
HISTORIA DE DON RODRIGO DE NARVÁEZ, ALCAIDE DE ANTEQUERA:
110: He gustado, dice Excusado, más de los que puedo encarecer de lo que habéis contado de este gran caballero y creo que cierto que el levantar Dios algunos hombres tanto en nuestros tiempos como en los pasados no ha sido sino para grandes servicios que hicieron a su Majestad Divina. Lo que levantó el gran Cortés por el gran respeto que tuvo a su Cruz y a los religiosos que adonde quiera que los veía se hincaba de rodillas, y particularmente delante de los judíos para que ellos, [140] por su ejemplo, hiciesen otro tanto. De el Duque de Alba se encarece el respeto que tuvo a las iglesias y cosas sagradas y del famoso Cid, Rui Díaz no acaban de ensalzar la devoción y caridad que tuvo a los pobres y se dice en su historia que llegó un pobre a pedir limosna lleno de lepra y le rogó que lo llevase caballero, y él con mucho amor tomó a las ancas del caballo y luego se desapareció, de donde se infiere que mereció ver a Cristo en figura de aquel pobre por su mucha caridad, y como he dicho de estos pudiera decir de otros muchos pero en particular os tengo que contar lo que le sucedió a un caballero de Córdoba que era Alcaide de Antequera, que en su modo no es menor la hazaña que las pasadas y es de esta suerte.
111: Don Rodrigo de Narváez fue súbdito de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel. Fue tan valeroso (B) capitán que los moros lo tenían por espanto de sus fronteras señalándose más que otro de su tiempo en todas las cosas de la guerra que cada día ofrecían. Para estas cosas, el Rey don Fernando de Aragón le hizo grandes mercedes y le dio la villa de Antequera. En confianza, haciéndole Alcaide de ella y que pudiese traer ocho alabarderos consigo y en unos tiempos le han confirmado los Reyes esta misión.
112: Estando pues este caballero ocupado en defensa de la ciudad que se le había dado, sin embargo de que los moros fronterizos de Granada lo sacaban a escaramuzas cada día, en las cuales el buen Alcaide se mostraba muy valeroso Capitán. Sucedió pues que en este tiempo estaba en aquella villa de Antequera una señora casada con un buen caballero. Puso el Alcaide [141] los ojos en ella con mal ánimo: festejábala y servíala de todas las maneras que le era posible. Llegó a tanto su pasión, que se determinó de escalarle la casa estando ausente su marido. La buena señora, luego que sintió la voluntad del Alcaide, se recogió no queriendo dar oídos a sus recaudos y peticiones por ser ella muy gran señora y mujer de un tan principal caballero. Cansose el Alcaide viendo que no le aprovechaban nada sus diligencias.
113: Era el Alcaide tan llano apacible y bueno con todos que no se trataba otra cosa en la villa sino de su nobleza y bondad, con que tenía ganadas las voluntades de todos llamándole a boca llena “Padre de la Patria”. El marido de la señora que había pretendido don Rodrígo de Narváez, le fue a pedir un negocio harto dificultoso, que podía para hacerse mucho parentesco y mucha amistad, y de lo uno y de lo otro no había algo entre los dos, pues no se conocían. Pero fiado en la nobleza del Alcaide y sin saber lo que en su casa le fue a pedir lo que pretendía; y el buen Alcaide, sin poner impedimento ni venderle la dificultad que había pretendido, le concedió luego su demanda diciéndole con mucho amor que en otras cosas de más importancia quería le mandase. Viendo pues el caballero la larga mano con que le había correspondido y la voluntad que mostraba para hacerle merced en lo que se ofreciese, se partió de él rindiéndole las gracias y haciéndose lenguas donde quiera en alabanza del Alcaide.
114: Entre otra ocasión donde mostró su agradecimiento fue que viniendo a cenar a su casa y estando con su mujer a la mesa y viéndole ella tan alegre le preguntó que de dónde venía y que cual era la causa de su contento. El marido le contó lo que le [142] había sucedido con el Alcaide, añadiendo otras mil cosas que en su loor toda la tierra decía y que él determinaba ser pregonero de ellas donde quiera que se hallase. Fue tanto lo que dijo que la mujer, agradecida de su parte, le escribió un billete diciéndole que lo mucho que de él había dicho su marido, había sido bastante a rendir a la que todo el mundo no bastara como lo había experimentado; y que llevada de este agradecimiento se resolvía en condescender con su voluntad como se lo prometía por aquel billete que le enviaba.
115: Leído el billete, se quedó pasmado y viendo que se le mandaba que fuese aquella noche porque el marido no estaba en casa, disimuló y le dijo a el ama que lo llevaba que le dijese a su señora que le besaba las manos y él haría lo que se le mandaba. Sin embargo, pues del salvoconducto que se le había dado, determinó (B) por lo que sucediese, armarse de todas armas, y encima de ellas se vistió de un velludo verde. Aludiendo a la esperanza de conseguir su deseo. No quiso el buen caballero llevar a nadie consigo y llegado al puesto tiró una china a la ventana de la casa. La señora que estaba en vela, bajó y abrió a su nuevo galán, recibiéndolo con mil abrazos y todas las muestras de amor que se pueden imaginar. El caballero quedó con esto más admirado que cuando recibió el billete y deseoso de saber la causa, le rogó que se la dijese que recibiría mucha merced y regalo. Ella le respondió que le placía el decírlo y comenzó de esta suerte: “Habéis de saber, Señor Alcaide, que cenando los días pasados, mi marido y yo, vinisteis a plática [142] y él tomó la mano hablando y diciendo de vos tantas cosas en vuestra alabanza, honra y nobleza, que no sé qué más se pudiera decir del mejor hombre del mundo. Os llamó junto con esto “Padre de la Patria” y que chicos y grandes, todos, hallaban en vos amparo y remedio y, sobre todo, que erais gran señor de damas y muy cortesano con ellas. Al fin, mi marido quedó muy satisfecho y obligado a la merced que le hicisteis y yo de oírle decir tantas cosas quedé tan aficionada de vos que lo que no pudo vuestra importunación, lo ganó en mí vuestra fama, y así me resolví de serviros y he aguardado esta ocasión que está fuera mi marido para satisfaceros de todo lo que fuese vuestra voluntad como lo podréis hacer en la ocasión presente.
116: El buen Alcaide que acabó de oír (B) la causa que a la señora le había movido a la liviandad, levantándose de la silla le dijo: “No permita Dios ni su Santa Madre a hombre que de mi tanto bien dijo haga yo con él semejante traición y maldad, y así os suplico que me perdonéis, señora, porque certifico que no baste todo el mundo a trocarme de este parecer y a no ser muy agradecido a tan buena y leal voluntad como es la de vuestro esposo”, y diciendo esto, se volvió a salir por donde había entrado, quedando la pobre señora avergonzada y confusa de lo hecho; y, por otra parte, admirada de la lealtad y bondad del Alcaide, pues quiso posponer sus gustos y privarse de lo que tanto había deseado para no ofender a su [144] amigo. Fue esto causa para que la señora lo estimase en más de allí adelante, siendo pregonera de las virtudes del Alcaide en las ocasiones que se ofrecían. Todo esto se vino a descubrir después por su confesor y muerto el Alcaide se compusieron romances y muchas letras que se han cantado en toda España con grande loa de este famoso caballero don Rodrigo de Narváez, a quien ha subido hasta las nubes este caso que le sucedió pero pocos le han imitado en la virtud y fidelidad que guardó a su amigo y bienhechor.
CASOS RAROS OCURRIDOS EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA. CAJASUR, 2003 (2 TOMOS, EDICIÓN FACSÍMIL)
Transcripción del original, publicado en edición facsímil. Los números iniciales corresponden a los párrafos, los números entre corchetes a las páginas. Hemos respetado el léxico y la sintaxis por entender que se trata de un tesoro, pero hemos actualizado la ortografía para no inducir a error.
- Debió tener mucha fama en su tiempo, fue apodado «el bueno». Para más información: https://dbe.rah.es/biografias/6845/rodrigo-de-narvaez-y-biedma