
CASO ESPECIAL QUE SUCEDIÓ AL LICENCIADO CALMAESTRA.
203: Yo os contaré, dice Colodro, otro caso harto particular que sucedió en Córdoba y fue de esta suerte. Estaba en Córdoba un licenciado que se decía Calmaestra natural de la Villa de Arjona. Era letrado de la Inquisición y del fisco. Era rico y discreto y de una condición de un ángel. Su mujer [202] de este se llamaba doña Marina de Berrio, harto hermosa y discreta. Eran amados y queridos de toda la ciudad por su bondad y nobleza. Dios les dio seis hijos con que vivían con el gusto que se puede desear. Estando en este estado, dos señoras hermanas del Principal de Córdoba, aunque pobres, vivían pared y medio del dicho licenciado Calmaestra. Trabaron con toda su casa tanta amistad que era más que parentesco. Pagaron esta amistad y buena acogida no como quien ellas eran cuyos nombres se callan por no lastimar sus parientes.
204: Al fin, viéndose pobres y con buena ocasión de hacerse ricas trataron de darle unos hechizos al Licenciado y a su mujer y a dos hijos grandes y a otros dos criados con que les pareció que podían ir sacando todo lo mejor de la casa, como hicieron sin que nadie lo echase de ver fueron sacando toda la plata, los adornos y vestidos y al fin todo lo mejor, y los pobres hechizados andaban encantados que no lo echaban de ver. Al fin dentro de cuatro o seis meses fueron haciendo operación los hechizos: cayó en la cama el licenciado y a pocos días murió todo consumido. Lo mismo sucedió a la doña Marina y a las hijas y criadas, de suerte que de cuatro en cuatro meses vinieron todos a morir si no se descubriera la verdad.
205: Sucedió pues que pasó un día por casa de las hechiceras un lencero, llamáronlo y tomaron todo el lienzo que hubieron menester. Fue y vino algunas veces por el dinero y las señoras que dijeron que no lo tenían, que mirase si gustaba de alguna de ellas que escogiese la que mejor le pareciese. El lencero porque no se perdiese todo se acomodó con la menor. Andando en este trato, salió un día de su casa y queriendo orinar no halló con qué, fue y vino cien veces casi fuera de juicio por lo que le faltaba y considerando que el mal le venía de donde había salido volvió a ella y con una risa falsa comenzó a echar en burla la fiesta por ver en qué paraba; las señoras holgaron mucho del entretenimiento y al fin con mucho placer le restituyeron su alhaja en esta ocasión se habían dejado un arca a medio cerrar donde estaba toda la [203] plata que le habían hurtado al difunto; admirado de lo uno y de lo otro aunque con disimulación se fue muy contento al parecer de las señoras y enderezó su camino a casa del Corregidor a quien dio cuenta de todo lo que pasaba.
206: A esta sazón había ya muerto el Licenciado Calmaestra y la mujer y una hija, y la otra andaba ya en lo mismo. Con tantas muertes juntas no pudo dejar de haber escándalo en la ciudad y cada uno decía su sentir en esto: y la justicia muy en particular trataba de este negocio y aunque había algunas sospechas contra estas señoras por ser tan principales nadie se atrevía a hablar, pero viendo el Corregidor lo que decía el lencero mandándole que callase llamó toda su gente y con ella fue en casa de las señoras, las cuales estaban bien descuidadas de lo que había de suceder, aunque la sangre de los muertos estaba clamando a Dios. Fueron a el arca y hallaron toda la vajilla y colgaduras y otras muchas cosas; todo lo cual se depositó y puso por inventario. Cerraron las puertas y lleváronlas a la cárcel. Todo (B) lo sucedido se publicó en la ciudad, en un instante y fue tanto el alboroto que hubo que no se puede decir.
207: Comenzó la justicia a proceder contra las buenas piezas, las cuales confesaron luego de una hora donde estaban los hechizos y dijeron cómo se podría hacer que no muriese la segunda hija que quedaba y las dos criadas; púsose en esto mucha diligencia y aseguradas sus vidas trataron de acabar las de tan malas hembras, pero ellas se dieron tan buena maña en encartar que no quedó señora ni mujer de consideración de Córdoba, de Montilla, de Aguilar y de todos los pueblos que no encantaron. Al fin, viendo la justicia el estrago tan grande que se había de hacer y apremiados de ruegos de todos los duques, condes, marqueses y señores de toda la comarca, se dejaron rendir contentándose con meter estos demonios en unos cueros en el río y luego las llevaban por las calles dándoles doscientos azotes y teniéndolas a la afrenta en un tablado que se hizo en mitad de la Corredera de Córdoba. Allí se leyeron sus maldades públicamente y las desterraron de toda [204] el Andalucía para siempre. Y con esta leve pena castigaron a las que merecían no una sino mil muertes. En esta ocasión se cumplió el refrán que allá van leyes donde quisieren reyes, pues con el mucho dinero y ruegos que hubo se torció la justicia y aquellas malas hembras quedaron sin el castigo que merecían sus enormes delitos.
CASOS RAROS OCURRIDOS EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA. CAJASUR, 2003 (2 TOMOS, EDICIÓN FACSÍMIL)
Transcripción del original, publicado en edición facsímil. Los números iniciales corresponden a los párrafos, los números entre corchetes a las páginas. Hemos respetado el léxico y la sintaxis por entender que se trata de un tesoro, pero hemos actualizado la ortografía para no inducir a error