¿GRITAS o EDUCAS?

COPE 2021 03 22

NO PODEMOS EDUCAR GRITANDO. ¿GRITAS O EDUCAS?

¿Quién no ha gritado alguna vez a sus hijos en momentos de desesperación, cuando no sabemos ya qué hacer? Lo que puede ser una reacción puntual puede convertirse en un hábito que tiene sus consecuencias en la educación de nuestros hijos y alumnos. ¿Son necesarios los gritos? ¿Siempre debemos evitarlos? ¿Qué consecuencias pueden tener?

Gritar o hablar a gritos es un problema más habitual de lo que nos pueda parecer. De hecho, el tema de hoy viene por la consulta de una amiga que había tenido problemas en las cuerdas vocales debido a este problema. ¿Qué os parece? Sin embargo, a pesar de que todos, en alguna ocasión, recurrimos al grito, no podemos permitirnos el que se transforme en norma en nuestra convivencia diaria porque los efectos son desastrosos a corto, medio y largo plazo. Hemos de pensar que el grito es el último recurso, tiene un alto impacto emocional, nos bloquea. Usémoslo para evitar accidentes graves en un momento determinado, ese coche que se nos viene encima, esos dedos en el enchufe o ese cazo de agua hirviendo… Pero erradiquémoslos de la convivencia. Nunca es un método educativo.

Y no es solo una práctica que sucede en bastantes hogares, también se grita en clase. El tratar de imponer un mínimo de orden para poder comenzar la clase se está convirtiendo cada vez más en una proeza. De hecho, cuando era un profesor novato, trataba de hacerme escuchar subiendo el volumen. Si no llego a corregir esta práctica, los resultados hubieran sido desastrosos para mi salud, como de hecho ocurre en muchos casos, la voz es un factor de riesgo en la profesión. Pero tampoco puede ser una norma en clase, ellos son más, cuando tú elevas la voz, ellos la elevan para hacerse entender y todo acaba en una competición de a ver quién grita más. Lo mismo sucede en casa, en la familia. Entonces, no solo no estamos educando correctamente, estamos generando un problema de convivencia que les afectará en todos los órdenes de la vida. Y un problema serio es que logramos que asocien “autoridad” con imposición a gritos, de tal manera que tendrá razón quien grite más fuerte, quien no deje hablar al otro, quien utilice la fuerza, en definitiva. Y educar a través de una autoridad sana significa utilizar la razón y el convencimiento para que interioricen los valores que queremos transmitir. Eso requiere entrenar en el diálogo, en saber esperar, en saber escuchar antes de responder. Si nos damos cuenta, son cualidades que van a necesitar a lo largo de la vida. ¿Estás educando para la confrontación irracional o para el diálogo y el consenso desde la comprensión? Esta es la cuestión.

No es solo un tema de educación, afecta a la salud y al desarrollo. En primer lugar, lo que decimos gritando no sirve para nada. Cuando gritamos, lo único que ellos escuchan es “no me quiere”, se sienten anulados, no les ofrecemos alternativas para sentirse queridos. La primera víctima es la autoestima. En segundo lugar, aprenden a gritar y a utilizar el grito como herramienta en su vida diaria: eso traerá confrontaciones y peleas, el tratar de imponer su criterio por la fuerza, ¿os imagináis las consecuencias en la escuela? En tercer y último lugar, lesiona gravemente la convivencia, el estar en casa se transforma poco a poco en un infierno de tensión permanente y eso va a repercutir en la capacidad de aprendizaje. Estamos enseñando que la ira es el mecanismo del éxito, les estamos enseñando a ser unos fracasados. Esas prácticas se trasladarán más adelante a cómo eduquen a sus propios hijos.

Para evitarlo y prevenirlo, hacernos conscientes es el primer paso. Si tenemos este problema debemos tomar conciencia de que es un problema y serio. En segundo lugar, proponernos evitar los gritos educándonos a nosotros mismos. No podemos evitar que nuestros hijos actúen de una forma determinada, pero sí podemos y debemos controlar nuestras reacciones. Con frecuencia el problema no está en ellos, está en nuestro propio cansancio, estrés, prisas, sentimiento de culpa, a veces, desesperación. Y lo pagamos con ellos. Hay que hacer una propuesta seria y sustituir el grito por el diálogo centrándonos en los hechos y no atacando a la persona. Cuando estemos al límite y notemos que se avecina una explosión, contar hasta 10 o 20 o 30 y si no logramos relajarnos, conviene separarnos y tomarnos nuestro tiempo.  Cuando por fin estemos serenos, será el momento de abordar el problema con ellos. Mis hijos, sabían que el asunto era muy serio cuando les decía: “Esto me ha disgustado, mañana nos sentaremos a hablar de lo sucedido”. Identificaron la gravedad con el aplazamiento. Esto les da también a ellos tiempo para reflexionar. Y, si nos pasamos en un momento dado, pedirles perdón. Hay quien piensa que eso de pedir perdón nos resta autoridad, cuando es todo lo contrario, es una de las lecciones más hermosas que les podemos transmitir.

ENLACE A LA ENTREVISTA COPE «ESCUELA DE FAMILIAS»:

https://www.cope.es/emisoras/andalucia/cordoba-provincia/cordoba/noticias/podemos-educar-gritando-gritas-educas-20210414_1235647

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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