DE CÓMO EL GRAN CAPITÁN SALVÓ A DOS DONCELLAS DE LA DESHONRA EN NÁPOLES

CASO ADMIRABLE QUE SUCEDIÓ AL GRAN CAPITÁN EN NÁPOLES CON UNAS SEÑORAS POBRES:

103: Milagroso es Dios en sus obras, dice Colodro, y en sacar bienes de males, como lo hizo en esta ocasión y en otra que yo os quiero contar que el sucedió al Gran Capitán, don Gonzalo Fernández de Córdoba, y cuando él no hubiera hecho otra sino esta, bastaba para engrandecer cualquier príncipe del mundo. El caso pasó de esta forma. Después que el Gran Capitán hubo conquistado el reino de Nápoles, y hecho su entrada tan grandiosamente, y habiendo dado corte y asiento estas cosas de la paz y de la guerra, quedaron (B) desacomodados: unos pobres, otros encarcelados, por haber seguido la parte de Francia, otros huidos. Al fin, entre los que quedaron pobres y necesitados fue un gran caballero de la ciudad de Nápoles. Este tenía dos hijas ya casaderas dotadas de rara belleza y hermosura. Con los trances de la guerra, vino su padre a quedar tan pobre que no hallando remedio después de haber maquinado mil trazas, le dijo a sus hijas.

104: Ya sabéis de la suerte que estoy, la ocasión ha sido no de mi parte, pues no he jugado ni malbaratado, la guerra lo ha hecho harto; he mirado y considerado el modo que podrá tener nuestro trabajo. No ignoro, hijas mías, que es ajeno de quien somos y de los ojos de Dios, pero viendo que debajo del cielo no hay otro remedio, me he resuelto en que toméis amistad con este Gran Capitán, [146] pues lo puede todo y en su mano está la vida y la muerte; y por vuestro respeto no dejará de sacarnos de este aprieto y miseria en que nos vemos. Oídas estas razones por las pobres señoras, se desmayaron viendo su desdichada suerte y vertiendo arroyos de lágrimas de sus ojos lloraron su desventura deseando antes no haber nacido que verse en tan miserable estado. Pero mirando el caso y que era el último remedio le dijeron a su padre que ya que así lo quería la fortuna, que lo fuese a tratar. Hízolo así, fue a besar las manos al Gran Capitán y dada licencia propuso su embajada, diciendo el aprieto y necesidad en que tenían las guerras, y que por ser de lo mejor de Nápoles, no se podía poner a trabajar para ganar de comer: y por ser ya viejo, solo le habían quedado don hijas, las más hermosas doncellas de Nápoles, que su alteza se sirviese de la que más gustase y que le perdonase el atrevimiento pues su pobreza y trabajo no le daban lugar a otra cosa. (B)

105: Acabó su razonamiento vertiendo muchas lágrimas de sus ojos; y respondiole el Gran Capitán con mucha majestad que para el domingo las llevase adonde había de ir a oír misa y que se pusiesen cerca de su estrado para desde allí verlas. Despidiose el buen viejo consolado por entender que la respuesta del gran Capitán había sido favorable, y con esto se volvió a su casa y contó a sus hijas lo que le había pasado pidiéndoles que para el día señalado se aderezasen de lo mejor que pudiesen: no se descuidaron en esto por lo que interesaban.

106: Llegado pues el día, se fueron las señoras al puesto, vino el gran Capitán, púsolos en ellas y satisfecho en que eran las mismas se enterneció y compadeció de manera que allí trató del remedio del padre y de las hijas por un medio bien diferente del que ellas pensaron. Y fue que dos caballeros de los que tenía presos, de los más ricos y nobles de Nápoles, aunque de los más culpados por haber sido muy a favor del francés en la conquista de aquel reino, determinó casarlos con aquellas señoras, y como lo pensó lo puso por la obra. Fuese a su casa y luego envió a llamar con doce escopeteros a los caballeros que por puntos estaban esperando la muerte como todos los demás que habían sido de su parcialidad. Oído el mensaje se comenzaron a cubrir de sudores de muerte y con muchas lágrimas se comenzaron a despedir de sus parientes y amigos: llegados a casa del gran Capitán con sus prisiones y el acompañamiento. Mandoles entrar, y viéndose delante de él, se echaron a sus pies con grandes sollozos y lágrimas que venían: pidiéndole que se apiadase su alteza de sus pocos años y poca experiencia y que habían sido engañados y que ellos prometían muy grande enmienda y lealtad a su Rey de allí adelante. Viéndolos tan arrepentidos (B) les mandó alzar de tierra y representándoles con mucho artificio el ser Virrey de Nápoles y Capitán General por mar y tierra del Rey de España, les dijo que si no entendiera lo que allí habían dicho les era de alguna disculpa que ya hubiera ejecutado en ellos la pena que sus culpas merecían. Que él les prometía serles buen tercero para con su Rey para que sus negocios tuvieran el buen fin que ellos deseaban y que supuesto esto, les pedía hiciese por él una cosa que les rogaba. Se volvieron a hincar de rodillas y que se tenían por dichosos en que su alteza les quisiese mandar y que viese lo que era de su voluntad. Entonces, el gran Capitán les dijo que si conocían a tal caballero y a dos hijas suyas. Y respondieron que sí y que eran deudas suyas y que eran de lo mejor de Nápoles. Pues así es. Lo [148]  que quiero que hagáis por mí es que os caseis con esas dos señoras dando mi palabra de acudir a vuestros negocios como veréis.

107: Sabida su voluntad por los caballeros se volvieron a hincar de rodillas besándole los pies, dándole las gracias por tan gran merced diciendo que ellos ganaban en aquel negocio que les estaba tan bien. Hecho esto, les mandó quitar las prisiones y traer vestidos y aderezos para sus personas y de su honra, envió a llamar a el caballero y a sus hijas. Vinieron bien descuidados del bien que les tenía aparejado. Entre tanto avisó al Arzobispo para que estuviesen todos juntos a un tiempo.

108: Hecho esto, tomó la mano el gran Capitan y movido con un corazón y amor de padre propuso lo que había hecho rogando a aquellos caballeros se casaran con (B) aquellas señoras que aunque pobres eran muy principales y que el dote lo daría él y se prefería de alcanzar el perdón de su Rey. Oído esto por el arzobispo le dio las gracias por tan señalada merced, en nombre suyo y de los desposados; y hechas las preguntas, hallando las voluntades conformes, los desposó su Señoría siendo el Gran Capitán su padrino. Sentáronse todos a comer con el Gran Capitán haciéndoles un magnífico convite; sentó a sus dos lados a los desposados, al padre de las señoras, y a sus suegras y Arzobispo con otros caballeros y capitanes que le habían ayudado a ganar aquel reino. No trataron en la mesa sino de la gran hazaña que su alteza había hecho. Todos los que hasta allí estuvieron dudosos, viendo el hecho tan señalado daban voces alabando las proezas del Gran Capitán. Pero sobre todo que lengua podrá explicar la alegría [149] que tendrían el padre y las hijas que sabían a lo que venían y que de una deshonra e infamia tan grande, sin pensarlo se viesen con honra, con maridos, con hacienda y con descanso. Meta cada uno la mano en su pecho, ¡bien se echa de ver cuan agradecidos quedarían a su bienhechor!

109: Pues no paró en esto sino que a otro día se hicieron las bodas, siendo como dije el Gran Capitán y un sobrino suyo los padrinos. Dioles muchos dones y preseas y últimamente les alcanzó perdón de su Rey. Todo esto hizo el Gran Capitán, honra de España, sin ofensa de un pecado venial, sino solo por servir a Dios y no ofenderle habiéndolo podido hacer tan a su salvo. Y así se dice y escribe en su Historia que dio por descargo en aquellas tan apretadas cuentas (1) que le tomaron que mucha de aquella cantidad había gastado en casar huérfanos, en decir misas y en otras (B) muchas limosnas para que Dios le diese victoria; y así es de creer que quien vivió tan ajustado mereciera en premio tantos triunfos y victorias como alcanzó.

CASOS RAROS OCURRIDOS EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA. CAJASUR, 2003 (2 TOMOS, EDICIÓN FACSÍMIL)

Transcripción del original, publicado en edición facsímil. Los números iniciales corresponden a los párrafos, los números entre corchetes a las páginas. Hemos respetado el léxico y la sintaxis por entender que se trata de un tesoro, pero hemos actualizado la ortografía para no inducir a error.

  1. Se refiere a las famosas cuentas que le fueron exigidas por los Reyes Católicos, y que, molesto, justificó a su manera de forma irónica y humorística, tanto que quedaron como refrán popular. Para más información: http://www.gibralfaro.uma.es/dichos/pag_1577.htm

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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