Hablamos de «educar en la tolerancia», pero de vez en cuando se alzan voces gritando «tolerancia cero», y con toda la razón, pero ¿no hay una contradicción? Esta reflexión de José Antonio Marina puede ayudarnos a comprender qué es la tolerancia y cuáles son sus límites.
José Antonio Marina / ABC 13/10/1995
«Año internacional de la tolerancia. Es fácil aplaudir la tolerancia, más difícil practicarla y todavía más difícil explicarla. En castellano, tolerar es soportar. ¿Se debe tolerar lo bueno? No. Lo bueno debe aplaudirse, estimularse. ¿Se debe tolerar lo malo? Tampoco. Lo malo hay que combatirlo. Entonces, ¿qué se debe tolerar? Históricamente “tolerancia” fue un concepto acuñado para combatir la intolerancia, y sus maldades.
Como todos los conceptos negativos resulta borroso. Propongo una definición objetiva, casi ingenieril de la tolerancia: “Tolerancia es el margen de variación que una solución admite sin dejar de ser solución”. Hay problemas que admiten muy poca tolerancia, por ejemplo, los matemáticos, o los que afectan a la dignidad humana. Otros, como los planteados por la convivencia, exigen amplios márgenes.
El intolerante afirma que sólo hay una solución para cada problema, la que él posee, que esa solución no admite ninguna flexibilidad, y que está dispuesto a imponerla si puede. Tolerante inteligente es el que conoce y justifica el margen de tolerancia de cada solución. Sabe que para resolver el problema del tráfico hay que ser intolerante con los que desprecian las señales, pero tolerante con el atuendo de los conductores. Tolerante necio es el que piensa que todas las soluciones tienen un margen infinito de tolerancia. Acaba conduciendo por dirección prohibida y atropellando a un peatón».