
MUERTE DESGRACIADA DE DON FELIPE DE CÓRDOBA, AHIJADO DE FELIPE 2º EN LA MISMA JORNADA.
179: Yo contaré, dice Excusado, otro caso que sucedió en esa jornada que me lo contó un amigo mío a quien por poco le costara también la vida. Y fue de esta suerte: entre los demás hijos que tuvo don Diego de Córdoba, el gran Privado de Felipe Segundo de Caballerizo Mayor tan leal (B) y noble que sirvió al Rey 4 años, fue uno que se llamó también Felipe como su padrino que fue el Rey. Este caballero desde que tuvo uso de razón puso los ojos en el sol de su nobleza y así tuvo nobles pensamientos; y el Rey, con el conocimiento que tenía de tantas cosas como por él habían pasado, considerando al muchacho le dijo a su padre don Diego que acudiese a los demás hijos que tenía, que él tendría cuidado de él. Besole las manos don Diego por las mercedes que siempre había recibido y por esta se las daba en particular.
180: Ofreciose esta jornada y para principio de lo que su Majestad pensaba hacer proveyó a don Felipe por Capitán de cuatro navíos y al Capitán General se lo encargó mucho. Don Felipe, aunque mozo y sin experiencia le besó las manos al Rey por la merced que le hacía y que le daba palabra de servirle como caballero tan extraordinaria merced como le hacía sin merecerlo. Levantolo el rey del suelo y mandole dar de su recámara todo cuanto hubiese menester para la jornada. Con esto se apartó de la Corte y se le entregó su escuadra que fue lucidísima por ser [190] de caballeros de Córdoba y casi todos parientes suyos.
181: Señaláronse sus cuatro naos y acudió a ellas como si fuera soldado viejo para que fuesen pertrechados de todo lo necesario. Tuvo en esto tanta afabilidad y mostrose tan liberal y franco con todos, chicos y grandes, que les tenía robados los corazones y se hacían lenguas pregonando sus virtudes. Partió la Armada y llegó a vista de Londres como queda dicho la noche antes tuvo don Felipe unos sudores y temores de muerte y aumentáronse de tal suerte que avergonzado de sí mismo y sacando fuerzas de flaqueza dijo a don Sancho de Clavijo que es el que me lo contó, “qué temores son estos don Sancho, soy yo nieto de los marqueses de Priego. No es posible que yo descienda del famoso don Alonso de Aguilar ni de famoso su hermano don Gonzalo Fernández de Córdoba, Gran Capitán, pues los temores me han salteado”. Don Sancho, id a traerme mis armas que yo daré hoy muestras a los ingleses de quien soy. Y alborotose el navío, los soldados y oficia-(B)-les entendieron que era otra cosa y acudieron todos a las armas por lo que sucediese.
182: Armaron al capitán de punta en blanco y quedó tan gallardo que todos lo juzgaban por merecedor de cosas mayores, tomó partesana (1) en las manos y alentado con esto y quitado todo temor le pareció que él solo bastaba para contrastar toda Inglaterra. Fuese con sus soldados hacia la proa del navío y hablando con ellos de cosas de la guerra y dándoles traza de lo que se había de hacer si se daba la batalla. Estando en estas pláticas vino una pelota como dos puños y le llevó la cabeza quedando el cuerpo destroncado. La pelota pasó al árbol mayor y dando en aquellas maromas se partió dándole a don Sancho en la pantorrilla que lo dejó medio muerto. No se puede encarecer el sentimiento que toda la Armada hizo por la muerte de don Felipe, en particular el Capitán General, pero los que más de [191] cerca lo sintieron fueron sus soldados en quien perdieron padre y madre.
183: No murió otro español de bala en toda la flota, como se lo contó don Sancho Clavijo a su tío el obispo de Córdoba don Francisco Pacheco que oyó la nueva con mucho sentimiento y preguntó si lo habían echado al mar o si lo habían enterrado. Fuele respondido que lo desarmaron y le quitaron un buen vestido que tenía y lo envolvieron en el hábito de la religión de Santiago y lo echaron al mar con grande vocería de todos los soldados de sus navíos que fueron bastantes muestras del amor que todos le tenían. En llegando aquí, don Sancho fue tanto el dolor del obispo que lo dejó con la palabra en la boca y se entró en su recámara, dando grandes gemidos de que fui yo testigo por haberle ido acompañando aquella noche por ser muy mi amigo. Este fin tuvo esta desgracia de don Felipe de Córdoba, con tantas esperanzas de ser un gran señor como se lo prometió el que lo podía hacer tan a poca costa suya.
CASOS RAROS OCURRIDOS EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA. CAJASUR, 2003 (2 TOMOS, EDICIÓN FACSÍMIL)
Transcripción del original, publicado en edición facsímil. Los números iniciales corresponden a los párrafos, los números entre corchetes a las páginas. Hemos respetado el léxico y la sintaxis por entender que se trata de un tesoro, pero hemos actualizado la ortografía para no inducir a error
- Partesana: RAE: Arma ofensiva, a modo de alabarda, con el hierro muy grande, ancho, cortante por ambos lados, adornado en la base con dos aletas puntiagudas o en forma de media luna, y encajado en un asta de madera fuerte y regatón de hierro. Fue durante algún tiempo insignia de los cabos de escuadra de infantería.