, horas de entrevistas que, desde estas páginas, está dispuesto a compartir con todos nosotros. El libro supone un punto de encuentro y un punto de reflexión necesario e imprescindible para todos aquellos que estamos comprometidos con una labor tan apasionante como “educar” a esta nueva generación.
José Carlos Aranda