
91: Fray Martín de Córdoba, como he dicho, fue hijo del Marqués de Priego y siendo fraile de Santo Domingo, le hicieron Prior del Convento de San Pablo de Córdoba, que no puede ser Prior de aquel (B) ilustre convento el que no es caballero: era maestro en Santa Teología, y la leyó muchos años. Fuera de todo lo dicho, era más su santidad y por ella más que por el linaje, era muy estimado de todos. Diole el Rey el obispado de Córdoba con otras muchas esperanzas. Administró este oficio con tanta justicia y santidad como de él se esperaba. Pasaba todo por su mano no fiándose de sus ministros en las cosas de importancia. Puso muy gran cuidado en refrenar los sacerdotes castigando los malos y premiando lo buenos. Y era tan recatado en ordenar, que entre millares de ellos ordenaba cual y cual satisfecho de sus virtudes y letras; daba audiencia a todo género de gente y en lo que más cuidado ponía era en despachar los forasteros no llevándoles los derechos por entero. Era afable y humano con todos; y así vino a hacer una cosa pocas veces vista que fue confesar por su misma persona y esto con tanto gusto como [139] cuando era fraile, lo cual fue causa para que se remediaran muchas cosas tocantes a el alma y a el cuerpo y entre otras que le vinieron a las manos fue una que me la contó a quien le sucedió.
92: Fue pues el caso que entre las demás personas que se llegaron a confesar con el obispo, fue una señora principal pero pobre: era viuda y tenía dos hijos y para su sustento tomaron por medio el confeccionar seda de madejas. Y viendo que con el trabajo de sus manos no se podían sustentar determinaron de hurtar una onza de seda, la cual vendían por tres reales y medio; y después ponían la seda en parte húmeda con que se restauraba la onza hurtada, de suerte que el dueño jamás lo sintió: pasose mucho tiempo, tanto que lo hurtado vino a valer más de mil ducados. Apretadas, pues, las pobres señoras de su misma conciencia se fueron a confesar (B) con el obispo. Oído por él y lastimado del caso, las animó rogándoles que no pasase aquello adelante, sino que le dijesen el nombre del mercader que él le hablaría y que volviese para tal día. Hizose como él lo mando, vino el mercader y dijole que una persona pobre le era en cargo de mil ducados, que mirase que corte se le podría dar. El mercader respondió que le dijese su señoría quien era la otra persona y que daba palabra de soltarle toda la cantidad y hacerle una escritura del perdón. Dijole el obispo que para qué lo quería saber y él respondió que para huir de ella y para que no le hurtase más. El señor obispo le aseguró y le rogó que tratasen de aquel negocio dando su palabra que no se le tomaría una blanca más.
93: Con este seguro dijo que le diesen quinientos ducados y que el perdonaba en otra mitad. El Santo Obispo mando luego a su mayordomo que se los contase en [140] doblones con que el mercader se fue contentísimo y el obispo lo quedó mucho más. Vinieron las señoras para el día señalado y contoles lo que había hecho pidiéndoles por la sangre de Jesucristo que de allí adelante hubiese enmienda y que para que el mercader no sintiese alguna cosa no dejasen de lomar la seda hasta que pasase algún tiempo. Y en esto de llevarle la seda, se tardasen de cuando en cuando para que viendo él que no acudían como de antes, se la quitase. Como lo hizo quedando amigos y sin sospechas de que ellas le hubiesen hecho mala harina.
94: No se contentó con esto el Santo Obispo, sino que remedió esta necesidad desde los cimientos dándoles luego otros quinientos ducados y cincuenta fanegas de trigo para pasar. Y al fin vino a casar a estas señoras conforme a su estado y nobleza. En estas y otras cosas semejantes se ocupó este Santo Obispo toda su vida. Al fin se lo llevó Dios para sí, tomando una ocasión de harta edificación. Y fue que haciéndose una proce (B) sión para el agua, por el mes de abril, iba en ella una de las dignidades de la Iglesia parlando con escándalo de toda la gente: viendo esto el buen obispo, se llegó a él y le dijo que por la sangre de Cristo, que ya que pecaba, que pecase como cristiano y no como gentil. A lo cual, el buen clérigo respondió con mucha humildad. Con que el obispo quedó satisfecho y el clérigo enmendado. Iba pues en esta procesión el santo Obispo descalzo y con un áspero silicio debajo del hábito y con un crucifijo en las manos, rogando a todos que con mucha confianza pidiesen a Dios remedio, que confiaba que como padre les oiría. Y así fue que por sus santas y devotas oraciones envió Dios un rocío muy abundante, cogiéndose aquel año una abundantísima cosecha.
95: Tanto pueden para con Dios las oraciones de un justo. Ocasionósele la muerte [141] de esta procesión por ir como iba descalzo y con el áspero silicio, le sobrevivo en fin una enfermedad de la cual murió; en ocasión que estaba haciendo el Sagrario que tiene aquella Santa Iglesia, que es una de las mejores que tiene España, según lo dicen los que tienen voto en esto. Sintiose mucho la muerte del Santo don Fray Martín de Córdoba por ser tan piadoso padre como hemos dicho.
CASOS RAROS OCURRIDOS EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA. CAJASUR, 2003 (2 TOMOS, EDICIÓN FACSÍMIL)
Transcripción del original, publicado en edición facsímil. Los números iniciales corresponden a los párrafos, los números entre corchetes a las páginas. Hemos respetado el léxico y la sintaxis por entender que se trata de un tesoro, pero hemos actualizado la ortografía para no inducir a error.
- En esta capilla fui bautizado, también lo fueron mis dos hijos. Todo un lujo.