
148: Por cierto, dice Colodro, que nos habemos hallado una mina de cuentos según nos van ofreciendo a la memoria y ahora se me ha ocurrido a mí uno de un caballero de Córdoba que sucedió en este mismo tiempo y es en esta forma. En la Villa de Utrera, vivía un caballero de Córdoba, el cual tenía una sobrina hija de su hermano que la había criado y la tenía colgada de las niñas de los ojos y le pensaba dejar toda su hacienda que era mucha. Y por su nobleza y el mucho dote le parecía que no había en toda aquella (B) tierra quien la mereciese.
149: Estando en estos pensamientos, sucedió que un hidalgo de Virera que se había aficionado a ella y pareciéndole que no se la habían de dar si la pidiese, se resolvió de pedirla por el Provisor: acudió a ello el ordinario enviando un secretario y alguacil, y pidiéndole licencia para hablar a su sobrina y depositarla por mandado del señor Arzobispo; el tío oyó la embajada y disimulando lo más que pudo, les rogó que aguardasen allí mientras le avisaba que se aderezase porque estaba de revuelta. Hiciéronlo así y entró el tío y halló a la pobre sobrina labrando y bien descuidada de lo uno y de lo otro. Y tomando una daga, le dio de puñaladas quitándole la vida.
150: Hecho esto, los llamó que entrasen y les llevó adonde vieron a la pobre señora [175] revuelta en su sangre y muerta. El Secretario y alguacil, alborotados, dieron voces y acudió gente, de suerte que prendieron al tío, y tomada su confesión declaraon por ella que él la había muerto. La ciudad de Sevilla sabido el caso llevado allá el preso y vista la información, sentenciaron que merecía ser degollado. Oída la sentencia, la llevó con mucho ánimo. Pidió que le trajeran un confesor y se confesó con grande dolor de haber ofendido a Dios y le ofreció la muerte y afrenta que había de padecer en satisfacción de sus culpas. Era, el buen viejo, blanco como una paloma, de más de 66 años y venerable y gentil hombre. Viéndole sacar a degollar, no se puede decir la lástima que causó a todo género de gentes.
151: Fue acompañado de todo lo principal de la ciudad. Llegando al cadalso, se apeó y subió a lo alto pidiendo perdón a todos del mal ejemplo que había dado y, volvi-(B)-endo a reconciliarse con mucho dolor, dijo el Credo y pedido perdón al verdugo le cortaron la cabeza haciéndole un solemnísimo entierro. Pero lo que más admira es ver morir un viejo una muerte tan desdichada por dejarse llevar de una pasión de cólera con tan poca ocasión ni fundamento. Quién dijera que tal cosa le había de suceder después de tantos años de vida.
CASOS RAROS OCURRIDOS EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA. CAJASUR, 2003 (2 TOMOS, EDICIÓN FACSÍMIL)
Transcripción del original, publicado en edición facsímil. Los números iniciales corresponden a los párrafos, los números entre corchetes a las páginas. Hemos respetado el léxico y la sintaxis por entender que se trata de un tesoro, pero hemos actualizado la ortografía para no inducir a error