VIDA DE MARÍA FERNANDA DE CÓRDOBA, HIJA DE LOS MARQUESES DE PRIEGO (Casos raros ocurridos en la ciudad de Córdoba)

43. He reparado muchas veces, señor Colodro, ¡qué dichosos tiempos de ahora a ochenta años!, ¡qué de santos resplandecieron en ellos! Y comencemos por esta santa que acabamos de decir, la condesa de Feria, la madre Teresa de Jesús, pues si se cuentan los siervos de Dios que florecieron, no hay número, y entre ellos fue el Beato Padre Ignacio y los otros santos compañeros que le siguieron, [que] no fueron de menor fama que su Padre. También el Padre Francisco Javier, el Padre Diego Laynez, el Padre Salmerón, que con sus escritos ilustró la Iglesia, el Padre Francisco de Borja, duque de Gandía; pues qué diré de los mártires que padecieron de la Compañía de Jesús, la Reina María de Gracia en Inglaterra fue de este tiempo; Fray Luis Nicolás Beltrans, el Arzobispo de Villanueva; el doctor Diego Pérez; Juan de Dios, el de Granada; un hijo mío llamado Baltasar; el Padre Mateo de la Fuente, que fue fundador del Zardón, junto a Córdoba. Pues qué diré del Fraile Francisco Moro, Fray Luis Beltrán, el Cardenal Borromeo y otros.

Florecieron también el Padre Centenares y el Padre Fray Luis de Granada, merecedores de toda alabanza, pues sus escritos ¡qué no fueron celebrados en (B) [su] patria y fuera de ella; ¡y qué diré de sus virtudes y santidad de vida! Pues ¡qué diré del Padre Ávila, de la santidad y vida, de su opinión en Italia y Francia!, pues le llamaban a boca llena Doctor de la Iglesia y, sin duda fue, providencia de Dios que cuando Martín Lutero se desvergonzó a Dios y a su Vicario, escogió Dios en España tantos siervos suyos para que predicasen su palabra más bien informada que el traidor la interpretaba.

[45] Bien habéis reparado, dice Colodro, y es de advertir todo lo dicho, y porque no penséis que he acabado os tengo que contar otras cosas que supe en Córdoba, de personas de verdad. Yo gustaré, dice Excusado, que esta materia prosiga, pues todo redunda en gloria de Dios.

En Córdoba estaba una señora, hija de los marqueses de Priego. Esta señora rubo dos hijos que fueron en nuestros tiempos el uno se llamón don Diego de Córdoba, caballero del rey don Felipe Segundo, y el otro fue don Francisco Pacheco, Obispo de Córdoba. Esta señora era viuda y para no ser menos que su madre y hermanos, con una emulación santa, se dio a todo género de obras de piedad. Y, entre otras, escogió un limosnero santo hijo del Padre Ávila. Por una mano distribuía grandes limosnas: ordenó (A-19) que cerca de la casa se hiciese un hospital que se llama de los desamparados, porque el intento del que lo comenzó fue de recoger tantos pobres desamparados. Ayudó la santa a la obra de este hospital largamente, conque se acabó brevemente. Hizo que se abriese un postigo en su casa para poder servir mejor a los pobres y visitarlos a menudo.

[46] llevando siempre regalos y conservas y lo demás que en su casa había, con mucha cantidad de sábanas y camisas para los pobres. Hacíales la cama, lavábales las manos, y esto con tanta alegría y consuelo que su limosnero, con ser muy aficionado a pobres, decía que doña María Fernanda de Córdoba le hacía ventaja en la caridad para con los enfermos. Daba, sin esto, todos los días a su limosnero cien panes de limosna, y los días de fiesta, doscientos; más infinitas limosnas que hacía a conventos de frailes y monjas y otras personas honradas.

Disfrazábase de noche e iba con su limosnero y dos escuderos suyos disfrazados a visitar pobres honrados, a las colaciones de Santa Marina, a San Lorenzo y la Magdalena, bien lejos de su casa, para la lista que su limosnero tenía. Decía que era una señora forastera de este valle de lágrimas y, sabiendo la necesidad, la venía a consolar y ayudar. Y animábalos con unas palabras tan compasivas que para alivio de sus trabajos eran (B) bastante. Preguntábales cuántos hijos tenían y el tiempo de su enfermedad, compadeciéndose de suerte que causaba espanto en las personas afligidas, ¡cuán verdadera era su compasión!

47. Finalmente, vista la pobreza y calidad de las personas, sacaba doce, dieciséis, veinte ducados y dábaselos pidiéndoles le perdonaran su atrevimiento, que les quisiera remediar todos sus trabajos. De esta suerte, iba esta Ilustrísima Señora forastera y extraña en las obras de piedad y misericordia, que pone espanto oírlas, cuanto más hacerlas. Después de hechas estas cosas, se venía a su casa que, por antonomasia, se decía la plazuela de las Doblas, que cae entre la puerta de Osario y la del Rincón, y toda la vuelta no era otra cosa que referir los trabajos y miseria que había visto trayendo a cada pobre metido en sus entrañas.

48. Era visitada esta santa señora por su virtud y por ser hija del Marqués de Priego, de todo lo mejor de la ciudad. Estimaba en mucho el tiempo perdido y procuraba gastarlo muy bien: echó de ver que las visitas que le hacían era tiempo perdido (A-20) por estar ella y los que la visitaban parados. Y dio en una traza para aprovecharlo, y fue tener de toda suerte de ocupaciones que suelen haber las mujeres, de suerte que ninguna que viniese a visitarla, tuviese excusa para no ocupar su tiempo. Viendo esto las señoras y no pudiendo excusar las visitas por la obligación que tenían y por no caer en afrenta, se ejercitaban en su casa para no quedar corridas con doña María Fernanda de Córdoba. Todo esto que se hacía en estas visitas, que era mucho, era para los pobres porque se vendía después y se sacaban buenos ducados para emplearlos en estas buenas obras.

49. Finalmente, llegó la muerte cogiéndole en estas obras de tanta piedad, y la hubo como la vida, y su memoria sería eterna, pues oí vive entre los pobres como el primer día. Después de haber muerto esta señora le dieron a su hijo don Francisco Pacheco el obispado de Málaga, y luego el de Córdoba. Y contándole este, su limosnero, estas cosas de su madre, dijo el Obispo: Hartas cosas me contó mi señora madre, pero no me dijo esas formas, por lo cual ya estimaré más de aquí [en] adelante que a la nobleza que de ella tengo.

Muy satisfecho quedo, dijo Excusado, y quisiera saber qué llevó a esta señora tan noble a acudir a semejantes obras de piedad. Pues viendo (B) que su hijo, siendo obispo, se preciaba mucho de tal madre, yo estoy persuadido que es traza de Dios está en estos casos para purificar la causa de cada estado de gentes: que es ver un Duque de Gandía renunciar su estado y meterse religioso, sino por tener Dios un Duque que le sirva de Fiscal para juzgar los demás. Que es ver un Emperador Carlos Quinto renunciar todo el mando y poder del mundo, recogido en San Jerónimo de Yuste en la vera de Plasencia, si no es para que sea juez de los demás emperadores y reyes. Y para los demás estados hay otros muchos que han de ser fiscales de sus desconcertadas vidas, pues pudieron haber vivido santamente como aquellos.

Acerca de #JoseCarlosAranda

Doctor en Ciencias de la Educación y Doctor en Filosofía y Letras; Creador del Método Educativo INTELIGENCIA NATURAL (Toromítico 2013, 2016). Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba (España). Profesor universitario y de EEMM, educador, escritor, conferenciante, colaborador en TV, Prensa y Radio. PREMIO CENTINELA DEL LENGUAJE 2015 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
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