VIDA DEL SEÑOR DON JUAN FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, ABAD Y SEÑOR DE LA VILLA DE RUTE, DEAN Y CANÓNIGO DE LA CIUDAD DE CÓRDOBA (I). Casos raros ocurridos en la ciudad de Córdoba.

65: Comenzando pues digo que el Señor don Juan de Córdoba fue hijo de aquel famoso Conde de Cabra que prendió al Rey Chico de Granada y después se halló en la conquista de aquel reino con el rey don Fernando el Católico, preciándose todos los señores de España tener algún parentesco con el Conde, tanto por su nobleza cuanto por sus hazañas. Y lo que más campea a mi ver es cuando prendió al Rey Chico en su tierra quitándole la famosa presa que había robado de hombres, mujeres y niños con una infinidad de ganados de todos géneros sin ser posible para evitar esto los triunfantes moros y tan superiores que dicen los que escriben esta historia que pasaban de 15.000 y escogidos soldados a todos los cuales venció y les tomó la presa con solo 4.000 hombres que llevaba en su compañía.

66: Al fin, este señor don Juan se echó para la iglesia, diosele el decanato de la ciudad por principio de lo mucho que todos esperaban que había de alcanzar por sus merecimientos y nobleza. Demás de ser deán y canónigo, le dio su padre la villa de Rute para que hubiese sus casas conforme a quien era. Había vacado el obispado de Córdoba y confiando en los brazos que en la corte tenía se fue allá a pretenderlo. Estando tratando de esto se puso a jugar una noche y perdió en ella treinta mil ducados que para aquellos tiempos fue cosa que admiró. Vino esto a oídos del Emperador y llevolo tan mal que vino a decir que no los había él jugado jamás y que para obispo era muy gran falta. Con este mal despacho se volvió a su iglesia y el obispado se dio a don Leopoldo de Austria, tío del emperador y hermano del rey Felipe el primero, y así fue opuesto el deán al obispo todo el tiempo que vivieron, pues parecía al deán que se le había hecho agravio en no haberle dado el obispado.

67: Vuelto pues de la Corte con el enojo que tenía, se dio a una vida tan ancha y ajena de su estado que era el escándalo de toda Andalucía, porque además de los pasatiempos que tenía de juegos, banquetes y saraos, a lo que más desenfrenadamente se dio fue al vicio de la deshonestidad (1). Y fuese despeñando tanto en él que se perdió la cuenta de sus hijos y mujeres que tenía. Entre los muchos hijos que tuvo fue el mayorazgo don Luis de Córdoba y del hábito de Santiago. Fuera de este caballero, tuvo una hija que se llamó doña Leonor de Córdoba. Esta señora se casó con un corregidor de Córdoba que se llamó don Juan Suárez de Carvajal, señor de Guadalcázar; y tuvo otra hija que casó con don Antonio de Córdoba, señor de Guadalcázar, y otro que se llamó el bello por su extremada hermosura. Este murió en Sigüenza siendo canónigo y arcediano de Madrid con grandes esperanzas, a quien la iglesia de Córdoba hizo unas honras que del rey abajo no se pudieran hacer a otro. Y preguntando yo por qué causa se había empeñado la iglesia en hacer aquellas honras, me fue respondido que todo aquello se le debía a la buena memoria de su padre el señor don Juan. De estos tres hijos que he dicho tuve yo noticia sin otras cuatro hijas que metió monjas. Pero junto con esto era el señor don Juan compasivo y limosnero; con las cuales virtudes parece que ataba las manos […?] [125]

Antiguo Colegio de Cervantes, al fondo Santa Victoria, aquí sitúan las fuentes la vivienda de don Juan Fernández de Córdoba.

68: Sucedió pues que habiendo hallado un ciudadano de Córdoba en adulterio a su mujer, fue presa y, convencida de este delito, juntamente con su quebradero de cabeza, fue dada la sentencia que fuesen degollados: el adulterio bien quito [era un mancebo que se llamaba Juan de Maldonado] y amado de toda la ciudad y le causó a toda ella tanto dolor el verle morir que todos los principales de Córdoba lo fueran a rogar a su marido de la adultera los perdonase. Y llegó a tanto que el mismo don Leopoldo le fue a pedir lo mismo, pero el señor cornudo era tan honrado que a todos respondió que no quería. Visto esto, se hizo el cadalso, sacaron a los desdichados de la cárcel por las calles acostumbradas para escarmiento de todos. Eran tantas las lágrimas y sentimientos de todos viendo que aquello no se podía remediar que fueron al señor don Juan pareciéndoles que si él le hablase lo acabaría. Contándole cuán pertinaz y terrible estaba, pues el mismo obispo había dado de mano, enterneciose con esto de manera que lo movió a compasión oír lo que le contaban y decían. Envió un paje a los tablados rogándole al verdugo que no los degollase hasta que él llegase, que quería ver aquella tragedia.

69: Llegó a tiempo que ya la pobre mujer estaba vendados los ojos y puesta en el cajón y el verdugo era su marido alzando el brazo como otro Abrahán. Estando en esto, llegó el señor don Juan cerca del tablado con que se alborotó toda la plaza de la Corredera, pronosticando todos de su venida el gran suceso que había de tener aquel negocio. Paró el verdugo porque se lo ordenó la justicia y la gente toda comenzó a darle mil gritos pidiéndole favoreciese aquellos desdichados. Al fin subió al cadalso con tan grande imperio y majestad, mandando y no rogando que el [126] paciente (como después dijo) no pudo hacer otra cosa sino concederle todo lo que le pidió, que los perdonase que él se lo pedía y llevaba su mujer a su casa que fuese por ella, que no lo perdería.

Detalle de la Plaza de la Corredera, Córdoba.

70: Con esto, desataron los afligidos de la collera de la muerte y cada uno de por sí, hincado de rodillas, le dio las gracias por la vida que les daba y todo el resto de la gente, como a otro David, le dieron mil aclamaciones que le diese Dios muchos años de vida. Hecho esto, tomó la señora a las ancas de la mula para muy honrarla acompañándole toda la nobleza de Córdoba, diciendo todos mil bienes del hecho y valor del señor don Juan. Envió a llamar a su marido y le tenía contados 1.000 doblones con otras joyas de mucho precio, y le rogó que los recibiese por hacerle placer. Y viéndose el pobre galápago tan obligado, le dijo que por servirlo haría lo que le mandase. No se descuidó del otro pobre que lo llevaron a la cárcel y el señor don Juan negoció el partimiento de mano y le pagó las costas y le dio quinientos ducados para consuelo de su trabajo. Yo lo conocí harto rico y mucho más agradecido al señor don Juan, a quien se lo debió todo. Estos fuera de mí, dice Colodro, del hecho de este caballero y prometo que lo restante de sus cosas han de sobrepujar a esta que me ha contado. Y así como deseo y tengo de saberlas, le ruego que pase adelante.

CASOS RAROS OCURRIDOS EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA. CAJASUR, 2003 (2 TOMOS, EDICIÓN FACSÍMIL)

Transcripción del original, publicado en edición facsímil. Los números iniciales corresponden a los párrafos, los números entre corchetes a las páginas. Hemos respetado el léxico y la sintaxis por entender que se trata de un tesoro, pero hemos actualizado la ortografía para no inducir a error

  1. Sobre sus excesos, podéis leer esta entrada donde se nos informa de que vivía por Santa Victoria y cómo sus abusos acabaron en una venganza: https://www.notascordobesas.com/2009/11/el-abusador-y-disoluto-dean-don-juan.html

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
Esta entrada fue publicada en ACTOS. Guarda el enlace permanente.