
38. Yo contaré, dice Escusado, otro caso al modo de este que sucedio en la Villa de Arjonilla que ha de causar menos admiración: y fue así. En esta Villa había un hidalgo mozo, aficionose de una señora […]; y después de grandes importunaciones la señora le dijo que haría su gusto si le daba palabra de casamiento. Él se la dio y fiada de ello condescendió con su voluntad. Pasando algún tiempo le pidió le cumpliese la palabra. Y vala entreteniendo hasta tanto que se le puso demanda por justicia. Acudieron a la querella prendiéndole. La señora no pudo probar [112B] con testigos su causa. Todo había a favor de él. Viendo que esto no hacía fuerza tomándole el dicho y negó el caballero lo que se le pedía y afirmó con juramento que permitiese Dios que la primera vez que subiese a caballo le arrastrase si tal le debía y que era mentira lo que le pedían. Con estos dos juramentos y con la poca información de la señora le dieron por libre del fuero exterior.
40. Pero indignada la Divina Majestad, como se verá presto, suspendió su justicia y el se subía a caballo algunos días. Estaba alegre y ufano por haberse burlado y haber salido con su tema. Vino el día de san Juan y como este santo es tan festejado entre moros y cristianos, este desventurado caballero olvidado del juramento que había hecho, mandó a un criado le ensillase un caballo que quería ir con los demás caballeros a festejar a el santo. La afligida madre, recelosa de lo que había de suceder [113] le pidió encarecidamente que no subiese a caballo, que se fuese a oír Misa, que otro día haría aquella. El caballero lo echó por lo de caballería y a la pobre madre por ay, diciéndole que se fuese de allí y no fuera agorera y aunque la madre se lo volvió a rogar no fue nada bastante para desistir de su propósito que parecía le llamaba la muerte a grande fuerza.
41. Hizo ensillar el caballo que era harto fiel y manso y luego pidió a una criada le trajese las espuelas. Trájole una toalla: sonriose haciendo donaire de tal disparate y dijole unas espuelas te pido que están colgadas a la cabecera de mi cama. Fue la criada y le trajo un pábilo de cera. Viendo esto el caballero le dijo que estaba loca y mandó a otro criado que fuese y le trajese las espuelas que estaban a la cabecera. Fue el criado y traídas se las calzó y subió en su caballo. Salió a la calle saliendo su madre, hermana y criados a verlo correr. Puso al caballo las espuelas y partió con tanto [113B] ímpetu que sin hacer caso del freno y sin poderlo detener, salió del lugar y lo metió por unos olivares (que los tiene este lugar muy buenos) y él desenfrenado caballo sin poder ser detenido porque lo guiaban otros más diestros acicates lo metió por debajo de una rama tan baja y tiesa que el arzón delantero de la silla se lo entró por los pechos y le salió por la espalda y, de esta suerte, lo llevó el caballo arrastrando de un pie por toda la villa hasta que el mismo se vino a parar junto a la cárcel donde había hecho el juramento. No llevando allí más que la pierna colgada de estribo porque todo el resto del cuerpo se quedó cada parte por su cabo.
42. Finalmente, dentro de una hora que la triste madre lo vio salir corriendo se lo trajeron hecho pedazos, lo que la madre hizo con este presente bien se deja entender y también vemos cuán a su cargo castiga Dios las ofensas que contra su majestad se comente con tanta malicia y des [114] vergüenza. Para que escarmienten otros con semejantes castigos.

CASOS RAROS OCURRIDOS EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA. EDICIÓN FACSÍMIL. CAJASUR, 2003.
Transcripción del original, publicado en edición facsímil. Los números iniciales corresponden a los párrafos, los números entre corchetes a las páginas. Hemos respetado el léxico y la sintaxis por entender que se trata de un tesoro, pero hemos actualizado la ortografía para no inducir a error.