SI ASÍ DE LINDOS SON LOS CORDOBESES, ¡CÓMO SERÁN SUS MUJERES! -ISABEL LA CATÓLICA- (Casos raros ocurridos en la ciudad de Córdoba)

DESECHA TORMENTA QUE PADECIÓ DON MARTÍN DE AGUAYO Y CÓMO, POR MILAGRO DE NUESTRA SEÑORA DE LA FUENSANTA, SE SALVÓ CON OTROS CUATRO COMPAÑEROS QUE IBAN EN LA NAVE.

166: Un caso os quiero contar, dice Excusado, que se me olvidó cuando referí el milagro que hizo nuestra Señora de la Fuensanta con el Padre Tomás Sánchez y es de esta manera: cuando la Majestad del rey Felipe 2º envió la segunda armada a Inglaterra, yendo por Capitán General con Martín de Padilla, no menos desdichada que la que había enviado antes con el Duque de Medina, entre los demás capitanes que llevaban fue uno don Martín de Aguayo, hijo de Córdoba y soldado viejo en Flandes y hombre de quien se tenía mucha satisfacción por su mucha valentía y nobleza. Por todas estas buenas partes fue hecho capitán y se le dio una Nao de las mejores. Viéndose en este puesto tan honroso, escribió una carta a su hermano don Diego de Aguayo avisádole cómo iba por Capitán de una nao a la jornada que se hacía contra Inglaterra, la mucha merced que le hacía el Capitán General [144] y que si había algunos caballeros, parientes y amigos que se quisiesen ir con él, les avisase, fiando a Dios habían de volver a su tierra con honra y con riquezas. Y que de su parte, les ofrecía a todos los que viniesen, la amistad de pariente e hijos de la patria y que les daba su palabra, a fe de caballero, o hacer mucho más de lo que prometía.

167: Con esta carta de don Martín, que su hermano enseñó, fueron tantos los caballeros mozos que se movieron a ir a la jornada que llegaron a más de doscientos. Reciobiolos en la ciudad de Lisboa don Martín con las caricias y amor de propios hijos, dándoles a todos el parabién de su venida y acomodándolos de posadas, de vestidos y de dineros, con que quedaron satisfechos que las obras venían con las palabras. Salió el buen don Martín a otro día rodeado de esta Ilustre Escuadra de Caballeros gentiles, hombres de lindo parecer como lo son todos los caballeros de Córdoba, señalándose en toda España. Y a este propósito, dijo la reina Isabel viniendo a Córdoba y viendo tan lindos hombres que cómo (B) serían las mujeres siendo los hombres de tan lindo parecer.

168: Al fin, la noche que llegaron, ensayolos a todos su capitán dándoles todo lo que les faltaba para parecer soldados, salió con ellos como dije y fue a besar las manos al  Capitán General, y llegando a él e informándole de quiénes eran y el modo de proceder, se persuadió por la muestra que todos eran soldados viejos y que quisiera tener doscientas conductas para darle a cada uno la suya; abrazolos a todos y díjoles que si Dios les daba victoria, él les daba su palabra de honrarlos en todo lo que él pudiese con este favor muy contentos se fueron aprestando para embarcarse para otro día que había de salir la Armada. Salieron de Lisboa por mandado de su Majestad, sin embargo de que era en el riñón del invierno adivinando todos lo que después sucedió.

169: Llevaron su derrota a la Coruña y antes de llegar allá se levantó una tormen-[185]-ta tan furiosa y brava que desbarató toda la Armada, no quedando cosa con cosa. El navío de don Martín dio en unas peñas con que se hizo mil pedazos. Conociose luego el peligro y el capitán como tan valeroso acudió a todos los remedios posibles, siendo el primero para todo lo que era menester; pero el daño fue tal que no admitió cura, y viendo que se iban todos a hundir, mandó que se confesasen y arrepintiesen de sus pecados, y junto con esto, que se desenredasen para salvar la vida nadando que así lo había él hecho en otras dos ocasiones.

170: Al fin, desnudáronse todos y puestos en tablas, y al borde del navío, aguardaban el punto de hundirse lo mismo hizo el valeroso capitán, púsose junto al árbol mayor por ver si hundido el navío quedaba descubierto algo del árbol para librarse, pero engañóse porque yéndose el navío a pique, se fueron subiendo el árbol arriba todos sus parientes hasta la gabia y desde allí se fueron echando a la mar. El buen capitán se enredó en (B) entre las jarcias de tal suerte que quedó debajo del agua y no turbándose con esto, antes cobrando ánimo, se fue desenredando, y viéndose libre de las jarcias, subió arriba y dando un gran suspiro le pidió favor a la Madre de Dios de la Fuensanta de Córdoba, de quien era devotísimo, y fiado de esta ayuda comenzó a nadar sin saber adónde iba, contrastando las aguas que lo subían y bajaban al cielo y a los abismos con unos relámpagos y truenos temerosísimos.

171: Al fin, de más de cuatrocientos que iban en la nao no se salvaron más de cinco en una peña que estaba en medio del mar y fueron dos marineros, el piloto, un tambor y un mochilero. El piloto estaba en una y en el suspiro conoció a su capitán y así le nombró por su nombre, llamándole muchas veces. Al fin se vino hacia donde oyó las voces y en poco espacio llegó adonde estaban con grandísimo trabajo por los golpes de mar que lo arrojaban a hacerse pedazos. Al fin [186] asiéndose de un capote que le echó el piloto, salió a la orilla adonde se hincó de rodillas dando infinitas gracias a Dios y a su Santa Madre por la singular merced que le habían hecho.

172: Abrazó luego al piloto y a los demás y preguntoles si habían oído algún soldado, ellos dijeron que no. Viendo que el aire los traspasaba fuéronse a un abrigo y torciendo muy bien el capote se pusieron espaldas con espaldas y luego se cubrieron con el capote y de esta manera estuvieron hasta que amaneció, pidiendo a Dios remedio para sí y para sus compañeros que no sabían su paradero. Así que amaneció Dios, hallaron todos sus deudos, soldados y oficiales de la nao ahogados y hechos mil pedazos en aquellas costas. El sentimiento que se hizo por este famoso Capitán, viendo la ruina y miseria de sus parientes y demás soldados, no hay lengua que lo pueda explicar (B) y en particular viendo los ahogados que en aquel miserable estado se hallaban por su causa y respeto, quisiera haberse ahogado con ellos y no verlos con tanto dolor.

173: Cada uno de los que se habían salvado contaba el modo que había tenido para salir, los cuerpos muertos que encontraban pensando que eran marrajos o tiburonos que se les venían a tragar con otras mil miserias que allí se referían. En fin, entraron en consulta sobre qué les parecía que hiciesen y fue decretado que uno de los marineros fuese al lugar más cercano y que diese aviso de lo sucedido y que viniese la justicia y tomase fe y testimonio de lo sucedido y trajese ropa para cubrirse. Al fin llegó a un lugar de la Coruña y acudió la justicia con mucha caridad, trayéndoles vestidos y comida después que se hubieron vestido y confesado, tomaron fe y testimonio lo que había pasado.

174: Y después pidió el capitán a todos lo que allí estaban que no se partieses sin dar sepultura a los muertos. Hízose así, siendo [187] el capitán el primero. Renovose aquí el llanto de todos y acabado el entierro se fue don Martín a un lugar adonde supo cómo el Adelantado se había escapado con menos peligro que él y estaba dos leguas de allí. Fue a besarle las manos y a darle la fe y testimonio del navío que le entregó. El Adelantado se holgó mucho de verlo, le dio mil abrazos, un famoso vestido y quinientos ducados de acostamiento y lo mismo hizo con otros muchos oficiales que se salvaron. Este fin tuvo aquella desdichada jornada de Inglaterra y este fue el fin del valeroso capitán don Martín de Aguayo, que fue luego a Córdoba a dar las gracias a la que tantas mercedes le había hecho.

CASOS RAROS OCURRIDOS EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA. CAJASUR, 2003 (2 TOMOS, EDICIÓN FACSÍMIL)

Transcripción del original, publicado en edición facsímil. Los números iniciales corresponden a los párrafos, los números entre corchetes a las páginas. Hemos respetado el léxico y la sintaxis por entender que se trata de un tesoro, pero hemos actualizado la ortografía para no inducir a error

  1. Se refiere el texto a la flota enviada en 1597: «En 1597Felipe II volvió a enviar una nueva flota de invasión contra Inglaterra, más poderosa que su precursora de 1588. Tras avanzar hacia las costas inglesas sin encontrar oposición, un fuerte temporal dispersó la flota, si bien en esta ocasión no se produjeron los catastróficos resultados de 1588. Aun así, siete barcos llegaron a tierra en las proximidades de Falmouth, desembarcando a 400 soldados de élite que se atrincheraron esperando refuerzos para marchar hacia Londres. Tras dos días de espera, en los que las milicias inglesas no se atrevieron a hostigarlos, recibieron la orden de embarcar, pues la flota se había dispersado irremediablemente, y regresaron a España. (Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Armada_Invencible)

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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