
(&6) Sabéis que en Córdoba era una casa de los ganadores (1) de ella, que se llaman los señores de Guadalcázar. Son de Córdoba finos, y una (B) de las casas que compiten con el Marqués de Priego, que es duque de Sesa y Conde de Alcaudete, con todos estos señores que se jactan venir de aquellos ganadores cuyos nombres hoy se tienen entre sí y de ello hacen ostentación en sus armas y escudos. Finalmente, le oí decir a don Andrés Fernández de Córdoba, obispo de Badajoz y sobrino de esta señora, doña Sancha Carrillo, que su abuela de esa señora emparentó con doña Juana, hija de los Reyes Católicos de España, por haber casado el rey don Juan de Aragón, príncipe que fue del Rey don Fernando, con una abuela suya. Al fin, esta señora iba a ser dama de la Emperatriz y, preparadas todas las cosas para el viaje como convenía, un hermano de esta señora, que se llamaba don Pedro de Córdoba, este era discípulo del Padre Ávila y le seguía en sus consejos y, como hombre tocado de Dios y que consideraba la brevedad de este mundo con diferentes ojos que su padre y hermana, le pesaba de la vida de esta su hermana por el descuido en que se vive en casa de los Reyes.
[34] Persudió muchas veces a los padres y hermanos [para que] diesen mano a aquel viaje y pretensión, pues sin ser dama de la Emperatriz podría muy bien casarse, todo lo cual le era de notable disgusto y desabrimiento (A-14). No dando oídos a nada, a trueque de salir con su contento y así, no trataba de otra cosa que de su partida, tanto que se aprestó todo hasta tener las cabalgaduras, coches y litera en que había de ir. A la puerta de su casa, don Pedro, su hermano, a quien Dios había tomado por instrumento de su conversión, no la dejaba un punto con consejos y amonestaciones, y viendo que nada aprovechaba, le rogó hincado de rodillas que, por lo menos, antes de que se fuese, lo hablase con el Padre Ávila y se despidiese de él. Para darle gusto, admitió esto luego y, así, se detuvo hasta que viniese el Padre Ávila. Fue a llamarlo en buen don Pedro a pedirle con todo encarecimiento fuese a hablar a su hermana y que la apartase del viaje que llevaba, dándole a entender los peligros en que se iba a poner de alma y cuerpo. Prometiole hacerlo como se lo rogaba y que se fuese, que él iría tras él. Hizolo así y recogiose por breve espacio en un oratorio donde pidió a Dios mudase el corazón de aquella señora y no permitiese se perdiese su alma. Fue la oración tan aceptada por Dios como se verá en lo que sucedió.
[35] Llegó el buen don Pedro y rogole a doña Sancha se llegase a Santa Marina, que es una parroquia que está allí cerca, porque sería más decente lugar para el Padre Ávila. Hízolo ellas de buena gana, que (B) en esto se echó luego de ver que comenzaba el Señor a obrar sus maravillas. Hecha la oración en la iglesia, entrose en un confesionario donde estaba el Padre Ávila, y después de las ordinarias salutaciones tomó la mano sobre lo que don Pedro le había dicho y, como Maestro tan diestro en encaminar almas al cielo, le fue diciendo tales cosas en contra de sus pretensiones que, derritiéndose aquel corazón frío en lágrimas de confusión y de vergüenza, desistió de lo que adelante estaba y, pidiéndole que no la dejase un punto, porque se determinaba dejar todo cuanto el mundo tenía, El santo Padre se lo prometió y, fiada de Dios y de la fe y palabra de su santo, se volvió a casa bien diferente de como había salido de ella. Pidió a los padres que dejasen aquel viaje dándoles las gracias por el cuidado que habían puesto en el aumento de su honra y que ella lo pensaba poner de allí en adelante en llorara y hacer penitencia de sus pecados, y que, por eso, les suplicaba le diesen un aposento, el más retirado de la casa, adonde sin registro de nadie pudiese darse a sus ejercicios
[36] Viendo esto los padres y hermanos y admirados de una mudanza tan nueva, la persuadieron que no hiciese alguna liviandad [A-15] de moza y que después se arrepintiese, que lo mirase bien y no quisiese afrentarlos. Ella les satisfizo con razones tan fuertes que, dejando sus sospechas, se determinaron a darle contento. Viendo que todo esto iba encaminado por la mano de Dios, escogió dos doncellas de quienes tenía satisfacción de que eran virtuosas, recogiose con ellas a un cuarto de casa como ella lo había pedido, y comenzó su ejercicio. Y cebose con él con tanto gusto que en ninguna cosa de esta vida lo tenía mayor; daban de limosna la comida que se les daba y, venida la noche, bajaban las tres siervas de Dios a los suelos de las cocinas y, de los mendrugos de pan que hallaban y otras cosas desechadas de las criadas de su padre, comían. Esta mortificación voluntaria agradó tanto a Dios que en retorno de ella, se apareció diversas veces recreando su alma con muchas mercedes y favores. Cebose tanto en estos gustos y fue tan agradecida de Dios que no trataba sino de recompensarle con grandísimas penitencias y trabajos, y así su ordinaria petición era pedíselos a su Majestad y que fuese arrastrada por su amor y hecha mil pedazos por quien tantas mercedes y favores le hacía.
[37] Sucedió en este tiempo un año muy trabajoso (B), y viendo la fervorosa señora que su querido Señor había de ser ofendido por ocasión de la necesidad, le pidió de todo su corazón que tomase la venganza de ella y que perdonase a toda Andalucía, y para se vea si tiene Dios a bien que le pidan con los brazos abiertos y levantados, pues se echó bien de ver haber oído a esta sierva, pues milagrosamente se remedió el hambre y a esta sierva de Dios le sobrevinieron unas tercianas tan crueles que ninguna ropa era bastante para resistir los grandes fríos que padecía; tanto, que afirmaban los médicos ser fuera d todo uso natural la enfermedad que padeció mucho tiempo, con admiración de que cuerpo humano pudiera resistir tanto mal.
[38] Iba um día esta señora al Convento de La Merced, que estaba cerca de su casa y, en el camino, apareciósele Jesucristo crucificado, y compadeciéndose de él, le dijo: Señor mío, pues siendo día de tanta festividad, ¿estáis de esa manera? (era el día del Corpus Christi). Has de saber, dijo el Señor, que los hombres con sus pecados, me ponen cada día en esta cruz. Quedó absorta en Dios por largo tiempo y, cuando volvió en sí, daba voces rogando que nadie le ofendiese.
[39] Vínole un deseo a esta sierva de Dios (A) de saber el estado en que estaba su alma, y así se le concedió y apareció una niña pequeña ensecada, descolorida y legañosa, que era asco mirarla. Y fue tanto el espanto que le dio de verla que fue necesario que la consolara el mismo Señor que le había dado este deseo, y así la animó diciendo que nada de aquello era pecado mortal, sino veniales e imperfecciones en amarle y servirle. Para que se vea la figura que tendrá una desdichada alma que está metida en un abismo de pecado en desgracia de Dios. Y, en esto, creo a los teólogos que dicen que es más feo el pecado que el Demonio. Finalmente, desde que Dios le hizo merced de mostrarle el alma, se alentó en servirle muy de veras y, últimamente, la llevó su Majestad de esta vida, teniendo siempre por guía a su buen maestro hasta el fin de ella. Murió en Écija y fue traída a enterrarla a Córdoba, al enterramiento de sus padres que es en la Capilla Mayor de San Francisco, que es uno de los mejores de aquella ciudad. Sabida su venida, salió toda ella a ver una santa, que tal era ya su fama en toda Andalucía; venía en una litera que traían dos acémilas muy mansas y domésticas, y para que se vea los justos juicios de Dios que, como dijimos arriba, le había pedido encarecidamente que fuera arrastrada por él, no se lo concedió en vida y otorgóselo en la muerte (B). Y así, luego que comenzó a entrar el acompañamiento de la clerecía y conventos por el puente, la una de las dos acémilas que llevaban el cuerpo se desasió de las correas y lazos en que iba asida con notable espanto de los circundantes, sin poderlo nadie remediar, y la delantera, asombrada del golpe que dio la litera, partió por medio de infinidad de gente sin ser poderosa toda ella para detenerla, llevó arrastrando el cuerpo de la santa por toda la Platería y la Pescadería y calle de la Feria hasta que entró en el Compás de San Francisco adonde se paró tan quieta y sosegada como si viniera en compaña de la otra.
[41] Todo lo cual se conoció ser guiado del cielo como toda la ciudad lo echó de ver. Allí fue enterrada, no con lágrimas y pena como se suele hacer, sino alabando a Dios en sus santos y pidiéndole mercedes por intercesión de su sierva de cuya gloria estaban ciertos. Este fin tan dichoso tuvo aquella visita que esta sierva de Dios hizo al Padre Ávila, véase lo que pudo su amonestación, trocando las pretensiones y regalos de este mundo por los del cielo.
Lo que sigue, pasó Colodro en silencio, y lo refiere el Padre Martín de Rosa en la vida de esta santa, capítulo 13, el Padre Maestro Ávila y don Pedro de Córdoba, hermano de esta señora. Vinieron acompañando el santo cuerpo con muchos parientes y criados de estos señores: luego que la caja en que venía el santo cuerpo cayó al suelo, se desclavó por la cabeza quedando pendiente de los pies y quedando pendiente de los pies y, faltando aquella tabla, saliose fuera la cabeza de esta sierva de Dios y vino arrastrando por los sitios que quedan referidos. Cuando el acompañamiento llegó a San Francisco, vieron la cabeza fuera de la caja, sonrosado el rostro, sudando la frente, y los labios de risa, sin haber ella ni el cuerpo recibido alguna ofensa.
Enterrada la sierva de Dios, expiraba un olor celestial cuya suavidad sintieron muchos religiosos de aquellas casas. Y atraídos de ella, se ponían allí a tener oración y la gozaban, no solo con gusto, sino con provecho del alma a quien comunicaba particular devoción la vecindad del santo depósito.
Dieron testimonio de esta maravilla muchos de ellos, especialmente el padre Fray Bartolomé de la Puebla, guardián, según algunos escriben, de este convento y, según otros, Provincial que entonces era de esta provincia de Andalucía. Hasta aquí, el padre Roa.
Dedicó a esta Santa (dice Colodro) el Padre Ávila aquel famoso (B) libro que comienza “Audi filia” de que se dice que el famoso rey don Felipe Segundo le tuvo en mucha veneración, y decía este santo Príncipe que ningún cristiano debía estar si él.
[42] Si yo pudiera, dice Colodro, explicar con palabras el consuelo de mi corazón ha recibido de haber oído la causa y principios de la conversión de doña Sancha Carrillo no me parece acabara pareciéndome que si su santidad sucediera en la primitiva Iglesia, ella estuviera canonizada por ser particulares los favores y mercedes que Dios le hizo. Maravíllome mucho que, con ser señora tan noble como decís y haber sido su vida tan notoria pues, como se sabe, la escribió don Pedro, su hermano, por mandado del Padre Ávila y se leyó en muchas comunidades y se traían cada día a los púlpitos sus heroicas virtudes que esos señores parientes no las hayan hecho imprimir… [nota al margen: “lo están ya y escrita para varios anexos”] para que todos la gocen, pues, a mi ver, compite con cualquiera de las famosas de nuestros tiempos.
A eso respondo, dice Colodro, que más pienso ha sido descuido de esos señores que otra cosa, pues pudieran haber tomado ejemplo en el marqués de Priego que rogó a un padre de la Compañía que averiguase la vida y muerte de la Condesa de Feria, la cual (18-A) anda impresa con mucho fruto de los que la leen.
CASOS RAROS OCURRIDOS EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA. CAJASUR, 2003 (2 TOMOS, EDICIÓN FACSÍMIL)
Transcripción del original, publicado en edición facsímil. Los números iniciales corresponden a los párrafos, los números entre corchetes a las páginas. Hemos respetado el léxico y la sintaxis por entender que se trata de un tesoro, pero hemos actualizado la ortografía para no inducir a error.
Nota: El padre Luis Roa escribió años más tard su biografía. Sobre su historia, ver: https://cordobapedia.wikanda.es/wiki/Sancha_Carrillo; https://www.diocesisdecordoba.com/media/2021/05/SANCHA_CARRILLO.pdf